EUROVISIÓN

Un grito feminista, el machismo de siempre o un debate trampa: 'Zorra' ya es un asunto de Estado

El cantante Nebulossa interpreta 'Zorra' en la primera semifinal del Benidorm Fest celebrada este martes en la localidad alicantina.

España ya ha escogido: Nebulossa, el dúo integrado por María Bas y Mark Dasousa, salió vencedor este sábado del Benidorm Fest. El júbilo de la victoria quedó pronto ensombrecido por la polémica. Las alertas, esta vez, han sido activadas desde el movimiento feminista. ¿Es Zorra una suerte de himno feminista o es sencillamente el mismo machismo de siempre? "Si salgo sola, soy la zorra / Si me divierto, la más zorra / Si alargo y se me hace de día / Soy más zorra todavía / Cuando consigo lo que quiero (zorra, zorra) / Jamás es porque lo merezco (zorra, zorra) / Y aunque me esté comiendo el mundo / No se valora ni un segundo", entonará en mayo la vocalista sobre el escenario. Donde algunas miradas ven una resignificación feminista del insulto, otras advierten de la carga misógina de la pieza.

La polémica está revestida con retales de Las Vulpes, pero también recupera ecos de Rigoberta Bandini y su aclamada Perra o de la censurada Puta de Zahara. Y la polémica se ha convertido ya en un asunto de Estado. "Yo entiendo que a la fachosfera le hubiera gustado tener el Cara al sol, pero a mí me gusta más este tipo de canciones", se pronunció este lunes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. A su defensa le siguió el elogio de la ministra de Igualdad, Ana Redondo, quien se posicionó de forma clara: "Es divertida, rompe estereotipos, rompe moldes, rompe con el edadismo", clamó la socialista. María Bas, quien empuña el micrófono, tiene 55 años.

Fueron distintos colectivos de mujeres quienes se encargaron de la impugnación. "Reclamamos al Gobierno que se abstenga de frivolizar sobre una expresión, zorra, que es usada frecuentemente por los maltratadores cuando golpean a sus víctimas", enarboló la Plataforma Contra el Borrado. "La composición insulta de forma machista a las mujeres" y resulta un "despropósito la pretensión de retirar el agravio" repitiendo insistentemente "la palabra zorra como empoderamiento de la mujer", completó a través de un comunicado el Movimiento Feminista de Madrid. "El insulto zorra es violencia verbal contra las mujeres. Según las sentencias judiciales y los testimonios de las víctimas de violencia machista, a diario se las maltrata usando esta palabra", completó.

Montserrat Boix reconoce una suerte de sensación próxima al fracaso. La comunicadora, especialista en perspectiva de género, es además delegada de Igualdad, Diversidad e Inclusión de UGT en RTVE. "Nuestra labor es establecer un marco normativo y creo que hemos fracasado en el objetivo de intentar que esto fuera otra cosa", admite al otro lado del teléfono. "Hay tramos de la canción de lo más reivindicativos", concede la periodista, quien sin embargo cree fundamental juzgar el producto en su conjunto. Y eso incluye, también, la puesta en escena. Visualmente, los artistas toman prestada la iconografía clásica de la estética cabaretera, representando a "una mujer rodeada de dos señores en tanga que la están sobando", describe Boix. "¿Dónde está el empoderamiento?", se pregunta. Algunas voces responden con rotundidad: en la resignificación del insulto.

En esta tarea, tiene tablas el colectivo LGTBI. Paula Iglesias, vicepresidenta de la Federación Estatal LGTBI, habla desde la propia experiencia. "Históricamente hemos sido receptores de insultos y lo que hemos hecho es usarlos, repropiarnos de ellos y quitarles el tono peyorativo". Algo así como vaciarlos de contenido para utilizarlos como escudo. "Es una reapropiación para reivindicar la libertad de ser quién eres", entiende la activista, especialmente teniendo en cuenta que quien hace uso del insulto es la propia víctima. "Cuando una persona del colectivo habla de maricón, no lo hace con la misma intención que quien busca insultar", pone como ejemplo. 

Pero, ¿estamos preparados para resignificar lo que tradicionalmente ha sido un arma contra las mujeres? "No es cualquier insulto", introduce en este punto Boix. "Está conectado con la experiencia de muchas mujeres que han sufrido violencia" y además, añade, estamos hablando de la televisión pública, un ente que debe mantener firme su compromiso con la igualdad y contra la violencia machista, sin dejar ningún recoveco para la duda. A través del "juego de la supuesta transgresión, lo que estamos viendo es una absoluta manipulación", remata.

Para la senadora y activista Carla Antonelli, las voces detractoras resultan incoherentes con sus propias reivindicaciones históricas. "Se contradicen respecto a lo que han denunciado toda la vida: que por llegar tarde a casa o llevar minifalda las mujeres sean tachadas de zorras", analiza en conversación con este diario. Antonelli es especialmente crítica con quienes, bajo su punto de vista, han reducido el contenido de la pieza al "sentido peyorativo de la palabra zorra", obviando que "aquí está siendo utilizada para la denuncia". 

La activista entrevé, además, una sombra de transfobia en las críticas. Así lo señala basándose en el homenaje explícito de la canción a la primera concejala trans de España, Manuela Trasobares. "Una canción para todas las que alguna vez nos hemos sentido impotentes, por las oprimidas, por las imparables. Por vosotras. Un homenaje a todas esas mujeres que nada ni nadie les hizo callar. Por las valientes y las sublevadas, por las que rompían copas en riguroso directo televisado tras lanzar un mensaje poderoso cuando todavía poca gente se atrevía. Esto va por todas las Manuelas Trasobares", ahondó el dúo durante el estreno del videoclip oficial.

Un debate trampa que desvía la mirada del genocidio

La politóloga feminista Irene Zugasti no comparte el entusiasmo en torno a la composición, pero tampoco insiste en convertirla en foco de sus críticas. "Esto de la resignificación y la reapropiación del insulto para reivindicarse desde los márgenes es un debate muy antiguo, se nos ha quedado viejo", introduce a preguntas de este diario. "No lo veo demasiado disruptivo, ni innovador, ni transformador". Mirando al legado de Las Vulpes en los ochenta, la politóloga se pregunta si "tiene algo de subversivo seguir usando los mismos códigos de la provocación para asustar a los mismos". 

Y en ese contexto, introduce una tercera óptica al debate: ¿no está el feminismo desviando la mirada de lo importante? Si por algo ha destacado esta edición del festival de música europeo, es por la decisión deliberada de tender la mano a Israel en un contexto de genocidio contra Palestina. Un extremo que el movimiento feminista ha condenado de manera explícita y que ahora no puede obviar

"Ya sé que soy solo una zorra": Nebulossa agita con ecos de Las Vulpes un anodino Benidorm Fest

"Ya sé que soy solo una zorra": Nebulossa agita con ecos de Las Vulpes un anodino Benidorm Fest

"Eurovisión ha permitido a Israel legitimar su propaganda desde su escenario y es por tanto cómplice de esta política de tolerancia con el genocidio en Palestina", apostilla Zugasti. Conceder espacio a Eurovisión y a cualquier debate de su órbita, desde una óptica feminista, supone desobedecer el compromiso contra "las violencias sistémicas" y la certeza de que el genocidio "se enmarca en un régimen de guerra internacional que trasciende un estado o un conflicto: es una forma de ejercer el poder y la violencia atravesado por el género". 

En ese mismo frente se sitúa la periodista y militante feminista Irantzu Varela. "Eurovisión es una estrategia de propaganda del estado genocida de Israel desde hace muchos años", clama en conversación con este diario, si bien subraya que la situación se torna inasumible desde el pasado mes de octubre. "Israel está llevando a cabo un genocidio en su manera más sangrienta, lo estamos viendo en tiempo real y está desobedeciendo absolutamente todos los mandatos internacionales cometiendo, a sabiendas y sin ningún tipo de legitimidad, crímenes de guerra en nuestra cara y a tiempo real". El feminismo, sostiene, no puede apartar la mirada.

Varela cree imposible aislar la canción de su contexto y juzgarla en términos feministas como elemento autónomo, al tratarse de un producto pensado exclusivamente para participar en un juego del que el feminismo rechaza ser cómplice. "No me importa si la canta la persona más activista, la más queer o si la letra es revolucionaria. No me importa la forma, porque el fondo es que participar en cualquier formato relacionado con Eurovisión es contribuir a la propaganda del estado genocida de Israel", zanja. Cualquier espacio donde Israel tenga abierta la puerta, "fingiendo ser un estado democrático o incluso un estado legítimo, es un espacio de propaganda al que hay que hacer boicot abierto".

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