Para un ladrón de joyas o de obras de arte, robar en el museo del Louvre de París es lo máximo a lo que podría aspirar, al igual que para un atleta colgarse la medalla de oro en los Juegos Olímpicos, o para un físico ganar el Premio Nobel. El asalto al Louvre, que realizaron el pasado domingo, 19 de octubre, al menos cuatro atracadores, es el nuevo robo del siglo, un calificativo que se usa habitualmente con bastante ligereza pero que, en esta ocasión, está más que justificado.
Pocos atracadores en el mundo pueden atreverse a algo de esta magnitud, y cualquier sospecha recae sobre los mismos que llevan cometiendo saqueos con un modus operandi similar a joyerías, galerías de arte y museos por todo el mundo desde hace más de dos décadas. Son los Pink Panthers, una organización criminal que es, además, la cantera de los mejores ladrones del mundo de joyas.
En España, la última vez que se supo de ellos fue por el intento de asesinato a Predrag Vujoševic el 2 de agosto. Le dispararon en el centro de Barcelona cuando se encontraba en la terraza de un bar. Predrag es uno de los fundadores de los Pink Panthers y, desde al menos 2002, estuvo 'de gira' atracando joyerías por el mundo. Posteriormente se pasó a otro negocio aún más lucrativo: el narcotráfico.
Vujoševic se unió al clan Škaljari de Montenegro, que controla importantes rutas de cocaína de Sudamérica a Europa. Cuando quisieron matarle estaba disfrutando del tercer grado tras ser condenado por un alijo de 400 kilos de cocaína incautado en Canarias en 2021. Sus rivales, posiblemente el clan Kavac, le recordaron que estaba mejor en prisión. Allí es donde ha vuelto tras recuperarse de las heridas. La relación de los Pink Panthers, el Clan Škaljari y los Tigres de Arkan es bastante extensa. Los últimos fueron la base de lo que hoy en día es el cártel de los Balcanes, golpeado esta misma semana a través del operativo contra los Vracar de Belgrado.
A lo largo de los años, a los Pink Panthers, con orígenes serbios, croatas, bosnios, y montenegrinos se les ha relacionado con cientos de atracos por todo el planeta. Joyerías de Cannes, Courchevel, Londres, París, Tokio, Dubái, Frankfurt, Atenas, Viena, Zurich, Bahrein, Madrid, Barcelona, las Islas Canarias y otras decenas de lugares por todo el mundo han sido víctimas de sus golpes.
Un sello propio
El del Museo del Louvre podría ser el robo más mediático de todos los tiempos y, por supuesto, parece que tiene su sello. Este grupo itinerante de atracadores con orígenes balcánicos está formado por cientos de miembros que llevan a sus espaldas más 400 millones de euros robados en joyas u obras de arte, y han generado situaciones que, si se plasmaran en alguna película, el público pensaría que es ciencia ficción.
Desde huidas en yate o helicóptero hasta fugas de cárceles y el uso de disfraces propios del carnaval de Cádiz. Y siempre intentan que sean sin heridos, ni disparos, algo limpio. Aunque, sin embargo, en algún golpe que no les salió como querían, sí abrieron fuego. No fue el caso del Louvre.
Los únicos con una capacidad logística, económica y con veteranía suficiente como para acceder al Louvre como lo hicieron el pasado 19 de octubre son miembros o exmiembros de los Pink Panthers. Desde su expansión global, donde consiguieron robar joyas en Ginza (Tokyo) por valor de más de 22 millones de euros en marzo de 2004 hasta 2025, ha pasado el suficiente tiempo como para preparar este asalto con el que terminar de retirarse.
Este grupo de ladrones, súper especialistas, tiene una habilidad especial para la creatividad. No es casualidad que se les ocurriera robar un camión montacargas con el que sortear la fachada del Louvre y desde el balcón poder acceder sin problema a la Sala Apolo del museo.
Como en la serie Lupin, en la que el famoso ladrón se inspiraba en los robos que leía en libros, lo del Louvre puede tener una curiosa inspiración en un libro infantil publicado en 1975. El escritor Georges Chaulet en Appelez Fantomette detalla una idea de la protagonista de la historia: ve claro que se puede llegar a un balcón del Louvre con una simple escalera de pintor y desde allí romper una ventana para introducirse en el museo. Algo que acababa de suceder.
Que se hayan dirigido exclusivamente a las vitrinas que resguardaban las joyas de la corona de Francia solo puede ser obra de un encargo concreto; es decir, que antes de cometer el atraco los ladrones han cobrado varios millones de euros. Nadie ejecutaría esto en el Louvre sin tener un comprador asegurado, un error que ya les costó caro antes a los Pink Panthers. El 10 de febrero de 2008 robaron de la colección Emil Bührle en Zúrich el cuadro Niño con chaleco rojo, pero les fue imposible venderlo. La pintura estaba valorada en más de 100 millones de dólares que se quedaron en las manos de los propios ladrones. Fue encontrada cuatro años más tarde en Belgrado.
En aquel atraco en Zúrich se llevaron Amapolas cerca de Vetheul, de Claude Monet, Rama de castaño en flor, de Vincent van Gogh, El conde Lepic y sus hijas, de Edgar Degas, y por último Niño con chaleco rojo, de Paul Cézanne. El comando estaba formado por gente peculiar como Raško Mladenovic, que llevaba una doble vida de panadero en Belgrado, y que después de la cárcel ha querido dar el salto al famoseo. El año pasado participó en el Gran Hermano de Serbia. Cosas de ser una estrella en lo suyo. No se puede descartar que los cuatro del Louvre quieran seguir sus pasos.
El 19 de octubre, en poco más de 3 minutos y 40 segundos dentro del Louvre, los ladrones se llevaron, según información de La Tribune del Art, la tiara del adorno de la reina María Amelia y la reina Hortensia; el collar del ajuar de zafiros de la reina María Amelia y la reina Hortensia; el pendiente, de un par engastado en zafiros de la reina María Amelia y la reina Hortensia; el collar de esmeraldas del conjunto de María Luisa regalado por Napoleón a María Luisa con motivo de su matrimonio; un par de pendientes de esmeralda del conjunto de María Luisa, un broche asignado al Louvre en 1887; la tiara de la emperatriz Eugenia y el Gran Lazo del Corpiño de la Emperatriz Eugenia.
Después de lo sucedido, las autoridades francesas han decidido trasladar parte de la colección de joyas que queda en el Museo del Louvre a las bóvedas del Banco de Francia, donde se encuentran más del 85% de las reservas de oro del país y tesoros como los cuadernos de Leonardo Da Vinci. El camino que los separa son unos 850 metros. Quizás sea ya un lugar inexpugnable hasta para los Pink Panther. O no.
Mientras, la imagen de Francia se ha visto muy dañada, porque el Louvre es el símbolo de todo el arte y el conocimiento del país. La vulnerabilidad de una ventana lo ha decidido todo, y las cámaras de seguridad no apuntaban hacia esa zona de la calle donde colocaron el camión. También había informes internos del Museo, donde se advertía que esa ventana de la Galería Apolo era un punto marcado en rojo para la seguridad de todo el museo. Algo que quienes han elaborado este plan conocían de antemano. Nadie se arriesga a robar en el Louvre sin tener información privilegiada.
Para un ladrón de joyas o de obras de arte, robar en el museo del Louvre de París es lo máximo a lo que podría aspirar, al igual que para un atleta colgarse la medalla de oro en los Juegos Olímpicos, o para un físico ganar el Premio Nobel. El asalto al Louvre, que realizaron el pasado domingo, 19 de octubre, al menos cuatro atracadores, es el nuevo robo del siglo, un calificativo que se usa habitualmente con bastante ligereza pero que, en esta ocasión, está más que justificado.