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'Baroye', el himno que galvaniza a la juventud de Irán contra el régimen de los ayatolás

Nika Shakarami, de 17 años, fue golpeada hasta la muerte por las fuerzas de seguridad iraníes.

Jean-Pierre Perrin (Mediapart)

La canción, que comenzó en Teherán, se ha extendido en pocos días por todo Irán, llegando a las manifestaciones y a las redes sociales, donde muchas jóvenes sin velo la han hecho suya. Incluso se escuchó el domingo en París durante la manifestación iraní contra la República Islámica. Llamada sobriamente Baroye, que significa Para, esta canción convertida en himno a la revuelta le costó a su autor, el joven cantante y compositor Shervin Hajipour, la detención inmediata el 29 de septiembre. Según un fiscal local, quedó en libertad bajo fianza el martes 4 de octubre.

La fuerza de esta canción, acompañada por una orquestación melancólica y un piano de colores muy oscuros, es que toma prestados textos de los tuits de los internautas iraníes que dan testimonio de su rabia así como de sus dificultades para vivir a diario. A partir de ahí, aparece como espejo de las esperanzas y los temores de toda una juventud a la que ayuda a enardecer. 

Para el experto en Irán Karim Sadjapour, de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, "la mejor manera de entender el levantamiento iraní no es un libro o un ensayo, sino la canción de dos minutos de Shervin Hajipour, que, antes de ser detenido, ya había conseguido más de 40 millones de visitas en 48 horas.”  Los vídeos muestran a los estudiantes cantando la canción de protesta incluso en la ciudad santa de Qom, el corazón de la República Islámica.

Con palabras de uso corriente, Shervin Hajipour habla del "miedo a besarse delante de extraños", del deseo de "bailar en la calle", de la "economía corrupta", de la "vergüenza de la pobreza" y de la situación de "los que perecen en los barrios de chabolas", de la necesidad de librarse de un "sistema insano y de las mentes sucias", de la "obligación de creer en su paraíso" y de las "consignas de odio que se enseñan en las escuelas".

Como una señal de que la preocupación ecológica también está muy presente en el actual levantamiento, el cantante menciona también el aire irrespirable debido a la contaminación, los árboles amenazados de la gran avenida Vali Asr de Teherán e incluso los guepardos en peligro de extinción.

También menciona a "los niños afganos que huyeron", a "la niña que quería ser un niño" (solo para no tener que llevar pañuelo), a "los somníferos y antidepresivos" e incluso a "los perros inocentes que están siendo masacrados" (la policía los persigue por las calles de Teherán por la noche y luego les dispara).

El himno termina con los dos lemas más emblemáticos de la revuelta: "mujer, vida y libertad" y "hombre, patria y prosperidad".  

Lo que está pasando es realmente una mierda, apesta en todas partes, apesta como nunca antes"

Afsaneh* — Residente en Teherán

"Escuchamos esta canción en todas partes, y cada vez que la oímos es difícil que no se nos salten las lágrimas. Dice mucho de lo que sentimos", dice Afsaneh*, una teherana de 59 años que, aunque sigue y observa las manifestaciones en la capital iraní, tiene cuidado de no acercarse demasiado.

"Participé en las manifestaciones por la caída del Sha en 1978, y en las de la Revolución Verde [el gran movimiento de protesta de 2010 que siguió a la reelección amañada de Mahmud Ahmadineyad], pero esta vez, como madre, no puedo permitirme meterme en problemas", explica. Porque esto es una mierda, realmente apesta, apesta en todas partes, apesta como nunca antes. No sólo en la calle, sino también en las redes sociales en cuanto se publica en Twitter o en Instagram. Es imposible que los fotógrafos de prensa puedan trabajar así. La policía los detendría inmediatamente y los manifestantes, temiendo que sean espías, tampoco lo permitirían.”

"Pero puedo atestiguar que hay manifestaciones todas las noches, no sólo en las universidades, sino en toda la ciudad, en el centro, en los barrios pobres del sur y en los acomodados del norte", insiste. “La gran diferencia con los levantamientos anteriores", añade, "es que no se oye ni una sola consigna religiosa. Ni un solo ‘Allah'u Akbar’, como ocurrió en 2010. Pero nada de insultos contra la religión, salvo algunas excepciones. Esta vez, a diferencia de la ‘revolución verde’, se ha alcanzado el punto de ruptura entre la población y el régimen.”

Lo que también observó fue que la radicalidad cada vez más visible de la represión se corresponde con la protesta cada vez más exacerbada: "Ahora, cuando conduzco por Teherán, ya no veo conductoras llevando el hijab suelto o muy al revés, como solían hacer. O bien no lo llevan o lo llevan muy atado al cuello. Todavía lo llevo bastante suelto como antes [como forma de mostrar cierta neutralidad].”

También circulan mucho por las redes sociales desde hace días las fotos de los cuatro miembros de la policía de la moral implicados en la paliza a Mahsa Amini, cuya muerte unos días después, el 16 de septiembre, desencadenó la actual revuelta. No hay ningún título bajo las imágenes, pero se consideran llamadas a la venganza. Las consignas que gritan muchos de los manifestantes no son ambiguas: "Mataré a los que mataron a mi hermana.” Otros dicen: "Este es el año de la sangre, Seyed Ali [Jamenei] será derrocado". 

"La situación se ha vuelto realmente peligrosa porque, entre los manifestantes, hay por supuesto hijos de papá, pero también gente que tiene hambre y, por tanto, nada que perder", confirma Reza*, un rico empresario que vive entre Teherán y París y que, aunque no es en absoluto religioso, apoya totalmente al régimen en el que ve un baluarte contra el desorden. Este hombre, que al principio minimizó la protesta, ahora está preocupado por su alcance y por el giro de los acontecimientos.

El domingo por la noche, un ataque especialmente violento contra la Universidad Sharif, la más importante de Irán sobre tecnología y ciencia, demostró la escalada de la represión. Decenas de policías aporrearon a los estudiantes desde sus motos y les dispararon bolas de acero con pistolas de paintball, iniciando una auténtica cacería humana en el campus que se saldó con decenas de detenciones y numerosos heridos. Desde entonces, se han suspendido las clases.

En un discurso pronunciado el lunes, el líder supremo, ayatolá Alí Jamenei, rompiendo su silencio desde el inicio de las revueltas hace tres semanas, acusó a Estados Unidos, al "régimen sionista usurpador" (Israel) y a "sus agentes a sueldo" de haber fomentado el movimiento de protesta.

"La muerte de esta joven nos entristece, pero que algunos, sin investigación y sin nada probado, hagan peligrosas las calles, quemen el Corán, las mezquitas y los coches y quiten el pañuelo a las mujeres con velo, no es una reacción normal", añadió, proclamando su apoyo a las fuerzas de seguridad, una forma de indicar que la represión no sólo continuará sino que se intensificará. "El poder judicial debe juzgar y condenar a los autores de los disturbios en función de su participación en el sabotaje", añadió.

Al menos 154 muertos en 20 días

Estas amenazas no han impedido que el movimiento se extienda de las universidades a los institutos. En Karaj, una ciudad dormitorio al oeste de Teherán, un vídeo muestra a chicas muy jóvenes quitándose el velo y ahuyentando sin miramientos a un funcionario del Ministerio de Educación que intentaba razonar con ellas, una escena antes inimaginable en Irán. 

En otros lugares, tiran piedras a los retratos de los líderes iraníes en las aulas y les hacen una peineta.

Pero es probable que el coste de la revuelta sea terrible. Según la ONG Iran Human Rights, hasta el 4 de octubre el número de muertos ya había alcanzado los 154. Además, se han producido miles de detenciones y un número desconocido de desapariciones forzadas. Por ejemplo, no hay noticias de la socióloga Morvarid Ayaz, investigadora de la Universidad de la Sorbona de París y madre de una niña de 5 años, desde que fue detenida hace más de quince días.

Según diversos testimonios, muchas personas han sido llevadas al terrorífico centro de detención de Kahrizak, cerca del aeropuerto Imam Jomeini de Teherán, donde se practicaron de forma generalizada torturas e incluso violaciones durante la represión de la "revolución verde" de 2010.

Los padres de Nika Shakarami encontraron el cuerpo de su hija, que estaba a punto de cumplir 17 años, en una tumba sin nombre de un cementerio cercano. La habían estado buscando por todo Teherán durante los últimos diez días, con la ayuda de algunos periodistas. Su cara, según su testimonio en las redes sociales, estaba completamente desfigurada. "Su familia quiere saber qué golpe o enfermedad provocó que la sangre saliera de su oreja y le dejara marcas en el cuello", declaró el abogado de la familia, Saleh Nikbakht, al diario reformista Etemad. 

A los padres de la joven se les ha prohibido incluso organizar el funeral de su hija –aunque parece que así todo se ha hecho en Khoramabad, al oeste de Teherán– porque el régimen teme sin duda que fuera una ocasión para nuevas manifestaciones.

En cuanto a los dos periodistas, Niloufar Hamedi y Elaheh Mohammadi, que participaron en la cobertura mediática de la desaparición de Nika Shakarami, también han sido detenidos.

  

Caja negra

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* Los nombres de los entrevistados han sido cambiados.

  

Traducción de Miguel López

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