Los libros

Sobrevivir a la fragilidad gracias a la poesía

'La palabra del ciervo' de Fernando Jaén.

Javier Gilabert

La palabra del ciervo

Fernando Jaén

Sonámbulos Ediciones

Granada

2021

La poesía, además de ser el género literario más hermoso, puede llegar a tener utilidad fuera del ámbito de lo literario. Así al menos lo cree el especialista en Medicina Interna, Fernando Jaén, el cual se ha valido de los 46 poemas que componen La palabra del ciervo para enfrentarse a una doble crisis: la profesional y la vital.

A pesar de que a estas alturas no esté de moda hablar de la pandemia, en plena crisis sanitaria el autor se vio obligado a enfrentarse cuerpo a cuerpo contra el virus y atender, entre todos aquellos pacientes, a un médico jubilado en sus últimos días que consideraba como uno de sus maestros, el doctor Luis Hernández, y al que le dedica una Elegía que forma parte necesaria de este libro. Estas circunstancias, unidas a la dureza propia de su trabajo, a la lucha diaria contra el dolor y la muerte que son connaturales a su profesión, llevan al autor a replantearse de un lado su vocación como médico y de otra como poeta.

Es ya habitual que la profunda creencia en la acción reparadora de la poesía se deje entrever en la obra de Jaén. No en vano, cuando es interpelado sobre su forma de entenderla, afirma abiertamente que ésta es "la fuerza que le permite sobrevivir en la fragilidad". Tan es así que en su anterior poemario (Las reparaciones, Esdrújula, 2017) hacía referencia a la escritura como una manera de protegernos y curarnos de los agravios de la existencia.

En cierto modo, en los poemas de La palabra del ciervo se aprecia cierta continuidad con aquel libro, aunque Fernando Jaén en esta ocasión dialoga abiertamente consigo mismo en su doble faceta como poeta y como médico. Basilio Sánchez, en su proemio (que con gran acierto titula Una forma de resistencia), afirma del poeta que es "un hombre que resiste, que se ampara en sentido simbólico y salvador que las palabras pueden tener, y que indaga en las incertidumbres y oscuridades que hacen posible la aparición de la poesía".

Resulta realmente complicado intentar aportar algo nuevo a la lectura de este libro sin repetir las palabras que Basilio Sánchez o el propio Fernando Jaén nos han dejado por escrito en el breve prefacio que le dedica al libro el primero y en el prólogo del autor que, bajo el título Los sonidos de la enfermedad —y que en palabras de Javier Bozalongo, editor del volumen, "podría perfectamente publicarse como una separata"— nos desvela ciertas claves esenciales sobre el contenido profundo de este libro.

Afirma en él que "poesía y medicina son dos disciplinas complementarias" de las que se vale para comprender el mundo, "caminos que comparten lugares comunes […] pues se fundamentan en el cuidado y en la escucha, en el consuelo y en la palabra". La materia que se sustancia en estos poemas no es otra que su propia experiencia, su manera de enfrentarse a la fragilidad que nos es consustancial y nos envuelve. Que nos enfrenta a un dolor que puede ser salvífico, pues "del dolor no se regresa/con el alma transparente/aunque pueda brillar más,/como el metal pulido a golpes" (el poema A golpes).

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El médico, pero también el hombre que da voz a estos poemas, que sueña "[…] con descansar un momento/y afrontar de cara la recta luz del fracaso". En La ventana ha comprendido que "uno llega a saber lo suficiente/para entender que la verdad no importa." En Profesión, que "conocerse es aprender/a permitir lo injusto." En Sólo los niño, también cree firmemente en las palabras de Seamus Heaney, quien afirmara que "un poema, un drama, una canción/nunca enmendarán del todo/un mal infligido y padecido". "Llamaremos milagro a la regeneración,/la absolutamente reveladora/sorpresa de la emoción" (de La curación en Troya).

Con una escritura limpia y verdadera, esencial, alejada de cualquier aderezo que pudiera distraer al lector, y al mismo tiempo cargada de referencias a la poesía mística y humanística y de un profundo simbolismo patente en las imágenes recurrentes —el oro enterrado, el propio ciervo como guía y mediador de mundos, la nieve, la flor roja— que lo acompañan en el recorrido por las tres partes que componen el poemario (El Ciervo, Lecciones de Invierno y Deshielo) y que están perfectamente flanqueadas por los poemas inicial (Nosotros) y conclusivo (Domos plácidas), Fernando Jaén nos entrega un libro intemporal y necesario; sin duda, su mejor obra.

Javier Gilabert es poeta. Su último libro publicado es Bajo el signo del cazador (Olé Libros, Valencia, en colaboración con Fernando Jaén).

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