Solo en el mes de agosto ardieron casi 340.000 hectáreas de suelo en España, pero lo preocupante no es solo el área de impacto, sino la altísima intensidad de las llamas por la combinación de calor, falta de humedad y abundancia de combustible. En los análisis preliminares que se han realizado de las zonas quemadas mediante imágenes satelitales se aprecia que las llamas han sido muy agresivas y eso va a complicar la recuperación de la naturaleza, pero probablemente también dañará el suelo y aumentará el riesgo de perder la tierra fértil, según los expertos.
Joaquín Ramírez, profesor de Tecnología en Incendios Forestales en la Universidad de León, estuvo esta semana analizando la huella de los incendios en Castilla y León, y muestra un mapa de escala de colores teñido de rojo en el que se evalúa la severidad de los daños. "No es que hayamos tenido 400.000 hectáreas quemadas, que ya las tuvimos en 1994 y 1995, es que la intensidad ha sido máxima", subrayó el experto durante un encuentro en Madrid este jueves.
Al igual que las quemaduras de la piel, el daño de un incendio forestal se mide en distintos niveles de gravedad. La severidad de un incendio sobre el suelo se mide en seis grados, de "muy baja" a "extrema" y cuanto más alta, mayor es el daño que sufre el suelo del monte. En grados altos (niveles 4, 5 y 6) el fuego llega a quemar las raíces poco profundas y crea una capa hidrofóbica en el suelo que evita que, al llegar las lluvias de otoño e invierno, el agua se filtre y pueda rebrotar la naturaleza.
"El escenario actual es de incendios de alta intensidad que afectan al suelo y que afectarán después al ciclo hidrológico. Van a afectar a la colmatación de los embalses y a cómo van a ser las avenidas", resumió Ramírez durante su presentación. La intensidad del fuego (energía liberada) no es lo mismo que la severidad del incendio (daño en el ecosistema), pero las dos variables están estrechamente ligadas.
Una guía reciente redactada por la Xunta de Galicia recoge numerosos ejemplos de incendios recientes en la provincia de Ourense similares a los de este año, como el de Flariz (2020) o A Mezquita (2020), que dejaron quemaduras de grado 5 y 6 en el terreno. En afecciones muy altas (grado 5) el suelo queda completamente desnudo, las raíces se consumen incluso a profundidades superiores a un centímetro y las capas inferiores a un centímetro repelen el agua. Un grado 6 tiene características similares, pero el daño se observa en capas todavía más profundas.
Además de complicar la recuperación de la naturaleza, un suelo impermeable y pelado puede provocar escorrentías peligrosas en épocas de lluvia porque no hay una vegetación que frene el agua. Si además el terreno está en pendiente, ese suelo tiende a deslizarse y provocar deslizamientos o desprendimientos.
Leonor Calvo, doctora por la Universidad de León especializada en regeneración vegetal, explica que la prioridad estos días es catalogar lo antes posible las zonas quemadas para ver sobre qué suelos hay que actuar. El equipo en el que trabaja también ha hecho un estudio preliminar de las zonas afectadas en el noroeste y creen que va a haber mucho trabajo para minimizar los daños. "El área de alta severidad se da aparentemente en toda la zona quemada, aunque ahora tenemos que visitar el terreno para corroborarlo y ponernos a trabajar cuanto antes", señala la investigadora.
Una vez acotado el terreno con alto impacto, tocará recubrir el suelo con materia orgánica para reducir el daño. Una medida efectiva es cubrir el terreno con ayuda de un helicóptero con mulch –un mantillo de restos vegetales– o con paja para que la tierra no quede al descubierto y haya un aporte extra de materia orgánica. "El problema es que no podemos cubrir 25.000 hectáreas con paja, por eso tenemos que analizar bien donde hace falta, principalmente en zonas muy dañadas con pendiente", añade Calvo.
Investigadores españoles y portugueses publicaron en 2019 un estudio en el que aplicaban una capa de mulch a base de restos de poda de eucalipto sobre unas pendientes quemadas en Sever de Vouga (Portugal), donde se produjo un fuego de alto impacto en 2010. La medida redujo en un 80% la erosión del suelo y los daños en la materia orgánica se limitaron a la capa superficial, permitiendo que en cuestión de cinco años el área estuviese repoblada de nuevo por árboles y arbustos.
En lugares menos abrasados, la recuperación se puede dejar a la propia naturaleza. Juan Picos, doctor en Ingeniería de Montes por la Universidad de Vigo y también presente en el encuentro de expertos de este jueves, reconoce que esta misma semana ya ha visto vegetación nueva en áreas quemadas. "Habrá casos de recuperación muy rápida porque su ecosistema está adaptado a los incendios. De hecho, ayer vi matorral rebrotado en fuegos de hace 15 días", comentó.
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No obstante, Juan Picos también advirtió de que las zonas arrasadas de miles de hectáreas son un peligro a medio plazo porque la vegetación crece toda al mismo tiempo y de manera homogénea, creando grandes masas forestales idóneas para futuros fuegos. "Hay que prestar mucha atención a cómo el fuego va a homogeneizar y resetear el territorio. Dentro de muy pocos años tendremos áreas mucho más homogéneas y mucho más difíciles de defender frente a los incendios".
Al mismo tiempo que los especialistas en vegetación aceleran la recuperación de los bosques, los geólogos también trabajarán intensamente en las zonas quemadas. El Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) va a desplegar el martes en Las Médulas (León) al Grupo de Asesoramiento de Desastres y Emergencias para medir cómo los incendios han afectado a la vegetación, pero también para evitar sustos en el Parque Nacional, como adelanta Javier Madrigal, coordinador de riesgos forestales del CSIC.
"Uno de los equipos desplegados será el de estudios geológicos y se encargará de estudiar cambios en el terreno y cuantificar la pérdida de sedimento, y también elaborarán modelos de desprendimiento para evaluar si hay riesgo y hace falta cerrar alguna zona a los visitantes", explica.
Solo en el mes de agosto ardieron casi 340.000 hectáreas de suelo en España, pero lo preocupante no es solo el área de impacto, sino la altísima intensidad de las llamas por la combinación de calor, falta de humedad y abundancia de combustible. En los análisis preliminares que se han realizado de las zonas quemadas mediante imágenes satelitales se aprecia que las llamas han sido muy agresivas y eso va a complicar la recuperación de la naturaleza, pero probablemente también dañará el suelo y aumentará el riesgo de perder la tierra fértil, según los expertos.