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La realidad o el sueño

Francisco Díaz de Castro

La ocasión y el homenaje. Una miscelánea (1991-2020).

Felipe Benítez Reyes (XIII Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado)

Vandalia (Sevilla, 2023)

Una treintena de magníficos poemas escritos entre 1991 y 2020 componen La ocasión y el homenaje. Una miscelánea. Como indica el subtítulo, el conjunto reúne poemas de diversa intención y circunstancia cuyos núcleos principales son el homenaje a distintos escritores y el testimonio acerca de varios sucesos trágicos acaecidos en tiempos recientes, siempre con esa marca propia que para quienes somos lectores fieles de Felipe Benítez Reyes resulta siempre tan inquietante como provocadora y sugerente.

Cuatro poemas fechados de corte testimonial se distribuyen por el libro: el bombardeo e incendio de la biblioteca de Sarajevo en agosto de 1992, al poco de comenzar la guerra de Bosnia; el atentado terrorista de 2017 en las Ramblas de Barcelona; el escenario urbano desolado durante la pandemia de covid en marzo de 2020 en Apunte del natural, y el accidente nuclear de Fukushima en 2011 –"la mala mar,/ herida de sí misma,/ muere matando"–. Son ocasiones, por tanto, de desgracia colectiva que Benítez Reyes ha sabido tratar mediante la elisión de la anécdota y la secuencia de breves imágenes que apuntan más a la emoción descriptiva que a lo narrativo: así, por ejemplo, Las Ramblas: "En el lugar de las flores ordenadas,/ las flores esparcidas.// En el lugar de la vida,/ cadáveres esparcidos.// En el sitio de todos,/ de repente la nada.// (Y la falta de realidad./ Y un exceso de realidad).// Las flores de unas muertes esparcidas". La acotación entre paréntesis concentra una reflexión que va más allá del suceso particular.

Destaca entre todos estos Una biblioteca, que abre el libro y uno de los que yo prefiero. Más allá del crimen concreto y del culpable –para más delito Nikola Koljevic, profesor especialista en Shakespeare–, Benítez Reyes atrae al poema otros casos de incendios que destruyeron "la volatilidad de las imaginaciones" de científicos y artistas que habitaban sus anaqueles, tanta creación humana convertida en ceniza, "ruinas abrasadas, humo inerte": el de la biblioteca de Alejandría, la quema de libros de Shihuanti en la antigua China, o todos los "bosques en llamas" donde "arde un libro no escrito".

Dominan, sin embargo, otros tonos: los de los poemas sueltos y los de los distintos homenajes. El primero de estos últimos es un Brindis de aniversario de largo desarrollo:  la volatilidad del tiempo en sucesión, tan recurrente y esencial en la poesía de Benítez Reyes –"…El tiempo es un tesoro mercurial/ que se escurre entre unos dedos asombrados,/ formando un todo abstracto que es memoria y vacío"–, y toda una suma de elucubraciones, sinsentidos, errores y sueños desemboca, paradójicamente, en el motivo de la celebración: "pero qué plenitud sentir en este instante,/ mujer de ojos azules, el fluir de un presente sólo nuestro,/ como una materia generada en sí misma:/ el tiempo imaginario de los dioses,/ el tiempo que ha dejado de ser tiempo/ apenas un momento para darnos/ el sabor del veneno de la eternidad/ en las copas que alzamos por nosotros".

Hay en estos poemas formas distintas de homenaje a García LorcaVariación sobre el “Ay voz secreta”, a Antonio Machado Hipótesis machadiana–, a Claudio RodríguezEl vino–, a Carlos Marzal, a Pessoa, a Edgar Lee Masters. Especialmente interesantes son estos últimos. El dedicado a Masters, Apócrifos de Spoon River Anthology, inventa una serie de seis monólogos dramáticos en los que se entrelazan otras tantas voces difuntas en torno a una tragicomedia amorosa, en la línea de los apócrifos y las tantas vidas improbables creadas por Benítez Reyes. Dos poemas giran, una vez más, en torno al mundo y las voces heterónimas de Fernando Pessoa, siempre con Bernardo Soares y su Livro do desassossego al fondo: Auroral canción galante en la voz del "contable enamorado", y Monólogo interior de uno que soñaba con cuidades y sombreros, un poema, el más extenso del libro, en que bajo un collage de nombres y citas de autores estimados por el autor –Pushkin, Frost, Leopardi, José Emilio Pacheco, Apollinaire, Verlaine, Eliot y Lorca–, tiempos, ciudades y sueños, los elementos del mundo esencial de Benítez Reyes van componiendo ese extraño monólogo tan suyo sobre la identidad, la duda y el vacío, las derivas de los sueños fantasmales con ciudades y difuntos: "Lo que fuiste y no eres y tu Nunca.// Y de pronto la angustia ante la Nada. Y la Nada.// Y un airoso divagar sobre la nada/ por debajo de todos los sombreros".

Frente a todo esto, y sin contradicción, los tres poemas que, "con el diapasón de Carlos Marzal", componen El himno colectivo rinden tributo a la poética afirmativa del autor de Euforia con el protagonismo del Deseo como motor y estímulo esencial de las aspiraciones colectivas: "A falta de confianza en el destino,/ a falta de respeto por las causas futuras/ avivamos la llama/ que forja sin descanso/ la flecha diamantina del deseo/ en el yunque resonante/ de esta ansia sin fin que nos mantiene/ alerta ante el arcano de la noche,/ inquietos en la luz del nuevo día".

Entre homenajes y poemas testimoniales, otros textos con distintas técnicas completan este repertorio. Sueltos, una serie de poemas breves casi aforísticos y de tono popular, perfilan en su brevedad reflejos metafísicos: "Hay una veta de tiempo/ más allá de tu pasado:/ aquello que no viviste/ pero sigues recordando", dice uno de ellos. Diciembre en noche y lluvia retoma el motivo de la lluvia como estímulo imaginativo en el que a partir de la sucesión de imágenes descriptivas de la lluvia y acotaciones varias se impone en el paréntesis la reflexión intimista de los endecasílabos en torno una vez más a la indagación en la identidad: "(… Y de pronto, sin motivo aparente,/ el nombre de un error que no pronuncias/ y suena por sí solo en tu pasado,/ pues vuelve siempre aquello de que huimos,/ el eco de la sombra de qué nada,/ la sombra de otra sombra de otro nadie)".

Varias canciones de aire misterioso retoman la elegía existencial, como La canción de la canción del amigo que se perdió en el bosque sagrado, tal vez homenaje sin nombre, o la sombría Canción de danza: "La negación de todo confín:/ cuerpo del aire,/ sólo en la tierra su sombra.// Sombra alada de nadie/ en el aire sin memoria:// el cuerpo que es metáfora de sí", o El doble sobre la conciencia desdoblada que ya en otros libros era recurrente –"¿Quién es ese fantasma que va siempre a tu lado?" (Arcadia, 1971, de Las identidades)– y que, como en tantos otros poemas, se resuelve en "la sombra de dos que al cabo son ninguno". En Noche de hotel la secuencia de imágenes oníricas va desplegando "la novela sin rumbo que redactan los sueños/ en el papel en blanco de la madrugada" para dar paso, en el retorno a la vigilia, a la otra cara de la conciencia, al descrédito de la identidad: "Y a partir de ahí se abre el telón de otro espectáculo:/ la realidad intransferible/ del que va a des-soñarse de sí para fingirse alguien/ ante sí, frente al mundo y contra qué".

Cantos de despedida

Cantos de despedida

Con La ocasión y el homenaje, en fin, Felipe Benítez Reyes ha añadido al núcleo esencial de su amplia obra poética un puñado de espléndidos poemas en torno a la identidad y al tiempo que nos llevan una vez más a ese complejo territorio de sueño y realidad que es su marca distintiva.

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Francisco Díaz de Castro es poeta y crítico.

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