IGUALDAD

De las palabras bonitas a la regresión de derechos: la perversión del lenguaje con la que Vox impulsa su agenda ultra

Una persona sujeta una pancarta durante una acción contra la ley del aborto.

El Gobierno de Castilla y León (PP y Vox) anuncia, entre algunas discrepancias internas e imprecisiones técnicas, un "protocolo provida". Aseguran que las medidas están pensadas para las mujeres y que serán ellas las que decidan, antes de acceder a una interrupción voluntaria del embarazo, si escuchar "el latido fetal" de la "vida que llevan dentro". Los términos escogidos no son inocentes ni fruto del azar: la ultraderecha sabe bien elegir las palabras que utiliza en su batalla contra los derechos de las mujeres.

Lo sabe, también, cuando trata de criminalizar a las personas migrantes llamando menas a los menores que abandonan en solitario su país de origen, deshumanizándoles y despojándoles de los derechos más básicos. Tampoco es trivial la insistencia en poner de relieve la violencia intrafamiliar, en un empeño por desvirtuar y restar peso al maltrato específico, sistemático y estructural que sufren las mujeres. Y de la misma manera, la introducción del llamado pin parental en el discurso de la extrema derecha tiene por objetivo maquillar las consecuencias directas de la iniciativa desplegada en las aulas. 

Vox y sus cómplices tienen tablas en su ataque frontal contra el derecho al aborto. Su estrategia bebe directamente de los movimientos ultracatólicos autodenominados provida y ese es el sello que estampan en sus políticas, pensadas para mermar el derecho a la libre interrupción del embarazo. Lo sabe bien la activista feminista Justa Montero. "Es algo que siempre hemos estado aclarando y rebatiendo", señala al otro lado del teléfono. El movimiento feminista rechaza el término provida para hablar de grupos antielección: "Provida es equívoco, porque quienes estamos por la vida defendemos la vida digna de las personas y que puedan decidir". 

La selección de las palabras representa, por tanto, una estrategia deliberada cuyo objetivo no es otro que utilizar la carga semántica de los términos escogidos para ganar adeptos. Así, si quienes cargan contra el aborto están a favor de la vida, aquellos que lo defienden como derecho están, según su lógica, del lado de la muerte. La extrema derecha que se dice provida, agrega Montero, no busca sin embargo "garantizar ni la vida digna de las mujeres ni desde luego la vida de los bebés". Y para muestra, completa, no hay más que ver "cuáles son sus políticas sociales". 

¿Derecho a la vida?

El origen de estos movimientos fundamentalistas tiene hoy especial relevancia: sus primeros pasos se dan tras la sentencia de la Corte Suprema de Estados Unidos que blindó el derecho al aborto, la conocida como Roe contra Wade, dictada en 1973 y recientemente revocada. La oposición al aborto bajo el pretexto de la defensa de la vida, es extensiva también a la batalla contra los derechos sexuales de las mujeres –en todos sus frentes, desde la educación sexual hasta los métodos anticonceptivos–, una reivindicación del feminismo especialmente latente a finales del siglo pasado.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que todos los años tienen lugar 25 millones de abortos inseguros. Suponen, según la organización, la tercera causa más habitual de muerte materna del mundo y generan cinco millones de discapacidades, en gran medida evitables. De acuerdo el último informe sobre el estado de la población mundial del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), que también recoge datos de la OMS, el 45% de todos los abortos se realizan en condiciones de riesgo. En todo el mundo, señala el análisis, cerca de siete millones de mujeres al año son hospitalizadas como consecuencia del aborto en condiciones de riesgo. Datos que se quedan fuera del discurso de la extrema derecha.

Pero incluso cuando el foco recae en el embrión y no en la mujer, el relato es engañoso. La Ley de aborto, en su preámbulo, señala que el legislador "ha considerado razonable, de acuerdo con las indicaciones de las personas expertas y el análisis del derecho comparado, dejar un plazo de catorce semanas en el que se garantiza a las mujeres la posibilidad de tomar una decisión libre e informada sobre la interrupción del embarazo, sin interferencia de terceros". En el desarrollo de la gestación, la norma argumenta que tiene "una especial trascendencia el momento a partir del cual el nasciturus es ya susceptible de vida independiente de la madre". Ese umbral se sitúa, según el consenso científico, en torno a la vigésimo segunda semana de gestación. Es precisamente hasta esa semana que la ley permite la interrupción del embarazo por razones médicas. 

Fetos, latidos y corazón

Sonia Lamas lo sabe bien. Trabaja en la clínica acreditada para la interrupción del embarazo Dator, situada en Madrid y objeto reiterado de acoso –ahora penalizado– por parte de los grupos ultra. "Sabemos que la utilización del lenguaje es muy eficaz", dice en conversación con infoLibre. "Caer en su propio lenguaje es validar el mensaje que están lanzando" sin reparar en que se trata de "grupos contrarios a un derecho". El lenguaje, al fin y al cabo, sirve para imponer un relato a través de una "distorsión deliberada de la realidad". La misma estrategia es la que llevan los movimientos antielección empleando frente a las clínicas, también a través de panfletos que describen fetos absolutamente desarrollados o portando muñecos con forma de bebé que introducen una percepción engañosa.

"Son negacionistas de la biología, la realidad y la violencia contra las mujeres", sostiene Lamas, quien recuerda que desde la ultraderecha se ha tratado también de despreciar y desacreditar la labor de los centros refiriéndose a ellos como "clínicas abortistas". El término abortista "se utiliza para estigmatizar, señalar y sobre todo tachar como algo malo" lo que es en realidad un derecho, especialmente porque "el término aborto no está legitimado: es sucio, es malo, es insano", razona.

En ese contexto, el de la vida, entran en juego las ecografías y el latido fetal. La Junta de Castilla y León se ha comprometido a ofrecer la posibilidad de acceder a ecografías 4D y escuchar el latido fetal para aquellas mujeres que decidan ejercer su derecho a la libre interrupción del embarazo. 

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En Estados Unidos, donde las conocidas como "leyes de latido fetal" han ido ganando peso en los últimos años, las activistas feministas insisten, apoyándose en las explicaciones de los profesionales de la salud, en advertir de lo inexacto que supone hablar de ese concepto a las seis semanas. Desde el punto de vista médico, subrayan, el embrión todavía no ha desarrollado el corazón tal y como lo conocemos a las seis semanas de gestación. Sí existen, en cambio, impulsos eléctricos esporádicos que acaban coordinándose en pulsaciones rítmicas, según exponen los expertos. Pese a ser un término cuando menos cuestionable, apelar al latido fetal se ha convertido una poderosa arma antiabortista.

"Se suele hablar de latido, en tanto que existe movimiento en la cavidad que será un corazón en el futuro", aclara la médica especialista en ginecología y obstetricia Isabel Serrano, miembro de la Federación de Planificación Familiar. No obstante, el propio nombre de fetal "no corresponde con el tiempo de embarazo cuando se accede a la interrupción voluntaria". Serrano insiste en que "tres de cada cuatro mujeres interrumpen su embarazo dentro de las ocho primeras semanas de gestación", por lo que el término apropiado es el de embrión. En esa misma línea, expone la experta, las ecografías "no aportan nada" porque se tratan de "pruebas diagnósticas" y no existe "ninguna motivación desde el punto de vista sanitario para pedir ecografías en ese tiempo de embarazo". Mucho menos, añade, en formatos como el 4D, pensados para "completar información", pero no para elaborar un diagnóstico. En los embarazos tempranos, detalla Serrano, "no tiene sentido una ecografía" previa a la interrupción, puesto que "las mujeres no la quieren ni la piden", mientras que en un embarazo avanzado atravesado por una malformación, desde luego la realización de una ecografía no sirve para "ayudar a sobrellevar el duelo".

La extrema derecha ha sido hábil a la hora de construir, a través de las palabras, una imagen poderosa basada en la manipulación y cargada de imprecisiones científicas cuyo fin último no es otro que sembrar retrocesos en los derechos conquistados por las mujeres. El movimiento feminista lleva décadas combatiendo esta estrategia que ahora ha encontrado cobijo en las instituciones.

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