Amazon, la tecnológica HP y ahora Telefónica. La lista de expedientes de regulación de empleo (ERE) que añaden a sus justificaciones técnicas la coletilla de “automatización de procesos” o “implantación de la Inteligencia Artificial (IA)” empieza a repetirse y a aparecer como una causa para la reducción de plantillas. “El automatismo a través de inteligencia artificial está llegando a campos donde antes no estaba presente y esta transformación puede provocar que quienes puedan, inviertan en tecnología antes que en empleo o salarios”, explica Javier Lorente, economista y profesor de EAE Business School.
Aunque en los últimos años los ERE que más empleos han costado en España vinieron de las fusiones en la banca —el más grande fue el de CaixaBank con 6.400 afectados en 2021—, las tecnológicas han sumado recientemente unos cuantos despidos a la lista en todo el mundo. “Seguimos implementando nuestra estrategia para el futuro del trabajo. Estamos acelerando la innovación con dispositivos basados en IA”, decía abiertamente Enrique Lores, presidente de HP, que recientemente ha planteado un ERE. Otro de estos expedientes, este exclusivo de España, es el de Telefónica, que también apelaba a la “automatización” para justificar su decisión.
“Los procesos de ERE no se entienden con un único factor, pero lo que más nos preocupa de toda esta transición tecnológica es que se pueda dar la participación de los trabajadores desde el inicio para evitar llegar a los despidos: con formación, con diálogo sobre la forma de organizar nuevos modelos laborales o con participación en la digitalización”, explica Raquel Boto, responsable del ámbito digital en Comisiones Obreras.
Los despidos de Amazon afectarán a 1.200 personas a nivel nacional y hace unas semanas la tecnológica HP anunció que alrededor de 6.000 empleados, un 10% de su plantilla, saldrían de la compañía por la incorporación de la inteligencia artificial a muchos de sus procesos. Esta última empresa cuenta en nuestro país con más de 2.000 trabajadores que se podrían ver afectados.
El caso de Telefónica es el más reciente. La compañía planteó un expediente de despido para 6.088 personas, un 35% del total de las filiales afectadas. La empresa justificaba el proceso, según apuntaban fuentes de la negociación, en “la competencia del mercado, la reducción de márgenes y la automatización de procesos mediante inteligencia artificial (IA)”.
La burbuja y la realidad
Un fantasma que recorre las previsiones económicas y que está suscitando un debate entre quienes afirman que sus efectos en el empleo serán devastadores y quienes, en un tono más contenido, piden tiempo. Para estos últimos, las evidencias aún no permiten hacer una correlación estricta en la que no intervengan otros factores, como la reducción de costes o las correcciones de la burbuja financiera que rodea a la IA.
“Aquí se mezclan dos cuestiones. Una, la burbuja financiera que rodea a la IA y que puede producir correcciones; y otra, la cuestión de si el uso generalizado de esta tecnología nos va a dejar sin trabajo”, explica el profesor. La segunda es el punto que más preocupa, de hecho, el Informe sobre el futuro del empleo 2025, publicado por el World Economic Forum, señalaba que un 41% de las empresas planeaban reducir su plantilla a medida que incorporaban nuevas funcionalidades con IA.
En España, un estudio de la compañía de recursos humanos SD Worx señalaba que tres de cada diez empleados estaban preocupados por la injerencia de la IA en sus profesiones, aunque también constataba que la implantación de esta tecnología a nivel nacional no estaba extendida: solo un 37% reconocía haber invertido en este campo.
Sin embargo, para Lorente, en economías como la estadounidense, con una mayor implantación digital, se están viendo algunos cambios y no precisamente para bien. “Hay una estadística que compara el crecimiento en valor de las principales empresas del índice S&P500 con el número de puestos vacantes que ofertan. Se está viendo que ambas variables se empiezan a separar, es decir, las compañías aumentan su valor, pero el número de vacantes no crece”. Algo que puede apuntar a que las empresas están optimizando procesos mediante tecnología y sin ampliar sus plantillas.
Otro punto crítico, explica el economista, está en los perfiles junior. Quienes desempeñan las actividades más básicas, alejados de la gestión y centrados en tareas concretas, son quienes más riesgo afrontan. De hecho, un artículo publicado esta misma semana en el Financial Times aludía a que en el ámbito de la consultoría, las contrataciones de jóvenes se estaban congelando en PwC o McKinsey debido a las “expectativas de incremento de productividad gracias a la IA”. Para Lorente aquí puede darse un problema de fondo: “¿Si yo no contrato a júniors, cómo consigo trabajadores séniors y con experiencia? Se rompe el proceso de formación”, advierte.
Por su parte, desde Comisiones insisten en que el rol del trabajador debe cambiar e integrarse en el proceso de creación del nuevo modelo productivo. “Las empresas son reacias a que los trabajadores entremos en la organización del trabajo, pero es urgente, porque es la única manera de que la automatización sea productiva para los dos partes”, apunta Boto.
¿La euforia empieza a caer?
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La euforia que rodea a todo lo que tiene que ver con la IA generativa ha llevado a que se hable de una burbuja en lo que tiene que ver con estas empresas. Un polo que atrae dinero y que podría sufrir una corrección que llegue a alcanzar también al empleo. “Todas las innovaciones tecnológicas pasan por un momento de hype (como se denominan en la jerga económica las expectativas infladas) para luego caer y llegar a una valoración razonable”, señala el economista. Para él, las empresas de IA están en ese punto donde la euforia comienza a caer.
De ahí, que se hable de AI washing, una variante del término greenwashing, que alude a cómo las empresas que se ponen “IA” como apellido, atraen —algunas veces sin respaldo real— grandes cantidades de dinero. Un caso paradigmático de este espectacular engaño lo protagonizó la empresa británica Builder.ia, que prometía a sus usuarios desarrollar aplicaciones de forma automatizada y sin ningún tipo de intervención humana. Sin embargo, ese “IA” no tenía detrás una gran tecnología, sino a más de 700 ingenieros contratados en Asia para picar código. Llegó a estar valorada en más de 1.000 millones de dólares para después terminar solicitando la bancarrota.
El aura y la incertidumbre que despierta la tecnología va desde las finanzas al empleo y espolea análisis que tratan de anticipar lo que va a pasar. “Habrá cambios cuantitativos en el mercado laboral, pero también cualitativos que van a llevar a nuevas formas de trabajar y quizá a un nuevo contrato social”, concluye el profesor.
Amazon, la tecnológica HP y ahora Telefónica. La lista de expedientes de regulación de empleo (ERE) que añaden a sus justificaciones técnicas la coletilla de “automatización de procesos” o “implantación de la Inteligencia Artificial (IA)” empieza a repetirse y a aparecer como una causa para la reducción de plantillas. “El automatismo a través de inteligencia artificial está llegando a campos donde antes no estaba presente y esta transformación puede provocar que quienes puedan, inviertan en tecnología antes que en empleo o salarios”, explica Javier Lorente, economista y profesor de EAE Business School.