Weinstein, de nuevo en el banquillo por violación en plena ola contra el movimiento MeToo
Es una simple libreta negra. Parece que han sido arrancadas algunas páginas y la autora no está segura de poder autentificar inmediatamente las hojas que quedan. Kaja Sokola, una exmodelo de origen polaco de 39 años, no sabe cómo su diario íntimo acabó el martes 13 de mayo en la mesa del tribunal penal de Manhattan. Hacía años que no veía la libreta.
Lo que escribió en ella resulta aún más inquietante, ya que se trata de notas tomadas en 2015, en el marco de un tratamiento contra la adicción. “Es completamente inapropiado”, dice. Utilizar sus archivos médicos, redactados en su lengua materna, en momentos de gran angustia, no es “ético”.
Enfrente, los abogados del hombre al que acusa de haberla violado se regodean. Alegan que su cliente, Harvey Weinstein, exproductor estrella de Hollywood, es inocente. Aseguran que el diario de la joven, que han conseguido, lo demuestra.
Harvey Weinstein, de 73 años, está siendo juzgado de nuevo en Nueva York desde el 15 de abril. Condenado en 2020 por el mismo caso, fue sentenciado a veintitrés años de prisión por violación y agresión sexual. Entre las víctimas que testificaron en aquel momento se encontraban una exayudante de producción, Miriam Haley, y una joven actriz, Jessica Mann.
Pero su condena hace cinco años y la esperanza que había suscitado dieron un giro espectacular el año pasado: el tribunal superior de Nueva York anuló la sentencia, al considerar que el todopoderoso exproductor no había tenido un juicio justo. De hecho, se permitió a varias otras mujeres testificar en su contra, aunque ninguno de los hechos que describieron durante el juicio fue objeto de procesamiento penal. Sus testimonios tenían por objeto establecer la existencia de un patrón de abuso.
Una nueva víctima
El testimonio de Kaja Sokola, que no participó en el primer juicio, se suma ahora al de Miriam Haley y Jessica Mann para demostrar, precisamente, la recurrencia de un mismo modus operandi.
No es casual el hecho de que Kaja Sokola fuera contactada por los fiscales. Su historia se parece mucho a la de las dos primeras víctimas. Tienen el mismo perfil, eran muy jóvenes en el momento de los hechos. Las tres soñaban con ser actrices o triunfar en el mundo del espectáculo. Weinstein les prometió ayudarlas, o fingió hacerlo. Las citó para hablar de trabajo. Ahí es donde aprovecha la oportunidad, según ellas, para agredirlas: ellas le piden ayuda y él viola sus cuerpos forzándolas a un cunnilingus.
Para ellas se trata, hoy como en 2020, de obtener justicia frente a este monumento de Hollywood cuyo comportamiento (y las décadas de silencio que le permitieron continuar) fue el origen del movimiento #MeToo en 2017. Enfrente, Harvey Weinstein, que niega los hechos, alega relaciones consentidas. No demostrando la existencia de consentimiento, sino destruyendo la credibilidad de las jóvenes.
Este 13 de mayo, los abogados de Weinstein, tras varios días de un contrainterrogatorio confuso y brutal, intentaron dar el golpe de gracia: el diario íntimo.
Los abogados de Harvey Weinstein se preguntan por qué aparece el nombre “Harvey W” en la pequeña libreta negra, en la línea 16 de una columna que supuestamente enumera todas las personas hacia las que Sokola guardaba rencor. Pero la joven no menciona en ningún momento en su diario de 2015 haber sido violada por el productor.
La gente ya no parece preocuparse mucho por lo que antes se consideraba un asunto de suma importancia
Para Deborah Tuerkheimer, profesora de Derecho en la Universidad Northwestern de Chicago y autora de un ensayo sobre la cuestión de la credibilidad en la era MeToo, este segundo juicio a Weinstein pone de manifiesto los métodos clásicos de la defensa en este tipo de casos, que pretenden intencionadamente “activar en el jurado los estereotipos y las ideas preconcebidas sobre las mujeres que denuncian abusos”, empezando por la idea de que la “ausencia de denuncia” demostraría la inexistencia del delito.
Desde 2020, la estrategia de la defensa de Weinstein no ha cambiado mucho. Sin embargo, el contexto político ya no es el mismo. Derrotado y considerado un paria hace cinco años tras ser acusado por casi un centenar de mujeres a raíz de las revelaciones del New York Times y el New Yorker, Weinstein ha sido rehabilitado por las principales figuras mediáticas de la extrema derecha, comentaristas, influencers y podcasters, como Candace Owens o Joe Rogan, que lo describen como una víctima.
En los medios de comunicación es muy fácil observar esta reacción, ese retroceso típico en la historia del feminismo. “El juicio a Weinstein parece atraer menos atención esta vez”, estima Deborah Tuerkheimer. “Es una de las características de esta reacción contra el movimiento MeToo: la gente ya no parece preocuparse realmente por lo que antes se consideraba un asunto de suma importancia”.
“Con el auge de la manosfera y de los influencers —aunque ya había señales precursoras con el juicio de Johnny Depp—, estos últimos meses han demostrado que vuelve a ser muy difícil denunciar agresiones sexuales, especialmente contra alguien poderoso”, concluye Deborah Tuerkheimer. Kaja Sokola y Miriam Haley, que han testificado en los últimos días en Manhattan, no dirán lo contrario. Kaja Sokola, en particular, de origen extranjero, fue sometida a un contrainterrogatorio muy de actualidad
Por supuesto, tuvo que responder a las preguntas habituales sobre si, según los abogados de la defensa, buscaba hacerse famosa “apareciendo en la alfombra roja” con motivo del estreno de la película She Said, adaptada de la investigación del New York Times. O si buscaba enriquecerse personalmente. Ha obtenido casi 3,5 millones de dólares en concepto de indemnización en dos procedimientos distintos.
Pero, además, Kaja Sokola tuvo que dar explicaciones sobre su situación administrativa.
Lo que buscaría ahora es obtener un visado, —un verdadero santo grial en el segundo mandato de Donald Trump—, según han acusado los abogados de Weinstein. A cambio de su testimonio contra el productor, los fiscales prometieron ayudar a la joven a instalarse en Estados Unidos: Kaja Sokola huyó de Polonia y de su exmarido violento, posible fuente del diario íntimo. No importa que haya presentado una denuncia contra Weinstein en 2019 y que su relato, en esencia, no haya variado desde entonces.
“La sensación de estar muerta”
El relato comienza precisamente en 2002. Kaja Sokola tiene solo 16 años. Es una adolescente “feliz” que pronto se sumergirá en el alcohol y la anorexia, pero, por el momento, su carrera está despegando. Viaja por todo el mundo, cuenta ante el jurado. En Nueva York, encadena un casting tras otro y cree haber conseguido la oportunidad de su vida cuando conoce en una fiesta a Harvey Weinstein, que entonces tiene 50 años.
Está sentado frente a ella en la sala del tribunal, pero ella evita mirarlo. A pesar de su delicada salud y de que utiliza silla de ruedas, bajo la pálida tez del exproductor aún se adivina una estatura colosal, mandíbula prominente, manos grandes; un cuerpo demasiado pesado para la adolescente que aceptó seguirlo, aquel verano de 2002, a un apartamento donde se suponía que iban a comer y hablar de la carrera de la joven.
Lo que sucedió después, los tocamientos, el hecho de que él le tomara la mano para masturbarse, no constituye el núcleo del caso que los enfrenta hoy. Pero durante mucho tiempo, eso es todo lo que Kaja Sokola puede decir públicamente. No dice nada de lo que ocurrió en 2006, de la segunda comida de trabajo con el productor y de los recuerdos que dice haber conservado, los recuerdos de una violación.
En una habitación de hotel en Manhattan, poco después de conseguirle un papel como extra, Weinstein le propone echar un vistazo a un guion, dice ante el jurado. Pero al llegar a la habitación, la “empuja” sobre la cama, antes de “sujetarla a la cama” y “violarla”. “No grité, estaba como una piedra. […] En un momento dado, tuve la sensación de estar muerta”.
Kaja Sokola tenía apenas 19 años. Su hermana la esperaba abajo, en el vestíbulo del hotel. La joven no dijo nada. “Hice todo lo posible por fingir que no había pasado nada...”.
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El juicio durará hasta finales de mayo.
Traducción de Miguel López