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Bernie, el socialista septuagenario que pretende conquistar la Casa Blanca

El socialista Bernie Sanders.

Las insignias y las camisetas “Bernie 2020” les proporcionan pingües beneficios a los vendedores ambulantes. Desde la costa hasta el medio oeste, se pueden encontrar en todas partes al término de los mítines que el senador por Vermont, un Estado rural de la costa este, sigue dando desde que Trump llegó a la Casa Blanca.

En los próximos meses, se las van a quitar de las manos: Bernard Sanders, de 77 años, el candidato derrotado en las primarias demócratas de 2016, frente a Hillary Clinton, convertido en ícono de la izquierda estadounidense, anunciaba el pasado 19 de febrero en la CBS su candidatura a las elecciones presidenciales de noviembre de 2020.

“¿La diferencia con la última vez?”, le preguntaba el presentador John Dickerson. “Vamos a ganar”, respondía Sanders.

Su candidatura es todo menos una sorpresa. Su entorno hace meses que preparaba el terreno. Desde las elecciones de mitad de mandato, en las que los demócratas recuperaron una de las dos cámaras del Congreso, Bernie Sanders había dicho que se lo estaba planteando. “Si alguien parece estar en condiciones de hacer un mejor trabajo que yo, moveré el culo para que resulte elegido”, dijo a finales de noviembre de 2018. “Si resulta que soy el mejor candidato para vencer a Donald Trump, entonces probablemente seré candidato”. El 12 de enero, People for Bernie, una de sus plataformas de fans más activas, organizó una gran jornada de movilización.

“Vamos a poner en marcha, en una iniciativa inédita, un movimiento para iniciar la transformación económica y política del país”, prometió Sanders. El septuagenario añade su nombre a  la decena de personalidades que se postulan a las primarias del Partido Demócrata, de cara a las elecciones presidenciales de noviembre de 2020 y que rivalizarán con Donald Trump.

La senadora socialdemócrata por Massachusetts Elizabeth Warren, que rechazó presentarse la última vez y conocida por su lucha contra la desregulación financiera, se presenta como candidata. Kirsten Gillibrand, Kamala Harris y Cory Booker, tres senadores (de Nueva York, California y Nueva Jersey, respectivamente), también defienden tres aspectos diferentes del centrismo liberal, en marcha pese a algunos aggiornamenti semánticos con el posicionamiento tradicional del Partido Demócrata.

Esta lista, que ya es larga, sobre todo porque todavía falta tiempo para la cita electoral, no tardará en ampliarse. Joe Biden, el conocido exvicepresidente (76 años) de Barack Obama se plantea presentar una candidatura centrista, con el foco puesto en la necesidad de unificar Estados Unidos después de la Presidencia de Trump –a día de hoy parece ser el favorito del establishment del Partido Demócrata–. El progresista moderado Beto O'Rourke, un apuesto tejano con aires de Barack Obama, también estudia la posibilidad de presentar su candidatura. Próximo al mundo sindical, el senador de Ohio Sherrod Brown también puede pasar a engrosar la lista.

En cuanto a Howard Schultz, exresponsable de Starbucks (una cadena de cafeterías del multimillonario Warren Buffett), se plantea costearse una campaña al margen de los dos partidos principales, convencido de su capacidad para “imponerse al sistema”. Una jugada política habitual entre los multimillonarios que Sanders denuncia insistentemente.

El más izquierdista

Si sigue adelante, Bernie Sanders podría ser el candidato de más edad en concurrir a las primarias. De resultar elegido en noviembre de 2020, sería también a los 79 años, el presidente más viejo de la historia de Estados Unidos, batiendo el récord –70 años– que ostenta... Donald Trump. Pero también el más izquierdista en mucho tiempo, en un país ultracapitalista.

El entorno de Sanders sabe que la edad y el posicionamiento político del senador pueden convertirse en un obstáculo, en un momento en que las bases demócratas son cada vez más femeninas y minoritarias. Durante la campaña de 2016, a Sanders le reprocharon su extremada cautela en cuestiones raciales. Sus más fervientes seguidores en las redes sociales frente a Clinton, que trataba de convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos, recibieron un apodo poco halagador (“Bernie Bros”), haciendo hincapié en su sexismo.

Jeff Weaver, el exdirector de campaña, no repetirá en el cargo, pero es más que probable que siga influyendo en Sanders. Su gestión ha sido objeto de ataques por parte de algunos exempleados que, maltratados o atraídos por otros candidatos, abandonaron el barco, como la estratega californiana Becky Bond, asesora especial de campaña, y Zack Malitz, responsable de movilización digital, que están dispuestos a unirse a Beto O'Rourke.

Recientemente, The New York Times publicaba los testimonios de varias mujeres que denunciaban el acoso sexual y la discriminación salarial a las que habían sido sometidas, señal de una cultura sexista generalizada en el entorno inmediato del candidato.

Sanders se disculpó varias veces, prometiendo “hacerlo mejor” en el futuro. “Su círculo cercano era demasiado blanco y masculino”, explica a Mediapart [socio editorial de infoLibre] Heather Gautney, profesora universitaria, excolaboradora de Sanders en el Senado y directora ejecutiva de Our Revolution, el movimiento político lanzado por Sanders tras la victoria de Trump. “Esta vez tendrá que ser diferente. Y lo mismo se aplica a las personas encargadas de dirigir el programa. Si quieres hablar de Justicia y de encarcelación masiva, que afecta principalmente a los afroamericanos, debes contratar a un afroamericano que conozca estos temas, los entienda y que haya sido un activista”.

Sanders ahora habla en términos mucho más articulados sobre la violencia policial y el racismo sistémico de la Justicia estadounidense, que encierra mucho más a los negros y los condena a penas más duras. Denuncia el “racismo” de Trump, un paso que durante mucho tiempo evitó dar para que no pareciese que humillaba a sus votantes.

“Sanders aboga desde hace décadas por salarios más altos, un sistema impositivo más justo, una universidad gratuita y la concentración de la riqueza. Va a seguir en esa línea, por supuesto. Pero necesita decir más cómo lo que propone cambiará la vida de la gente”, añade Gautney. “Cómo la seguridad social universal cambiará las vidas de las mujeres estadounidenses pobres que mueren en el parto en proporciones muy altas. Por qué el cambio climático es el problema más grave de nuestro tiempo. Pero también cómo la Presidencia de Trump, con sus conflictos de intereses y escándalos, demuestra, incluso más allá de esta administración, la profunda corrupción de nuestro gobierno y nuestro sistema político. Y eso no lo ha dicho lo suficiente”.

“La esperanza de una nueva izquierda”

Hace cuatro años, el 30 de abril de 2015, un senador desconocido para muchos estadounidenses anunció su candidatura frente a Hillary Clinton. La exrival de Barack Obama, más tarde convertida en su secretaria de Estado, era la ultrafavorita en las elecciones presidenciales de 2016. En ese momento, poca gente creía en las posibilidades del senador gruñón, un independiente conocido por su pelo alborotado y sus diatribas contra la desigualdad, la participación norteamericana en diferentes conflictos y los corporate democrats vinculados a Wall Street.

Sanders, elegido por primera vez en 1981 alcalde de Burlington, la ciudad más grande de la pequeña Vermont, creció en Brooklyn, en el seno de una familia de inmigrantes judíos cuya rama paterna fue exterminada en los campos nazis. A principios de la década de 1960, se involucró en la lucha por los derechos civiles en la Universidad de Chicago, siendo incluso arrestado, al igual que muchos activistas en ese momento.

Desde finales de la década de 1980, este candidato independiente que se niega a afiliarse al Partido Demócrata ha sido una figura notable pero solitaria de una izquierda americana laminada y dividida tras tres décadas de políticas neoliberales en la primera potencia del mundo. “No me subestimen”, advertía ese día en las columnas de The New York Times, un diario que a menudo se burla de él.

Apenas un año después, Sanders, tras imponerse en las primarias en varios Estados clave, incluidos varios predominantemente obreros y rurales, provocaba sudores fríos a los partidarios de Clinton. Su vieja idea, considerada utópica, de un “Medicare for all”, un sistema de seguridad social universal financiado por el Estado, atrajo a los votantes simpatizantes con los demócratas.

En un país desangrado por la crisis de 2008 y asolado por la desigualdad, Sanders propuso gravámenes impositivos a las personas más ricas, un salario mínimo de 15 dólares la hora en todo el país, pero también cuestionó los acuerdos de libre comercio y abogó por la universidad gratuita y por un plan dotado de 1 billón de dólares para mejorar las infraestructuras.

Bernie, contrario a la influencia política financiera de los grandes donantes privados, industriales y Wall Street, logró recaudar 240 millones de dólares y rechazó donaciones de empresas. Una manera de destacar la proximidad con el mundo de los negocios de su rival demócrata, acostumbrada a dar discursos muy bien pagados en Wall Street.

Con el paso de los meses, su inesperada candidatura despertaría a los activistas y a la izquierda. En julio de 2016, Bernie Sanders se retiró de la carrera. Sus 13 millones de votos en las primarias contra los 17 de Clinton no habían sido suficientes. Pero el viejo representante, popular entre los independientes y los jóvenes votantes que descubrieron la política con él, había creado un movimiento poderoso.

“Antes de Bernie, nunca pensé que un viejo caballero judío estadounidense diría ‘soy socialista, votadme’ y que un número fantástico de personas dijera que sí, que suena genial”, dice Ajay Chaudhary, de treinta años, que reivindica tanto su marxismo como su judaísmo, y fundador en Nueva York del Brooklyn Institute for Social Research (BISR), un centro de educación popular donde se enseña a Marx, la teoría feminista, Michel Foucault o los pensamientos políticos del antropoceno.

“El éxito de su campaña se ha atribuido a menudo a su carisma”, continúa Chaudhary. “¡Pero Sanders no tiene! Su éxito se debe a otra cosa. Dijo cosas que ya nadie decía. Sabe que el sistema capitalista está roto. No sólo quiere arreglarlo”.

Sanders, alentado por la joven congresista Alexandria Ocasio-Cortez, que hizo campaña por él en el Bronx, pero también por economistas heterodoxos que abogan por la reactivación económica gracias a la inversión pública en el espíritu del New Deal de Roosevelt, organizará su campaña en torno a dos ideas clave: el Green New Deal, una transición rápida hacia una economía baja en carbono, y la “garantía de empleo”, que consiste en hacer del empleo un derecho universal, con el fin de satisfacer necesidades no cubiertas por el mercado (apoyo a las personas vulnerables, transición energética, educación, etc.).

En octubre pasado, consiguió que 250.000 empleados de Amazon obtuviesen un salario mínimo de 15 dólares por hora gracias a una activa campaña dirigida a la compañía de Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo. A finales de enero, también propuso gravar las propiedades de más de 1.000 millones de dólares al 77%, lo que sólo afecta al “0,2%” de los estadounidenses más ricos. Una vuelta a los porcentajes en vigor hasta 1976, reclamados por expertos mundiales en desigualdad, como Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman.

Ahora como candidato, Bernie, temporada 2019 no tiene nada que ver con el del verano de 2015. La revista GQ, que recientemente publicaba un perfil suyo, lo resumió muy bien. “Hoy, Sanders es un profeta”. “Hemos logrado cambiar ideológicamente el partido [demócrata] de una manera que nunca hubiera soñado que fuera posible”, dice Sanders en este artículo ilustrado con fotos donde el casi octogenario, al que no le gusta demasiado posar, es inmortalizado con su eterna parka caqui extragrande, que no está muy en la línea de la moda masculina que se puede ver en la publicación...

Las propuestas de Sanders

Inversiones en escuelas públicas, cobertura sanitaria para todos, aumento sustancial del salario mínimo, etc. Sus propuestas, a menudo reelaboradas o edulcoradas, constituyeron la base del mensaje de la mayoría de los candidatos demócratas en las elecciones de mitad de mandato, en las que la oposición a Donald Trump obtuvo la mayoría en la Cámara de Representantes del Congreso.

Sanders también popularizó la necesidad de mantener lejos a los donantes ricos y a las Super Pac, esas estructuras opacas de financiación de campañas. Dado que las campañas estadounidenses son muy costosas, no todos los candidatos demócratas prescindieron de ellas. Pero con sus millones de pequeños donantes de 27 dólares, Sanders animó a otros candidatos moderados, como la senadora de California Kamala Harris, a seguir su ejemplo.

Durante los últimos dos años, criticó a Trump. El haber arremetido de forma recurrente contra los “oligarcas” chirría en especial en una Administración que aprobó jugosos beneficios fiscales para los más ricos y que lo desregula todo, empezando por el medio ambiente.

Sus excompañeros de campaña, o activistas que lo apoyaron frente a Hillary Clinton, lideraron algunos de los movimientos de protesta más emblemáticos de la era Trump, desde la Marcha de las Mujeres hasta las manifestaciones en defensa de la reforma sanitaria de Barack Obama, desde campañas mediáticas de la ACLU (la asociación de derechos humanos más grande de Estados Unidos, cuyo director político Faiz Shakir es un antiguo miembro de la campaña de Sanders) hasta protestas contra el nombramiento del Senado del juez conservador Brett Kavanaugh, acusado de agresión sexual.

Después de su campaña, el Partido Socialista Estadounidense (DSA), con el que Sanders comulga, ha constatado un aumento en el número de afiliados, a menudo más jóvenes. Justice Democrats, el grupo que lanzó a Ocasio-Cortez, también está integrado por excolaboradores de la campaña de Sanders.

Sanders también se ha distinguido por su atención a los asuntos internacionales. Sin unirse al movimiento de boicot a Israel BDS, que divide a la izquierda estadounidense, Sanders hace tiempo que se muestra crítico con la ocupación israelí. En 2003, votó en contra de la guerra en Irak. Defendió el acuerdo nuclear iraní y advirtió repetidamente contra el intervencionismo de los halcones de la Administración Trump, lo que contrasta con el aislacionismo que reivindica Trump (aunque poco efectivo). También ha estado muy implicado en la votación de una resolución que condena el apoyo de los Estados Unidos a la guerra de Arabia Saudí en Yemen.

Recientemente, ha criticado las amenazas de intervención norteamericana en Venezuela y la tradición norteamericana de apoyar “golpes de Estado” en América Latina, al tiempo que denuncia la “violencia” y los “fraudes” del régimen de Maduro. Una posición más cautelosa que la de muchos demócratas, que rápidamente reconocieron al autoproclamado presidente Juan Guaidó.

Bhaskar Sunkara, editorialista de The Guardian y fundador de la revista Jacobin, foro de la izquierda neomarxista americana, aboga desde hace meses por una nueva candidatura de Bernie Sanders. “Es muy popular”, dice. “Ningún candidato es tan representativo de las clases trabajadoras, es así de simple. Sanders es único porque proviene de la tradición socialista. Habla en términos de clases. Quiere lograr cosas polarizando el debate público. Sabe que la redistribución de la riqueza y el poder requerirá una batalla contra millonarios y multimillonarios”.

Sunkara tiene en alta estima a Elizabeth Warren, “la única candidata que se opone a Wall Street”, pero la considera demasiado moderada. “Cualquier europeo de izquierdas entendería que hay una diferencia entre un Estado de bienestar formado por la democracia cristiana, el gaullismo o la izquierda. Es la misma diferencia que vemos entre Sanders y Elizabeth Warren. En cuanto al resto del panorama político, en su mayoría son los demócratas de centro quienes integraron las propuestas de Sanders en 2016, pero siempre optarán por favorecer al capital cuando tengan la oportunidad”.

“Sanders es el New Deal y, al mismo tiempo, la esperanza de una nueva izquierda”, afirma Frances Fox Piven, profesora de la Universidad de la Ciudad de Nueva York e ícono de la sociología estadounidense, que ha seguido y teorizado los principales movimientos sociales, de la marcha de los pobres de Martin Luther King a Occupy Wall Street.

“Tanto en Europa como en Estados Unidos”, continúa Piven, “los partidos centristas se están derrumbando y esto deja un espacio político, un vacío, en el que los hombres fuertes están tratando de emerger. Pero este momento es también la esperanza de una nueva izquierda, una combinación de movimientos sociales y un Partido Demócrata renovado, que ya no puede ser el de los oligarcas tradicionales del partido, como Hillary Clinton o Joe Biden. Ya no pueden controlar este partido: tienen muy poco que ofrecer a los votantes”.

Bernie Sanders competirá por la candidatura demócrata en las presidenciales de 2020

Bernie Sanders competirá por la candidatura demócrata en las presidenciales de 2020

Los próximos meses demostrarán si esta predicción es acertada o no. ______________

Traducción: Mariola Moreno

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