El cambio climático ha dejado de estar de moda. Los españoles lo identifican en el puesto 36 de los problemas que sufre el país, pese a la gran ola de incendios de este verano y a que hace apenas un año tuvo lugar la fatídica dana de Valencia. Sin embargo, el científico Emilio Santiago (40 años, Ferrol) consiguió la semana pasada llevar una intervención de una sesión de la Comisión de Transición Ecológica del Congreso –que habría pasado completamente desapercibida– a decenas de miles de españoles en redes sociales y medios de comunicación.
Experto en Antropología Climática del CSIC y ex asesor de Más Madrid, charla con infoLibre sobre su respuesta a las ironías e invenciones de Vox, y de cómo tendió ese día la mano al PP para cerrar a un gran pacto climático. "Necesitamos escuchar la voz de la España más conservadora en esta cuestión, y es perfectamente legítima", dijo en la comisión.
La gente está perdiendo interés en el cambio climático, ¿usted también lo percibe?
No es solo una sensación, es algo que se recoge en el último informe sobre la percepción de la transición ecológica en España que publicó el Observatorio de Transición Justa. Se ve, por ejemplo, un descenso muy preocupante del alineamiento con la ciencia, sobre todo de la gente más joven y especialmente en los varones. Esto tiene que ver seguramente con el auge de las posiciones negacionistas, de la extrema derecha y del influjo de Trump en la conversación pública global. En España, más que un negacionismo explícito, lo que han avanzado son las posiciones más retardistas. Es más bien no querer asumir las implicaciones, las responsabilidades o las transformaciones que el cambio climático exige.
¿Hay cosas que no se han hecho bien?
Puede que no todas las políticas climáticas hayan sido políticas acompañadas con una dimensión de redistribución de riqueza que haga que la transición sea fácil. Que no sea percibida como un sacrificio. Especialmente entre los sectores populares, las rentas medias o las rentas bajas. Venimos insistiendo hace muchos años en que si queremos que la transición ecológica sea rápida, tiene que ser justa.
¿Cuál cree que ha sido el punto de inflexión que ha desatado el negacionismo?
Lleva circulando mucho tiempo, pero para mí el punto de inflexión fue la dana de Valencia. Asistimos al nacimiento del negacionismo climático conspirativo más delirante. Al estilo del movimiento QAnon en Estados Unidos, que aquí no existía. Fue muy sorprendente, incluso para la gente que venimos trabajando en el ámbito de la investigación o de la militancia en el ecologismo durante muchos años. Sufrimos un gran desastre climático en España, pero lejos de servir de proceso pedagógico, sirvió de ventana de oportunidad para surgimiento de teorías reaccionarias, y con Iker Jiménez haciendo picos de audiencia.
Desde esos días, parece que la fuerza del mensaje ecologista ha decaído, pero su discurso de la semana pasada tiene cientos de miles de reproducciones. ¿Cree que ha sido casual o tocó alguna tecla que aporta algo nuevo al movimiento?
Que fuese yo es casual, pero creo que funcionó muy bien levantar un marco científico para frenar al negacionismo. En los últimos años ha habido un retroceso en la calidad del debate público que llega a cuotas delirantes. En Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, están emergiendo problemas de salud pública erradicados como el sarampión y se ha propuesto prohibir el paracetamol a las embarazadas. Hay un auge de cosas que al principio nos hacían gracia, como el terraplanismo, pero cuyo peligro habíamos subestimado.
La sociedad está entendiendo ahora que el auge de la extrema derecha se diferencia de otros procesos históricos previos en que esta gente no va a recortar derechos sociales para beneficiar al capital, como la derecha neoliberal clásica. Esta gente va a por los fundamentos básicos de una república ilustrada donde se pueda tener un debate racional.
Tenemos a Occidente secuestrado por unos procesos políticos que pueden acabar en fanatismos y en retrocesos muy significativos. No solo están proliferando los bulos, sino el irracionalismo y la anti ciencia, que nos retrotraen a épocas muy oscuras de nuestro pasado.
Sin embargo, también defendió en el Congreso que hay que escuchar a los conservadores para hacer política verde...
Eso se lo dije al PP porque no pudieron o no quisieron intervenir. Les dije que en su caso era una pena que no participasen porque es evidente que van a gobernar este país más tarde o más temprano, y necesitamos sostener las políticas climáticas durante 30 y 40 años. Lo ideal sería contar con todas aquellas fuerzas capaces de gobernar para sentar un consenso mínimo. Y a partir de ahí, quien gobierne que lo module en función de sus valores y de sus compromisos ideológicos, que son legítimos. Ahora, no soy ingenuo. Estudio procesos históricos y políticos. Sé que hay cosas que se consiguen por acuerdo y cosas que se consiguen por hegemonía. Por ejemplo, el salario mínimo no creo que lo bajen aunque ganen PP y Vox. Porque bajarlo sería una conmoción social tan grande que ya no pueden hacerlo.
En sus últimos libros –Contra el mito del colapso ecológico y Vida de ricos– también es muy crítico con algunas posturas del ecologismo y la izquierda. ¿Qué errores han cometido?
Muchos. Yo también he caído en ellos. Primero, buena parte de la izquierda no ha asumido la gravedad de la situación. Como decía Naomi Klein, la crisis climática lo cambia todo. Sufrimos daños catastróficos a otro nivel de magnitud que incluso son irreversibles, y la izquierda no está acostumbrada a la irreversibilidad ni a la rapidez con la que hay que responder. Tenemos muy poco tiempo. La izquierda más utópica, más transformadora, más maximalista, de la que vengo yo, sigue viendo el futuro como si estuviese permanentemente abierto. Pero es que el presupuesto de CO₂ para alcanzar un calentamiento de 1,5°C se acaba en un lustro. Y el de los 2ºC, en menos de 25 años. Vamos hacia un mundo radicalmente distinto donde puede verse comprometida la habitabilidad de zonas donde viven miles de millones de personas.
Segundo, el ecologismo ha tenido una relación con la tecnología problemática, que no deja de ser religiosa en sentido inverso. La tecnología no va a hacer milagros que nos salven, pero tampoco es un pecado. Y buena parte del ecologismo se ha quedado obsoleto ante adelantos tecnológicos que objetivamente facilitan mucho la transición ecológica.
Tercero, creo que la izquierda ha regalado lo aspiracional a la derecha. Si la izquierda va a la pelea solo con la moral o con el miedo, como mucho conseguiremos un empate. Pero si quieres hacer una transformación social, necesitas ofrecer un horizonte de ganancia. Y esa disputa ideológica la hemos dejado de lado.
Esta semana estuvo en las jornadas del Pacto de Estado frente a la Emergencia Climática. ¿Cree que habrá acuerdo?
La derecha y la extrema derecha han convertido el clima en un asunto de guerra cultural, así que ya no es tan sencillo. La alternativa es hacer políticas con beneficios y cambios tan estructurales que sean difíciles de revertir. Aun así, lo intentaremos. Es una iniciativa interesante, pero dudo que se llegue a firmar.
¿Cree que hay margen para que la derecha aporte al debate climático? Quizás no ahora, pero sí cuando gobiernen...
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Si nos remitimos a la historia, hay precedentes del PP de retroceso. El impuesto al sol está ahí. Es verdad que hoy la transición energética está más consolidada, pero si miramos a Estados Unidos, vemos una guerra… una contrarrevolución absoluta contra todo lo que tenga que ver con la agenda verde, aunque las renovables sean más rentables. Soy escéptico.
Escuchamos a menudo, en debates sobre incendios o sobre la sequía, que el ecologismo se hace desde las grandes ciudades, pero se sufre en el campo. ¿Qué opina?
Hay que desmontarlo porque es falso. La gente del mundo rural está en la primera línea de los impactos climáticos. Pocos sectores económicos van a sufrir más la subida de temperaturas o los fenómenos extremos que los agricultores y los ganaderos. Una de las cuestiones que yo propongo es convertir los ecosistemas en el sexto pilar del estado del bienestar, igual que la sanidad o la educación. Tenemos que hacer que quien cuide de la naturaleza reciba una recompensa económica sostenida por lo público. Y dinero hay, mira la PAC. Pero hay ciertos grupos de poder rurales a los que no les interesa cambiar el paradigma. No compro este marco porque al negacionismo y a la ultraderecha le viene muy bien esa pelea entre campo y ciudad.
El cambio climático ha dejado de estar de moda. Los españoles lo identifican en el puesto 36 de los problemas que sufre el país, pese a la gran ola de incendios de este verano y a que hace apenas un año tuvo lugar la fatídica dana de Valencia. Sin embargo, el científico Emilio Santiago (40 años, Ferrol) consiguió la semana pasada llevar una intervención de una sesión de la Comisión de Transición Ecológica del Congreso –que habría pasado completamente desapercibida– a decenas de miles de españoles en redes sociales y medios de comunicación.