Francia

Lo que el Gobierno francés debería aprender de Zapatero

Lo que el Gobierno francés debería aprender de Zapatero

Martine Orange (Mediapart)

Los intensos preparativos para poner en marcha el llamado “pacto de responsabilidad”, anunciado el pasado 14 de enero por François Hollande son, en cierta manera, inútiles. Recortes presupuestarios, congelación del sueldo de los funcionarios y de las pensiones, recortes en las prestaciones sociales, recortes en los gastos de la administración municipal... hace tiempo que se redactó y aplicó el programa. El Gobierno de Valls sigue los pasos dados por el ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero en 2010. Las similitudes llegan a ser inquietantes. Hete aquí el regreso al pasado inmediato español, que podría convertirse en el futuro francés.

Mayo de 2010. El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero debía hacer frente a una crisis económica y financiera aguda. La explosión de la burbuja inmobiliaria, seguida del hundimiento del sistema bancario que obligó al rescate urgente, golpeaba a la economía. La actividad económica se hundió, el paro se desbocó y el déficit presupuestario superó el 11% del PIB. Los mercados financieros que ya habían atacado a Grecia, Irlanda y Portugal situaron a España en el punto de mira. El interés de los bonos alcanzó el 7%, un umbral considerado fatídico.

En esa situación, el Gobierno de Zapatero, que se encontraba contra las cuerdas, lanzó un nuevo plan de austeridad. En febrero, ya había subido los impuestos y el IVA y decretado la congelación de la contratación de funcionarios. Este programa estaba destinado a reducir el déficit en 50.000 millones de euros. Sin embargo, Europa exigía otras política: más que obtener más ingresos fiscales, el Gobierno español debía poner en marcha un plan para reducir el gasto. El término “reformas estructurales” todavía no había entrado en el vocabulario de la Comisión Europea.

A principios de mayo, desveló su nuevo programa: se hacía necesario un ahorro adicional de 15.000 millones de euros. Este plan de reducción presupuestaria incluía, entre otros aspectos, una rebaja del 5% del sueldo de los empleados de la función pública y el fin de la actualización de las pensiones. A esto, había que añadirle la supresión de algunas prestaciones sociales, las ayudas destinadas a las personas con menos recursos.

El giro radical del Gobierno Zapatero desencadenó debates encendidos en el seno mismo del PSOE; algunos parlamentarios socialistas llegaron a acusar al Ejecutivo de traición. Así, algunos diputados decían estar dispuestos a respaldar la revisión en profundidad del plan de austeridad o, cuando menos, a llevar a cambo importantes enmiendas durante su debate parlamentario. “En los próximos días vamos a solicitar un debate en el seno del grupo parlamentario para que no se sacrifiquen más los que menos”, señalaba Juan Antonio Barrio de Penagos y José Antonio Pérez Tapias, miembros de la corriente Izquierda Socialista del PSOE.

José Luis Zapatero adoptó finalmente el plan a finales de mayo. En el último momento, el Partido Socialista lo respaldó para evitar la caída del Gobierno.

José Luis Rodríguez Zapatero justifica en El Dilema, su libro de memorias publicado en 2013, las decisiones que tomó entonces. Asegura que tomó estas medidas en contra de sus propias convicciones y de su programa, por “responsabilidad”. En una entrevista concedida a infoLibre decía: “Tomé decisiones que supusieron un cambio en la línea que había marcado de lucha contra la crisis. Este cambio estuvo motivado por el hecho de que en 2009 habíamos llegado al límite, el del 11% del déficit público, una cifra importante. Mi convicción de que hice una política de cohesión social hasta el límite de lo posible durante la crisis es defendible, creo, en tanto que mi gobierno mantuvo los compromisos fundamentales del Estado del Bienestar”.

Así respondía también a las críticas vertidas en su contra, no solo por haber incumplido las promesas efectuadas en campaña, sino por que los funcionarios y los pensionistas tuvieron que soportar los mayores sacrificios. “La reducción del salario de los funcionarios fue muy progresiva. Los salarios más bajos de los empleados públicos no disminuyeron o lo hicieron un 1% y los más altos, bajaron el 8%, 9% o 10%. Y no tocamos las pensiones más bajas. Teníamos que reducir el gasto y las partidas en los presupuestos en ese momento ya estaban comprometidas, por lo que o tocábamos algunas sensibles como el sueldo de los funcionarios o las pensiones. Dejamos a salvo las becas, la educación y la sanidad, que habíamos reforzado significativamente en los años previos”. Con cuatro años de distancia, se vuelven a oír los mismos argumentos.

Sin embargo, la situación de Francia no es la de España en 2010. Mientras que el déficit presupuestario español ascendía al 11,3%, el de Francia representa el 4,3% del PIB. En un año, ha disminuido más de un punto. Lo que supone un esfuerzo excepcional. Aun cuando el paro es muy elevado –el 12,3% de la población activa–, tampoco alcanza los niveles tan elevados que se registraban en España, en la época del 20% de la población activa. Además, sobre todo, a diferencia de lo que ocurría en España, la espada de Damocles no pende sobre Francia: el bono alcanza sus niveles más bajos, en torno al 2% de interés.

No obstante, se impone la norma. Al sumarse a las políticas de devaluación interna letales seguidas por los países europeos, el Ejecutivo francés opta por el mismo programa que José Luis Rodríguez Zapatero para conseguir un recorte en el gasto público de 50.000 millones. Los salarios de los funcionarios quedarán congelados, aunque no se vean recortados como en España, aunque la diferencia solo es en apariencia. La congelación salarial en la función pública es un hecho desde el año 2010 y, de mantenerse hasta 2017, supondrá una rebaja efectiva de al menos el 5%. Lo mismo sucede con los pensionistas. La reforma laboral, que ya ha comenzado a llevarse a cabo en Francia, va a verse plasmada en breve en una ley, tras el acuerdo sobre la nueva prestación por desempleo firmado el pasado 21 de marzo.

Este “pacto de responsabilidad” ha sido recibido por los diputados franceses igual que acogieron el programa de austeridad los diputados socialistas españoles de la época. De nuevo, se habla de traición, de ruptura. De nuevo, diputados y senadores socialistas amenazan con no votar este plan si no se introducen antes cambios de calado. Aunque las instituciones de la V República aporten mucha estabilidad al Ejecutivo, el Gobierno de Valls parece apoyarse ya en una frágil mayoría.

Ahorradores contra trabajadores

Las semejanzas entre ambos países, ¿se limitan a estos aspectos? Lo que habría de suceder más tarde en España no es en absoluto tranquilizador. Tras la votación del plan de austeridad, el Gobierno de Zapatero presentó un mes después una importante reforma laboral. Al no alcanzarse el acuerdo entre los sindicatos y la patronal, el Ejecutivo español tuvo que tomar las riendas. Dijo “asumir plenamente” un texto legislativo que pretendía al mismo tiempo “luchar contra la precarización” y aportar “mayor flexibilidad”. Estaba dirigido, fundamentalmente a reducir el coste de los despidos, sobre todo de los contratos indefinidos.

Se consumaba así la ruptura con los sindicatos. Sin embargo, Zapatero seguía convencido de la pertinencia de las medidas tomadas, mientras que la tasa de paro pasaba del 9 al 20%, esta reforma estaba dirigida “devolver la confianza tanto a los trabajadores como a los empresarios, para generar empleo”. Inevitable tener la sensación de déjà vudéjà vu.

Sin embargo, nada ocurrió tal y como estaba previsto. La economía española se hundió, el desempleo aumentó y el déficit creció por la falta de ingresos. En diciembre de 2010 se anunció el tercer plan de austeridad. El gobierno buscaba con ello obtener 15.000 millones adicionales. La edad de jubilación pasó de los 65 años a los 67 años, las ayudas a los parados se suprimieron y comenzó la privatización (aeropuertos, loterías, etc.). Para estimular la recuperación, se redujo la carga impositiva de las pymes. Sin embargo, nada cambió y la economía continuó haciendo aguas.

Al rememorar estos “terribles” momentos, el expresidente español se muestra muy crítico con Europa, la política de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo: “Más allá de otras circunstancias relativas a la intensidad de las políticas de austeridad, la mayor diferencia en la lucha contra la crisis entre la zona euro y EEUU, Japón o Gran Bretaña ha sido que en estos países sus bancos centrales han sido audaces, mientras que aquí el BCE ha actuado encorsetado. Si en la zona euro hubiera habido una acción monetaria con medidas cuantitativas probablemente habríamos salido antes de la recesión, y con más fuerza, porque habría ayudado a reducir la deuda y a reactivar la economía". "Es verdad que esto representa una solución transitoria y que hay que hacer las tareas para que la economía sea competitiva, pero es verdad que aquí no pudimos aplicarla porque tocaba un elemento esencial, constitutivo, de la zona euro”, decía José Luis Rodríguez Zapatero en la entrevista concedida a infoLibre.

Al insistir en el hecho de que Europa había puesto, al defender una moneda fuerte, a los ahorradores por delante de los trabajadores, el expresidente español contaba que había hablado en varias ocasiones con Angela Merkel para explicarle que hay un límite en los sacrificios. “La respuesta siempre era la misma: 'Si yo voy con otra cosa al Parlamento alemán no me lo vota”.

Poco después de su nombramiento, Michel Sapin, ministro de Finanzas, y Arnaud Montebourg, ministro de Economía, se desplazaron a Berlín para reunirse con sus homólogos alemanes y hablar de su programa. Tras pronunciar su discurso de investidura, en el que parecían advertirse cierta resistencia frente a las exigencias de la Comisión Europea de limitar el déficit presupuestario al 3%, a partir de 2015, Manuel Valls también se desplazó a Berlín para reunirse con Martin Schulz, presidente de los socialistas europeos. De vuelta, no respondió ni sobre el contenido ni sobre los tiempos. ¿Debemos pensar que la respuesta de Martin Schulz a Manuel Valls ha sido la misma que la que Angela Merkel dio a José Luis Rodríguez Zapatero, que Alemania no transigirá?

A excepción de Irlanda, que ha sabido sacar partido de su estatus de paraíso fiscal para multinacionales, todos los países europeos que han aplicado políticas de austeridad y de devaluación interna se encuentran en la misma situación: el déficit presupuestario ha sido reabsorbido por la caída del consumo y las importaciones y por la reactivación de las exportaciones. Al salir de una recesión sin precedentes, se encuentran con una economía anémica y, en parte, en negro, un aparato productivo laminado, una tasa de desempleo muy alta a pesar de todas las medidas de flexibilidad y un endeudamiento insostenible: en 2010, el endeudamiento italiano era del 100% del PIB; en 2013, supera el 133%.

Valls incorpora a Royal al Gobierno de Francia y pone a la izquierda la cartera de Economía

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¿Qué milagro haría posible que lo que le ha ocurrido a los demás países no sucediera a Francia? Mientras que la economía francesa está estancada, sobre todo por los esfuerzos de reducción presupuestaria acometidos en el pasado, un nuevo plan de austeridad corre el riesgo de hundirla en la recesión por tercera vez en menos de seis años. Una caída que también tendría consecuencias para los países vecinos. Aunque se han tocado ya las pensiones, el paro, la sanidad, los derechos laborales, se reclaman más medidas. Como en España, un plan de austeridad podría dar pasar a otro para tratar de alcanzar ese mítico 3% del PIB, más aún cuando una parte de las reducciones concedidas a las empresas no tienen cómo financiarse.

¿Se puede considerar que es el fin de la historia? Agotado, sin apoyo de la población, sin mayoría en el Parlamento, José Luis Rodríguez Zapatero decidió convocar elecciones legislativas anticipadas en julio de 2011. En noviembre, el PP obtuvo una victoria aplastante. El PSOE obtuvo uno de sus peores resultados de la democracia. Había sido barrido como lo habían sido antes los socialistas italianos, portugueses y griegos. Europa es un arma de destrucción masiva para los socialdemócratas.

Traducción: Mariola Moreno

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