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Manuel Rivas: "Se está penalizando la palabra"

El escritor Manuel Rivas.

Dice el escritor y periodista Manuel Rivas (A Coruña, 1957) que, mientras escribía una nueva novela, sintió algo extraño en las palabras. Las palabras, cuenta, "se levantaban, querían decir". Dejó la novela a un lado y siguió a las palabras para ver a dónde le llevaban. El final del trayecto fue Contra todo esto (Alfaguara), un volumen de ensayos que lleva por elocuente subtítulo Un manifiesto rebelde. En él señala los que considera los males de la "distopía" en la que vivimos: "la sustracción de la democracia", "el desmantelamiento de los espacios comunes", "el machismo como sistema", "la domesticación intelectual"... Al conjunto le ha dado en llamar "Todo Esto" pero quizás podría haberlo llamado también, siguiendo los versos de Rubén Darío que cita en el libro, "canallocracia": "De rudos malsines,/ falsos paladines/ y espíritus finos y blandos y ruines,/ del hampa que sacia/ su canallocracia". 

Aunque en los últimos años el género del alegato parece haber florecido, en muchos casos como un grito de rabia —¡Indignaos! (2010), de Stéphane Hessel, quizás sea el más significativo—, él insiste que lo que le movió a la escritura no tuvo nada que ver con el enfado. "Lo que lo ha activado no es el entusiasmo ni un impulso propagandístico, sino la vergüenza. Y, en particular en España, una sensación de lento hundimiento en el bochorno". Repite, más despacio: "Lento hundimiento en el bochorno". Y añade: "A veces no tan lento". Las palabras no son suyas, sino de un Karl Marx de 25 años que escribía a su amigo el editor Arnold Ruge: "Me mirará usted sonriendo y me preguntará: ¿y qué salimos ganando con ello? Con la vergüenza solamente no se hace ninguna revolución. A lo que respondo: la vergüenza es ya una revolución". Vergüenza, asegura, no falta. ¿El último bochorno? "Este fin de semana". Tendrá que precisar, porque... "Pues eso de que aplaudan una estafa, básicamente". 

 

Si se atrevió con el "manifiesto rebelde" fue en parte porque veía que con frecuencia los escritores —o, de manera más amplia, los intelectuales— siguen en su torre de marfil. En las primeras páginas de Contra todo esto cita a Flaubert, que escribía a Iván Turguéniev: "Siempre he procurado vivir en mi torre de marfil, pero una marea de mierda bate sus muros hasta el punto de vista de derrumbarla. No se trata de política, sino del estado mental de Francia". Continúa Rivas: "Para conectar con la conciencia, hay que dejar de mirar para otro lado. Sobre todo los que vivimos en el mundo de la cultura. Uno no puede llamarse a engaño".

Rechaza señalar con nombre y apellido —"No seré yo quien tire la primera piedra"— a aquellos a los que considera culpables de hacer una literatura "transgénica, karaoke y estupefaciente". Pero sentencia: "Estamos ante una maquinaria pesada que abarata lo humano, destruye el medio ambiente y mantiene un estado de guerra contra la mujer. Frente a esa maquinaria, no puedes permanecer impasible". Recuerda que "toda la literatura es literatura comprometida", aunque solo se considere así a la que "se posiciona a la izquierda". También la que no lo parece y que quizás esté "comprometiéndose con lo que existe, con Todo Esto". Aquí se podría anotar otro proverbio bíblico: "El que tenga oídos, que oiga" y que se dé por aludido. 

La revolución, en cualquier caso, ha empezado siendo para el autor de El lápiz del carpintero —asegura que escribe este volumen con el mismo espíritu que ese lápiz que cumple ahora 20 años— usar las palabras. "En un tiempo en que, justamente, tenemos la sensación muchas veces de que las palabras están cansadas, heridas, manipuladas, perseguidas. Que a veces tienes que trabajar con ellas a escondidas", cuenta. Y dice que, como los grillos o las luciérnagas, son "bioindicadores de la degradación". Las que mueven Todo Esto están moribundas. Las de Rivas, sin embargo, brincan de acá para allá como ya conocen sus lectores en la revista Luzes —que codirige junto a Xosé Manuel Pereiro— o en El País Semanal —donde colabora—, viveros de estos textos. Es capaz de criticar la ley mordaza a través de la extraña normativa sobre botas de cowboy de Blythe, condado de Riverside, en California. O la cuestionable sabiduría del marianismo (por Mariano Rajoy) con Chacho, histórico jugador del Deportivo. 

El "No pasarán" que todavía molesta a la derecha

Como Rivas habla igual que escribe —enlazando ideas aparentemente lejanas, deslizando anécdotas y citas—, tira de Valle-Inclán y su Ruedo ibérico para hablar de las "jaulas que andan detrás de las palabras". En La corte de los milagros, un borracho canta a voz en grito coplas que se burlan de la reina Isabel II. Un guardia se lanza contra él, sable en alto, y una vecina detiene la escena: "Las coplas no son delitos mayores y hay que tener otro miramiento". Era 1927. Noventa años después, el escritor repite estas palabras y añade las suyas: "Andan las jaulas detrás de las palabras, de las canciones, de los tuiteros, de la gente que se expresa heterodoxamente. Se está penalizando la palabra". Por eso un puñado de ellas le parecen una revolución. 

Pese a su libro y pese a su espíritu crítico, Contra todo esto no es un libro que se dedique solo a la destrucción y el descarte. Aquí y allí, dice Rivas, hay chispas, golpes de luz. La de Eladia, que se afilió a la unión de jóvenes socialistas y comunistas en su adolescencia, durante la Guerra Civil, y que acabó siendo "una maga de la taquigrafía, de la mecanografía, de los idiomas". De Ignacio, bombero que "ha dicho 'no' muchas veces" y denuncia las bombas de racimo o los efectos del cambio climático participando en grandes performances activistas. "Yo no voy a apuntarme nunca al partido apocalíptico, más bien al contrario", dice el escritor, "a veces tengo que poner en cuarentena mi optimismo. Porque una dosis de pesimismo te ayuda a ver".

Aquí, de nuevo tira Rivas de memoria y de literatura y cita a Kafka, que escribía: "¿Cómo podrás disfrutar del mundo si no es refugiándote en él?". Bajar de la torre de marfil para él no es doloroso. "Uno escribe porque corre hacia el mundo. Para mí, decir 'contra Todo Esto' es también una forma de buscar esperanza. Porque la mejor historia de la humanidad es la de la rebelión contra la injusticia". Por eso habla de la que cree "la mejor tradición de España", el "hilo de amor a la libertad" que va desde "el poder de la risa popular que fluye en el Quijote" hasta "el hábitat de esperanza que fue la República". Denunciando todo esto, habla también del envés, "esa otra parte de la historia, que es la mejor historia, la de la humanidad que se rebela contra la injusticia".

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