El robo en el Louvre, una "catástrofe previsible" que destapa la precariedad en el mayor museo del mundo
El 7 de mayo de 2017, el día de su elección como presidente de la República, Emmanuel Macron eligió el Louvre para celebrar su victoria. Ahora que se encuentra en el ocaso de un reinado sin fin, un audaz robo en este mismo lugar —que resuena en todo el mundo por el prestigio del museo más visitado del planeta y la exitosa serie Lupin, que comenzaba con el robo del famoso collar de la reina— pone de relieve el deterioro de los servicios públicos, del que el macronismo ha sido uno de los catalizadores.
“Llevamos años alertando sobre la falta de medios, que se ha vuelto crítica en nuestros museos”, explica Nathalie Ramos, secretaria nacional de CGT Cultura y Museos. “En menos de diez años, se han suprimido más de 250 puestos de trabajo, tanto en recepción y seguridad como en mantenimiento y labores técnicas. Cuando se suprimen puestos de trabajo, se multiplican los contratos de corta duración y las personas conocen menos los lugares y los procedimientos, es inevitable que acabe habiendo problemas en algún momento”.
Élise Muller, agente de vigilancia del Louvre y secretaria nacional de Sud Culture, también analiza el robo de la galería Apolo como un síntoma de años de falta de inversión en el mantenimiento del edificio. “Este robo era una catástrofe previsible”, afirma. “Hace unos diez años que los museos ha dejado de invertir en seguridad y mantenimiento en general. Todo este sector ha perdido el 25 % de su personal en diez años.”
La sindicalista añade: “El Estado lleva años desentendiéndose. Intenta reducir al máximo la parte de sus subvenciones y recurre al mecenazgo del sector privado para cubrir los agujeros. Pero los mecenas no quieren renovar los aseos: prefieren asociarse a eventos, por ejemplo, grandes exposiciones temporales.”
Los ingresos relacionados con el mecenazgo se acercaron el año pasado a los 20 millones de euros (frente a los 15,7 millones de 2020), con un presupuesto operativo anual de 323 millones, en comparación con los 96 millones de subvenciones pagadas en 2024 por el Estado al primer museo de Francia (cantidades en descenso cada año desde 2021), o los 124 millones de euros generados por la venta de entradas durante ese mismo año.
Un informe que el Tribunal de Cuentas se dispone a publicar en noviembre, que France Info reveló en parte el lunes, parece validar el análisis. Su filtración a la prensa enfureció, según Le Monde, a la ministra de Cultura, Rachida Dati. El documento, que aún podría ser modificado, señala retrasos “considerables” y “persistentes” en la adecuación a las normas de las instalaciones técnicas del Louvre. Un tercio de las salas del ala Denon, donde se produjo el robo, no tienen cámaras de vigilancia, al igual que tres cuartas partes de las salas del ala Richelieu. El Tribunal de Cuentas lamenta además “la tendencia a convertir el inicio de las obras en una variable de ajuste presupuestario”.
Protocolo
En el momento del robo, el domingo pasado a las 9:30 de la mañana, cuando el público comenzaba a llegar a la galería Apolo, bien equipada con cámaras de vigilancia, en la sala había tres agentes de servicio. Acudieron rápidamente otros dos compañeros, alertados por el ruido de la irrupción, y en particular por las radiales utilizadas por los dos delincuentes para cortar las dos vitrinas y sacar las joyas del siglo XIX.
Y fue precisamente la intervención de uno de esos agentes, según el comunicado del ministerio, la que hizo poner en fuga a los ladrones e impedir que prendieran fuego, como tenían previsto, al camión montacargas situado en el exterior del edificio, pegado a la fachada del Louvre. ¿Habría cambiado realmente las cosas la presencia de uno o varios agentes más en la galería? “No puedo pronunciarme sobre ese día en concreto, pero la falta de personal estructural desde hace más de diez años aumenta la vulnerabilidad del personal y reduce el efecto disuasorio”, responde Nathalie Ramos.
“La misión de un agente de seguridad es velar por la seguridad de los bienes, pero sobre todo de las personas, reaccionando en caso de indisposición o de un inicio de incendio”, continúa Nathalie Ramos. “En caso de intrusión, existe todo un protocolo que no se divulga, pero se puede decir que las reacciones de los agentes presentes el domingo en el Louvre fueron totalmente adecuadas. No obstante, cabe preguntarse qué se habría podido hacer, durante los probables reconocimientos o durante el robo, si hubiera habido más agentes”.
“La seguridad de un museo implica muchos elementos”, añade Élise Muller. Hay personal destinado en el interior, en las salas, pero también fuera del edificio. En el caso del Louvre, es una empresa privada, Securitas, la que lleva el exterior. Pero ellos también están sufriendo recortes de personal, ya que sus presupuestos son cada vez más limitados.”
Pero no basta con tener agentes en servicio, insiste Élise Muller: “Tenemos un verdadero problema de penosidad en el trabajo. El personal está muy mal. Me vienen a la mente al menos dos indicadores alarmantes. En tres años, el porcentaje de días de huelga se ha disparado un 630 %. Y en tres años, la tasa de consultas a la psicóloga laboral, un 400 %”.
“En tres años”, es decir, desde la llegada de Laurence des Cars a la dirección del museo en 2021. Bajo presión desde el domingo, la directora mantuvo una agitada reunión ese día por la tarde con el personal del museo (en teoría, en 2024 había 2.242 personas empleadas en el Louvre a tiempo completo o parcial). El 16 de junio, el museo ya tuvo que cerrar sus puertas debido a una huelga sorpresa del personal de recepción y seguridad, exasperado por la actitud de la dirección ante los problemas de sobreocupación del museo.
Contexto tenso
Sin embargo, desde su nombramiento, la directora no ha dejado de alertar sobre el deterioro de algunas zonas del museo —hasta el punto de que hay goteras en algunas salas—, la obsolescencia de algunos equipos y la necesidad de un plan de inversión masivo por parte de las autoridades públicas. Lo hizo, por ejemplo, en abril de 2024, en la comisión de cultura de la Asamblea Nacional ante la indiferencia casi generalizada de los diputados.
Lo repitió en una nota enviada en enero a la ministra de Cultura, revelada en su momento por Le Parisien, con una repercusión muy diferente. Ese fue el punto de partida de la gran operación de Macron, bautizada como Louvre – Nouvelle Renaissance (Louvre, Nuevo Renacimiento), en la que el jefe del Estado esbozó las líneas de una nueva transformación del museo, tras la del Grand Louvre de los años de Mitterrand, asociada a la construcción de la pirámide de cristal de I. M. Pei.
Macron se comprometió, en particular, a construir una segunda entrada con el fin de descongestionar la pirámide, pero también a abrir una sala dedicada exclusivamente a la Mona Lisa de Da Vinci, para desconcierto de muchos historiadores del arte, preocupados por la idea de sacar el icónico cuadro de su contexto de creación.
A pesar de la máxima incertidumbre política de este otoño de 2025, la obra parece seguir adelante. La ministra Rachida Dati reveló el 10 de octubre la lista de las cinco agencias finalistas, entre las que se encuentra un consorcio que incluye a la prestigiosa agencia japonesa Sanaa (Sejima And Nishizawa And Associates), responsable de los edificios del Louvre-Lens y de la nueva Samaritaine. Las estimaciones del proyecto oscilan entre 700 y 1.000 millones de euros, a lo largo de diez años.
En este contexto tan tenso, la perspectiva de la construcción de una nueva entrada tiene muy irritados a los sindicatos. “Nos parece necesario que se ponga en marcha un plan genérico de emergencia, debido a la falta de mantenimiento de los últimos años”, resume Élise Muller. “Por otro lado, en la situación actual de las arcas públicas, una entrada que cuesta mil millones es una locura. Sobre todo porque la zona elegida para esta nueva entrada es inundable. Recuerdo que han sido retiradas las reservas situadas a ese nivel”. “Solo esperamos que estos desafortunados acontecimientos sirvan de revulsivo para las decisiones presupuestarias”, añade Nathalie Ramos.
El Louvre lleva cerrado desde el domingo por la mañana y, en el mejor de los casos, no volverá a abrir al público hasta el miércoles por la mañana. Laurence des Cars será oída en la comisión de cultura del Senado el miércoles por la tarde: se espera que vuelva a hablar en profundidad sobre las condiciones de seguridad de las 33.000 obras expuestas en el museo (de una colección total de 600.000 piezas). Todo su proyecto de nueva entrada podría verse comprometido.
“Hemos fallado”, reconoció el lunes el ministro de Justicia, Gérald Darmanin, mientras que sus colegas de Interior y Cultura, Laurent Nuñez y Rachida Dati, celebraron el lunes una reunión de crisis con los servicios policiales “para identificar lo que ha funcionado y lo que no”. Aún hay muchas especulaciones sobre la eficacia de la alarma que se activó el domingo por la mañana, sobre el grosor de los cristales de la vitrina de la galería Apolo o sobre la identidad de la banda de ladrones.
El anterior robo cometido en el Louvre se remonta al 3 de mayo de 1998, cuando fue sustraído un cuadro de Camille Corot, Le Chemin de Sèvres, que aún no ha sido recuperado. Otras instituciones han sido objeto de robos más recientemente: en septiembre robaron pepitas de oro valoradas en 600.000 euros de las colecciones del Museo Nacional de Historia Natural de París, mientras que el museo Adrien-Dubouché de Limoges, que alberga una de las colecciones de porcelana más importantes del mundo, sufrió, también en septiembre, el robo de dos platos y un jarrón chino considerados “tesoros nacionales”.
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Tras la conmoción suscitada por el robo en el Louvre, el ministro del Interior, Laurent Nuñez, instó el lunes a los prefectos a reforzar las medidas de seguridad en los museos franceses, sin dar más detalles sobre el contenido de dichas medidas.
Traducción de Miguel López