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La fantasía de Max Aub: el camarero mexicano que cansado de los exiliados vino a España a matar a Franco

La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco.

La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco es un relato escrito por Max Aub en 1960 en su exilio mexicano, en el que cuenta la historia de un camarero que, harto de escuchar discutir a los exiliados españoles reunidos diariamente en el café donde trabaja, decide dar un volantazo a la historia. Así las cosas, coge un avión y se planta en España para matar al dictador y acabar así con las refriegas de los contertulios y recuperar el ambiente cotidiano de su bar. Si nadie se decide a hacerlo, lo hará él mismo.

Una fantasía en la que el escritor convierte en héroe a este camarero anónimo, llamado Ignacio Jurado Martínez, quien tras llevar a cabo su plan se pasa una temporada recorriendo diversos países europeos, haciendo tiempo antes de regresar a casa, convencido de que se habrán acabado las trifulcas entre los españoles. Sin embargo, en España se ha proclamado la Tercera República y a los republicanos se han sumado falangistas igualmente exiliados. 

"Un relato corto totalmente descarnado, con muchísima retranca. Un relato de humor sobre lo que es la migración, los trasladados, el exilio", apunta a infoLibre Laura Ortega, directora del espectáculo teatral que, con adaptación –con diversos cambios sobre el original– de José Ramón Fernández y protagonizado por Alfonso Torregrosa, llega al Teatro del Barrio en estreno en Madrid del 27 al 29 de abril

"Es la mirada de exiliado de Max Aub, que se permite mirarse a sí mismo con humor", prosigue, añadiendo que la obra es también una reflexión sobre las migraciones que tienen que ver con "ser expulsado de un país con el que sientes que todavía tienes un cordón umbilical que se manifiesta en la necesidad de ayudar para que se solucionen las cosas". "Son exiliados que no pueden avanzar, que se han quedado en el pasado, pero es que claro, una guerra hace que te quedes muy en el pasado. Sobre todo si tienes que escapar de ella", plantea la directora.

La obra de Max Aub tiene como andamiajes la sátira y el juego con la literatura apócrifa o que reinventa momentos de la historia. Con un camarero que no puede con los españoles que gritan, que son discutidores, que no tienen en la boca otro tema que la guerra: "Repiten todo el tiempo 'cuando caiga Franco, cuando caiga Franco, cuando caiga Franco...' y eso empieza a generarle esa especie de pequeña distopía porque no puede más", destaca Ortega, quien explica que, de tanto aguantar y ya que "nadie de los que están allí se va a tomar la justicia por su mano", decide "levantarse como gran héroe, volar a España y hacer lo que ninguno de los españoles se atreve a hacer".

Reivindicación de los cafés y la conversación

Esta obra es, al mismo tiempo, una reivindicación de la conversación, un homenaje a los cafés y a la profesión de camarero. Tanto es así que el Café Español donde trabaja Jurado Martínez como camarero y donde conversa con los clientes, es tan protagonista como él. Asoma aquí la nostalgia de los viejos cafés, adquiere peso el valor del relato, de una charla. De la historia, de la memoria. Se potencia la confusión intencionada entre la verdad y la mentira, la historia y el artificio, el personaje y el escritor. El realismo mágico. 

Se queja amargamente el camarero en el relato: “Yo no podía sufrir esos gritos. Entiéndanme. No es que necesite el silencio. Es que necesito las conversaciones. Las conversaciones, no el alboroto, porque con el alboroto no puedo entender las cosas. Son muchos años, y me gusta saber. Y, si puedo, meter baza, pegar la hebra, sacar consecuencias. Ese es mi gusto. Eso es lo que más me gusta en la vida. Los diálogos, la cháchara, el chisme, son mi alimento; si no meto cuchara, si no echo mi cuarto de espadas, si no comento – comentar, digo, que no es discutir-, no estoy contento”.

Los españoles acaban con su plácida vida, en definitiva, con tanta diatriba. Y pierde los papeles progresivamente, añorando los años en los que charlaba con la clientela, conversaba de esto y de aquello para estar así al día de lo que sucedía en el mundo. "Los antiguos cafés, esa idea de la tertulia y juntarte con gente que sabe más que tú, el atrapar conversaciones y opiniones", rememora la directora, explicando a su vez que esta obra es una "defensa de la conversación lenta, del arte de escuchar, de la paciencia". "Todo eso que se ha perdido", apostilla.

Como también se ha perdido esa vieja costumbre de charlar con desconocidos en los bares, hasta el punto de que ahora "cuando te hablan parece que te van a pedir algo" y estamos esperando a que llegue "el engaño". "Existe esa desconfianza del uno hacia el otro", lamenta: "Y ese otro tiene una historia que contar. Pero parece que estamos más preocupados por construir nuestra historia que por compartir la de los demás. En este caso, además, este camarero comparte con el público una historia maravillosa".

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Porque es Ignacio Jurado Martínez, antiguo mesero titular del Café Español, situado en la Ciudad de México, quien en sus últimos coletazos, casi calvo, casi sordo, pero con las mismas ganas de meter cuchara en las conversaciones ajenas, acude cada día a este otro café para contar su verdadera historia. Aquella que nunca se atrevió a contar. "Él intenta establecer una conversación porque busca alguien cómplice con quien compartir su historia. y así la abre hacia todo el público", señala la directora.

Y añade: "Este relato también habla de las tragaderas que tiene uno, de cuanto tiene que tragar uno para finalmente decidir hacer un acto heroico que cambie el curso de tu vida. Él tiene muchas tragaderas porque lleva veinte años escuchando a los exiliados quejándose de Franco, lo que al final hace que decida hacer este gran acto heroico por todos. Lo que sucede es que los actos heroicos a veces no salen bien... es muy gracioso porque mata a Franco de una manera inesperada y se va a celebrarlo pegándose un tour por Francia, Bélgica o Dinamarca, y cuando llega a su café se asombra de que no solamente están los de antes, sino que han llegado cien más, por lo que no ha conseguido nada".

La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco sirve también para reivindicar un oficio, el de camarero, "que no es algo transitorio". "A veces denigramos los oficios porque creemos que son transitorios, y mucha gente ejerce como camarero para vivir de algo mientras llega su gran momento de gloria. Pero a mí me gustan las personas que entienden que ser camarero es un oficio real que hay que aprender y que forma parte de la belleza cotidiana cuando te dan los buenos días o te preguntan si vas a tomar lo de siempre", termina Ortega.

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