EL DEBATE SOBRE LA PORNOGRAFÍA

Las agresiones sexuales entre menores ponen la lupa sobre el porno: "Los hombres aprenden que la violencia es excitante"

Acto simbólico del Movimiento Feminista de Madrid en la Plaza de Callao (Madrid) a 8 de marzo de 2021.

Si la violencia sexual lleva décadas bajo la mirada del feminismo, hoy más que nunca este problema estructural ha abandonado los márgenes para ubicarse en el centro del debate público. Ya no se trata de un problema íntimo, ni de una cuestión privada, ni de la trama principal del último taquillazo en las salas de cine. Y si la violencia sexual ha ocupado la relevancia que reclamaba, aquella protagonizada por menores ha activado las alarmas y con ello resurge una pregunta clásica: ¿cuál es la responsabilidad de la pornografía en la violencia sexual?

En el punto de partida, los datos. La violencia sexual cometida por menores experimentó en 2021 un incremento del 58%, de acuerdo con la última Memoria de la Fiscalía. Eduardo Esteban, fiscal de Menores, ha advertido del "efecto criminógeno" de la pornografía: "No tenemos ninguna duda, es una cosa muy obvia que el acceso cada vez más joven a la pornografía está provocando una descomposición, una pérdida tremenda de los valores, una banalización del sexo absoluta", señalaba el fiscal en declaraciones a Europa Press. Según un informe del Ministerio del Interior, casi la mitad de las víctimas de delitos sexuales son menores. Los últimos casos conocidos en Cataluña son especialmente sensibles, precisamente por la implicación de chicos muy jóvenes, pero también por el peso de las agresiones grupales y por la baja edad de las víctimas.

Carmela del Moral, responsable de Políticas de Infancia en Save the Children España, introduce un paréntesis que rebaja el nivel de alarma: "Las denuncias pueden aumentar porque hay más sensibilización, visibilización y menos tolerancia a determinadas conductas". Así que las cifras no reflejan necesariamente un aumento de casos, sino de denuncias.

Del Moral, coordinadora del informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia, sí reconoce "preocupante" que los adolescentes "estén conformando su sexualidad en torno a imágenes y contenidos machistas y violentos, que erotizan el dolor de las mujeres". Que tras la agresión sexual cometida en los Sanfermines de 2016 varias web porno se vieran obligadas a desactivar las búsquedas vinculadas al concepto "manada", lanza un mensaje: "Es importante revisar qué conductas son percibidas socialmente como eróticas o excitantes", sostiene la activista.

¿Qué pasa con la pornografía?

225.784.374 visitas. Es el número de reproducciones que cosecha el vídeo porno más visto, según ha constatado la doctora en Estudios Interdisciplinares de Género Mónica Alario, autora del libro Política sexual de la pornografía (Ediciones Cátedra, 2021). El vídeo tiene más del doble de visitas que el segundo más visto. El contenido: una violación grupal explícita contra una mujer. "En la inmensa mayoría de los vídeos más consumidos se muestra violencia sexual: o invisivilizándola y haciéndola pasar por sexo, o mostrándola en su máximo nivel de brutalidad", comenta la autora a preguntas de infoLibre. "Los hombres están aprendiendo que ejercer violencia es algo sexualmente excitante".

La profesora de Derecho Constitucional Ana Valero entra de lleno en el debate a través de su libro La libertad de la pornografía (Ediciones Athenaica, 2022). En conversación con este diario, reconoce cierta preocupación ante los discursos abolicionistas y su "convergencia" con posiciones conservadoras e incluso puritanas que se inclinan por abordar "algunas cuestiones con un discurso de brocha gorda" sin reparar en las consecuencias. 

Consciente de esta crítica, Alario construye una réplica en su libro. La investigadora matiza que no se trata de confrontar con el sexo, sino "con lo patriarcal de este tipo de sexo" representado por la pornografía. Obviar esta idea, advierte, "puede llevar a las interpretaciones incorrectas de las que proceden las acusaciones de antisexo realizadas a las feministas radicales". Por eso, deja claro: la crítica se dirige hacia "la pornificación de la cultura y la pornografía no por lo que puedan contener de sexo, sino por lo que contienen de violencia contra las mujeres".

Porno y violencia sexual

En este punto, la pregunta es obligada: ¿existe relación entre pornografía y violencia sexual? "En el caso de las mujeres, los estudios realizados no lo demuestran", expone Valero. Pero introduce una salvedad: "Sí que existe ese nexo causal en el caso de los jóvenes". Con carácter general, completa, "la mayor parte de estudios manejan los doce años como edad de inicio, pero ya hay algunos que hablan de los ocho o nueve años. Aquí, los efectos son devastadores, como la distorsión de la percepción sobre la sexualidad y las relaciones sexuales. Hay niños y jóvenes que incluso son nativos pornográficos, que no han tenido una experiencia sexual y ya acceden a este tipo de escenas, donde hay sufrimiento femenino o ausencia de consentimiento". La línea entre ficción y realidad queda, en este contexto, completamente desdibujada.

Para Alario, en cambio, lo problemático del consumo de pornografía no es exclusivo de los menores. El porno "también construye el deseo de los hombres adultos. Hablamos mucho de las nuevas generaciones, pero hay generaciones de hombres adultos que ya han crecido con la pornografía", alerta. Para la investigadora, es evidente que este consumo tiene efectos en las cifras sobre violencia sexual. "Es claro que la pornografía lleva a los hombres a la erotización de la violencia porque muestra un esquema desigual atravesado por la superioridad de poder masculino".

La escala de grises viene de la mano de dos sexólogos. Inma Martínez Cerrillo y Nacho López Martín, socios fundadores de la cooperativa Iniciativa sexológica y acción social (Insex), estiman que las relaciones causa-efecto en asuntos "tan complejos como este suelen resultar arriesgadas", aunque sí creen probable que la pornografía influya en las relaciones que mantienen los jóvenes. Eso sí, añaden, "influir no implica determinar: la pornografía puede estar influyendo en las relaciones sexuales de la juventud, pero también influyen muchos otros factores". Concederle más relevancia al poder de la pornografía "conlleva el riesgo de tomar la parte por el todo y trabajar con miradas simples realidades poliédricas".

El análisis sobre las raíces de la violencia sexual no permite conclusiones categóricas. Si algunos expertos optan por la cautela, otros no titubean a la hora de señalar la responsabilidad de la pornografía. Pensar en qué mecanismos "sociales estructurales se están poniendo en juego para que los hombres" aprendan a ejercer violencia sexual, nos lleva directamente a la pornografía, afirma Alario. Las cifras de violencia sexual "nos dicen que es desgraciadamente habitual que los hombres se exciten en estas situaciones", así que "la pregunta tiene que ser cómo lo están aprendiendo a nivel masivo, qué productos culturales y situaciones sociales les están enseñando. Y ahí aparece la pornografía como uno de los elementos más potentes".

Educación sexual y en igualdad

El informe de Save the Children señala que el 40% de las personas encuestadas reconoce la pornografía como fuente de aprendizaje afectivo-sexual, frente a un 26% que apunta al centro educativo. Un 48% de los participantes en el estudio estima que la pornografía es una fuente válida de información. Al preguntarles si necesitan saber más sobre sexualidad, la respuesta que dan los adolescentes es la siguiente: un 49,6% sí querría tener más información, pero al 44,6% le da igual y sólo el 5,8% considera que no necesita ampliar sus conocimientos. 

Si en algo coinciden las expertas consultadas, es en señalar un mismo antídoto: la educación sexual. Pero, ¿basta con la educación sexual para paliar el problema? ¿Hace falta algo más? ¿En qué lugar quedaría la pornografía en una sociedad igualitaria? Ahí, una vez más, los análisis divergen.

"Considerar que la implementación generalizada de educación sexual va a resolver determinados males de la sociedad resulta, cuando menos, ostentoso", opinan Martínez Cerrillo y López Martín. A su juicio, es erróneo "centrar el interés de la educación sexual en la prevención de riesgos", en lugar de priorizar una mejora de la "comprensión del hecho sexual, ayudar a las personas a entenderse mejor, ser más felices y mejorar sus relaciones y convivencias".

Valero cree "más necesaria que nunca" una educación afectivo-sexual integral, pero coincide en que esta no debe estar exclusivamente atravesada por "los aspectos preventivos, de protección, anticoncepción y salud sexual", sino que debería ahondar en "la dimensión emocional y afectiva de la sexualidad humana, así como en las relaciones personales". A través de esta tarea, asuntos como "el consentimiento, la reciprocidad, el respeto y el cuidado" deberían estar "muy presentes para contrarrestar los mensajes que los jóvenes reciben de la pornografía mainstream".

Alario amplía el foco: no basta únicamente con una educación sexual integral, sino que la raíz del cambio de paradigma tiene que ver con una educación en igualdad. "Sabemos que el origen de la violencia sexual contra las mujeres es la desigualdad, eso es lo que hay que prevenir. Tenemos que dar una educación para la igualdad desde que se empiezan a construir la socialización masculina y femenina de manera diferencial", ya que se trata del "único mecanismo para desactivar luego la violencia". 

Porno feminista

En el artículo Discurso, industria, sexo: sobre libertad y pornografía, la feminista e historiadora Julia Cámara desentraña algunas de las claves del libro de Valero y alcanza conclusiones que proponen una reflexión sobre la manera en que el porno se relaciona con los deseos y prácticas sexuales. "Si el problema radica en que el porno es lo único que ofrece algún tipo de explicación sobre qué es el sexo y qué es el deseo, ¿no deberíamos, como sociedad, producir otros discursos que sí tengan vocación educativa y que anulen o reduzcan el impacto nocivo del consumo de pornografía antes de que ésta se produzca?", se pregunta. A juicio de Cámara, una mirada feminista no puede ir dirigida a limitar "la curiosidad, la estimulación sexual y el deseo", sino que el horizonte debe pasar por "su desborde hacia políticas de producir placer más igualitarias, emancipadoras y satisfactorias para todas".

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Coincide Valero. "La pornografía mainstream prioriza un tipo de deseo masculino estereotipado y violento", unido a "la subordinación de la mujer a su satisfacción". Frente a ello, sí sería "deseable la existencia de una pornografía que contrarreste este tipo de discursos con otros más igualitarios".

Alario, en cambio, va un paso más allá e impugna esta teoría. Confiar en una eventual alternativa al porno de masas supone, a su juicio, desviar el foco. "Incluso aunque fuera posible hacer una pornografía feminista, redirigir el debate hacia esta propuesta deja de lado e invisibiliza el problema real: la existencia de la pornografía más consumida, la que está construyendo el deseo de los varones", escribe la investigadora y filósofa en su libro. 

A su juicio, el problema no tiene que ver un catálogo limitado, sino con la forma en que el porno reproduce, alienta y normaliza la violencia sexual. La propuesta de la escritora pasa, precisamente, por la educación sexual e intrínsecamente ligada a ella, la abolición del porno: "Es necesario que haya un cambio en la comprensión social de la pornografía, que se genere una conciencia social sobre cómo contribuye a reproducir la violencia sexual y que lleve a rechazar su consumo en lugar de normalizarlo y celebrarlo".

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