El autócrata albanés Edi Rama se ha convertido en el mejor aliado de Occidente

El primer Ministro de Albania, Edi Rama, habla durante una conferencia de prensa con el Presidente de Ucrania, Zelensky, después de la "cumbre de paz" en Tirana, Albania.

Jean-Arnault Dérens, Laurent Geslin y Simon Rico (Mediapart)

Este miércoles 28 de febrero, Albania organizó una "cumbre de la paz" con el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, acogiendo al día siguiente una cumbre regional Balcanes-Unión Europea. Hace un par de semanas, el 15 de febrero, visitó Tirana el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, quien elogió la "importancia estratégica" de Albania y la "excelente cooperación" del pequeño país con Estados Unidos. ¿Cómo se ha convertido el régimen del primer ministro Edi Rama en el socio preferido de Occidente en la península balcánica, cuando en Albania no dejan de retroceder las libertades fundamentales? 

Edi Rama es muy grande, pero cuando posa con sus colegas jefes de Estado o de Gobierno en fotos oficiales, lo que destaca suelen ser sus pies. Porque si lleva traje, lo combina con zapatillas de deporte y corbatas excéntricas. Artista plástico de formación, el primer ministro albanés, que estudió en la Escuela de Bellas Artes de París, es experto en romper códigos, ya sea en lo que se refiere a su aspecto físico o a sus opciones políticas. Una imagen "transgresora" magníficamente descrita en la novela La ampliación, del escritor austriaco Robert Menasse.  

Edi Rama, procedente de la nomenklatura estalinista albanesa y alcalde de Tirana entre 2000 y 2011, mandó pintar con colores vivos los edificios comunistas del centro de la capital albanesa. Según él, el objetivo era que los habitantes de Tirana volvieran a sentirse "orgullosos" de su ciudad. Pero también se dice que ya estaba sacando su comisión por los muchos edificios nuevos que empezaban a construirse. Nombrado primer ministro en 2013, Rama comienza a gobernar Albania con mano cada vez más dura, y sabe cómo hacerse útil a sus socios extranjeros para evitar cualquier crítica a su deriva autoritaria. 

El 6 de noviembre de 2023, Rama llegó a un acuerdo con su homóloga italiana, Giorgia Meloni, para "reubicar" en suelo albanés a las personas que soliciten asilo en Italia mientras se examinan sus casos. Aunque este acuerdo se ha comparado con el suscrito entre el Reino Unido y Ruanda, se han tomado precauciones especiales para garantizar que no contravenga ni el derecho internacional ni las normas europeas de asilo. Sólo podrán ser llevadas a Albania las personas rescatadas en el mar que nunca hayan pisado suelo italiano. El campamento que los acoja también gozará de estatuto extraterritorial. 

Es este último punto, además, el que ha provocado las críticas de la oposición albanesa, por considerar que el acuerdo viola la Constitución al vender la soberanía de partes del territorio nacional a una potencia extranjera. Y no a cualquier potencia extranjera. Aunque Italia es el primer socio comercial de Albania (en 2022, Italia representaba casi dos tercios de las exportaciones albanesas a la Unión Europea), nadie en Tirana olvida que Mussolini invadió el país en abril de 1939. Para el publicista albanés Fatos Lubonja, la relación entre Roma y Tirana sigue siendo de naturaleza "neocolonial". 

En enero, sin embargo, el Tribunal Constitucional albanés rechazó las quejas de la oposición por un solo voto, allanando el camino a la ratificación definitiva del acuerdo. Giorgia Meloni espera ahora que Albania acoja a sus primeros solicitantes de asilo reubicados antes de las elecciones europeas de junio. 

Recuperar una buena imagen

Para justificar su decisión, Edi Rama había declarado que "no habría celebrado este acuerdo con cualquier otro Estado de la UE. Nuestra deuda con Italia está impagada, y si Italia llama, ahí está Albania". El primer ministro aseguró que no se pedirá ninguna compensación económica por la acogida de estos solicitantes de asilo, aparte de los costes de construcción y mantenimiento de las infraestructuras. Pero Rama no especificó cuál podría ser la naturaleza de esa "deuda", aunque muchos tienen en mente el exilio de decenas de miles de albaneses que huyeron del país cuando cayó el régimen comunista a principios de los años noventa. 

Albania ya acoge a mucha gente. Unos meses antes de que Rama llegara al poder, su predecesor, Sali Berisha, ya había firmado un acuerdo con Estados Unidos, cuyos términos nunca se han hecho públicos, que preveía el traslado de 230 muyahidines del pueblo iraníes, opositores al régimen de Teherán refugiados entonces en Irak. Edi Rama se apresuró a ampliar el perímetro, y ahora son ya 3.000 los combatientes que se encuentran en el campo cerrado de Ashraf 3, a las afueras de Tirana, donde se ha reconstituido una pequeña sociedad totalmente cerrada. 

A finales de agosto de 2021, tras la caída de Kabul, Albania, al igual que sus vecinos de Kosovo y de Macedonia del Norte, también recibió a excolaboradores afganos de las fuerzas internacionales, que habían sido evacuados en medio de una total confusión. También ellos sólo debían quedarse mientras se examinaban sus solicitudes de visado para Estados Unidos o un tercer país. Muchos consiguieron ese preciado salvoconducto, probablemente no todos, porque no se dispone de información sobre la suerte de los que fueron rechazados. 

La cuestión parece ser mucho más política que económica. En efecto, el primer ministro albanés está acusado por sus adversarios de tener estrechos vínculos con el crimen organizado y querría recuperar una buena imagen, sobre todo al otro lado del Adriático. Poco después de su llegada al poder, la justicia italiana ya daba la voz de alarma sobre la intensificación de la producción de cannabis en Albania y su exportación masiva a Italia.  

Desde entonces, algunos allegados de Edi Rama han sido objeto de investigación judicial, empezando por su exministro del Interior, Saimir Tahiri, acusado de tráfico internacional de drogas y condenado a tres años de prisión en febrero de 2022. El país es también un punto de paso privilegiado para las redes de tráfico de residuos, controladas sobre todo por la Camorra napolitana. Para hacer frente a las persistentes sospechas de los fiscales italianos antimafia, Rama sabe que nada es más importante que mantener una sólida amistad con Roma. Por eso, desde que dirige Albania, se ha empeñado en mostrar su cercanía con los jefes del gobierno italiano. 

El arte de hacerse útil

Aumentando su oferta de servicios, Edi Rama también quiere demostrar que su país sabe asumir sus "responsabilidades" y que merece entrar en la UE lo antes posible. Los países occidentales, obsesionados por cómo Moscú utiliza su influencia en Serbia y en la República Srpska (la entidad serbia de Bosnia-Herzegovina) para desestabilizar los Balcanes, apoyan sin fisuras a Edi Rama. Hay que decir que el dirigente albanés sabe dorarles la píldora, pues no cesa de afirmar que su país es "el Estado más proeuropeo y proamericano" de la región.  

Es más, Tirana está totalmente alineada con la política exterior occidental en la guerra de Ucrania y Oriente Próximo. A pesar de tener una población mayoritariamente musulmana, Albania reivindica su pleno apoyo a Israel, en detrimento de Palestina.  

Por todas esas razones, los socios occidentales de Albania están dispuestos a pasar por alto las “pequeñas” desviaciones de su régimen respecto al Estado de derecho. En los últimos años, por ejemplo, la reforma de la justicia solicitada por la Unión Europea se ha desviado de sus objetivos: el proceso de verificación de la integridad de los magistrados ha servido en realidad para destituir a todos aquellos presuntamente próximos a la oposición. 

El país también ha caído en picado en la clasificación anual de la libertad de prensa de Reporteros sin Fronteras (RSF). Esto enfadó a Edi Rama en 2022, cuando denunció las "mentiras" de RSF. La asombrosa burbuja inmobiliaria que se ha creado en Tirana ya apenas se nota, a pesar de que la sociedad civil advierte de que este incomprensible bum de la construcción se utiliza principalmente para blanquear dinero de la droga. 

En septiembre de 2023, Macron realizó la primera visita de Estado de un presidente francés a Albania, en un momento en que el comercio entre ambos países es prácticamente inexistente. Sin embargo, el viaje brindó la oportunidad de firmar un acuerdo con Voltalia, propiedad de la familia Mulliez, que está desarrollando una planta fotovoltaica en el sur del país, anunciada como la mayor de los Balcanes. El único inconveniente de este proyecto es que linda con la laguna de Karavasta, una zona natural frágil y protegida. 

Durante su reciente visita a Tirana, el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, "omitió" reunirse con ningún representante de la oposición. "Antony Blinken vino como amigo de Albania, pero desgraciadamente no realmente como amigo del pluralismo político en nuestro país", dice Genc Pollo, exministro y estrecho consejero de Sali Berisha, el hombre fuerte de la derecha albanesa. 

Conocido por su atlantismo, Berisha, expresidente y luego jefe de gobierno, estuvo en la lista negra del Tesoro americano por sospechas de corrupción. Hoy, este casi octogenario se encuentra bajo arresto domiciliario tras perder su inmunidad parlamentaria. 

La oposición denuncia que se trata de un ajuste de cuentas político, insistiendo en el papel desempeñado por el exjefe de contraespionaje de la oficina del FBI en Nueva York, Charles McGonigal, en un escándalo que estalló a principios de 2023. Además de presuntos vínculos con el oligarca ruso Oleg Deripaska, este agente americano de alto rango habría recibido 225.000 dólares de un exoficial de inteligencia albanés, pocas semanas después de reunirse con Edi Rama en 2017. A cambio, Charles McGonigal habría informado al Departamento de Justicia de Estados Unidos de la necesidad de abrir una investigación contra un ciudadano americano registrado como lobista para el partido de Sali Berisha. 

"Doble rasero occidental”

Fatos Lubonja denuncia "el doble rasero de Estados Unidos y de los países occidentales en general". Sin embargo, este intelectual independiente no cree que estos acontecimientos pongan en tela de juicio el americanismo dominante en la sociedad albanesa. "En Albania no está surgiendo ninguna crítica a la política estadounidense. A la oposición de derechas le gustaría creer en un simple "error" de la administración americana. Sali Berisha seguramente sueña con el regreso de Donald Trump al poder, pero no debería engañarse demasiado. En 2016, antes de la llegada de Trump, Edi Rama decía que la victoria del candidato republicano sería una "amenaza para el mundo", pero en cuanto fue elegido, le intentó seducir. 

El astuto primer ministro albanés es muy consciente de que no debe poner todos los huevos en la misma cesta. Tras recibir a Antony Blinken, se fue a Ankara a ver a su amigo Erdoğan: los dos hombres mantienen una relación muy estrecha, con numerosos encuentros privados y familiares. Esta relación especial se ha visto en particular con la implacable caza de los gülenistas (por Fethullah Gülen, teólogo turco, acusado de desestabilizar el país, actualmente exiliado en EEUU, ndt), tras el fallido golpe de Estado en Turquía en 2016. Tirana es además la única ciudad de Europa que ha erigido un monumento por las víctimas de esa intentona golpista. El 20 de febrero, en paralelo a la visita de Edi Rama a Ankara, la televisión pública albanesa firmó una asociación estratégica con la TRT turca, la principal cadena de propaganda del régimen erdoğanista. 

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Frente a sus socios occidentales, Rama no tiene problema alguno para imponer el relato que le conviene. A diferencia del presidente serbio Aleksandar Vučić, que sigue tentado por un acercamiento a Moscú, y del demasiado turbulento primer ministro kosovar Albin Kurti, Rama es el "hombre de la estabilidad" en los Balcanes, el amigo con el que siempre se puede contar. Eso bien vale unos cuantos arreglos respecto a los principios democráticos.

 

 Traducción de Miguel López

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