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No pensar en nada

Portada de Manual de despedidas, de Jana Benova.

Manual de despedidasJana BeňováSexto PisoManual de despedidas

Madrid

2020

Jana Beňová (Bratislava, 1974) es toda una desconocida en el panorama narrativo español, y en la información que aporta la breve biografía en la solapa de la novela se lee que es poeta, narradora y periodista y que, en 2012, obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea por Manual de despedidas, obra publicada originariamente en su país en 2008, y que ahora edita Sexto Piso en España. La novela retrata o, quizá mejor, representa a toda una generación exasperada, desarraigada, pero sobre todo de esperanzas y de futuros truncados. La imagen de unos jóvenes de la Europa Central que no se reconocen en el pasado, cuya infancia transcurrió en algunos de los regímenes claustrofóbicos y autoritarios, y que en el presente, treinta años después de la caída del muro de Berlín, aún no encuentran su lugar en la sociedad en la que les ha tocado vivir.

La protagonista, Elza, es una joven eslovaca, periodista y aprendiz de escritora, que vive en Petrzalka, el barrio más popular de Bratislava, situado en la orilla derecha del río Danubio, y a diario se cruza con gente desesperada como ella. Tiene un novio, Ian, y solo piensan en huir: representan a una juventud inquieta, se convierten en los protagonistas de la ácida, a ratos sarcástica y neurótica, incluso poética y desgarrada novela, que la misma Elza está escribiendo, y tanto desean Elza e Ian escapar como sea del gueto de bloques siniestros de hormigón donde viven, que prefieren gastarse todo lo que escasamente obtienen de aquí y de allá en cafeterías y restaurantes del centro de la ciudad, lugares que frecuentan turistas, extranjeros y gente de mayor posición económica. Escriben, leen y pasan las horas, forzados a un autoexilio en su propia ciudad. Acuden al Café Hiena dos veces al día con otra pareja de amigos, Rebeka y Lukas, los cuatro forman parte del Cuarteto, y allí pasan la mayor parte de su tiempo: beben, escriben y discuten, pero sobre todo ensayan un método para sobrevivir, y para que esto ocurra uno de ellos mantiene al resto a fuerza de becas que va consiguiendo, pequeñas ayudas o lo que sea necesario, como Rebeka, que hace juez de línea en partidos de tenis, una actividad que no requiere pensar; aunque Rebeka es la más desangelada, o tal vez desafortunada: su pareja es Elfman, alguien condicionado por el alcohol, bebe y siempre vomita. Y, mientras, transcurren las horas entre discusiones sobre el cine de David Lynch o acerca del poeta dadaísta Carl Solomon, cuando los ecos del socialismo aún reverberan, sobre todo para los mayores del barrio.

Elza anota todo a modo de un diario y tiñe lo que va escribiendo con un humor negro, triste y desalentado, mezcla amigos reales y personajes imaginarios con la realidad del día a día y, en sus párrafos puede percibirse una narración solapada, en apariencia inconexa y fragmentaria que se nutre de ciertos aires de la literatura del absurdo —resulta bastante surrealista en ocasiones—. Si nos atreviéramos a establecer características comunes con las vanguardias, tan alejadas en el tiempo, las calificaríamos de acertadas, y en esa misma evidencia contextual compartimos algunas de las particulares reflexiones apuntadas, desde la exclusiva narratividad de su autora, y cómo transcurre la vida de cuatro jóvenes escritores inquietos en la nueva realidad convulsa del fin del socialismo en Eslovaquia, o incluso en la percepción de las inquietudes de la protagonista en su propia relación de pareja con Ian al transitar por la ciudad de Bratislava, y de la imagen que se ofrece de su barrio peculiar, un lugar donde el tiempo parece no tener importancia alguna.

Elza es, desde el principio, la voz casi única que pone imagen a los otros tres integrantes del cuarteto; solo a veces se le da voz a Rebeka, y será ella quien nos permita entrever algo más, porque eso es lo que abunda en la novela, silencios y omisiones, hasta llegar a vislumbrar cómo cada uno de los personajes se despide, en el proceso de vida, de todo aquello que se cuenta en presente y un día deja de serlo, quizá porque la propia existencia puede ser cuanto nos une a la vida de los demás. Con ellos exploraremos la cotidianeidad de la ciudad y algunos, o muchos, de los sentimientos de pérdida que el lector irá escrutando con esas confesiones diarias sobre el acontecer común y los sentimientos que aquellas generan, tales como el olvido y la rememoración, los sueños y esa pérdida de la memoria, tanto la propia como la colectiva. Es así como sucumbimos a ese tránsito por los laberintos de los sentimientos de estos jóvenes, de la melancolía y de sus derivas tanto maniáticas como psiquiátricas y, como fondo de todo, los sustratos de una infancia sobre la que el inconsciente humano actúa libre en muchas más ocasiones de las que este estima, la vida vista desde los retrovisores de esas innumerables pérdidas a que alude el título.

Nadie sale ileso de la infancia

Nadie sale ileso de la infancia

Jana Beňová constata que su Manual de despedidas (2020) es un libro tan sorpresivo como lírico, cuya estructura, y este es su mayor logro, no sigue una narración lineal y convencional, en la que la vida se nos puede poner cuesta arriba, como subyace en esa intención de los textos que escriben los cuatro protagonistas, el Cuarteto, sino el retrato de un auténtico conjunto de vidas a la deriva, arrastradas por el devenir cotidiano, cuyas vivencias se mueven entre el sueño y una inquietante duermevela, sin que ninguno acabe de despertar en esa sucesión de días y de noches. Beňová construye una novela enrarecida que muestra unos mundos personales que son excepcionales en favor de tanta falta de excepcionalidad; pero lo cierto, es que nada les pasa que pudiera pasarnos a nosotros, ni siquiera la locura nos es ajena, y así como ellos prolongan en vida el mito de Allen Ginsberg, quién sabe si no, por el mismo arte de la literatura, también los dilataremos nosotros a ellos. El otro, y los otros, y es así como la novela avanza entre nosotros como luces que atraviesan la noche, mostrando escenas, fragmentos acertados y microsentencias que iluminan unas vidas y que se van engarzando en una memoria, un pasado, un presente dudoso, un futuro que no se acaba de ver, y mucho menos de interpretar. Se trata, en definitiva, de fijar la vista en un punto, no pensar en nada, concentrarse en esa exclusiva línea, perseverar en no pensar en nada, o insistir en la imposibilidad de no pensar en absoluto.

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Pedro M. Domene es escritor.

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