Librepensadores

El poder como tragedia

Javier Paniagua

Tal vez tengamos que acudir a Shakespeare para entender los entresijos del poder. Pocos como él supieron captar en sus obras dramáticas las complejidades del ejercicio del poder y el ascenso al mismo: la ambición, la traición, la tiranía, la envidia, la rivalidad, la conspiración… forman parte del entramado de sus obras. Aunque el mejor estudioso del escritor, el crítico Harold Bloom, considere que resulta pobre intelectualmente reducirlas a un análisis político, como lo manifestó en La invención de lo Humano. Shakespeare nos mostró, afirma Bloom, cómo somos por encima de los tiempos y las circunstancias. Aún con todo, desde ellas podemos entender los debates de teoría política que comenzaron en el siglo XVI y que permanecen vigentes en la actualidad. Se sabe que el poder es pasajero donde quiera que se sustente, en la familia, la Administración, la empresa o en las organizaciones políticas o ciudadanas, pero se ejerce como si fuera eterno. Expresiones como “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”, como expresara el historiador y político inglés Lord Acton (1832-1902), o el refrán “no hay mal que cien años dure”, forman parte del acervo colectivo referido a la detentación del poder.

Pero para lo que quiero destacar me interesa la relectura de El Rey Lear, cuando ya viejo decide repartir su reino entre sus tres hijas. Dos de ellas, Goneril y Regan, adulan a su padre con amplios testimonios del amor que le profesan y reciben dos partes iguales del reino, mientras que Cordelia, parca en sus elogios, (I love your majesty, acording to my bond, nor more nor less- amo a su majestad, de acuerdo a mi deber, ni más ni menos-) es desheredada. Lear rehace su vida viviendo alternativamente en las casas de sus dos hijas agraciadas, pero estas lo maltratan y, obligado a vagar sin techo, siente la amargura del desaliento que le proporcionan ambas. Las escenas posteriores trascurren en la conspiración y lucha de las dos jóvenes entre sí, junto a sus maridos, para mantener y ampliar el poder, mientras otros aristócratas como el conde de Glóster, también traicionado por uno de sus hijos, se ve involucrado en la trama.  El Rey francés, esposo de Cordelia, invade el territorio para defender a Lear junto a otros nobles leales. Padre e hija mueren después de que Lear reconozca que Cordelia era la única que le había amado sinceramente. La obra muestra la deslealtad de padres e hijos, la ambición entre ellos y las desgracias de quienes son fieles. Refleja también cómo la abdicación del poder de Lear sólo acarrea fracasos y tragedias.

Algo de esto pasa en las instituciones públicas o privadas. Cuando alguien es sustituido, por cese o por propia voluntad, en un cargo el nuevo, aunque que haya demostrado lealtad o amistad previamente, tiende a diferenciarse de él, incluso a criticar y descalificar sus decisiones, aunque hubiera formado parte de las mismas sin antes haber manifestado nada en contra. Suele ocurrir con frecuencia en la Administración política con directores generales, consellers o ministros aun siendo del mismo partido. En el supuesto de partidos diferentes saldrá la justificación de la herencia recibida, el rechazo del programa político o la incapacidad de gestión.

De igual manera el tema se reproduce en las empresas o instituciones públicas o privadas. Es como una ley de termodinámica del poder, como si la negación del otro, a veces inconscientemente, fuera un requisito para reafirmarse en el cargo. Sólo el tiempo ponderará la justicia o injusticia de las descalificaciones. Recuérdese cómo el expresidente Adolfo Suárez padeció las conspiraciones de sus compañeros de la UCD y el distanciamiento con su amigo y principal colaborador, Abril Martorell. Cómo la relación de fidelidad de Felipe González y Alfonso Guerra se rompió en el transcurso de los años de gobierno. O los desencuentros entre Aznar y Rajoy, colaboradores durante años y este ungido por aquel. O la disonancia entre Iglesias y Errejón. Y en la Comunidad Valenciana, las disputas entre Zaplana y Camps distorsionaron al PP. Todo ellas, sin duda, pueden explicarse por las distintas perspectivas que cada uno y sus seguidores tengan, pero forman parte, ahora y en la historia, de una condición al parecer ineludible en la detentación del poder. ___________________

Javier Paniagua es socio de infoLibre

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