Los telediarios de la Transición

“Que no, Manolo, déjate de portavoces; esto lo tienes que contar tú en directo. Vente y sales a las tres en el Telediario”. En la sala de Informativos de Prado del Rey todo el mundo mira en silencio a Lalo Azcona, 25 años y director del TD1, mientras habla, con ese tono perentorio, con el vicepresidente del Gobierno para la Defensa, el Teniente General Manuel Gutiérrez Mellado. Pepe Cavero, su mano derecha, y Ramón Barro, subdirector, son los primeros asombrados; ambos llevan años en la información y en RTVE, han visto a directores de Informativos contestar demasiadas veces “sí, señor ministro”, para que no les choque lo que acaba de hacer su jovencísimo jefe… Pero, unos minutos antes de las tres, ven aparecer a Gutiérrez Mellado y sus escoltas por el pasillo, y unos minutos más tarde aparecer en los monitores respondiendo a Lalo y defendiendo, ante toda España, las razones para introducir cambios en las Fuerzas armadas y en el país.

La escena tenía lugar a principio de otoño de 1976, pero el precedente arranca el 3 de julio anterior cuando, contra todo pronóstico, el Rey nombra Presidente del Gobierno a Adolfo Suárez; tres semanas más tarde, el recién nombrado designa director de RTVE a Rafael Ansón, su antiguo jefe en Relaciones Públicas de Presidencia. Uno y otro tienen muy claro que la televisión sea pieza clave en la reforma del Régimen heredado; han pasado los tiempos de defenderse desde la pantalla de las acusaciones del exterior; ahora hay que convencer a los españoles de que la solución no está en los herederos del franquismo, ni en los opositores al Dictador que pretenden la ruptura. Frente a “los nostálgicos del pasado” y “el salto al vacío”, defienden la “reforma democrática”, y para ello Ansón decide eliminar a los llamados “bustos parlantes” de los telediarios (locutores que se limitan a leer ante cámara lo que les han escrito y dan paso a noticias decididas en los despachos), y sitúa en su lugar a periodistas que presenten las informaciones que ellos mismos han decidido incluir. Serán Lalo Azcona en el TD1, Eduardo Sotillos en el de las nueve de la noche, Fernando Ónega en el de cierre, y Miguel Ángel Gozalo en la Segunda Cadena. Las pruebas previas no convencen a Ónega, que se apea del proyecto y es sustituido por Pedro Macía.

Lalo Azcona había trabajado en La Nueva España antes de entrar en Radio Nacional; en la emisora dirigía y presentaba uno de los diarios hablados, cuando recibió la llamada de Ansón. Sotillos comenzó a trabajar en Radio Juventud en 1957 y dos años después ingreso como locutor en RNE. En la emisora presentó todo tipo de programas hasta que se le encargó “Última Edición”, solo unos meses antes de pasar a TVE. También se había iniciado en Radio Juventud (1961) Pedro Macías; de allí a RNE y, en 1963 ingresa en TVE como locutor y presentador; hasta el 70 participa en todo tipo de espacios, pasa dos años fuera de televisión dedicado a tareas de relaciones públicas y en 1973 regresa para ser el presentador principal del primer telediario, hasta que Rafael Ansón le encomienda la dirección del informativo de cierre. Miguel Ángel Gozalo provenía de la prensa y la radio; había comenzado en 1960 en el diario SP, de allí paso a la agencia Europa Press como redactor jefe y a los diarios Madrid e Informaciones; con ABC fue corresponsal en Bonn y París, antes de ser nombrado director de informativos de la cadena SER y ser llamado a TVE para hacerse cargo de las noticias en la Segunda Cadena con el espacio Redacción Noche, al que se incorporan Joaquín Arozamena y Victoria Prego.

Tras el compromiso con TVE, Rafael Ansón envía a los cuatro de viaje; quiere que vean como se están haciendo los telediarios en los países más avanzados y, en cuanto regresan de la rápida gira, les hace debutar en pleno verano. `Yo creo –recordaba Lalo- que el Director General tenía unas instrucciones específicas: preparar el camino de la democracia y utilizar la televisión como una herramienta para normalizar la vida política española. Que los espectadores entendieran por qué era necesaria la democracia era uno de los objetivos más repetidos en aquellos momentos, cuando aún no se habían legalizado los partidos políticos, ni las centrales sindicales”.

Sorpresa en los espectadores

Los espectadores contemplan al principio con sorpresa los nuevos aires en los Informativos de TVE. El primero que choca es “ese chico de las tres”; Lalo tiene 25 años –es hasta el día de hoy el más joven director de un telediario-, lleva desabrochado el último botón de la camisa, que no acierta a tapar el nudo medio torcido de la corbata, y se dirige a cada espectador como si hablara solo para él. Complementa su estilo directo con una naturalidad impropia de un debutante y rompe los esquemas clásicos de presentador parapetado tras su mesa. En ese otoño está a punto de salir el periódico Diario 16, que pretende basar su campaña de lanzamiento con la canción “Libertad sin ira” del grupo Jarcha pero, aunque ya no hay censura previa, carece de “permiso de radiodifusión”; un día (debía ser bien mediado septiembre) Azcona aparece a las tres de pie ante las cámaras y dice que se han propagado rumores “infundados” sobre la prohibición de la canción y, para demostrarlo da paso al grupo que canta en directo sobre un país en “que una vez hubo una guerra” y clama por “libertad, sin ira libertad, guárdate tu miedo y tu ira”, y que culmina con “libertad, libertad, sin ira libertad, y si no la hay, muy pronto la habrá”, mientras Lalo les escucha de pie. Cuando terminan, se sienta tras la mesa, e inicia el relato “normal”. ¡Aún no ha pasado un año de la muerte de Franco! El 18 de octubre sale a la calle el nuevo periódico, después de que toda España haya escuchado docenas de veces la canción. 

Eduardo Sotillos, ya veterano en Radio Nacional, crea una amplia mesa en la que se sientan diversos especialistas de cada campo informativo dentro de la propia redacción. Consigue así un informativo más coral en el que dirige el conjunto pero va dando paso a redactores que introducen las noticias de Internacional, Política, Laboral, etcétera; variante que se ha usado y sigue usándose en múltiples informativos. Por su parte, Pedro Macías y Miguel Ángel Gozalo realizan una presentación más convencional, pero todos asumen el papel de directores de su propio telediario y disponen de un equipo de redacción específico a sus órdenes.

Son momentos muy delicados para la incipiente democracia: los conflictos laborales se multiplican, pero la gran amenaza proviene de fuerzas que pretenden dinamitar el proyecto provocando una tremenda inestabilidad: se incrementan las acciones terroristas de ETA y GRAPO, mientras la extrema derecha protagoniza asesinatos como el de los abogados laboralistas de Atocha. La apertura política pasa su prueba más exigente con la legalización del Partido Comunista el Sábado Santo de 1977, y Lalo Azcona presenta a media tarde un avance especial para dar la noticia a toda España. “En aquella época –recordaba el presentador- sólo había una televisión y era de verdad la del cambio. Nunca había visto nadie en la televisión a los líderes sindicales o de los partidos porque hasta entonces estaban en la cárcel y esas organizaciones eran ilegales. Todo aquello que se contaba y que era muy nuevo, cuando lo contabas en la televisión tenía una repercusión gigantesca. Tuve la suerte de estar en un momento de enorme visibilidad”.

Al equipo nombrado por Ansón le corresponde cubrir las primeras elecciones democráticas en más de cuarenta años; todo es nuevo en televisión: hay que conectar con los mítines de los partidos políticos y abrir la pantalla a líderes que solo unos meses atrás eran perseguidos por la policía. Un Adolfo Suárez en plena forma echa mano de su amigo, y extraordinario realizador y director, Gustavo Pérez Puig, para lanzar desde TVE su famoso “Puedo prometer y prometo” que le daría el triunfo electoral. Previamente –genio y figura- Lalo ha metido en el set del telediario una pizarra y ha explicado a la audiencia las peculiaridades de la votación y del sistema electoral recientemente aprobado. En la redacción se vive un clima de competencia entre los equipos de cada uno de los telediarios; compañeros y amigos de antes y después de esta etapa, hablan poco entre ellos de cada minutado, de cada invitado que se va a traer a estudio, de cada reportaje en preparación. Al final de cada emisión se jalea cada acierto, se lamenta cada error, como recuerda Lalo: “Cuando salía algo especialmente bien, recuerdo al subdirector, Ramón Barro, lleno de socarronería gallega, bajar al estudio indignado y decir: '¡Mal, muy mal! Os lo he dicho veinte veces, no se puede hacer un buen telediario, porque paralizamos el país, cuando lo que hace falta es que siga en marcha”.

Cuando termina la primera temporada del nuevo modelo se produce un fenómeno inédito: en la clasificación de los más populares figuran los consagrados Payasos de la tele, Kiko Ledgard, Iñigo, Félix Rodríguez de la Fuente… pero junto a ellos aparecen Lalo Azcona y Eduardo Sotillos, muestra evidente de que el modelo de telediarios personalizados ha calado en la audiencia, ya no son “bustos parlantes”, sino protagonistas con estilo propio tal y como se hace en las televisiones de Francia, Reino Unido, o Estados Unidos de América. Se vivía un espíritu que Lalo Azcona recordaba años después: “Todos participábamos de una forma activa en aquello; no éramos unos simples cronistas de lo que pasaba, sino que nos sentíamos tocados por una especie de mandato especial. Fue una situación irrepetible. Cuando ya llevábamos más de un año viviendo una gran tensión, nos dimos cuenta de que aquello empezaba a agotarse y, en febrero de 1978, nos marchamos todos a la vez”. En realidad, en que el otoño había cesado Rafael Ansón y el nuevo Director General, Fernando Arias-Salgado (hijo del ministro que en 1956 había inaugurado la televisión en España), hablaba de “reordenar la redacción”, lo que se traducía en quitar competencias a los directores de telediarios y, en definitiva, volver al modelo anterior en que el día a día informativo no dependiera de ellos. Tras varias reuniones con Ramos Losada, director de TVE, los cuatro periodistas, que habían protagonizado el cambio en la información, dimiten al unísono y cierran un experimento que tardaría muchos años en repetirse.

Treinta y cinco años después, Lalo Azcona, que dejó el trabajo periodístico en 1983, es un importante empresario y consultor en asuntos de comunicación; Eduardo Sotillos está centrado en tareas políticas, dentro del PSOE de Madrid, estuvo al frente de telediarios en fechas posteriores y dirigió radio Nacional en la etapa de Pilar Miró; Miguel Ángel Gozalo siguió su carrera como periodista y presidió la Agencia EFE durante las dos legislaturas de Aznar como Presidente del Gobierno. Pedro Macías siguió vinculado a TVE varios años y se dedicó después a negocios en el terreno de la comunicación. Falleció en 2012 víctima de un cáncer.

Más en la red

Lalo Azcona y Carrillo

Un siglo de canciones 97: “Libertad Sin Ira” (por Rodri)

“Que no, Manolo, déjate de portavoces; esto lo tienes que contar tú en directo. Vente y sales a las tres en el Telediario”. En la sala de Informativos de Prado del Rey todo el mundo mira en silencio a Lalo Azcona, 25 años y director del TD1, mientras habla, con ese tono perentorio, con el vicepresidente del Gobierno para la Defensa, el Teniente General Manuel Gutiérrez Mellado. Pepe Cavero, su mano derecha, y Ramón Barro, subdirector, son los primeros asombrados; ambos llevan años en la información y en RTVE, han visto a directores de Informativos contestar demasiadas veces “sí, señor ministro”, para que no les choque lo que acaba de hacer su jovencísimo jefe… Pero, unos minutos antes de las tres, ven aparecer a Gutiérrez Mellado y sus escoltas por el pasillo, y unos minutos más tarde aparecer en los monitores respondiendo a Lalo y defendiendo, ante toda España, las razones para introducir cambios en las Fuerzas armadas y en el país.

Más sobre este tema
>