SCAM EMPIRE | EL IMPERIO DEL FRAUDE

OCCRP

Marcel Deschamps estaba desesperado. Empleado en una fábrica canadiense, llevaba meses acosado por una sucesión de estafadores que se habían ganado su confianza y convencido para que invirtiera grandes sumas de dinero en criptoactivos falsos, pero nunca le dejaron retirar ni un céntimo. Como resultado, apenas le quedaba dinero para comprar comida para su gato ni casi para él. Entonces, la última estafadora que le había contactado, se hacía llamar Mary Roberts y se presentaba como una profesional experta en criptoactivos, volvió a telefonearle.

Marcel ya se había dado cuenta de que ella también le estaba estafando, por lo que amenazó con denunciarla a la policía canadiense. Ella soltó una carcajada. “Eres tan ridículo”, cacareó en un inglés con mucho acento. “Eres tan estúpido. Aunque llames a la policía de Canadá, a la de Quebec, a la de Alberta, a la de Calgary, a la de Ontario o a la de todo el mundo, nunca encontrarás mi verdadero pasaporte. Eres un puto imbécil”.

Mary tenía razón en que sería difícil localizarla: era una profesional. La joven, de 26 años, trabajaba en un centro de llamadas de Tiflis (Georgia), uno de los destapados en Scam Empire. Siguiendo el protocolo, había tomado precauciones para ocultar sus huellas al tratar con Marcel. Las fotografías personales que había compartido con él eran falsas. La imagen del pasaporte que le había enviado era falsa. El nombre Mary Roberts era falso.

Pero ahora, tras una investigación de seis meses sobre la industria de las ciberestafas de inversiones, basada en una extraordinaria filtración de 1,1 terabytes de datos del call-center de Tiflis, OCCRP ha identificado a Mary y a muchos de sus colegas.

Scam Empire es una investigación del consorcio OCCRP, al que pertenece infoLibre, junto con la televisión pública sueca SVT y otros 30 medios de comunicación. Basándose en 1,9 terabytes de datos filtrados obtenidos por SVT, los periodistas han puesto al descubierto dos redes con call-centers en Israel, Europa del Este y Georgia, cuyos empleados indujeron al menos a 32.000 personas de todo el mundo a hacer “inversiones” por al menos 275 millones de dólares –265 millones de euros–.

Todos utilizan seudónimos anodinos –entre los compañeros de Mary figuran Anthony Adams, Alexander Richards y Carl Green– y recurren a toda una serie de documentos falsificados para hacerse pasar por asesores financieros británicos, franceses o españoles. Pero entre bastidores, todos ellos son jóvenes georgianos con estudios universitarios, políglotas, con ganas de ascender y sedientos de dinero.

Desde sus discretas oficinas en el centro de Tiflis, este grupo de 85 estafadores y su personal de apoyo ingresaron 35,3 millones de dólares –33 millones de euros– procedentes de más de 6.100 clientes de todo el mundo entre mayo de 2022 y febrero de 2025, según sus propias hojas de cálculo internas, utilizadas para hacer un seguimiento de los fondos recibidos y los gastos de oficina.

Se autodenominaban abiertamente “estafadores” (skameri en georgiano) y publicaban en las redes sociales sus lujosas vacaciones y carísimas compras. Unos meses después de su airado enfrentamiento con Marcel, Mary se fue de vacaciones a una isla griega. Otra skamer de primer nivel llegó a su boda en helicóptero, lo que abrió todo tipo de especulaciones en las redes sociales georgianas. “¿Qué boda millonaria es ésta?”, preguntaba un comentarista.

Pero estas exhibiciones públicas de riqueza fueron también su perdición. OCCRP y sus colaboradores en Georgia, Studio Monitori, iFact y GMC, lograron identificar a los skameri relacionando sus conversaciones entre bastidores –especialmente las referencias a vacaciones, coches y a sus cónyuges– con el contenido que publicaban en internet. Al final, incluso encontraron el verdadero pasaporte de Mary: lo había publicado en Instagram.

Mary Roberts es, en realidad, Mariam Charchian y tiene 26 años. Publicó esta imagen en su Instagram Stories cuando estaba a punto de subir a un avión. Se puede ver su nombre en un billete de avión asomando por su pasaporte.

Los periodistas no sólo han averiguado sus nombres. También han podido echar un vistazo al interior de su organización y escuchar grabaciones de las llamadas telefónicas con las que intentaban sacar a sus clientes todo el dinero que podían, desde Canadá hasta Estonia, desde España hasta Noruega. Además, los periodistas han visto cómo celebraban cada transferencia que hacían sus víctimas, derrochaban en compras caras y se animaban mutuamente a aplicar tácticas cada vez más duras para exprimir a sus clientes y robarles aún más dinero.

En muchos aspectos, se parecen a los jóvenes trabajadores de cualquier empresa tecnológica. El centro de llamadas de Tiflis es como cualquier otra oficina moderna, con paredes de ladrillo visto y decoraciones cromadas. Lo gestiona una compañía llamada AK Group, registrada como empresa de telemarketing y propiedad de Meri Shotadze, una georgiana aparentemente corriente de 36 años.

Los teleoperadores suelen quejarse de su horario y de sus jefes. Reciben evaluaciones detalladas de su rendimiento y se les clasifica en función del volumen de ventas que hacen, con una lista online que registra quién tiene más éxito. Los mejores pueden ganar más de 20.000 dólares al mes y competir por premios como iPhones y BMW.

Pero en ese cuadro se deslizan detalles mucho más inquietantes. Las evaluaciones de rendimiento de los trabajadores se basan en lo bien que mienten. Cuando son reprendidos por sus supervisores, es porque no han acosado a sus clientes con la suficiente agresividad: “Este cliente se ha dado cuenta de que es una estafa. No te vayas hoy sin llamarle. Llama y consigue el dinero”.

Y, en sus conversaciones internas, hay un claro reconocimiento de que están destrozando vidas.

“Levantaos, presionad a vuestros clientes y haced que fluya el dinero”

Como la mayoría de los oficinistas jóvenes de hoy en día, los empleados de AK Group mantienen un flujo constante de conversaciones en chats privados mientras trabajan. En grupos de Telegram con nombres como Back Office y AK-ers, intercambian GIF animados de famosos de Hollywood, memes locales y, de vez en cuando, fotos de mujeres con poca ropa. Hablan de lo que van a comer. O se quejan del trabajo.

Emma: Vamos a hacer un descanso a las cuatro, tengo mucha hambre.

Sasha: Tres personas de nuestro equipo se van a tomar un descanso a las cuatro.

Emma: Uhh!

Sasha: ¡Es el destino del estafador!

Emma: ¡Mierda de vida!

Además, celebran las “ventas” con imágenes de champán estallando o copas chocando. También es popular el GIF a cámara lenta de Leonardo DiCaprio aplaudiendo en El lobo de Wall Street.

Y, a veces, se saltan las normas. A pesar de las estrictas instrucciones de referirse a los demás sólo por sus nombres falsos, los estafadores más entusiastas cometen algún desliz de vez en cuando y utilizan los nombres reales de los demás mientras hacen el tonto en internet. “¡Nos van a detener!”, dice uno medio en broma, después de compartir una fotografía suya con dos colegas.

Mary Roberts chatea con los demás, pero es muy prudente. Se abstiene de compartir información sobre su vida y borra los mensajes personales casi tan pronto como los envía. De hecho, su afición a borrar mensajes parece ser una broma de oficina: “¡Mary, no borres esto o te pego!”, la amenazó un colega tras enviarle un GIF de la película Spiderman. Cuando alguien sube la foto de una mujer desnuda en un chat, Mary responde con el emoji del beso: “Espero que esto nunca ocurra en el lugar de trabajo de mi marido”.

En la oficina, su estatus es la de alumna favorita del profesor. No sólo cumple las normas, sino que además, durante muchos meses, fue una de las estrellas del mejor equipo de AK Group, el equipo Koen.

Este grupo, que reunía a siete de los mejores agentes del centro de llamadas, lo dirigía Kseniya Koen, el seudónimo de una muy motivada mujer especializada en el trato con clientes de habla rusa. Koen, o KK, como muchos la llamaban, era una jefa exigente: “Antes de que acabe el mes, tenemos que procesar 30.000 al día. Hasta que no alcancemos los 30.000 diarios, sabed que no saldré de la oficina. Hay siete agentes de ventas de primer nivel dedicados a esta tarea: 30.000 al día no debería ser un problema para vosotros. No repitamos la misma conversación una y otra vez. Presionad a vuestros clientes y conseguid esas ventas. Levantaos, presionad a vuestros clientes, y hacede que fluya el dinero. Si no, tendré que intervenir”·.

Los chats filtrados revelan que Koen imponía normas a otros equipos del centro de llamadas. En una conversación el año pasado, reprendió a un colega llamado Fabio Bravo, que dirigía un grupo de agentes de habla alemana, por no dedicar suficiente tiempo a llamar a clientes.

–“Tus agentes no deberían dedicar menos de cuatro horas a hablar. Controla esto, por favor”.

–¿Cuatro horas?

–Deberían tener un mínimo de tres horas.

–Está bien. Cuatro horas es ridículo. De acuerdo.

–¿Cuántas horas de trabajo tenemos?

–Entiendo que son ocho, pero no me pidas un imposible.... Tú no hablas con alemanes todos los días. Créeme, es imposible.

–Por nueve horas, la empresa paga un sueldo fijo que engloba las llamadas y, además, si el agente tramita algo, cobra una prima. Es así, ¿no? Si un agente se sienta a hablar durante una hora, ¿crees que alguien me dará una palmadita en el hombro y me dirá: “Buen trabajo, Koen. Tus agentes trabajan bien”? ¿De verdad crees que es así?

–Entendido, Koen.

En cambio, Koen tenía debilidad por Mary Roberts, que a menudo encabezaba la clasificación diaria del centro de llamadas.

En febrero de 2024, el equipo Koen tenía la tarea de recaudar 420.000 dólares al mes, y cada agente tenía asignado su propio objetivo personal. El de Mary era uno de los más altos: 80.000 dólares. “Sabes, cuento contigo este mes”, envió Koen un mensaje de texto a Mary entonces, después de comprobar una hoja de cálculo de objetivos de ventas que mostraba que el equipo tenía mucho camino por recorrer. Mary respondió con un gran corazón rojo, como diciendo: “Es cosa mía”.

Cómo se organizaba el ‘call-center’

Scam Empire muestra que los agentes de los centros de llamadas suelen dividirse en dos grandes grupos. Así es también como está organizado AK Group. Un equipo de “conversión” se ocupa de los objetivos justo después de que hayan sido captados por los estafadores al hacer clic en un anuncio. Normalmente se trata de recién contratados que acaban de aprender el arte de la estafa, y prometen pasar al nuevo cliente a un bróker experimentado que le “ayudará” a ganar dinero.

Estos estafadores más veteranos forman parte del equipo de “retención” y se dedican a sacar el máximo dinero posible a los clientes. En “retención”, los subequipos se especializan en zonas geográficas, cada uno con un objetivo de ventas diferente, dependiendo de lo lucrativo que sea el mercado. Cada equipo tiene un jefe y varios agentes, que son los que hacen las llamadas.

En AK Group, hay pequeños equipos de “retención” dedicados a hablantes de alemán, español, ruso y árabe, así como tres equipos distintos de habla inglesa, que suelen ser los que más dinero aportan, según las hojas de cálculo que muestran clientes e ingresos. El año pasado, el servicio de atención telefónica en inglés ganó más de 15,6 millones de dólares –14,4 millones de euros–.

Al contrario que en su lugar de trabajo, la cara que Mary presentaba a sus clientes era emocional, cercana, y exigente. Solía describirse a sí misma como madre soltera con una hija pequeña llamada Alice. A veces tenía que mantener a sus padres ancianos. Otras, era una emigrante polaca en el Reino Unido que se había abierto camino en el mundo de las finanzas a base de coraje y determinación.

También parecía guapa. En sus primeros intercambios, solía buscar una excusa para enviar una fotografía de su supuesto aspecto: una mujer impresionante de piel aceitunada y ojos

verdes. Los periodistas de OCCRP rastrearon la imagen hasta la página de Instagram de una modelo ucraniana. Resultó que Mary tenía una carpeta entera de fotos de esa mujer guardadas en su ordenador del trabajo.

Cuando sus objetivos le respondían, era rápida y pródiga en cumplidos. “Qué guapo eres”, le dijo a uno. “No pareces tener más de 40”, piropeó a otro.

Mary se puso en contacto por primera vez con Marcel, el trabajador canadiense, en febrero del año pasado, el mismo mes en que se le encargó a ella sola recaudar 80.000 dólares. Para entonces, varios estafadores del centro de Tiflis ya habían llamado a Marcel, de 59 años, que vive en la pequeña comunidad rural de Alexandria, a unos 100 kilómetros al este de Ottawa, la capital de Canadá.

Una, que se hacía llamar Veronika Nowak, le había convencido para que hiciera una pequeña inversión a través de una plataforma falsa llamada Golden Currencies. “Está muy interesado y motivado... quiere hacer inversiones para el futuro”, escribió Veronika en una nota interna después de hablar con él. Veronika también anotó que Marcel ya había sido estafado antes, y que estaba teniendo problemas para recuperar los fondos que había perdido, que según dijo ascendían a unos 200.000 dólares canadienses –128.785 euros–.

La siguieron varios colegas más, entre ellos algunos que pretendían representar a Golden Currencies, y otros que decían pertenecer un organismo regulador británico que podía ayudarle a recuperar su dinero. Algo que nunca ocurrió. En lugar de eso, siguieron convenciéndole para que pagara más, si quería ecuperar sus fondos.

Finalmente, Mary se puso en contacto con él. Le dijo que era de Blockchain y que había encontrado sus 200.000 dólares perdidos. También encontró rápidamente una excusa para enviar a Marcel una imagen de la modelo ucraniana. Él compartió un selfie a cambio. “¡¡¡Pareces un adolescente!!!”, exclamó ella. Ese mismo día, Mary tecleó una nota en el programa informático que el centro de llamadas utilizaba para hacer un seguimiento de sus objetivos: “Ya ha empezado a quererme”.

Mary era “simpática, amable”, recuerda Marcel, y tenía todas las respuestas que él buscaba tras haber sido presa de estafas en el pasado. Él era escéptico sobre sus credenciales, pero ella le tranquilizó enviándole una copia escaneada de su pasaporte. Finalmente, le convenció de que, si le enviaba un poco más de dinero, podría ayudarle a desbloquear su criptomonedas perdidas.

“Confié en ella”, admitó más tarde. “Parecía muy convincente. Y me dijo que iba a recuperar mis fondos. O sea, me pedía dinero para liberar los fondos”.

Pero después de enviar unos 3.500 dólares canadienses y de que le pidiera más, se dio cuenta de que le habían estafado de nuevo. Cuando Mary volvió a llamarle, se enfrentó a ella, provocando el enfrentamiento en el que se burló de él diciéndole que nunca lo localizaría. “Me acabas de joder el crédito. No tengo ni un puto dólar para las próximas dos semanas. ¿Cómo coño voy a vivir? Podría suicidarme ahora mismo....”. le espetó Marcel a Mary en esa llamada. “Vale, adelante, suicídate”, le contestó ella. “Puedo timar a quien quiera y no es asunto tuyo, joder. Tu vida está arruinada. Y me alegro mucho, porque eres una persona espantosa”.

Dos meses después de aquella escalofriante conversación, Mary Roberts estaba preparando un viaje a Grecia. Habló de sus planes con otra agente, la misma Veronika Nowak que antes se había puesto en contacto con Marcel.

–Tengo que comprar los billetes a Grecia.

–Creo que ya no vamos a Mykonos.

–Tengo que adelgazar antes, si no, acabaré en un ataúd. No quiero trabajar más.

–No estás gorda. Yo también perderé peso, poco a poco.

–El dinero se me escapa de las manos tan rápidamente…

Mary no se sinceraba con mucha gente en el call-center, pero estaba claro que Veronika y ella eran algo más que compañeras. Hablaban a menudo de trabajo y se quejaban de sus jefes. La mayoría de las veces escribían en georgiano, pero entre ellas a veces añadían palabras en armenio. Y esa relación resultó ser la clave para desentrañar la verdadera identidad de Mary Roberts.

A diferencia de Mary, Veronika no era especialmente cuidadosa a la hora de ocultar su identidad: dejaba pequeñas migas de pan por todos los chats de grupo del centro de llamadas. En uno de ellos, mencionó que tenía 21 años y que había estudiado en Ozurgeti, una ciudad del extremo oeste de Georgia conocida por su producción de té negro. En otra ocasión, a un colega se le escapó que su verdadero apellido era Charchian.

Los periodistas empezaron a rastrear las redes sociales en busca de mujeres con este perfil. Rápidamente encontramos una candidata: Mariam Charchian, una mujer de Ozurgeti aficionada a publicar imágenes suyas con ropa de diseño en las principales ciudades de interés turístico de Europa. Pero su edad no encajaba: era mayor de 21 años. Entonceslos periodistas cayeron en la cuenta de que Mariam tenía una hermana menor, Veriko.

Cuanto más estudiaban sus conversaciones en el trabajo, más claro quedaba que Veronika y Mary no eran sólo colegas, sino hermanas. Eso significaba que la Mariam que habíamos encontrado inicialmente en internet no era otra que la propia Mary Roberts.

Veriko y Mariam, que ahora tienen 22 y 26 años, crecieron en una familia de etnia armenia en Ozurgeti. Sus perfiles en las redes sociales muestran que vivían modestamente hasta hace unos años. Cuando Mariam se anunció para buscar compañera de piso en 2018, compartió fotos de un apartamento escaso.

Pero hace unos dos años las hermanas empezaron a hacer ostentosas demostraciones de riqueza en internet, enseñando joyas caras como pulseras con incrustaciones de diamantes de Cartier y Van Cleef & Arpels.

Veriko celebró su 21º cumpleaños en Dubái y el 22º en París. Mariam suma viajes a Chipre, París, Grecia, Dubái y Milán. “Compras de ensueño, hecho”, publicó en Instagram mostrando la imagen de una caja que contenía una pulsera Cartier de 6.000 euros.

Y los viajes de Veriko encajaban a la perfección con lo que Veronika contaba a sus compañeros ellos. Cuando Veronika mencionaba un próximo viaje a Dubái, Veriko Charchian publicaba en Facebook imágenes suyas en el emirato. Cuando Veronika decía que iba a comprar billetes para volar a Grecia, Veriko Charchian posaba con ropa de diseño en Santorini y Mikonos.

Ni Mariam ni Veriko Charchian han respondido a los correos que OCCRP les ha enviado con preguntas sobre su trabajo en el centro de llamadas o su enriquecimiento.

“No puedo entender por qué alguien puede hacerle eso a alguien”, expuso Marcel Deschamps tras conocer las verdaderas identidades de Mariam y Veronika durante una entrevista con CBC/Radio-Canada en su casa de Ontario el mes pasado. Los periodistas enseñaron a Marcel algunas de las publicaciones en las redes sociales que mostraban a las mujeres viajando por el mundo. “Llevan una vida de lujo”, aseguró con gran pesar. “Y no escatiman nada.... gracia a mi dinero”.

Oficinas caras alquiladas por testaferros sin ingresos

Al igual que los propios estafadores, AK Group ha mantenido un perfil bajo. Desde fuera, es como si el centro de llamadas no existiera. No tiene página web y, aunque está registrada como empresa de telemarketing, no hace publicidad de su trabajo. No hay carteles en el exterior de su oficina principal en la calle Kavtaradze de Tiflis, ni de una oficina auxiliar que tiene en la calle Shartava.

Y estas direcciones no tienen ningún vínculo oficial con la empresa. En su lugar, ambas oficinas son alquiladas en su nombre por otras empresas propiedad de testaferros: un desplazado interno de la región separatista de Abjasia y su anciana suegra. Estas empresas también pagan las facturas de internet.

Las dos oficinas principales de AK Group en Tiflis están alquiladas por empresas propiedad de personas que parecen ser testaferros: uno es un desplazado interno de Abjasia, una empobrecida región secesionista que ha sido escenario de estallidos periódicos de violencia desde la caída de la Unión Soviética y ha sido ocupada por Rusia.

Este hombre, Zaza Izoria, ni siquiera tiene casa: su domicilio es un centro de acogida para desplazados internos en Zugdidi, una ciudad a cuatro horas al oeste de Tiflis. La empresa que alquila la oficina de la calle Kavtaradze, Za Traiding, también está registrada en este centro de acogida.

Izoria, que no respondió a los correos enviados por OCCRP, estaba en nómina de AK Group, del que recibió entre 400 y 800 dólares al mes desde 2023 hasta principios de este año, a pesar de que su empresa pagaba más de 20.000 dólares al mes por el espacio de oficinas de la empresa, según las facturas de la filtración.

Otra sucursal de AK Group opera en otro lugar de Tiflis, en la calle Shartava. El alquiler lo paga una empresa completamente distinta, propiedad de la suegra de Izoria, de 71 años, que también vive en Zugdidi y no tiene otros intereses comerciales ni propiedades.

Desenmascarando al “rey” y a la “reina” de AK Group

Después de que las facturas ayudaran a los periodistas a localizar las oficinas del centro de llamadas, un documento inesperado, encontrado en la filtración, ayudó a descubrir el nombre de la empresa que lo gestionaba: una carta de recomendación en la que se elogiaba el rendimiento de un empleado en AK Group. A pesar de haber tenido tanto cuidado en pasar inadvertido, AK Group había cometido un grave descuido: una empresa de fotografía que había utilizado en su fiesta de fin de año de 2023 colgó automáticamente todas las imágenes en internet, en forma de llamativos GIF animados.

Estas fotografías en movimiento fueron una mina de oro para los periodistas, ya que proporcionaron las pruebas definitivas que necesitaban para confirmar las identidades reales de otra docena de georgianos que trabajaban en el call-center, además del nombre del propio centro.

Los GIF animados muestran las luces rosas que iluminan el salón de baile de un hotel mientras los empleados, engalanados con diamantes y lentejuelas, posan para las fotos agarrados a botellas de whisky. Detrás de ellos, la imagen ondulante de un logotipo corporativo gigante se proyecta en una pantalla: “AK Group”, se lee.

GIF animado

Uno de los empleados es Meri Shotadze, de 36 años, que aparece contoneándose con un vestido de encaje negro en muchos de los GIF. Aunque los periodistas ya sabían que Shotadze figuraba como propietaria de AK Group en el Registro Mercantil de Georgia, verla riéndose y abrazando al personal de la empresa en una imagen tras otra dejaba claro que también estaba involucrada en la vida del propio centro de llamadas.

Posando junto a Shotadze en los GIF aparece Akaki Kevkhishvili, de 33 años, que no figura en ninguno de los papeles del call-center pero que, cada vez estaba más claro, dirigía la organización entre bastidores. Incluso parece haber prestado sus iniciales dar nombre a la empresa.

Los chats internos revelan que es Kevkhishvili quien decide los salarios de los trabajadores y sus ascensos. Los teleoperadores le llaman “jefe”. En los grupos de Telegram de la empresa, siempre utiliza la misma foto de perfil: un león con corona. También es quien mueve el dinero de las cuentas de AK Group. Según las hojas de cálculo financieras internas, que desvelan que retiró más de 130.000 dólares de febrero a mayo de 2024. Además, tiene un servicio de seguridad privada pagado por la empresa, según consta en las cuentas.

En la actualidad, Kevkhishvili conduce un flamante Range Rover y ha publicado imágenes en sus redes sociales al volante de un Rolls-Royce y un Lamborghini.

Pero, al igual que las hermanas Charchian, la riqueza de Kevkhishvili parece ser sólo de fechas recientes. En los registros no constan a su nombre ninguna propiedad, terreno o negocio sustancial en Georgia hasta 2024, cuando compró acciones en dos empresas, una que fabrica muebles y otra que comercia con frutos secos. Los miembros de su familia tampoco tenían propiedades ni negocios hasta hace poco.

Una nueva casa para la madre de AK

En pocos meses, la madre de Kevkhishvili, Mzevinar Kurtanidze, de 56 años, pagó más de 740.000 dólares por una casa de nueva construcción y un apartamento en Tiflis. Los periodistas no han encontrado ningún negocio o terreno de su propiedad que explique el origen de los fondos. En uno de los documentos de la compra, Kurtanidze también indicaba la dirección de correo electrónico de su hijo como información de contacto.

En sus publicaciones más antiguas en las redes sociales, Kevkhishvili aparece posando con armas de fuego y luciendo tatuajes de estrellas de ocho puntas en las rodillas, un símbolo del submundo criminal postsoviético.

Si Kevkhishvili es el rey de AK Group, Shotadze es la reina. En su cuenta de Telegram también aparece la imagen de una corona, y los periodistas han descubierto que es una persona cercana a Kevkhishvili.

Fuera del call-center, es su socia en la empresa de muebles de la que es copropietario. También es la dueña registrada de un Range Rover con una matrícula personalizada con las iniciales de Kevkhishvili, que los periodistas vieron aparcado frente a su casa en varias ocasiones. Su propio coche, un Toyota más modesto, tiene una matrícula personalizada que sugiere su identidad dentro del centro de llamadas: CO777EN.

Resulta que era Shotadze la que se ocultaba tras el seudónimo Kseniya Koen, la mujer que presionaba a los empleados del centro de llamadas a trabajar más horas y presionar más a sus clientes. Los chats internos dejan claro que, además de hacer cumplir las normas, Shotadze ayudaba a Kevkhishvili a gestionar el call-center, actuando como colchón entre él y su joven plantilla, a veces protestones. “Kaki es nuestro jefe. A veces discute con nosotros, a veces es muy amable, [pero] quiere a su equipo”, aseguró a una empleada que se había enfadado tras recibir una reprimenda.

No está claro si Shotadze y Kevkhishvili son las únicas personas que se lucran gracias a AK Group o si hay otras figuras que les respaldan. Ninguno de los dos ha respondido a las solicitudes de comentarios que les ha enviado OCCRP. Cuando los periodistas intentaron entrevistarse con Kevkhishvili en su domicilio, los guardias de seguridad les echaron.

Tras recibir preguntas de los periodistas, la Fiscalía georgiana asegura que está investigando a AK Group. “En caso de detectar cualquier actividad delictiva, responderá de acuerdo con la legislación georgiana”, indicó la acusación pública en un breve comunicado.

Los estafadores empiezan a cubrir sus huellas

Hasta hace unas semanas, los skameri de AK Group seguían disfrutando de la buena vida. Su fiesta de Nochevieja para celebrar la llegada de 2025 fue aún más extravagante que la del año anterior: costó 107.000 dólares, según sus propios registros internos. Contó con dos celebridades georgianas de renombre como presentadores y con un elaborado espectáculo de cabaret con bailarinas ataviadas con tocados brillantes y máscaras que se contorsionaban en el escenario y se descolgaban del techo. Al final de la noche, se sirvió una enorme tarta envuelta en oro y coronada con un diamante de azúcar hilado y las letras AK fundidas en chocolate.

Además, seguían con sus estafas. Mary Roberts robó 31.000 dólares a unas víctimas ancianas a principios de febrero, según los registros internos del call-center, mientras que su colega Alex Davis convenció a un canadiense de 78 años para que le enviara más de 50.000 dólares.

Pero el pasado 15 de febrero, OCCRP y sus socios solicitaron por correo electrónico a AK Group, Kevkhishvili, Shotadze y otras figuras relacionadas con el centro de llamadas sus comentarios sobre la investigación que habían llevado a cabo.

OCCRP no ha recibido aún respuesta de ninguno de ellos, pero casi inmediatamente después de enviar las preguntas, empezaron a desaparecer de internet pistas sobre su identidad. Meri Shotadze borró rápidamente una imagen suya con un reloj Rolex por el que los periodistas le habían preguntado por correo electrónico. Pocos días después, desactivó por completo su cuenta de Telegram.

Los días 24 y 25 de febrero Shotadze vendió dos apartamentos de su propiedad en Tiflis. También se deshizo de su matrícula CO777EN, según los registros oficiales de Georgia, lo que sugiere que pudo haber vendido también su coche.

Lana Vakhtangadze, también conocida como Lana Lehmans, la agente que había llegado a su boda en helicóptero, cerró su cuenta de Facebook. Lo mismo hizo Takhir Sultanovi, alias Barry Anderson, que el año pasado sustituyó a Shotadze al frente del equipo de “retención” del centro. El guardaespaldas de Kevkhishvili borró de su cuenta de Facebook imágenes en las que aparecía su jefe.

En cuanto a Mariam Charchian, Marcel pudo llamarla y enfrentarse a ella un día de mediados de febrero. Le preguntó si sus familiares sabían a qué se dedicaba y le recordó su nombre. “¿Marcel? No, no me acuerdo de ti”, respondió ella. “¿Eres Mariam Charchian? ¿O eres Mary Roberts?”, le preguntó. Ella colgó. Aun así, consiguió lo que esperaba: la sensación de que, por una vez, tenía ventaja sobre la estafadora.

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“Me siento muy bien”, confesó a los periodistas, mientras se relajaba en la cocina después de la llamada. “Soy un blando y no guardo rencor a nadie, pero... lo que me hizo a mí, sé que se lo está haciendo a todo el mundo. Espero que pare pronto”. “Es divertido estar al otro lado de la mesa por una vez”, concluyó.

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Con la colaboración de CBC/Radio-Canada 

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