Crisis de deuda

El poder de Grecia para renegociar su deuda

Grecia “tiene el poder” en la renegociación de su deuda

La deuda externa de Grecia es hoy de 315.509 millones de euros. Supera el 176% de su PIB. Son datos de la web datosmacro.com. Según Álex Struch, profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona, “una deuda externa es asumible si no supera el 150% del PIB de un país”. Grecia necesita una quita.

En contra de lo que pueda parecer, las quitas o las reestructuraciones de la deuda no son una operación extraña entre prestamistas y deudores. Todos los países del mundo han tenido que hacer frente a deudas externas y casi todos –con las únicas excepciones de Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Reino Unido y Suecia– se han beneficiado alguna de vez de una quita o de una renegociación de las condiciones de pago.

España es, de hecho, el país del mundo que más veces ha obtenido una quita o ha llevado a cabo una renegociación de su deuda: 13 veces hasta 2006. Y los países europeos que siguen a España en este ranking no son poco significativos: entre renegociaciones y quitas, Alemania y Francia suman cada uno ocho casos de reducción del peso de su deuda. Son datos recogidos en el libro Esta vez es diferente: ocho siglos de necedad financiera, de Carmen M. Reinhart y Kenneth S. Rogoff. Grecia, que ahora se propone conseguir una quita que le permita pactar una renegociación de lo que debe, también tiene experiencia: lo ha hecho hasta siete veces en el pasado.

Si no es un procedimiento insólito, ¿por qué la Troika se resiste a aplicárselo a Grecia? Muchas voces llevan tiempo advirtiendo a los griegos de que una reestructuración o una quita “tendría consecuencias”. Christine Lagarde, jefa del Fondo Monetario Internacional (FMI), y Jean-Cleaude Juncker, presidente de la Comisión Europea,  destacaron entre quienes intentaron influir en el resultado de las elecciones alertando sobre las consecuencias de una victoria de Syriza.

Lo que quiere Alemania, pero también Francia, España o el Reino Unido, es que Grecia sea capaz de devolver el dinero prestado. ¿Por qué se resiste la mayoría de acreedores a realizar una operación tan común como una condonación?

Para Manuel Illueca, profesor de la Universitat Jaume I de Valencia, “es una cuestión de incentivos”. Los préstamos concedidos hasta hoy a Grecia “dejan claro que va a haber una condonación permanente y esta situación no puede ser eterna”, explica.

Para Álex Struch, si se refinancia la deuda griega lo que “se le está diciendo es que podrá vivir eternamente de deudas que no podrá pagar nunca”. Por eso el FMI, el Banco Central Europeo, Alemania y otros actores se resisten a otra nueva quita. “Cuando acostumbras a alguien a que sus facturas las paga otro, lo que hace no es gastar menos sino gastar más”, afirma el profesor catalán. Y “es muy difícil explicarle a un ciudadano alemán que un griego que ha trabajado y cotizado la mitad, cobra una pensión superior a la suya”, añade Struch.

Discurso comprensible

“Públicamente es comprensible el discurso” de Alemania de resistirse a una nueva quita, concede José Fernández Albertos, politólogo e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Lo que está claro es que “de alguna forma o de otra tendrán que negociar”.

Pero, ¿puede pagar Grecia si sigue aplicando las medidas de la Troika o va a seguir incrementando el volumen dela deuda como hasta ahora? “La clave está en aunar las reformas necesarias para Grecia con unas condiciones que no la ahoguen”, dice Albertos. Los países del norte “tienen que entender que los del sur no tenemos sus estructuras productivas, y a la vez nosotros tenemos que entender que necesitamos reformas” para alcanzar su competitividad, explica Manuel Illueca.

El problema, a juicio de los expertos, es que hay datos que inducen a pensar que tal vez Grecia no sea el país más idóneo para llevar a cabo las medidas de la Troika. Uno de ellos es, por ejemplo, que en 2006 acumulaba un total de 50 años –no consecutivos— sin pagar su deuda, una suma que solo superaban Ecuador (58), Honduras (64) Angola (59) y África Central (53), según datos del libro de Reinhart y Rogoff.

¿Qué dificultades específicas tiene Grecia? Para Albertos, “la incapacidad” de Grecia viene provocada por “unos desequilibrios estructurales que no llegaron a estar ajustados ni en los años de bonanza. En Grecia hay una incapacidad del presupuesto para ser equilibrado. Es un problema que ya existía antes de la crisis”.

Es imprescindible “entender que en Grecia no existe ningún tipo de cultura fiscal”, argumenta el profesor Struch. “Es un país al que le resulta imposible controlar el crecimiento de su deuda pública precisamente por esta razón”, de ahí viene el origen de su deuda, que se agravó con la crisis económica.

El profesor catalán resalta que la “economía negra y el 'no impuestos' es algo muy generalizado” en Grecia. “Un ejemplo de esto es que la mayoría de griegos, cuando se compran una casa, no la inscriben en el registro de la propiedad, y así evitan pagar el impuesto de recaudación sobre bienes inmuebles”, continúa explicando Struch.

Lo que sí es cierto es que Grecia "ha ido pagando deuda con más deuda". Una técnica que sirve para ir “ganando tiempo mientras las reformas que tiene que emprender llegan a ser efectivas”, explica Illueca. “Pero esas reformas tienen que ser palpables, porque si no, ganar tiempo no sirve de nada”.

“Las reformas tienen que hacerse”, asegura el profesor de la Jaume I, porque “el país tiene que tener capacidad de producir. El problema es que llevamos mucho tiempo detrás de esto y cuesta”. Una de las actuaciones que perseguía precisamente aumentar la capacidad de producción de Grecia fue la quita que se hizo sobre su deuda en el año 2012.

Deuda para pagar deuda

Pero, ¿por qué no funcionó? Porque “cuando se reestructura la deuda en 2012 hay una quita parcial, pero lo que se hace es volver otra vez a cargar la deuda”, aclara Albertos. En 2012, la deuda griega era de 350.000 millones de euros. Se realizó entonces una quita de 107.000 millones, que vino acompañada de un préstamo de otros 130.000. Aquella condonación hizo que los inversores privados perdieran más de la mitad del valor nominal de sus bonos. Al mismo tiempo, el nuevo préstamo arrojó un montante de 23.000 millones más sobre la deuda helena, que ascendió a los 373.000 millones.

Por esta razón, Leonidas Vatikiotis, economista griego y profesor universitario en Chipre, asegura que la quita fue “un fraude” y en ningún modo benefició a Grecia. Otras voces de expertos aseguran que aquella operación fue un rescate a los bonos pertenecientes a manos privadas. Y ambas posturas tienen su parte de razón.

Casi un 60% de la deuda en 2012 –206.000 millones de euros de los 350.000 a los que ascendía– se hallaban en manos privadas. Más del 95% de estos bonos privados “sufrió” una quita del 53% de su valor nominal.

¿Por qué se dice que fue un proceso para rescatarles? “Fue gente que se dio cuenta de que nunca iba a cobrar y aceptó que les pagaran la mitad. Claro que es un rescate de las manos privadas”, explica Álex Struch, “porque hoy un bono de deuda griega vale el 20% de lo que costó”.

Lo que sí parece claro es que en la situación actual, y ante una posible renegociación, es Grecia la que tiene el poder, ya que “cuando el deudor debe mucho, es el que tiene la fuerza, porque el acreedor se enfrenta a vender una deuda en el mercado internacional que no vale nada o a arriesgarse a no cobrar”, explica Struch.

No obstante, en esta partida de ajedrez, el problema estratégico es para Grecia, porque se encuentra “en una situación de dos caras: tienen la posición de fuerza de no te pago y punto, pero por otro lado tienen la debilidad de que si no reciben los paquetes de ayuda”, Tsipras no tendrá dinero para costear las reformas que está llevando a cabo.

El problema es presupuestario

Para Albertos, “la clave no es tanto reestructurar la deuda existente, sino el ajuste anual que tiene que hacer Grecia en el presupuesto”. Para el politólogo del CSIC es “más sensato discutir sobre cuál es el superávit primario que debería tener y renegociarlo a la baja, para que no lastre el crecimiento”.

Manuel Illueca no cree que el escenario de renegociación sea tan sencillo. El investigador del IVIE condicionaría "la renegociación a reformas conforme las plantea la Troika”. Pero, “¿cómo darle a Syriza una opción para cumplir su programa de aligerar la carga financiera y cómo, al mismo tiempo, incluir a Syriza en las medidas de reforma?”, se plantea.

Si los términos de la renegociación fuesen lo suficiente desfavorables para una de las dos partes, los expertos coinciden en que podría darse el escenario de la salida del euro de Grecia. “Pero no porque los europeos la echen, sino porque ella quisiera hacerlo al no tener las ayudas” que demanda, precisa Illueca.

Si Tsipras se niega a aceptar las condiciones de la Troika y “ella no es capaz de ofrecerle una alternativa razonable”, Struch cree que se optará “por hacerles a los griegos una pista de aterrizaje para salir del euro de forma suave”.

En el supuesto de que esto llegara a ocurrir, a pesar de las "dificultades internas que tendría el gobierno heleno" y de la "depreciación que sufriría su moneda", ambos economistas coinciden en que la salida del euro “permitiría a Grecia ganar competitividad y sería una oportunidad para recuperar la inflación”. Aunque de momento, parece que estas no son las intenciones de Tsipras.

El responsable de economía de Syriza, Giannis Miliós, reclamaba hace unos días “un acuerdo como el que perdonó la deuda a Alemania en 1953”. Para el país heleno, una solución óptima de reestructuración de la deuda sería la quita de más del 62% que se llevó a cabo con la deuda alemana acumulada desde el final de la Primera Guerra Mundial.

Albertos asegura que las condiciones impuestas a Grecia por la Troika “hacen que tenga un acceso a la financiación bastante generoso dadas sus circunstancias”, ya que se financia “a tipos muy bajos” –sobre un 3%–. Para el politólogo, el reclamo de un pacto alemán del 53 no es más que una estrategia comunicativa. “Dado que Alemania es el principal actor y obstáculo que empuja a la reestructuración, parece evidente señalar su incoherencia de intereses, ya que una vez fue beneficiario de una quita como aquella y ahora exige pagar”, opina Albertos.

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Aun así, ¿sería posible hacer con Grecia un pacto similar al de Alemania del 53? “Cuando los griegos sean alemanes”, asegura Struch, con ironía. “Después de la Segunda Guerra Mundial, en Alemania no quedaba piedra sobre piedra, era un pueblo con la moral y la conciencia nacional destruida, y sin embargo, ocho años después de la guerra, el país estaba razonablemente reconstruido. Tú puedes firmar un tratado así con un país así”, explica el profesor.

Illueca respalda la versión de Struch y asegura que desde los países del norte y los organismos internacionales “ha habido voluntad por disminuir la carga a Grecia, pero de nuevo vemos que no es suficiente y que necesitan reformas”.

Un pacto como el de 1953 no sería además posible porque el escenario actual es diferente. Los pagos pendientes de la deuda alemana “quedaron a las puertas de un periodo histórico en el que la inflación hacía más asumible la deuda, lo que hacía posible la reducción de la carga”, dice Fernández Albertos. “Este es el problema que tenemos ahora, que no hay inflación o es muy baja”, por tanto estamos ante “el escenario más hostil para deshacerse de la deuda”.

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