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OBITUARIO

Pelé, el ecologista que empezó limpiando zapatos y compartió aula con John Lennon

Pelé, en una imagen de archivo.

Rodrigo Errasti Mendiguren

El primer gol que recuerdo ver marcar a Pelé fue en una película, como la mayoría de los que nacimos a mediados de los 70 y que no llegamos a tiempo de verle jugar. Pero hay mucho Pelé después de la retirada de O Rei. Igual que lo hay antes del debut oficial. 

Edson Arantes do Nascimento es tan trascendente en la historia del fútbol que incluso da nombre a un tipo de gol que él no marcó, en 1970, durante el torneo en el que ganó su tercer Mundial. El gol de Pelé es un disparo desde medio campo nunca antes visto y que dejó con la boca abierta a los 52.897 presentes en el estadio Jalisco de Guadalajara. El tiro no llegó a entrar en la meta checoslovaca aquel 3 de junio de hace 52 años cuando ya era el mejor jugador del mundo. Otros sí lo han logrado, incluso David Villa lo hizo en el recordado Mundial de Sudáfrica ante Chile pero el copyright ya no se movió. 

De hecho, en Uruguay también recuerdan otra acción legendaria de ese mismo torneo que tampoco terminó sumándose a la cuenta de los más de 1.200 goles que anotó en su carrera. Y la considerada mejor parada de la historia de los mundiales es una del inglés Gordon Banks, a un cabezazo suyo. Tres goles muy recordados en México 1970… que nunca llegaron a marcarse. Lo de Pelé no fue sólo una cuestión de récords en los Mundiales —es el único que levantó tres y el más joven en ganar una— o de goles, por mucho que fuera capaz de marcar más de 60 al año. 

Decía su familia que era un iluminado para el deporte. De hecho, su padre le puso Edison en honor a Thomas Alva Edison porque el día que nació llegó la luz eléctrica en su barrio de Três Corações en Minas Gerais. Así figuraba en su partida de nacimiento, que tenía un error en el día: nació el 23 de octubre y no el 21. Y su apodo deportivo también llegó por un malentendido. En sus partidos callejeros asombraba a todos pese a ser muy joven… y eso que los mayores le colocaban de portero. Se esforzaba tanto bajo palos que le llaman Bilé, como un portero que jugaba con su padre João, Dondinho, en el Atlético Mineiro hasta que una grave lesión de rodilla le apartó del fútbol. La broma, y una dicción extraña de sus rivales, acabó derivando en Pelé, un mote de leyenda para un delantero que jugó cinco veces ya siendo profesional como guardameta. Cuatro con el Santos, cuando su compañero Gilmar fue expulsado y no había más cambios, y otra con la selección.  

Antes de poder dedicarse profesionalmente al fútbol, Pelé ayudó a la economía familiar —gestionada por su madre doña Celeste— trabajando como limpiador de zapatos y asistente en una gasolinera. Su familia vivía en la pobreza y solía recordar que muchas noches apenas cenaba un trozo de pan con medio plátano. Era un muy mal estudiante, castigado constantemente por una verborrea que su profesora trataba de combatir con bolas de papel en la boca. Solo la pelota le calmaba. Quería jugar vestido como los futbolistas de la época y para montar su primer equipo con sus amigos el plan pasó por vender un saco de cacahuetes robado a los que pasaban por la estación de tren de Baurú. Pudo comprar camisetas y pantalones, pero no les alcanzó para comprar botas, por lo que fueron bautizados como Los Sin Zapatos tras asombrar en las calles Sete de Setembre y Rubens Arruda. 

Su enorme talento (era habilidoso, rápido y fuerte) le llevó a debutar con 16 años en el Santos, marcando gol, y después ser convocado para el Mundial de 1958. Eso sí, al principio no jugaba porque tenía los pies planos. Ese era el argumento de su seleccionador pero su talento a los 17 años se acabó abriendo paso. Pelé siempre fue consciente de su dimensión mediática tras ser el primer futbolista que provocó una batalla de marketing entre las marcas deportivas de la familia Dassler (Adidas y Puma). Su figura fue enorme y ha sido inspiración para millones de personas también lejos del césped. 

Se implicó con la ONU en distintos proyectos de medio ambiente, ecología y deporte e incluso llegó a ser nombrado ministro extraordinario de Deportes por el Gobierno de Brasil entre 1994 y 1998. Hace unos meses pidió parar la barbarie en Ucrania a Vladimir Putin, al que había conocido en 2017, y consideraba a Lula “un amigo” pese a que reconoció no haberle votado. Los más jóvenes quizá le recuerdan anunciando remedios para la disfunción eréctil y es que Edson nunca tuvo vergüenza ante la cámara. Participó en diez películas (en 1972 interpretó en A Marcha a un hombre que trataba de liberarse de su condición de esclavo en São Paulo en 1887) y anunció café, videojuegos, motos, baterías, bocadillos, trajes, ropa de marca, bancos o una inmobiliaria con Xuxa, que luego fue su pareja. 

Esa habilidad para conectar con la gente la detectó Steve Ross, director de la Warner Bros, en 1975. Cinco años después de haber ganado su tercer Mundial, la Warner Bros le fichó para liderar un club recién creado en Nueva York: Cosmos. Cuatro millones y medio de dólares para extender el fútbol "en un país que aún no lo conoce”. La decisión provocó una crisis institucional en Brasil que hizo que tuviera que intervenir diplomáticamente Henry Kissinger, entonces secretario de Estado americano. Jugó dos años en Nueva York, donde estudió inglés en la escuela Berlitz coincidiendo a diario con John Lennon, que estudiaba japonés para alegría de Yoko Ono, antes de colgar las botas en un partido homenaje entre el Cosmos y el Santos que contó con personajes ilustres en el campo como Muhammad Ali, al que se abrazó entre lágrimas. 

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Pelé se convirtió en un icono mediático —hasta editó un disco como cantante en 2006 después haber hecho duetos con Elis Regina en los 60— al punto que en 1981 fue la estrella de una de las películas de Hollywood preferidas por los amantes del fútbol: Evasión o victoria. John Huston contó con un reparto conocido (Sylvester Stallone, Michael Caine o Max von Sydow) junto a los futbolistas Bobby Moore, Osvaldo Ardiles y el propio Pelé para recrear (de modo edulcorado) el Partido de la Muerte. Un duelo futbolístico en plena Segunda Guerra Mundial de 1941 entre prisioneros aliados y soldados alemanes, aunque el real disputado en Ucrania no terminó de modo tan feliz. 

La chilena del brasileño Luis, al que interpretaba Pelé, con la que los aliados logran un empate agónico a cuatro goles, y que Houston le mandó repetir decenas de veces hasta que el brasileño terminó con dolores en las costillas, está marcada en la cabeza de todos los que alguna vez han visto este clásico cinematográfico. 

Ese gol de O Rei, que jugaba lesionado en la película, sí que entró. Al menos en el corazón de toda una generación que nunca le vio jugar en directo. Pelé se va poco después de terminar un Mundial, el torneo donde reinó más que nadie.

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