La tasa de temporalidad en el empleo de la población joven no se recupera tras la crisis: se sitúa ya en el 58%

Noviembre de 2018. Ha pasado una década desde que comenzó la crisis económica y, por lo menos, un lustro desde que la clase política empezó a ver los "brotes verdes" que anunciaban el fin de la recesión. Una temporada que lastró el nivel de vida de los españoles y que rompió el esquema del estado del bienestar. Sin embargo, aunque en términos macroeconómicos la situación ya no tenga nada que ver, los datos microeconómicos no permiten afirmar que las pequeñas economías hayan visto la luz al final del túnel. Y mucho menos las pequeñas economías de los jóvenes, aquellos que cuando comenzó la crisis no sabían muy bien qué significaba el término pero que ahora empiezan a sufrir sus consecuencias. Sobre todo, en el terreno laboral.

Muchos de ellos han tenido más posibilidades que sus padres de obtener estudios superiores pero, sin embargo, no han tenido, ni por asomo, las mismas oportunidades que ellos para incorporarse al mercado laboral. Y los que lo han conseguido, lo han hecho en condiciones mucho más precarias. Así lo certifica Comisiones Obreras, que este lunes ha presentado el informe #GeneraciónMóvil. Una radiografía de la juventud y 10 ejes de trabajo [que se puede consultar en este enlace], con el que pretenden elaborar un mapa de las condiciones laborales que han quedado para las personas de entre 20 y 29 años. Y dan un dato significante: a pesar de la supuesta recuperación económica, la tasa de temporalidad de la población joven, que se sitúa en un 58%, triplica la de la población de 30 o más años de edad, situada en el 21%

La causa que lo ha provocado está clara: la precariedad que se instaló en el mercado laboral durante los años de la crisis ha venido para quedarse. "Es cierto que la precariedad ya no es un peaje temporal vinculado a la juventud o la mera transición de la formación al empleo, sino una carga con aspiración de permanencia que ha sido resultado de la orientación de las políticas públicas desarrolladas durante las últimas décadas y de forma más acentuada a partir de las decisiones tomadas a partir de la gestión de la crisis económica iniciada en 2008", apunta el sindicato en el documento.

"Las personas de entre 16 y 29 años hacen lo que les corresponde: la población más joven está mayoritariamente incorporada a los estudios postobligatorios y según va finalizando su etapa académica se incorpora a la actividad laboral, aunque un porcentaje elevado no encuentra empleo", apunta el informe. "Quienes sí lo hacen, es en la mayoría de los casos en condiciones precarias". CCOO lo afirma con rotundidad: la precariedad es ya la norma en el mercado laboral de los jóvenes españoles

Más jóvenes con estudios pero menos con trabajo

Durante la crisis aumentó el porcentaje de población que cursa estudios. Así, el 88% de la población de 16 a 19 años y el 58% de la población entre 20 y 24 años estaban estudiando al cierre del año 2017. Estos porcentajes, según CCOO, eran muy superiores a los que había una década antes, cuando bien es cierto que incorporarse al mercado de trabajo era más sencillo. Así lo defiende también el sindicato, que asegura que "la recuperación de la actividad económica y el empleo puede [...] incentivar una incorporación más temprana a la actividad laboral en detrimento de los estudios". 

Además, en paralelo al aumento de la población estudiante, se produjo también un incremento del nivel educativo de la población joven. En este sentido, según los datos que maneja el sindicato, el 44% de las personas entre 25 y 29 años finalizó sus estudios superiores en el año 2017. Diez años antes, el porcentaje se situaba en el 39%. 

Sin embargo, continúa habiendo un problema: apenas ha descendido el porcentaje de personas sin estudios o con estudios obligatorios. "Un 26% de jóvenes solo titula la primera etapa de educación secundaria y un 7% solo tiene estudios primarios", indica el documento presentado este lunes. 

Una vez terminada la fase de estudio, todas estas personas intentan incorporarse al mercado de trabajo. Porque no existen los ninisninis, a juicio de CCOO. Casi no hay población joven que no quiera estudiar ni trabajar. Al contrario: de 16 a 19 años la mayoría estudia, de 20 a 24 años algunos comienzan a incorporarse al mercado laboral, y desde los 25 hasta los 29 se afianzan en él. Así, de la población activa de esa edad, tres de cada cuatro están trabajando y de uno de cada cuatro en paro

Temporales, con jornada parcial y aspirando a 'mileurista'

El problema es de qué manera lo hacen. Tal y como ha denunciado CCOO –no solo con este informe, sino también en anteriores ocasiones–, es en condiciones de precariedad. La mayoría, así, sufren contratos temporales, jornadas parciales y salarios que no llegan a los 1.000 euros netos mensuales.

En el año 2017, el 66% de la población joven asalariada tenía un contrato temporal y/o una jornada parcial, mientras que estas condiciones eran soportadas por 30 de cada 100 personas de 30 o más años. Pero la cosa va más allá. Un 20% de los jóvenes asalariados sufría la doble precariedad: contrato temporal y jornada parcial. "La brecha de edad en la precariedad es evidente", apunta el sindicato, que asegura que las peores condiciones laborales han sido históricamente soportadas por la población más joven. Pero la cuestión es que la situación no mejora ni tiene visos de hacerlo a corto plazo.

Y las peor paradas son las mujeres. "La jornada parcial tiene un peso mucho mayor entre las mujeres", afirma CCOO. Así, en 2017, un 34% de las mujeres que trabajaban lo hacían a jornada parcial (frente al 24% que lo hacía en 2006) frente al 21% de los hombres jóvenes (porcentaje que, en 2006, se situaba en el 9%). 

Las condiciones de precariedad tienen una primera consecuencia directa y evidente: el sueldo es menor. De este modo, tal y como denuncia el sindicato, desde 2008 hasta 2018 se ha producido una mutación del adjetivo "mileurista". Pasó de ser un insulto a convertirse en una aspiración para los jóvenes. 

Porque estos han sufrido las mayores caídas de salarios. Entre 2008 y 2016, el salario medio cayó el 28% entre los menores de 20 años, el 15% entre las personas de entre 20 y 24 años y el 9% entre las de 25 y 29. "La bajada del salario medio ha afectado más a la población joven durante la crisis porque ha afectado en mayor medida a la población trabajadora con menor antigüedad, mayor rotación laboral y una inserción más reciente en el mercado de trabajo", explica el documento. 

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¿Qué impacto tiene la transformación de las condiciones de trabajo? La transformación de las condiciones de vida. A peores trabajos, peores salarios y mayor desigualdad, pobreza y dificultad para la emancipación. "La crisis ha disparado el porcentaje de población joven con bajos ingresos: en 2008, el 18% de la población de 16 a 29 años se ubicaba dentro de los deciles más bajos de ingresos, mientras que en 2017 el porcentaje aumentó hasta el 26%". 

Y de nuevo, las que peores condiciones sufren vuelven a ser las mujeres: la proporción de personas con ingresos por debajo del umbral de pobreza es mayor entre las mujeres jóvenes (29%) que entre los hombres jóvenes (25%). 

Todos ellos, además, sufren la consecuencia de una mayor dificultad para conseguir la emancipación del hogar de sus progenitores, sobre todo teniendo en cuenta la escalada del precio del alquiler. Ahora, el 81% de la población entre 20 y 24 años sigue viviendo con sus padres. Incluso un 24% de las personas de 30 a 34 años lo continúa haciendo. "La ausencia de oferta de vivienda protegida y asequible deja un derecho constitucional en manos del mercado, que en ausencia de contrapesos extrae de la población en cada momento el máximo de los ingresos que pueda destinar a pagar una vivienda, ya sea en propiedad o en alquiler", denuncia el sindicato. 

Noviembre de 2018. Ha pasado una década desde que comenzó la crisis económica y, por lo menos, un lustro desde que la clase política empezó a ver los "brotes verdes" que anunciaban el fin de la recesión. Una temporada que lastró el nivel de vida de los españoles y que rompió el esquema del estado del bienestar. Sin embargo, aunque en términos macroeconómicos la situación ya no tenga nada que ver, los datos microeconómicos no permiten afirmar que las pequeñas economías hayan visto la luz al final del túnel. Y mucho menos las pequeñas economías de los jóvenes, aquellos que cuando comenzó la crisis no sabían muy bien qué significaba el término pero que ahora empiezan a sufrir sus consecuencias. Sobre todo, en el terreno laboral.

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