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James Galbraith, economista: "Los planes de apoyo a la economía salvan a los accionistas, no los empleos"

James Galbraith.

James Galbraith, economista y profesor en Austin (Texas), estudia desde hace años el keynesianismo y el aumento de la desigualdad. Además, ha participado en la elaboración de los programas económicos de Bernie Sanders. La crisis sanitaria, el colapso económico, el dramático aumento del desempleo en Estados Unidos provocado por la pandemia son, a su parecer, una ilustración de la ineficiencia de un capitalismo financiero incapaz de responder al interés público; denuncia las medidas aplicadas y afirma que el retorno a una cierta normalidad es ilusorio. En su opinión, existen dos posibles alternativas: la represión de cualquier forma de protesta para mantener las jerarquías existentes, a costa de un vertiginoso aumento de la precariedad, o la reconstrucción social de todo el sistema en torno a los intereses públicos, la salud y el medio ambiente. En esta entrevista, Galbraith también aborda la ola de ira y protestas que atraviesa Estados Unidos después del asesinato de George Floyd.

PREGUNTA: En su opinión, ¿qué dicen de Estados Unidos las protestas actuales a lo largo y ancho del país tras el asesinato de George Floyd? ¿Están relacionadas con la pandemia, como opinan algunos analistas, que subrayan que la comunidad afroamericana es la más afectada por la Covid-19, la más expuesta al desempleo con el confinamiento?

RESPUESTA: No creo que haya un efecto particular vinculado a la epidemia. La comunidad afroamericana siempre ha sido la más desfavorecida. Y, lamentablemente, no hay nada nuevo en el caso de George Floyd. La función de la Policía en Estados Unidos se basa desde hace mucho tiempo en la represión racial y en el control de la comunidad afroamericana. Esto es parte de la historia de nuestro país, construido a costa de los esclavos. La lucha por la Justicia está vinculada a la cuestión racial. Hay una larga tradición de abuso de los poderes policiales.

Pero en los últimos años ha habido una distorsión de los poderes policiales relacionados con la experiencia del terrorismo, el 11-S, que ha derivado. Se ha producido una militarización de la Policía, algo que antes no se daba. La Policía antes disponía de caballos, porras. A día de hoy, los policías tienen un equipamiento sorprendente –rifles, granadas, etc.–, lo que los convierte en soldados, les da medios desproporcionados. Ahora la gente ha dicho basta. Hay demasiados abusos, demasiados asesinatos, demasiada falta de respeto.

La gran mayoría de los manifestantes se comportan de manera muy disciplinada, respeta la distancia social en estos tiempos de epidemia. La gran mayoría quiere manifestarse pacíficamente. En el ámbito municipal, los representantes electos están tratando de ejercer control sobre la Policía, poner fin a la violencia. Las comunidades también quieren manifestarse pacíficamente y buscar el diálogo. Ha habido incidentes en algunas tiendas. Pero por lo que podemos ver, son personas que vienen de otros lugares, que no forman parte de los manifestantes. ¿De dónde vienen? No lo sabemos. Están jugando el juego de los extremos.

P: Donald Trump parece querer recuperar todos los acontecimientos para su campaña. ¿Será capaz de hacerlo?

R: Es evidente que Donald Trump quiere una fuerte represión. Incluso quiere que el Ejército intervenga contra los manifestantes. Reprimir a ciegas, hacer que el ejército intervenga sería un gran error político, el simbolismo sería desastroso.

¿Terminará Trump imponiendo su punto de vista? De momento, nadie le sigue. En estos momentos, es una suerte tener un Estado federal; las fuerzas del orden actúan según las instrucciones de los gobernadores y representantes políticos de las ciudades. Incluso los gobernadores republicanos no ocultan su malestar por los discursos del presidente.

Pero nadie sabe cómo evolucionarán las cosas. Incluso si la situación se calma, nos enfrentamos a muchas injusticias, muy profundas y muy arraigadas. Es difícil ver cómo se puede cambiar este estado de injusticia sin una intervención firme a nivel presidencial, comparable a las políticas de derechos civiles de Kennedy y especialmente de Johnson.

P: Como economista, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención en los últimos dos meses, marcados por una casi parada de la economía mundial?

R: Para mí, el hecho más sorprendente ha sido la forma en que las diferentes sociedades del mundo han respondido a la epidemia. En particular, la diferencia entre la respuesta que hemos visto en Asia, que es principalmente China, Corea del Sur, Vietnam, pero también en algunos países occidentales, como Nueva Zelanda e incluso Alemania, y los demás. Estos países se organizaron rápidamente para prácticamente extinguir la epidemia y responder a ella sin provocar una crisis en la sociedad en su conjunto.

Y, luego, están los países que se han visto desarmados, sobre todo en Europa. España, Italia y también Francia, que habían reducido su capacidad de velar por la salud pública, no han reaccionado con eficacia para poder contener rápidamente la epidemia, lo que les ha llevado a sufrir muchas pérdidas. No es casualidad, se trata de países sometidos a mayor austeridad, sobre todo después de la crisis del euro, que hizo que se cuestionaran sus políticas públicas, los recursos destinados a la sanidad. Han necesitado mucho tiempo para lograr cierta eficacia.

Pero la situación ha sido aún más difícil en los países inmersos en la ideología neoliberal, es decir, sobre todo Estados Unidos y Gran Bretaña. Aquí se da un fenómeno relacionado con la ideología individualista, el hecho de que la economía depende de manera muy importante y fundamental de los mercados de capital. Este es el aspecto más importante. Esta dominación de los mercados de capital ha impuesto efectos políticos y económicos a Estados Unidos. Lleva a los gobiernos a establecer prioridades, objetivos políticos que contradicen la salud pública, que disminuyen nuestra capacidad de combatir contra una amenaza sanitaria, un virus.

En los hospitales, ha habido un margen de maniobra minúsculo. No hemos llegado a la situación de Bérgamo, donde los hospitales no atendían a las personas mayores de 60 años, pero evitamos por poco la catástrofe. No hemos tenido la capacidad de dar a las personas, ni siquiera al personal sanitario, las máscaras y la protección necesarias. Mucha gente ha corrido riesgos. No hubo medidas de protección para los trabajadores esenciales, en el transporte, en la industria agroalimentaria. Esto debería haber sido una prioridad. Esta es una situación inaceptable.

Durante dos meses, estuvimos sin un gobierno federal, algo sin precedentes. En las grandes ciudades, en algunos estados, se adoptaron medidas que frenaron la progresión del virus y redujeron la mortalidad. Pero la presión política ha conseguido que se levanten algunas de estas medidas. Se ha preferido lanzarse a lo desconocido en nombre de la reactivación de la economía en lugar de preservar la vida de las personas. Pero como esta economía depende de las finanzas, del sistema financiero, no va a funcionar.

P: Desde el comienzo de la crisis, los gobiernos han dicho que están dispuestos a invertir miles de millones en planes para apoyar la economía. Usted dice que se equivocan al utilizar los mismos medios que durante la crisis financiera.

R: Frente a la pandemia, los gobiernos consideraron que se trataba de un problema económico comparable a la crisis financiera y que la solución era poner dinero, miles de millones. Pero antes de eso, hay una cuestión de prioridad y eficacia: debemos frenar la pandemia, dar a la gente los medios para protegerse, para perder el miedo.

Por supuesto, las personas en situación de desempleo deben tener los medios necesarios para vivir. Pero contentarse con dar 1.000 dólares por persona no es la forma correcta de hacerlo. Habría sido mucho mejor, sobre todo teniendo en cuenta nuestro sistema social, hacer lo que muchos países europeos han hecho, que es mantener el vínculo entre las personas y sus empresas, financiar el trabajo a tiempo parcial para preservar los puestos de trabajo. Sobre todo porque para muchas personas, su seguro médico, su protección social está vinculada a la empresa.

Los desempleados de Estados Unidos, sobre todo cuando se queden sin seguro sanitario, se quedarán sin nada. Han sumido a la gente en el desempleo. Va a ser mucho más difícil volver a empezar.

La magia de la vuelta a la normalidad

P: Sin embargo, algunos economistas ven en estos planes de apoyo, en estos estímulos, un abandono del neoliberalismo, un retorno al keynesianismo. Como economista que siempre ha defendido el keynesianismo, ¿comparte este análisis?

R: Los programas de estímulo o de apoyo son como rociar el sistema económico con liquidez para apoyar la demanda. Pero esto no es keynesianismo. La idea de Keynes, tal como la defendió y se puso en práctica con el New Deal, era emplear a los desempleados y ponerlos a trabajar para hacer algo útil para la sociedad. En esta situación, los rescates sirven a los accionistas, no al pueblo.

P: ¿Cómo ve el fin de este período de confinamiento? ¿Cree, como dicen algunos, que la recuperación será muy rápida?

R: Efectivamente, hay economistas que sostienen que una vez que la pandemia termine, la economía comenzará a recuperarse, que irá como un tiro, que recuperaremos los niveles de consumo anteriores, que todos se apresurarán a ir de tiendas, a comprar coches. Se trata de la magia de la vuelta a la normalidad. Pero es un sueño.

Tomemos como ejemplo los aviones. La mitad de la producción aeronáutica de los últimos 40 años está en tierra. En esta situación, ¿quién va a comprar un avión nuevo? Para la industria aeronáutica es el fin, quizás durante años. La situación es la misma para hoteles, restaurantes, todo lo relacionado con el turismo, centros comerciales. La industria automovilística está en un punto muerto. La industria de la energía, tan importante en Texas, donde vivo, está empezando a cerrar. En algún momento, los excedentes de energía que han sido tan beneficiosos para la economía estadounidense pero no para el medio ambiente, especialmente después de la crisis de 2008, pueden desaparecer. EE.UU. corre el riesgo de volver a la situación de los años 70, dependiente de las importaciones de petróleo. Los ejemplos son muchos.

Uno de los factores fundamentales es que, al mismo tiempo, la deuda de los hogares y las empresas nunca ha sido tan alta. Los que han perdido sus ingresos no han perdido su obligación de hacer los reembolsos correspondientes. Nos enfrentamos a nudos de deuda en todas partes. Y en el sistema de EE.UU. no hay nada previsto para abordar estos riesgos. Así que inevitablemente, todo esto sólo puede alentar a los hogares a adoptar un comportamiento de precaución. Incluso aquellos que no se vean directamente afectados por la crisis ya no tendrán la misma despreocupación, la misma predisposición a gastar.

En el mejor de los casos, corremos el riesgo de enfrentarnos a un estancamiento que durará años, y en el peor, a una profunda depresión.

P: Usted escribe que ahora hay dos vías posibles, una consistente en la represión para mantener las jerarquías existentes; el otro, en la reconstrucción social de todo el sistema. ¿No tiene la sensación de que ya todo está en marcha para perpetuar lo que ya existe?

R: Claro que sí. Tenemos un gobierno de depredadores. Toda la intención es despojar a la gente de sus hogares, destruir las protecciones sociales, destruir a los sindicatos, cancelar los contratos de pensiones. Está muy claro.

Las amenazas de quiebra agitadas en algunos estados son un medio para destruir las pensiones de los funcionarios públicos. Dejar a la gente sin trabajo es una forma de destruir los sindicatos. Frente al desempleo masivo, la gente ya no se atreverá a reclamar. Quedarse con las casas para tenerla coaccionada. Algunas personas piensan que todo esto pasará rápidamente. No estoy seguro. Las deslocalizaciones, la destrucción y el desempleo pueden continuar durante años.

Sin embargo, espero que exista voluntad política de decir que no, que esta vez haya una exigencia de reorganización de las obligaciones financieras para que el coste de esta crisis lo paguen los que más han ganado.

P: Participó en la elaboración del programa de Bernie Sanders, que logró una gran movilización durante la campaña. Se esperaba que la crisis provocada por la Covid-19 volviera a introducir en el debate una serie de propuestas, como la Seguridad Social para todos, que él mismo adelantó. Sin embargo, esto no ha sucedido. ¿Por qué no?

R: La respuesta es el dinero político. El establishment demócrata maniobró para que Sanders abandonase la campaña. Los demás candidatos se retiraron para respaldar a Joe Biden y evitar así que Sanders ganara. Aún así se las arregló para conseguir más de un tercio del voto demócrata.

Pero creo, y esta es una opinión personal, que hubo algunas cuestiones muy difíciles y estructurales que perjudicaron su campaña. Hace cuatro años, Sanders tenía una agenda bastante simple y muy clara, basado en la seguridad social para todos, el salario mínimo, el control de los bancos, la cancelación de la deuda de los estudiantes. Fue un programa que había atraído a mucha gente joven, pero también le permitió acercarse al electorado de la clase trabajadora, lo que le dio una fuerza asombrosa en su campaña contra Hillary Clinton.

En 2020, Sanders trató de ampliar su base electoral, especialmente hacia la comunidad afroamericana. Hizo una campaña más amplia, incluyendo todo tipo de temas en su programa. La lista era enorme. Pero no logró ampliar su base.

Pero las ideas fundamentales de Sanders son las prioridades del pueblo norteamericano para los próximos veinte años. Ha determinado las prioridades, el debate político. Detrás, hay toda una generación de jóvenes al lado de Sanders, y que están ahí para hacerlos suyo y sacarlos adelante. Pero nuestro problema es que todo se ha acelerado en estos momentos. Necesitamos cambios rápidos y profundos para hacer frente a la crisis económica. Hay una necesidad urgente de reorganizar nuestro sistema. Hay mucho que hacer por la salud pública, para proteger a las personas, para hacer frente al cambio climático.

P: Recientemente hizo una crítica de un libro de la profesora universitaria Albena Azmanova, Capitalism on Edge. Describe el fin del neoliberalismo y la entrada en una nueva era del capitalismo, el capitalismo de precariedad, en el que usted hace mucho hincapié. En su opinión, ¿existe el riesgo de que la crisis que conocemos acelere este aumento de la precariedad, la inseguridad y la inestabilidad para la mayoría de la población?libroCapitalism on Edge

R: Estoy en deuda con Albena Azmanova, que ha expresado esta evolución de forma muy clara. Me impresionó mucho ese libro. Su demostración de este capitalismo de precariedad es brillante. Este capitalismo de precariedad contrasta con el tema de las desigualdades. En los últimos 20 años, he estudiado mucho la desigualdad. Desde el punto de vista estadístico, los estudios en este campo son bastante relevantes. Pero en su encarnación política, este enfoque tiene un carácter más bien estático, más bien artificial. Sin mencionar el hecho de que, planteada sólo en estos términos, esta pregunta transmite un sentimiento de envidia, aunque a la gente le resulte difícil admitirlo.

La precariedad, la situación de incertidumbre en que se encuentran las personas, la capacidad de acceso a los servicios públicos, ahí es donde deben centrarse los programas políticos y las ideas movilizadoras. Sobre estos temas es sobre los que debemos trabajar y buscar remedios, especialmente porque es probable que el fenómeno se acentúe. Espero que estos análisis penetren en la conciencia política, para que podamos cambiar la forma en que abordamos estas cuestiones, para que también podamos movilizar mejor a la gente, porque responde a sus preocupaciones.

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Traducción: Mariola Moreno

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