Los chinos desafían a Xi Jinping en las calles al ritmo de ‘La Internacional’

Las protestas contra las estrictas restricciones impuestas por China al covid-19 han estallado en varias ciudades, entre ellas Pekín y Shanghái.

François Bougon (Mediapart)

La revuelta no tiene precedentes desde la primavera de 1989, cuando el Partido Comunista chino se enfrentó a un amplio movimiento de rebelión que el Ejército aplastó de forma cruenta. Desde entonces, ninguna protesta ha ido más allá del ámbito local o regional. Pero como las draconianas medidas anti covid de los dos últimos años han llevado al límite a la población, sólo hacía falta una chispa para incendiar la pradera, como decía Mao Zedong.

En este caso, la chispa fue un incendio mortal el jueves por la noche en la capital de Xinjiang, Urumqi, que lleva tres meses confinada. Rápidamente, en las redes sociales las medidas de restricción contra la pandemia fueron acusadas de haber ralentizado las labores de rescate y aumentado el número de muertos. La ira se extendió por todo el país, desde Pekín a Shanghái, pasando por Wuhan.

Muchos estudiantes se movilizan y surgen las consignas políticas. Incluso hay ataques directos al líder del Partido Comunista. El domingo, unas cincuenta universidades se vieron afectadas por el movimiento. A continuación hacemos un repaso a una semana de protestas excepcionales que desafía al gobierno de Xi Jinping.

Trabajadores en primera línea

Desde hace varios meses es objeto de protestas la política del covid cero, basada en repetidos confinamientos, un estrecho control de la población y pruebas masivas. El régimen justifica su aplicación en nombre de la protección de la población que, según él, ha permitido preservar la vida de las personas más ancianas y más frágiles. Pero su impacto es nocivo. El largo confinamiento de Shanghái de la pasada primavera fue traumático para los habitantes de esa megalópolis económica. Y todo el país está ya cansado, mientras que el resto del mundo ha aprendido a convivir con el virus y sin apenas obstáculos.

Tras el XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCC), celebrado en octubre, las medidas se relajaron algo, pero el aumento del número de infecciones ha llevado a las autoridades locales de varias ciudades a volver a cerrarlas, como esta semana en Zhengzhou.

Esta capital de la provincia central de Henan fue el escenario de las primeras manifestaciones a principios de la semana pasada. Inicialmente, un conflicto social relacionado con la lucha contra la pandemia degeneró en la mayor planta de producción de iPhone del mundo, gestionada por la empresa taiwanesa Foxconn. La fábrica es una ciudad dentro de la ciudad, con dormitorios, tiendas y campos deportivos, y alberga a unos 200.000 trabajadores.

El movimiento de protesta que comenzó el martes por la noche, en medio de un periodo de gran actividad productiva por la proximidad de las fiestas de fin de año en Europa y Estados Unidos, se volvió mucho más violento el miércoles. Se han visto imágenes de trabajadores golpeados por la policía.

El jueves, Foxconn se disculpó finalmente, alegando un "error técnico". "Pedimos disculpas por un error de introducción de datos en el sistema informático y garantizamos que el salario real es el mismo que el acordado e indicado por los anuncios oficiales de contratación", dijo la empresa, que también prometió una indemnización por jubilación de 10.000 yuanes (1.340 euros).

El incendio de Urumqi

Pero mientras el incidente de Zhengzhou parecía estar resuelto, fue un incendio en el que ha habido al menos diez muertos y nueve heridos lo que ha provocado una movilización nacional. Ocurrió el jueves por la noche en el barrio de Tianshan de Urumqi, la capital de Xinjiang, la provincia noroccidental donde la etnia musulmana uigur es víctima de crímenes contra la humanidad, según muchas ONG y gobiernos extranjeros -algunos incluso mencionan el genocidio-, debido a las políticas de represión. Un edificio de viviendas de 21 plantas, en el que viven más de 150 familias, se incendió debido a una instalación eléctrica defectuosa, según las autoridades locales. 

A pesar de los desmentidos de las autoridades, recogidos por los medios de comunicación oficiales, una parte de la población culpó a las medidas de confinamiento que retrasaron el trabajo de los bomberos y los socorristas e impidieron a los residentes salir del edificio. A pesar de la censura, las redes sociales no tardaron en difundir las acusaciones y la emoción sentida en todo el país.

A continuación, los habitantes de Urumqi, desafiando el frío, salieron a las calles para exigir el fin del confinamiento, al grito de "Jiefeng, jiefeng" ("Desconfinad, desconfinad"). En una rueda de prensa, los responsables municipales trataron de justificar la lentitud de las labores de rescate culpando a las víctimas. "Ha sido demasiado débil la capacidad de algunos residentes para salvarse por sí solos", dijo Li Wensheng, jefe del servicio de bomberos de Urumqi.

El sábado, las autoridades de Urumqi, ciudad de cuatro millones de habitantes que lleva 100 días confinada, anunciaron finalmente en una rueda de prensa que relajarían "por etapas" las medidas en ciertos barrios clasificados como de bajo riesgo. Los residentes de estas zonas podrán salir de sus edificios durante periodos escalonados de un día, pero no podrán abandonar sus complejos residenciales hasta que todos los de la zona estén clasificados como de "bajo riesgo".

Una oleada de homenajes convertida en manifestación 

El incendio de Urumqi provocó una conmoción en todo el país que primero invadió las redes sociales para luego extenderse a las calles. El sábado, los jóvenes se reunieron en la calle Urumqi de Shanghái en homenaje a las víctimas del incendio. Encendieron velas y permanecieron en silencio.

Sin mentiras, con dignidad. No revolución cultural, reformas. No líderes, votos. No queremos ser esclavos, sino ciudadanos

Un eslogan en Shanghái

Pero pronto esa multitud creció. Un manifestante de 27 años, entrevistado por Le Monde, dijo que protestaba por primera vez en su vida, "en la calle, no en Internet". "Creo que es un hecho importante. Lo ocurrido en Urumqi sólo puede ser el resultado de un Gobierno inhumano. Pero la primera reacción del Gobierno chino es amordazar a la gente". Cuando llegó la Policía estallaron las consignas, algunas muy políticas.

Diez años después de la llegada al poder de Xi Jinping y de su giro autoritario, marcado por el control generalizado de la seguridad, la censura constante y los medios de comunicación a sus órdenes, está explotando toda la frustración de la población y apunta directamente al régimen. Entrevistado por Mediapart, Cai Xia, ex profesora de la Escuela Central del PCC, ahora exiliada en Estados Unidos, cree que estos movimientos de protesta "demuestran que el pueblo chino está al límite". "Sienten que ya no pueden vivir con normalidad, y en muchos lugares se rebelan y exigen el fin del confinamiento", añade.

Las consignas políticas no tardaron en aparecer en las manifestaciones. En Shanghái, a cuatro kilómetros del lugar donde se celebró la primera reunión del entonces clandestino Partido Comunista Chino, la multitud coreó: "Nada de mentiras, dignidad. No revolución cultural, reformas. No líderes, votos. No queremos ser esclavos, queremos ser ciudadanos". Esos lemas se lanzan no sólo en Shanghái, donde, apenas unas semanas después de un 20º Congreso del PCCh totalmente cerrado, se pudieron escuchar consignas iconoclastas como "¡Abajo el Partido Comunista!" e incluso: "¡Abajo Xi Jinping!", sino también en muchas ciudades de todo el país

El domingo por la noche se celebró una concentración en pleno centro de Pekín, con la presencia de numerosos jóvenes, según atestigua Franck Pajot, profesor del Liceo Francés de Pekín, sindicalista y consejero electo de los franceses en el extranjero. "Es bastante impresionante. Nunca he visto nada igual en los quince años que llevo viviendo en China. Hay un enfrentamiento entre los manifestantes y una fuerza policial bastante numerosa. De vez en cuando, la gente grita consignas contra el poder o se pone a cantar. También hay movimientos de masas, con la policía tratando de detener a los manifestantes y ellos tratando de impedírselo", dice, conmovido por la movilización.   

La revuelta de las hojas en blanco

Por primera vez desde el movimiento de 1989, el ambiente en los campus universitarios está en ebullición. Para expresar su determinación, los estudiantes cantan La Internacional o el himno nacional, la Marcha de los Voluntarios – "¡Levántate! ¡La gente ya no quiere ser esclava! ¡Desafiemos al fuego enemigo, marchemos!”. Los jóvenes también optaron por mostrar hojas en blanco, como en el Instituto de Comunicación de Nanjing (véase más abajo).

Esta forma de denunciar la censura, pero también de evitar la detención –no se escribe nada prohibido–, se había utilizado ya en Hong Kong en 2020 para evitar publicar consignas prohibidas por la ley de seguridad nacional impuesta tras las manifestaciones del año anterior.

A diferencia de lo que ocurrió en 1989 o en otros periodos históricos, como 1919, señala Cai Xia, esta vez los estudiantes no están en la vanguardia, sino que siguen los pasos de los ciudadanos. Y muy rápidamente", dice, "las demandas de desconfinamiento se convierten en reivindicaciones políticas. Hemos visto consignas pidiendo la dimisión de Xi Jinping y atacando al Partido Comunista. Además, los estudiantes también lanzaron consignas a favor de la democracia y la libertad de expresión”.

El régimen no tardó en reaccionar y las fuerzas del orden se desplegaron en Shanghái y en el resto del país, deteniendo a los manifestantes. Han aparecido imágenes de violencia policial en los autobuses donde les llevan.

El domingo por la noche, en Shanghái, unos trabajadores, por orden de las autoridades, retiraban el cartel de la calle Urumqi. Parece un intento irrisorio de recuperar el control de una situación incandescente.

 

Traducción de Miguel López

 

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