Netanyahu y sus aliados ultras ensayan en Jerusalén un nuevo plan represivo contra los palestinos

Fieles judíos fuera de la sinagoga Ataret Avraham en el barrio de Neve Yaakov después de un ataque con disparos en Jerusalén.

Alice Froussard (Mediapart)

Jerusalém Este y Yanín (Israel) —

Eran casi las 11 de la mañana del sábado 28 de enero. En el barrio palestino de Silwan, en Jerusalén Este, cinco israelíes se dirigen hacia el Muro de las Lamentaciones en Shabbat. Un palestino de 13 años, Muhammad Aliwat, residente en esta parte de la ciudad ocupada y anexionada por Israel desde 1967, les tiende una emboscada. Tiene un arma.

Suenan disparos. Dos colonos israelíes se desploman, heridos: un padre de 47 años y su hijo de 23. Otro colono, armado, respondió disparando al agresor, que cayó, también herido. Pocos minutos después, apareció la policía israelí. Las callejuelas de Silwan fueron completamente acordonadas, los dos heridos fueron trasladados a un hospital de la ciudad y el agresor fue rodeado y detenido.

Se trata del segundo tiroteo en Jerusalén Este menos de 24 horas después de un atentado mortal en el que murieron siete personas y tres resultaron heridas la noche anterior, el peor cometido contra israelíes desde 2008. Unas horas más tarde, el ambiente sigue siendo tenso en Silwan, el barrio superpoblado de la parte oriental de la ciudad, con una fantástica vista de la cúpula negra de la mezquita de Al Aqsa.

Hay rastros de sangre en el suelo y agujeros de bala en un Toyota gris. Las etiquetas muestran que la policía israelí ha estado allí y su nivel de alerta se ha elevado al máximo. "Esto es aterrador, sencillamente aterrador. ¡Dos tiroteos en un fin de semana! Puedes salir de casa y que te disparen", dice toda alarmada una joven israelí.

Miedo e inseguridad

En este barrio de callejuelas empinadas viven cerca de 60.000 palestinos muchos de ellos con miedo a ser desplazados  rodeados por más de 500 colonos. Los colonos están comprando las casas una a una, legalmente, ayudados por pudientes organizaciones religiosas y extremistas que utilizan testaferros. Luego viven atrincherados, con una bandera israelí en el tejado, en medio de casas palestinas, lo que crea tensiones inevitables. Son frecuentes las incursiones policiales, al igual que las detenciones, las demoliciones de viviendas y los avisos de desahucio.

A pocos kilómetros, al otro lado de la Ciudad Vieja, en Neve Yaacov, un asentamiento israelí de Jerusalén Este, donde se produjo el tiroteo mortal del viernes por la noche, Yocha Israel, una mujer de unos sesenta años, relata lo que presenció aquella noche. Eran las 20.00 horas cuando un palestino aparcó su coche y apuntó con su arma a los fieles que salían de la sinagoga tras las oraciones vespertinas.

Ese viernes vi atrocidades", afirmó. Vi al asaltante disparar a algunos de mis amigos en la cabeza. También intentó disparar a mi marido, pero por suerte está bien.” El agresor, Khairy Alqam, de 21 años, fue abatido por la policía. Dos días después del ataque, Yocha dice tener miedo y no sentirse segura en ningún sitio. "Todos me parecen sospechosos", dice. 

Mientras Israel continúe con esta política, nadie conocerá la paz, la seguridad y la estabilidad

Mohammad Sabbagh — Presidente del comité popular del campo de refugiados de Yenín

Esa misma noche hubo una mezcla de sirenas de las ambulancias y de la policía con un concierto de bocinas, petardos y fuegos artificiales. Los palestinos de Jerusalén Este celebraban el atentado, al igual que en el resto de Cisjordania y la Franja de Gaza. "Me deprime ver que nuestra sociedad está tan herida y rota que podemos celebrar la muerte de esta manera", dijo una joven palestina de Jerusalén. "Pero, ¿qué se puede esperar de un adolescente que ha vivido toda su vida bajo la ocupación? ¿Que traiga flores?", dice otro palestino de 35 años. “Por desgracia, somos nosotros quienes pagaremos el precio. La única forma de detener esto es acabar con el apartheid en el que vivimos.”

Unos días antes, el ejército israelí mató a nueve palestinos e hirió a una veintena en una incursión en el campo de refugiados de Yenín, en el norte de Cisjordania, la más sangrienta en dos décadas. Según el ejército, la operación tenía como principal objetivo detener a combatientes palestinos de la Yihad Islámica, sospechosos de planear "atentados terroristas inminentes en Israel", según el ministro de Defensa Yoav Gallant.

"Había disparos en todas direcciones, los soldados disparaban a todo lo que se movía, fue una auténtica carnicería", dijo un residente de Yenín, en el funeral de cuatro de los "mártires" unas horas después. Las víctimas de aquel día eran combatientes armados, pero también una madre, Majda Obeid, abatida por dos disparos  "uno en el cuello, otro cerca del corazón", según su hijo  cuando observaba los combates demasiado cerca de su ventana. “Mientras Israel siga con esta política, nadie conocerá la paz, la seguridad y la estabilidad", afirma Mohammad Sabbagh, presidente del comité popular del campo de refugiados de Yenín. “Ni los palestinos ni los israelíes.”

El ejército israelí viene reforzando su represión desde hace un año

Hay que decir que, desde hace un año, Israel ha venido reprimiendo masivamente una insurrección incipiente. Todo se aceleró la pasada primavera, tras una oleada de atentados en los que murieron dieciocho personas en territorio israelí. El ejército lanzó una vasta operación para "eliminar" una nueva forma de resistencia armada, más joven, al margen de los partidos tradicionales y concentrada principalmente en el norte de Cisjordania, en la vieja ciudad de Naplusa o en Yenín y sus aldeas circundantes.

Cada nueva incursión es recibida con disparos de combatientes palestinos armados y las operaciones siguen intensificándose. Al mismo tiempo, la falta de perspectiva política en estas partes del territorio palestino no ayuda: la Autoridad Palestina, debilitada y completamente desacreditada, ha perdido el control desde hace años y parece desbordada por la situación. Según Naciones Unidas, 2022 fue el año más mortífero para los palestinos de Cisjordania desde el final de la segunda Intifada (2000-2005), y no parece que 2023 vaya a invertir la tendencia, con treinta muertos en un mes.

“Pero esto no nos pilla de sorpresa", afirma Daniel Seidmann, abogado israelí del movimiento anticolonización Terrestrial Jerusalem, especialista de la zona. “Esta ola de terror no se detendrá fácilmente: cada uno de los terroristas tenía una historia. El de Neve Yaacov dijo que a su abuelo lo mató un israelí; el de Silwan, de 13 años, creció en este barrio bajo un régimen colonial hostil. Esta oleada se resolverá por una de estas dos vías: o por un auténtico proceso político que por el momento no tiene ninguna posibilidad de surgir– o por un estallido de violencia. 

Quiero que los israelíes puedan defenderse

Itamar Ben Gvir — Ministro israelí de Seguridad Pública

Con Jerusalén al borde del abismo y el pueblo israelí de luto, es mucho lo que está en juego para el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Menos de un mes después de su investidura, tendrá que controlar su nueva coalición. Tiene experiencia en este tipo de crisis y sabe que la calma no viene con más represión, pero esta vez el contexto ha cambiado.

Enfrentado a una oposición creciente y a manifestaciones que reúnen a decenas de miles de israelíes en Tel Aviv cada sábado por la noche, el apodado Bibi parece depender cada vez más de sus aliados de extrema derecha, a los que ha asignado los más altos cargos de seguridad. Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Pública, ya está pidiendo que se facilite a los civiles el porte de armas: "Quiero que los israelíes puedan defenderse. En Silwan hemos visto que eso ha podido salvar vidas", afirmó.

En un primer momento, Benjamin Netanyahu instó "a la gente a no tomarse la justicia por su mano". Pero al día siguiente, al término de una reunión de gabinete, prometió "una respuesta firme y adecuada, con calma y determinación", aprobando nuevas medidas: la ampliación de los permisos de tenencia de armas, la revocación de los derechos de seguridad social de "familiares de terroristas que apoyan el terrorismo" y el tapiado inmediato de su casa antes previo a su demolición.

Para Israel se trata de un "efecto disuasorio"; para los palestinos es un "castigo colectivo y venganza gubernamental", que sólo lo ven como una forma de castigar a las familias que a continuación se ven en la calle. El lunes 30 de enero se debate en el Consejo de Ministros otro proyecto de ley destinado a retirar la nacionalidad o la tarjeta de residencia a esas familias, lo que permitiría expulsarlas. 

El 'apartheid' como signo de la impunidad israelí

El 'apartheid' como signo de la impunidad israelí

Desde Washington a París, se han multiplicado los llamamientos a la calma desde las capitales extranjeras, pero aquí resuenan en el vacío. Se espera que Antony Blinken, Secretario de Estado americano, viaje a Jerusalén y Ramala a principios de esta semana para debatir medidas de desescalada, un viaje previsto desde hace tiempo, pero cuyo alcance también parece limitado.

 

Traducción de Miguel López

Más sobre este tema
stats