Cultura

Escritores de película

Fotograma de la película 'Tolkien'

La película cuenta la vida de John Ronald Reuel Tolkien, sus años de formación. Tolkien, se titula, y a los familiares del biografiado no les ha gustado nada.

Herederos disgustados con la versión pantalla de sus mayores, un clásico. También es canónica la reacción de los productores (“máximo respeto y admiración”). John Garth, autor de la biografía Tolkien and the Great War, sabe que las películas biográficas o biopics suelen tomarse “unas licencias considerables”, y que ésta no es una excepción. “El respaldo de la familia Tolkien daría credibilidad a cualquier divergencia y distorsión. Eso sería un mal servicio a la historia. Como biógrafo, espero estar ocupado corrigiendo nuevos conceptos erróneos que surgen de la película. Espero que cualquiera que disfrute de la película y esté interesado en los años formativos de Tolkien, elija una biografía confiable”.

Esta última parte de su razonamiento, ese ingenuo “espero que cualquiera que disfrute de la película y esté interesado en los años formativos de Tolkien, elija una biografía confiable”, es un ejemplo claro de wishful thinking: Garth expresa una aspiración que se parece mucho a confundir los deseos con la realidad. Es indiscutible que quien va al cine a ver, que no leer, la biografía de un escritor (o de cualquier otro personaje relevante) sabe que lo que allí se le ofrece no es verdad verdadera (tampoco en las novelas históricas); pero eso no impide que esa versión acabe consolidándose, en las cabezas de algunos, como la verdad histórica. Y, si de escritores hablamos, la corrupción de la persona puede venir precedida por la de la obra.

“¿Qué porcentaje de personas conoce la obra y qué porcentaje conoce la película?” se preguntaba la filóloga María del Pilar Regidor Nieto en su tesis doctoral. ¿Cuánta gente ha leído el Cantar del Mío Cid y cuánta ha visto a Charlton Heston? ¿Cuánta ha leído Viaje al centro de la tierra y cuánta ha visto una de sus adaptaciones cinematográficas? ¿Cuánta ha visto a Alonso Quijano, y cuánta ha leído a El Quijote?

“Y cuando el cine se acuerda de los escritores, ¿quién puede olvidar a Jack Nicholson, Eugene O'Neill en Rojos; a Jane Fonda como Lillian Hellman en Julia o a Meryl Streep como Isak Dinesen en Memorias de Àfrica? ―se pregunta Regidor Nieto―. ¿O a Philippe Noiret como Neruda en El cartero y Pablo Neruda y a Joseph Fiennes como Shakespeare enamorado, sin olvidarnos de los escritores protagonistas de películas como Persiguiendo a Forrester, Desmontando a Harry o Jóvenes prodigiosos (Sean Connery, Woody Allen o Michael Douglas)?”. La respuesta sacudiría al cándido Garth.

Ese no es mi abuelo, que me lo han cambiado

Aquí también lo hemos vivido. En febrero de 1998, TVE emitió Vicente Blasco Ibáñez. La novela de su vida, miniserie de Luis García Berlanga. Con tal motivo, Gloria Llorca Blasco Ibáñez, que previamente ya había pretendido que la producción no viera la luz en el canal autonómico valenciano Canal 9 porque ridiculizaba a su abuelo, volvió a protestar: “Todos los valencianos que admiramos a nuestros dos grandes artistas, Sorolla y Blasco, estamos consternados y en la prensa local muchos han reflejado su indignación”, afirmaba. “Lo peor es que lo van a ver en Latinoamérica, donde he vivido muchos años exiliada con mi familia en México, y sé lo mucho que nos admiran y nos aprecian, aunque sea amor-odio, y seguro que no comprenderán cómo nosotros mismos nos denigramos y nos ridiculizamos, ellos, que respetan tanto a sus grandes hombres”.

Cabe anotar que Blasco Ibáñez es, quizá, el escritor español más cinematográfico, su obra, que conquistó medio mundo negro sobre blanco, se expandió al otro medio en versión celuloide. “El día que encontré mi retrato y el anuncio de una de mis novelas sobre la puerta de un cinema en Kioto, la ciudad más japonesa del Japón, me convencí de la formidable expansión mundial de la cinematografía” escribió en 1927. Como dijo el profesor Facundo Tomás, “era un escritor con un discurso y una estética muy globalizadora. El primer escritor español, además, que se interesó por el cine, tanto que incluso dirigió una película”. Se cree que esa pasión le granjeó la enemistad de colegas escritores.

Menos afortunados 

La fortuna cinematográfica de los escritores españoles ha sido desigual. Hace unos años se puso en marcha un proyecto titulado 100 años después. Antonio Machado, del que se anunció protagonista (José Luis García-Pérez) y fecha de estreno (2012). Y del que nada más se supo.

Hasta hace poco, la única relación entre Juan Ramón Jiménez y el celuloide era Platero y yo, del aragonés Alfredo Castellón, estrenada en 1967 y reestrenada en 2010, tras ser restaurada por la Filmoteca de Andalucía, donde se incorporaron algunas escenas suprimidas por la censura. En cuanto a su vida, el Nobel hubo que esperar para verla hecha cine en La luz con el tiempo dentro, de Antonio Gonzalo. “Era un hombre complejo y fascinante cuya vida estuvo muy marcada por una salud precaria, y al que le afectaron mucho las circunstancias históricas y los acontecimientos trágicos como la Guerra Civil que tuvo que vivir. Era un genio, de eso no cabe duda, que pasaba de la depresión a la euforia, lo que hoy conocemos como trastorno bipolar. Era también obsesivo y triste”, explicó. En su empeño contó con la ayuda de Carmen Hernández-Pinzón (sobrina nieta del poeta) y la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez. Ninguna queja, pues.

Gonzalo, que reincidía en el género (previamente había llevado a la gran pantalla la vida de Blas Infante), admitió además que en los biopics se suelen introducir elementos de ficción para que resulten “más entretenidos”; pero, a reglón seguido aseguró que, en este caso, “no ha sido necesario” debido a la “tan emocionante” vida de Juan Ramón.

Los muy filmados

Federico García Lorca ha sido objeto de atención preferente para los cineastas españoles, no sólo porque sus obras siguen inspirando producciones sino porque su vida es una continua fuente de inspiración.

 

Los fieles catódicos recientes recordarán su aparición estelar en el último capítulo de la primera temporada de El Ministerio del Tiempo, “La leyenda del tiempo”, donde se encarna en el actor Ángel Ruiz (y donde aparecen otros ilustres inquilinos de la Residencia de Estudiantes). Pero es que, antes de que los agentes ministeriales le visitaran, Juan Antonio Bardem rodó Lorca, muere de un poeta en la que Federico revivía en la persona del actor inglés Nickolas Grace. El capítulo sexto y último de la serie, “La muerte (1936)”, obtuvo el Gran Premio de la Crítica del Festival de cine y televisión de Montecarlo 1988.

Eso, en la pantalla chica. En la pantalla grande, su suerte ha sido irregular. En 1996, el puertorriqueño Marcos Zurinaga confió a Andy García la representación del poeta, aunque el protagonista no era Lorca sino un joven obsesionado por su asesinato. Muerte en Granada no funcionó. Mejor suerte corrió el largometraje de Miguel Hermoso, La luz prodigiosa, que no es una reconstrucción más o menos fiel de la realidad, sino una ficción histórica imaginada por Fernando Marías: Lorca, al que dan por muerto en Víznar, es salvado (¿era él?) por un pastor que 40 años después lo reencuentra convertido en un viejo mendigo desmemoriado. Aquí, el poeta (¿o no es él?) es interpretado por Nino Manfredi.

Pero, volvamos a El Ministerio del Tiempo, serie que por razones obvias ha recuperado a personajes señeros de la historia de nuestro país. Allí aparecen Cervantes y Lope de Vega, y este último, reaparece en una, no, en dos ocasiones, y se enamora de Amelia. Eso sí que es reescribir una biografía… aunque aquí no haya herederos para quejarse.

Hay más, claro. Al sur de Granada, dirigida por Fernando Colomo en la que Matthew Goode encarna a Gerald Brenan. Y, siempre en clave hispano-británica, Sin límites, coproducción estrenada en 2008 que trata de la relación entre Dalí y García Lorca.

¿Y las mujeres?

Emilia Pardo Bazán, la condesa rebelde, otra tv movie, recuperó a la escritora gallega (que ya asomaba, con los rasgos de Emma Penella, por la serie de Blasco Ibáñez), a la que el cine y la televisión tanta iluminación deben. Con motivo del estreno, José María Paz Gago, de la Universidade de A Coruña, escribió que “Doña Emilia dedicó una atención muy notable al cinema en sus crónicas periodísticas, valorando cada vez más positivamente una expresión artística que va evolucionando técnicamente en los primeros años de la nueva centuria. Si en 1900, con su particular contundencia, le contraría el invento –‘Me fastidia el cinematógrafo’– y en 1908 desprecia abiertamente el cine de ficción –‘no puede menos de infundirme cierto desdén’–, a partir de 1915 comienza a valorar positivamente un cine que ese mismo año ha consagrado su propio lenguaje, abandonando su primitivismo teatralizante. En 1915, en efecto, rectifica con sabiduría: ‘No conviene desdeñar mucho las películas cinematográficas’ e incluso llega a afirmar que ‘a un teatro mediocre, prefiero un cine’”.

Feria hay más de una

Feria hay más de una

 

Otras figuras han sido reivindicadas no en pantallas, sino en las tablas. Así, Gloria (Fuertes), un montaje dirigido por Valeria Alonso que aspiraba a reivindicar a una poeta comprometida que, para muchos, era poco más que un personaje infantil.

Queda mucho por hacer, mucha vida que recuperar. El cine y la televisión seguirán, sin duda, bebiendo de las biografías de estos y otros escritores cuyas vidas son tan o más apasionantes que sus obras.

Más sobre este tema
stats