El problema de la vivienda en España abarca un rango muy amplio de situaciones. Van desde el sinhogarismo, una forma extrema de pobreza, hasta la realidad de muchos ciudadanos que conviven a diario con la posibilidad de tener que dejar el lugar en el que viven sin ninguna alternativa. Para quienes no son propietarios y pueden pagar un alquiler, es habitual cambiarse de casa, y para quienes tienen un trabajo poco remunerado la incertidumbre es la norma. En este contexto es en el que ha surgido un movimiento sindical en torno a la vivienda que cada día cobra más relevancia. “Cuando nace el sindicato lo hace para replicar las formas de organización de otros países, pero el motivo principal para adoptar un modelo sindical es que creemos que el problema de la vivienda es estructural igual que lo son los derechos laborales. Son dos formas distintas de explotar a la clase trabajadora”, explica la politóloga Marta Ill, quien también forma parte desde sus inicios del Sindicat de Llogateres de Barcelona.
Jóvenes y no tan jóvenes que entran y salen de casa de sus padres, familias que comparten habitaciones, pensionistas con rentas antiguas cuyas casas son objeto de deseo para la especulación, portales inmobiliarios que alquilan viviendas ruinosas a precios de mercado. Y así un sinfín de situaciones que han ido alimentando el descontento, configurando protestas sociales y generando un movimiento sindical que hasta ahora solía estar restringido al entorno laboral. Del activismo de plataformas se ha ido pasando a una actividad más organizada que busca un cambio en la forma de concebir las viviendas. “Lo que defendemos es que esto no es una cuestión moral, de que las personas que tienen propiedades sean malas, es una cuestión estructural, de cómo hemos organizado la sociedad”, señala Ill, quien también remarca que la lucha se dará a medio plazo y tener sindicatos garantice una estructura que produzca cambios reales.
En la raíz del problema de la vivienda sigue estando la desigualdad social y la precariedad, aunque en este caso, derivada de los recursos que consume pagarse un lugar en el que vivir. El 13 de abril de 2024 más de 100.000 personas se reunieron en Madrid bajo su llamada y a partir de ahí varias manifestaciones más por toda España mostraron la capacidad de movilización de estas organizaciones. La politóloga explica que en total, entre Madrid y Cataluña, las plataformas sindicales cuentan con alrededor de 10.000 afiliados. En ese momento, cuentan, las afiliaciones comenzaron a crecer y lo han seguido haciendo. “Lo que hemos visto en los últimos años es que hay un contra-movimiento, una respuesta de a sociedad que pide ponerle límites al mercado”, concluye Ill.
En Valencia, Júlia Sendra, portavoz de la organización sindical en la región, cuenta que el recorrido allí comenzó por la acción social en los barrios. El sindicato lo conforman cuatro organizaciones de barrio que cuajaron en torno a las preocupaciones que se expresaban en las asambleas. “Aunque en ese momento, en torno a 2015, el modelo era asambleario y muy ceñido a cada barrio, pero comenzó a salir el tema de la vivienda”, explica. Es ahí donde aparece la estructura sindical, cuenta, sobre todo a partir de 2020.
¿Cómo es un sindicato de vivienda?
Los primeros sindicatos de vivienda surgieron en Madrid y Barcelona en 2017, al calor de unos precios de vivienda que no paraban de subir. En Barcelona, el Sindicat de Llogateres se configuró sobre la confluencia de diferentes organizaciones como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), la federación de asociaciones vecinales de la ciudad o el Observatori DESC. En Madrid, en cambio, un manifiesto lanzado el 12 de mayo de 2017 puso en marcha el Sindicato de Inquilinas de la capital. “Se ha priorizado la vivienda libre y la compraventa frente al alquiler, faltan políticas destinadas a facilitar el alquiler (ayudas sociales, vivienda social) y, en definitiva, la propiedad privada y el libre mercado prevalecen sobre los derechos de las inquilinas”, reza el manifiesto fundador. Después de ellos, comenzaron a proliferar en ciudades de todo el territorio a medida que los problemas de alojamiento se iban agravando y visibilizando.
Desde el sindicato catalán señalan que no forman parte de corporaciones internacionales, pero sí se inspiraron en lo que se había hecho en otros países. Ellos tienen una sede física y seis personas en nómina. Su estructura se basa en la de una agrupación sindical tradicional, aunque adaptada al ámbito residencial. Cuentan que sus espacios de decisión son asamblearios y que tienen dos niveles de participación: por un lado, los afiliados, que pagan una cuota, y por otro, los militantes, que además de eso desempeñan algún papel formal dentro de la institución. Además, también ha creado una distribución sectorial, de forma que las acciones que llevan a cabo se enmarcan dentro de un ámbito y otro según el tipo de problema. “Por ejemplo, tenemos una sección que se ocupa de los afectados por La Caixa”, concluyen desde la organización.
¿Una Internacional de vivienda?
Berlín, Chicago, Lisboa o Los Ángeles son otras regiones en las que los sindicatos de vivienda han ido creciendo en la última década. En Europa, la European Action Coalition for the Right to Housing and the City (EAC) compone una red supranacional en torno al problema de la vivienda y en Estado Unidos también existe una estructura nacional. Además de las estructuras, también están los términos: rentistas, internacional inquilina, neofeudalismo, redistribución de la vivienda, huelgas de alquileres, capitalismo rentista, economía de activos y así todo un glosario que configura el marco de este nuevo movimiento sindical que no es solo obrero. “Una ley de vivienda aislada no va a arreglar el mercado, porque es un problema estructural”, cuenta Ill. Y de esta iniciativa surgen los nuevos términos y también la intención de llevar el problema más allá de lo nacional.
En el libro Inquilinos ¡Uníos! Cómo la lucha sindical puede resolver la crisis de vivienda (2025), su autor, Jacob Stringer relata una serie de historias que parten de su militancia en el sindicato de vivienda de Londres y aclara los términos de su militancia: “Me uní al Sindicato de Inquilinos de Londres porque estaba cansado de grupos activistas que existían solo en estratos sociales limitados, que nunca crecían, o que simplemente se convertían en nichos”, cuenta en un momento del libro. En una entrevista con infoLibre, incide en la necesidad de los sindicatos y en que su aparición era inevitable. “Esta nueva oleada de sindicatos llegó en un momento en que muchas personas sentían que las protestas habían sido efímeras”, explica. Porque su problema no estaba ni mucho menos resuelto.
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Para él hay grandes paralelismos entre lo que hoy ocurre con la vivienda y lo que fue en sus comienzos el movimiento obrero. Una de esas cosas es la vocación internacional. “Los sistemas de vivienda en cada país pueden parecer bastante diferentes, pero las similitudes también son importantes. Lo que vemos en todo el mundo es que el capital a gran escala se ha volcado hacia la extracción de rentas, y en particular, a invertir en tierra y vivienda”. Por ello, el autor insiste en que el discurso debe elevarse por encima de los países para “reclamar la importancia del derecho a la vivienda frente al derecho a invertir”.
De esta vocación internacional surgió el primer encuentro que reunió en Barcelona el año pasado a varias plataformas de todo el mundo. “Ya no se trata tanto de situaciones locales, sino de la forma de acceder a una vivienda en sociedades donde impera el capitalismo rentista. Lo que se da es una subordinación de quien no tiene propiedad a quien tiene propiedades acumuladas”, concluye Marta Ill, que también prologa la traducción al castellano del libro.
La paradoja de esta nueva cara del sindicalismo se aprecia en las previsiones de los expertos, que creen que esta lucha social seguirá creciendo en los próximos años. “Los factores que impulsan las crisis de vivienda en el mundo no han cambiado. El gran capital sigue fluyendo hacia la vivienda, expulsando a la gente común, y los sindicatos son las organizaciones mejor posicionadas para liderar la lucha”, concluye Stringer.
El problema de la vivienda en España abarca un rango muy amplio de situaciones. Van desde el sinhogarismo, una forma extrema de pobreza, hasta la realidad de muchos ciudadanos que conviven a diario con la posibilidad de tener que dejar el lugar en el que viven sin ninguna alternativa. Para quienes no son propietarios y pueden pagar un alquiler, es habitual cambiarse de casa, y para quienes tienen un trabajo poco remunerado la incertidumbre es la norma. En este contexto es en el que ha surgido un movimiento sindical en torno a la vivienda que cada día cobra más relevancia. “Cuando nace el sindicato lo hace para replicar las formas de organización de otros países, pero el motivo principal para adoptar un modelo sindical es que creemos que el problema de la vivienda es estructural igual que lo son los derechos laborales. Son dos formas distintas de explotar a la clase trabajadora”, explica la politóloga Marta Ill, quien también forma parte desde sus inicios del Sindicat de Llogateres de Barcelona.