El consumo de vino cae en el mundo y sube en España, pero no bastará para frenar el golpe de los aranceles

El vino es un producto que viaja. El 46% de los caldos que se producen en el mundo se consumen fuera de su país de origen y esta vinculación del sector vinícola con el comercio internacional ha hecho que la guerra arancelaria —desatada por el presidente norteamericano, Donald Trump— sea su principal preocupación. En España el consumo repuntó en el último año un 1,5%, pero en el mundo se bebió un 3% menos, según los datos de la Organización Internacional del Vino. El organismo señala que su consumo cayó hasta niveles de hace sesenta años. La sensibilidad del sector a un mercado internacional sumido en la incertidumbre y la apertura a nuevos mercados pueden ser los factores que expliquen estas fluctuaciones. “Lo que está pasando en los últimos años, desde el Breixit, hasta los aranceles de Trump, genera inestabilidad en el mercado del vino”, explica José Luis Benítez, director general de la Federación Española del Vino (FEV). 

“En conjunto, puede decirse que el consumo tiene una evolución plana. En España ha habido épocas, como pandemia, en las que ha bajado mucho el consumo y otras en las que repunta”, señala Benítez. Sin embargo, y aunque España sea la aldea gala en este momento, insiste en que cualquier alteración en los canales de comercio internacional puede desestabilizar sus cifras. “Los flujos comerciales en el sector del vino son tremendamente importantes y para que puedan fluir las exportaciones se requiere certidumbre y estabilidad”, explica. Algo que actualmente no se da, especialmente en el comercio con Estados Unidos, que grava con un 10% los vinos españoles y podría elevar esa cifra si la Unión Europea (UE) no logra un acuerdo.

El juego de Estados Unidos con las tarifas tuvo otro capítulo de gran actividad esta semana. El mandatario norteamericano ha puesto presión en las negociaciones con la UE recomendando un arancel directo a los productos europeos del 50% a partir del 1 de junio: "¡Nuestras discusiones con ellos no van a ninguna parte!", remarcaba en un comunicado lanzado en Truth, su red social. Ha sido un anuncio inesperado, pero que entra dentro de su forma de proceder habitual, lanzando medidas que luego impone, matiza, negocia o directamente rectifica, como ocurrió con China. Por el momento, desde la Comisión Europea insisten en la vía de la negociación, pero Bruselas ya ha preparado un paquete arancelario de 95.000 millones en caso de que el diálogo fracase. Paralelamente, este miércoles el Tribunal de Comercio Internacional de Estados Unidos declaró ilegales los aranceles generalizados a las importaciones impuestos por Trump, pero la Administración americana recurrió y el Tribunal de apelaciones restableció provisionalmente las tasas. Por el momento los gravámenes se mantienen, pero la presión interna, que se añade a la de los mercados, ha subido de nivel.

Dejar el mercado de Estados Unidos no es una opción

El sector español de alimentación y bebidas es de los que más exporta, con un total de 3.609 millones a EE UU en 2024, de acuerdo con los datos de comercio exterior (Datacomex). En el caso del vino, son 4.397 empresas las que comercian con otros países, la mayoría de ellas pymes. Por otro lado, Washington compra un volumen de en torno a 6.500 millones de euros en vinos internacionales, de los cuales el 5% procede de España. “Si se agudiza la crisis arancelaria, la cosa se pondrá más difícil. Esto es así porque en un producto que no es imprescindible, las crisis de consumo tienen un impacto mucho más alto”, señala el presidente de FEV. Tanto es así, que para Benítez el mercado americano es insustituible a medio y largo plazo para los productores nacionales: “Dejar el mercado de Estados Unidos no es una opción”.

Y es que mirar hacia mercados nuevos, aunque sea bajo la premisa de aliviar el impacto de unos aranceles demasiado agresivos, es un proceso largo y requiere de tiempo. Desde el envasado hasta los matices en los sabores, son cuestiones a tener en cuenta. Por esto, una parte del descenso en el consumo mundial puede venir del aterrizaje lento que este producto tiene en países donde no es una bebida conocida, explican desde FEV. “Hay que adaptarse a nuevas tendencias si queremos seguir vendiendo vino, ir más allá de lo tradicional con productos sin alcohol o derivados”, insiste Benítez, para quien producir menor volumen y mejor calidad será una de las claves a futuro.

El primer trimestre de 2025 ha sido un carrusel de cambios debido a la política comercial norteamericana. Según un informe del grupo de investigación Live-ex, dedicado al análisis del sector vinícola, en la eurozona la actividad comercial se redujo durante los primeros tres meses y en abril los precios cayeron. A nivel de España, la Federación Nacional del Vino explica que se detectó un ligero repunte en las ventas, algo habitual en casi todos los sectores tocados, ya ante la perspectiva de aranceles cada vez más altos algunos grupos importadores estadounidenses adelantaron las compras previstas para aumentar su stock y esquivar precios más elevados en el futuro. “En enero y febrero se anticiparon muchas compras, pero en marzo —cuando Trump amenazó con un arancel del 200%— hubo un parón de dos semanas, aunque luego la situación se fue normalizando”, explican desde la Federación.

Menos cantidad y más mercados

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Aunque para los productores sustituir el mercado estadounidense es imposible, mirar hacia otras fronteras es un movimiento imprescindible. “Es importante reconocer nuevas oportunidades y desarrollarlas", apunta Benítez, que hace referencia a la relevancia del acuerdo con Mercosur en el contexto actual. "Países como Brasil tienen mucho potencial. Ahora mismo, allí pagamos un 30% de tasas, pero las posibilidades de que se reduzcan con el tratado aumentan y eso es una buena oportunidad", explica el presidente de FEV.

Aunque llegar a un mercado nuevo tiene un precio para los bodegueros. Por un lado, las pequeñas empresas (que suponen la mayoría del tejido español) tienen menos margen de maniobra; por otro, los productos cada vez deben ser más personalizados para cada mercado. "Los métodos de producción se deben orientar más a la calidad y menos al volumen", puntualiza Benítez, porque los consumidores "cada vez buscan productos más diferenciados".

En la tormenta arancelaria que cae sobre el comercio internacional, la Unión Europea acaba de avanzar en la firma de un acuerdo con India que se centra en el sector automovilístico y en el de bebidas espirituosas. También Mercosur será otra puerta abierta y en el sector del vino celebran además que se hayan renovado tratos con México y Canadá. “Para las empresas pequeñas es difícil llegar a mercados nuevos por mucho que haya tratados, pero es un proceso de diversificación necesario”, concluye director general de FEV.

El vino es un producto que viaja. El 46% de los caldos que se producen en el mundo se consumen fuera de su país de origen y esta vinculación del sector vinícola con el comercio internacional ha hecho que la guerra arancelaria —desatada por el presidente norteamericano, Donald Trump— sea su principal preocupación. En España el consumo repuntó en el último año un 1,5%, pero en el mundo se bebió un 3% menos, según los datos de la Organización Internacional del Vino. El organismo señala que su consumo cayó hasta niveles de hace sesenta años. La sensibilidad del sector a un mercado internacional sumido en la incertidumbre y la apertura a nuevos mercados pueden ser los factores que expliquen estas fluctuaciones. “Lo que está pasando en los últimos años, desde el Breixit, hasta los aranceles de Trump, genera inestabilidad en el mercado del vino”, explica José Luis Benítez, director general de la Federación Española del Vino (FEV). 

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