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Festival de Cannes

Szifrón y sus ‘Relatos salvajes’, entre las propuestas más aplaudidas del festival

Pedro Almodóvar posa durante el 'photocall' de 'Relatos salvajes', película que coproduce, este 17 de mayo en Cannes, Francia.

NOTICINE.COM / infoLibre

Con el respaldo personal de Pedro Almodóvar, coproductor de la cinta, el argentino Damián Szifrón presentó este sábado en la carrera por la Palma de Oro de Cannes su primera película en ocho años, Relatos salvajes, cuyos seis episodios dominados por una mezcla de tragedia y humor negro han provocado los más cálidos aplausos del día en el Palacio de los Festivales, frente a la producción local Saint-Laurent, de Bertrand Bonello, segunda película que en el mismo año lanzan en Francia sobre el fallecido diseñador y perfumista.

"Hallazgo" o "revelación" han sido términos usados por la crítica internacional tras la proyección de la comedia negra argentino-española Relatos salvajes, donde Szifrón, que –a pesar de las palabras citadas– no es precisamente un debutante, con notables trabajos previos en cine y televisión, despliega su destructiva imaginación a lo largo de seis historias independientes en las que encontramos a algunos de los más brillantes actores argentinos de varias generaciones.

El elemento común, que lo hay, es el de la olla a presión psicológica. La mayoría de sus personajes está al borde de un ataque de nervios, como apuntarían los aquí presentes hermanos Almodóvar, sólo que el ataque en estos casos acaba casi siempre de manera jocosamente trágica. Y, naturalmente, el motor de esos ataques de nervios es la venganza, el desquite por el sufrimiento que les ha tocado vivir a ellos o sus próximos. El realizador argentino los retrata con elaborados planos y un sentido de lo inesperado que es una de las grandes sorpresas del filme. Sabemos que el globo estallará, pero no por dónde...

Szifrón ha dicho que en un principio pensó estas historias dentro de un proyecto más amplio que podía haber sido una serie de televisión. Finalmente han quedado seis y han conformado una película, cuyo único problema es su propio esquema dramático. Dicen que es la primera en sketches que es admitida en la competencia de Cannes, y mantener un nivel parejo en esos episodios era una complicada misión, a pesar del ritmo que el porteño ha sido capaz de imprimir, de un excelente diseño de producción y de unos virtuosos actores ante la cámara (Darín, Grandinetti, Sbaraglia, Cortese, Rivas, Martínez...). Pero sobre todo, lo que tal vez pudiera hacer sentirse incómodos a los miembros del jurado a la hora de darle un premio a Relatos salvajes es precisamente el género –la comedia– y el calificativo. Sí, muchos son demasiado salvajes, demasiado negros y la carcajada queda helada en cuanto pensamos que no es una caricatura lo que vemos, sino personajes reales, que estallan y acaban con quienes les han jodido, haciéndolo de manera expeditiva.

El caso es que la cinta argentino-española va a correr mucho mundo, con ventas ya cerradas para toda América, del norte y del sur, y ahora es más que probable que cierre los países europeos (España y Francia ya están en la cesta) que le faltan antes de que acabe el festival. No se trata de una película localista, por muy argentina que sea, ya que seres así de torturados existen en la mayor parte del mundo civilizado, algo que subrayó en su rueda de prensa Szifrón.

La diferencia con el filme de Lespert

Menos entusiasta ha sido la acogida a la película francesa de Bertrand Bonello, un biopic no autorizado sobre el célebre modisto, diseñador y perfumista Yves Saint-Laurent, fallecido hace poco más de un lustro, la segunda que se estrena este mismo año (la primera, que se vio en la Berlinale, de Jalil Lespert, no fue demasiado aplaudida por la crítica, pero recaudó más de 10 millones de euros).

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A diferencia de la anterior, que contó con el beneplácito de los herederos del diseñador, en este caso Bonello y su coguionista, el vasco francés Thomas Bidegain (Un profeta / A Prophet), habitual colaborador de Jacques Audiard, han ido por libre, sin que tampoco –creemos– estuviera en su mente la idea de revelar grandes secretos o darle una relevancia especial a los aspectos menos brillantes en la vida del ilustre creador, un genio en opinión de los franceses.

En Saint-Laurent, eso sí, vemos al torturado diseñador en una etapa especialmente dura –entre mediados de los 60 y de los 70– en su inestable espíritu autodestructivo, siempre en el filo de la navaja, entre la creatividad y el negocio, la lealtad a su pareja y socio Pierre Bergé y sus aventuras sexuales con hombres jóvenes. Sin embargo, en contraste ante tanto reventón, fue una de las épocas más ricas y talentosas de su trayectoria.

El problema es que Bonello sobre todo patina a la hora de transmitir emoción. En su película se repiten hasta la saciedad las fiestas en las que corre el alcohol y la droga, y su forma de retratarlas tiende a la autocomplacencia y la pretenciosidad. Es interesante lo que nos cuenta, pero no es la suya la intensidad y aproximación que requerían una vida como la de Saint-Laurent. Dicho lo cual, en comparación con la otra biopic, la de Lespert, es superior.

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