'Somebody somewhere', una oda a la amistad y a las segundas oportunidades

Bridget Everett y Jeff Hiller interpretando a Sam y Joel

El almacén de Max contiene las tres temporadas de una comedia de esas que elevan el espíritu. Como a veces dicen los titulares, la mejor comedia que no estás viendo. En este caso es fácil habérsela perdido porque no tiene nombres famosos, gran producción o un argumento que destaque.

Y, sin embargo, le sobran luz y ternura. Las extrae de un contexto anodino. El pueblo de Manhattan, en Texas, “la pequeña manzana”, en palabras de la protagonista de la serie y guionista, Bridget Everett, originaria de la misma localidad.

Encontrar un amigo

Everett interpreta a Sam, una mujer que regresa a su ciudad natal para cuidar de una hermana que acaba muriendo. Pero decide quedarse allí igualmente. Enseguida conecta con un colega del trabajo, Joel, interpretado por un delicioso Jeff Hiller, que la introduce en su comunidad LGTBI, de la que ella no forma parte.

La amistad entre una Sam poco ambiciosa y un Joel que tenía cartas perdedoras en la vida, pero a las que saca el mejor partido se convierte en el eje del argumento. Se trata de personajes poco atractivos físicamente, sin virtudes de las que acarrean prestigio social y que enamoran con su amabilidad.

Dos creadores con una amistad íntima

La serie está creada por una pareja de amigos eternos, Hannah Bos y Paul Thureen. Se conocieron en la universidad donde también vivieron un romance que terminó fatal. Sus caminos no solo no se separaron, sino que ambos estudiaron teatro juntos en Rusia, escribieron juntos su tesis y se convirtieron en equipo profesional desde entonces. 

HBO, ahora Max, les encargó una serie sobre la artista Bridget Everett y los guionistas se inspiraron en la localidad en la que había nacido. En el camino decidieron explorar las vidas de aquellas personas de la comunidad del arcoíris que no huyen hacia una gran ciudad, sino que se quedan en su entorno rural.

De secundarios a estrellas

Everett es actriz, música con una gran voz, cómica y cabaretera. Líder de la banda The tender moments, colabora en ella con el miembro de Beastie Boys Adam Horovitz. Jeff Hiller es un actor y cómico tejano gay que, como su compañera de reparto, nunca había encabezado una producción.

Una extraña pareja que convence desde el primer minuto con su capacidad de llenar un rincón del mundo con su diminuta y espléndida luz. La serie está repleta de secundarios interesantes a su manera, muchos de ellos de la comunidad queer

Retrato coral de la población LGTBI

Entre ellos el drag king, Murray Hill, que en entrevista a The Queer review declaraba que esta producción: “es radical. Nos muestra de manera tridimensional. No solo divertidos y fabulosos todo el tiempo”.

Hill también se refiere a la soledad que sufre la población queer: “No solo estamos solos, estamos aislados. En la primera temporada encontramos un lugar donde estar solos juntos. En la tercera compartimos nuestro aislamiento de un modo más profundo, nuestra vida interior”.

Un mundo en el que sería bonito vivir

En palabras de Hanna Bos, también a The Queer Review: “Queríamos escribir una serie que quisiéramos ver en un mundo en el que querríamos vivir”. De ahí que hayan creado un refugio para personas que en el mundo real no tienen a veces opciones

La propuesta ofrece la amistad como relación principal de la vida. A ella han sumado una de las obsesiones de Brigdet Everet, el dicho “los sueños no tienen fecha límite” que anima a buscar una vida mejor a la edad que sea. 

Nunca es tarde para reinventarse

Así, la cuarentona que interpreta en la serie, aún está a tiempo de reinventarse y seguir creciendo y madurando cuando vuelve a Texas. “Crece a tu propio ritmo” es otro de sus lemas, lo que contribuye a hacer de esta serie un canto optimista para cualquiera, que siempre puede tener un futuro mejor por delante. 

El estilo narrativo es el perfecto para estos personajes y esta historia. La búsqueda de los momentos pequeños, sin épica, con pellizco, con un ritmo tranquilo, que ofrecen tiempo para fijarse en los detalles de las relaciones. 

Un guiso a fuego lento

Como dice Paul Thureen, el otro creador de la serie: “una conversación entre los dos amigos en el coche o como comen juntos un donut”. Lo hemos visto en muchas comedias naturalistas independientes, y cuando se logra, como aquí, se convierte en algo conmovedor y reconfortante. 

Eso sí, la han rodado en torno a Chicago, no en Texas, en parte porque el estilo de interpretación que los productores ejecutivos identifican en torno a la ciudad era el que buscaban, con una naturalidad que les ha valido para los numerosos papeles pequeños.

Buscar refugio en la comunidad

La serie anima a lo largo de sus temporadas a buscar refugio en la comunidad como forma de crear lazos fuertes y compartir lo bueno y lo malo. La religión aparece como posibilidad según avanzan los episodios, algo muy real en el medio oeste estadounidense.

El grupo que acoge a los protagonistas desde el principio se estructura alrededor de lo queer, pero también de la música, que ofrece a los protagonistas un mundo extraordinario en mitad de la rutina. 

Los guionistas afirman que introducir este aspecto de la vida de Everett ha sido una de las mejores cosas del proyecto. Ver como vertebra su forma de entender la vida y lo que significa en su familia lo musical. 

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Amor de amigos

En Venecia hay una calle dedicada al amor de los amigos, Amore dei amici. Según Corto Maltés, de Hugo Pratt, uno de los tres lugares mágicos que pueden abrir puertas a países maravillosos y otras historias. 

En Somebody, somewhere la amistad que se muestra es una historia de amor, según sus creadores, y también ofrece un portal mágico a una vida plena, feliz y que ofrece refugio ante la adversidad.

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