Guerra sin ley: Putin ataca en Ucrania el doble de escuelas y hospitales que de infraestructuras críticas

Una escuela de Járkov, destruida por un ataque ruso en junio de 2022.

Atacar de forma deliberada a la población o a instalaciones civiles es un crimen de guerra. Así lo dicta la Corte Penal Internacional y está consagrado en la Convención de Ginebra y sus protocolos adicionales. Es la ley de la guerra. Sin embargo, esa protección especial está siendo sistemáticamente vulnerada en la Franja de Gaza, como también en la guerra de Ucrania, de la que se cumplen dos años este sábado. Que Rusia ha convertido en objetivo militar a escuelas y hospitales lo atestigua el proyecto Eyes on Russia, del Centro para la Resiliencia de la Información (CIR), una investigación basada en fuentes abiertas –fotos y vídeos en internet y redes sociales– que han sido luego contrastadas y verificadas mediante geolocalización e informaciones periodísticas. infoLibre publica este trabajo de investigación en exclusiva en España.

Los investigadores del CIR han documentado un total de 2.642 ataques contra instalaciones civiles en Ucrania desde el comienzo de la invasión. De ellos, el mayor número lo han sufrido escuelas, universidades, guarderías y otros equipamientos educativos, un total de 775, que equivalen al 30% de la ofensiva contra infraestructuras civiles. Es más, el ejército de Vladimir Putin ha convertido colegios y facultades en objetivo de especial enseñamiento: el número de los ataques sufridos casi triplica el de los hospitales, 293 en dos años. Y, si se suman ambos tipos de instalaciones, los ataques lanzados contra escuelas y centros sanitarios doblan los sufridos por infraestructuras críticas como carreteras, puentes, estaciones de ferrocarril, telecomunicaciones y plantas de energía: 546 incidentes.

“Vemos un patrón de ataques contra instalaciones e instituciones que carecen de fines militares, desde plantas de energía hasta escuelas, hospitales e iglesias”, explica Belén Carrasco Rodríguez, directora del proyecto Eyes on Russia, “y hemos encontrado pruebas de que en estos dos años de guerra se ha convertido a hospitales y escuelas en objetivos deliberados”. Como ejemplo cita Carrasco Rodríguez los “repetidos bombardeos” de hospitales en Jersón y la concentración de daños en los edificios colindantes. Jersón, la mayor ciudad ocupada por las tropas rusas, fue liberada por el ejército ucraniano en noviembre de 2022. Hasta ese momento había permanecido casi intacta. Pero tras volver a control ucraniano, en 2023, los hospitales y maternidades de la ciudad sufrieron 69 ataques, por sólo cuatro en todo el año anterior.

El CIR compara las ofensivas rusas sobre Jersón con las tácticas empleadas por el ejército de Putin en Siria, donde llevaron a cabo operaciones de castigo diarias en Idlib y Alepo que no tenían relación alguna con acciones sobre el terreno. La aviación rusa bombardeaba “deliberada y repetidamente” instalaciones médicas, plantas de tratamiento de agua, silos de grano y escuelas. Igual que ahora en Ucrania.

Además, la misma estrategia se está desplegando en ciudades y pueblos lejos de la línea del frente, destaca la directora de la investigación. “Es un claro intento de hacer la vida insoportable a los civiles que quedan”, resume.

Donde más concentra Rusia sus ataques es en Donetsk, que ha sufrido el 35,3% –993– de los bombardeos sobre infraestructuras civiles en los dos años de guerra. Fronteriza con Rusia, esta región del este de Ucrania fue la zona en la que Putin centró sus ataques nada más comenzar la invasión. En 2014, una oleada de protestas prorrusas acabó con una declaración unilateral de independencia por parte de dos provincias, que crearon la República Popular de Donetsk y la de Lugansk. En febrero de 2022, poco antes de invadir Ucrania, Rusia reconoció esos territorios.

Víctimas civiles

En total, las víctimas civiles de la guerra de Ucrania ascienden a 30.010, de las cuales 10.378 son muertos, de acuerdo con las cifras de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, publicadas el pasado enero. Según sus cálculos, el ejército de Putin ha arrasado 236 instalaciones educativas y 59 hospitales desde el 24 de febrero de 2022. Los datos del CIR apuntan a que sólo el pasado enero hubo 56 víctimas civiles en Járkov y Kiev. Ocho hospitales, nueve colegios, dos hoteles, un mercado y hasta un campamento de verano resultaron dañados por los misiles sólo en la primera ciudad citada. En total, el CIR ha documentado 131 ataques a instalaciones civiles en Ucrania en el primer mes del año.

Pero 2023 ya había concluido con una gran ofensiva, la mayor desde el inicio de la invasión, cuando misiles y drones atacaron el 29 de diciembre seis ciudades ucranianas: además de Kiev, la capital, Járkov, Dnipro, Zaporiyia, Odesa y Lviv. Según el Gobierno ucraniano, las víctimas civiles se elevaron a 198, de ellos 39 fallecidos. Según el CIR, los ataques a instalaciones civiles se elevaron a 40.

De hecho, en 2023 Putin había redoblado los bombardeos a infraestructuras civiles. Fueron, de acuerdo con la investigación del CIR, 1.496 ataques, un 47,5% más que en 2022, el primer año de guerra.

3.500 colegios se usan como refugios

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Pero los misiles no se dirigen sólo contra escuelas y hospitales. También han caído bajo las bombas museos, centros culturales, iglesias y mezquitas, que han sufrido 374 ataques en dos años. Y 325 han sido los bombardeos documentados sobre silos de grano, plantas de alimentación o incluso plantaciones agrícolas.

En cualquier caso, la destrucción se está cebando con la enseñanza. El Gobierno de Kiev asegura que 331 instituciones educativas han sido destruidas y cifra en un 15% las de ciclo superior que han sido dañadas. Sólo en los primeros meses de la guerra, hasta 22.600 profesores habían huido del país. También hay que tener en cuenta que unas 3.500 escuelas se están usando como refugios.

Las bombas rusas no respetan nada: lo mismo destruyen una escuela para niños con dificultades visuales que la valiosa biblioteca científica de la Universidad de Karazinsky, refugio de ediciones raras y antiguos manuscritos con 218 años de antigüedad a sus espaldas, y que había sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial.

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