¿La intimidad llega a las redes? Los mejores amigos de Instagram y los círculos de Twitter privatizan las plataformas

Una persona fotografía con un móvil un mural en Kensington Market, en Toronto (Canadá).

Mark Zuckerberg ya lo adelantó a principios de 2019: quería que su creación, el imperio Facebook (ahora Meta), pasase de ser "el equivalente online de una plaza de ciudad" a permitir que las personas se conectaran "de forma privada en el correspondiente digital a la sala de estar". Lo vendió como un "cambio filosófico" —aunque muchos vieron detrás la presión tras el escándalo de Cambridge Analytica— y ahora cinco años después parece que empezamos a ver los frutos de estas palabras pomposas. 

Tras años en lo que todo lo que se publicaba en Internet era público, desde Fotolog, pasando por Tuenti hasta llegar a Facebook, ahora las redes sociales parecen querer caminar hacía la privatización con los mejores amigos de Instagram y los recientes círculos de Twitter. Según explica Ferran Lalueza, profesor de Comunicación y Social Media de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigador del grupo GAME, este camino también es una forma de que las plataformas "se desmarquen" de gestionar "un espacio público" y "las opiniones de los usuarios": "A los gestores les da cierta tranquilidad que una parte del contenido se derive a estos espacios más privados y sin visibilidad plena". 

Con esta filosofía por bandera, esta "sala de estar" llegó primero a una de las patas que forman el imperio de Zuckerberg. A finales de 2018, Instagram lanzó su función mejores amigos, aunque habría que esperar un par de meses para que se extendiera al resto de usuarios. Esta herramienta permite seleccionar a una serie de personas para que vean algunos Stories. Es una especie de listado VIP con el que se comparten aquellas Historias que no quieren que vean todos sus seguidores. Los elegidos verán este contenido con un halo verde en el perfil, que permite distinguirlo del resto. 

Y ahora, tras meses de rumores, pruebas y en medio del huracán Elon Musk, la misma idea ha llegado a Twitter, que la presentó hace escasas semanas. La red del pájaro azul la bautizó como círculos. "Me parece sorprendente que lo haga Twitter porque siempre ha sido el ágora pública", reconoce Susana Pérez Soler, periodista y doctora de Comunicación Digital por la Universitat Ramon Llull. Para Lalueza, este movimiento, aunque "altera la dinámica de la plataforma", es "seguro" y, si no termina de cuajar, no requerirá de "marcha atrás", como pasó el pasado verano con Fleets, porque "no altera la esencia de su funcionamiento, ya que simplemente el usuario decide el alcance del tuit".

Su funcionamiento, además, puede sonarle al usuario de los mejores amigos de Instagram: puede elegir entre compartir una de sus publicaciones con todos con la opción público o si bien prefiere hacerlo con un grupo más pequeño y personalizado. "Tú eliges a los participantes de tu círculo de Twitter y solo las personas que añadiste pueden responder a los tuits que compartas en el círculo e interactuar con ellos", explica la red social. 

"Es una buena funcionalidad para aquellos usuarios que están empezando o a los que le da vértigo lanzar un mensaje a todo el mundo", apunta Pérez Soler que sostiene que habrá "una dualidad" ya que "una cosa no sustituye a la otra". Por un lado, "seguirá siendo un espacio para denunciar injusticias y para comentar la agenda del día". Y, por otro, existirá este nicho para cosas que "no se quieren que lleguen a todo el mundo". En concreto, este espacio es un listado que incluye hasta 150 perfiles. Esta es una de las pocas diferencias con los mejores amigos de Instagram ya que la red social de Meta no establece un límite. 

¿Pero en qué se diferencia este círculo a tener la cuenta privada con el famoso candado? "Si configuras tu cuenta como protegida, sólo tus seguidores podrán ver los tuits que compartas cada vez que escribes y publicas uno", aseguran desde la red social. En cambio, "con el círculo, tú eliges a tu audiencia cada vez que escribes un tuit". Así, explican desde la plataforma, el usuario tiene la opción de "enviar un tuit a su círculo y el siguiente a todos sus seguidores". "Twitter se definía entre el todo o la nada, entre usar el candado, que restringe de forma muy drástica y se usa de forma residual, o todo en abierto y sin ningún límite", recuerda Lalueza.

Pero los mejores amigos de Instagram y los círculos de Twitter no son los únicos en esta deriva de privatización porque en Silicon Valley todo lo que funciona es copiado por la competencia. Incluso esta estrategia tiene nombre: los clones asesinos. "Caminamos hacia una homogeneización de las redes sociales y todas tienden a parecerse más entre sí", reconoce Lalueza. 

Meta incorporó recientemente el envío de fotografías y vídeos efímeros a WhatsApp. Una función muy similar a la esencia de Snapchat —otra red que se vendió como pública pero con el toque de que nada era para siempre— ya que la imagen se borra una vez enviada y vista por el receptor. Tampoco hay que obviar los grupos de LinkedIn o los de Facebook. "Hemos entendido durante mucho tiempo las redes sociales como esferas públicas. Pero desde siempre, hemos tenido la posibilidad de crear pequeñas comunidades dentro de la gran comunidad porque Internet es un nicho de nicho", explica Pérez Soler. 

¿Acabarán con el oversharing?

¿Qué buscan las redes con la implementación de este tipo de funciones? Aunque al inicio de Internet, espacios como Messenger triunfaron por su sistema de mensajería directa, se evolucionó hacia el exhibicionismo total de Tuenti y Facebook en el que era habitual en sus inicios subir imágenes sin demasiado filtro. Ahora, en cambio, volvemos a la casilla de salida. En palabras de la periodista Moya Lothian-McLean en una columna en The Guardian, "somos una generación acostumbrada a vivir su vida a la vista: nuestra adolescencia colectiva medida en una sucesión de aplicaciones de mensajería y redes sociales. Cada una de ellas alentó niveles crecientes de apertura y afianzó el mensaje: compartir invita al cariño o, mejor aún, a la atención". 

Este fenómeno se conoce como oversharing y la Agencia Española de Protección de Datos lo define como la sobreexposición de información personal en la web, es decir, compartir demasiado. "La privacidad, tanto la mía como la de las personas con las que entré en contacto, era un concepto mítico", sostiene esta periodista. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, los usuarios han empezado a ser conscientes del alcance de estas plataformas y ha comenzado un cierto repliegue hacía lo íntimo y lo privado. "Hay una creciente reacción en contra de compartir demasiado, contando entre sus conversos a Taylor Swift y algunos adolescentes que se niegan a usar las redes", escribe Lothian-McLean. 

Con el oversharing en mente, ¿acaban los mejores amigos de Instagram y los círculos de Twitter con este problema? Los expertos consultados por infoLibre coinciden en que, lo primero, es pedir "prudencia" a los usuarios con la información que publican en redes sociales. 

"Todo lo que no quiera que se conozca, no se debe publicar en redes. Al final, cualquier cosa que se comparte puede ser utilizada en el día de mañana en nuestra contra", reconoce Pérez Soler. "Lo que hoy nos parece normal, en unos años puede ser controvertido", explica Lalueza. Para este experto es clave que las circunstancias de cada uno son "diferentes" y que cada persona "debe poder sus líneas rojas": "Entre un extremo y otro, de la libertad de expresión y de que mi imagen sea impoluta, cada uno debe encontrar su lugar".

La "engañosa" sensación de seguridad y control

Aunque probablemente no acaben con el oversharing, sí que estas funciones como los mejores amigos de Instagram y los círculos de Twitter generan nuevos riesgos derivados de la sensación de seguridad y control que ofrecen al usuario. Se venden como una herramienta en la que se elige con quién se comparte determinado contenido, y así es. Pero, ¿eliminan la posibilidad de una captura de pantalla? Por ahora, no. "Técnicamente garantiza que no puede ser difundido, pero lógicamente siempre se pueden hacer trampas", afirma Lalueza

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Sólo hace falta recordar la reciente polémica en Finlandia tras la difusión de unos vídeos de la primera ministra de fiesta. ¿De dónde salieron estas grabaciones? Los originales fueron publicados en un grupo cerrado de Instagram con menos de un centenar de miembros al que pertenece Sanna Marin.

"Es cierto que se pueden compartir contenidos más arriesgados y que no se pueden retuitear", argumenta Lalueza, no obstante, la sensación de seguridad "puede ser engañosa" ya que esta intimidad "no quiere decir que no llegue a según quién, porque puede salir". Para este experto, estas funcionalidades tienen "truco": "Dan una funcionalidad más, con más capacidad de control, pero también exponen la privacidad de los usuarios a los gestores de las plataformas". 

"Hay mucha gente que se puede confundir, que piensa que al publicar en estos espacios no va a llegar a un alcance global. Pero hay que mantener una precaución", reconoce Pérez Soler, que insiste en varias ocasiones durante la conversación con infoLibre en que "todo lo que se publica en Internet puede hacerse público"

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