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Cultura

Antonio Maestre: "Cuestionar el patrimonio de los Franco es la primera piedra para restituir a las víctimas"

El dictador Francisco Franco y su mujer, Carmen Polo.

Este lunes, el periodista y documentalista Antonio Maestre tiene una mañana atareada. La publicación del testamento de Francisco Franco en el periódico El Mundo coincide con la tercera edición de Franquismo S.A. (Akal), volumen en el que traza la historia de las empresas que se lucraron gracias a la dictadura, ya sea por el uso de trabajo forzado, por la incautación de bienes que pertenecían a partidarios de la República o por la connivencia social y política con el régimen. Aunque su libro no tiene que ver directamente con la fortuna de la familia Franco, el lazo está claro.

En un momento de reposo en medio del trasiego, el colaborador de La Marea, eldiario.es y La Sexta responde de manera tajante: "Es una maniobra de los Franco para transmitir que el patrimonio que tienen es menos que el que realmente tienen. El testamento del dictador, que es el que filtran, no es el que tiene lo mollar. El que hay que mirar es el de la esposa, y sobre todo el de la hija". Porque, como recoge Mariano Sánchez Soler en su libro La familia Franco S.A., el dictador ya se había encargado de que las principales propiedades de la familia no estuvieran a su nombre, sino al de familiares o empresas pantalla. De esta forma, los 28,5 millones de pesetas que el dirigente legó a su mujer y su hija eran una pequeña parte de la fortuna total. "Ahí no aparece, por ejemplo, la finca en Hermanos Bécquer", apunta Maestre refiriéndose al que ha sido domicilio de la familia, "que es el que venden ahora por 50 millones de euros". ¿Y por qué no aparece? Responde el periodista: "Porque fue cedida por Elena de Astoreca, la mujer de [Enrique] Marsans [propietario de la agencia de viajes], a Carmen Polo a través de una sociedad interpuesta". Ahí está el lazo. 

 

Porque el libro se encarga de trazar las conexiones de algunos de los principales empresarios españoles del siglo XX y el régimen franquista. En el caso de Marsans, señala cómo el heredero de la agencia comienza a trabajar como jefe de prensa del bando fascista en 1937, cómo en 1940 pasa a ser jefe de Exteriores de Turismo, y cómo ambas cosas le sirven, por ejemplo, para que Viajes Marsans obtenga la licencia en 1942, para la que se exigía un certificado de "antecedentes políticos, morales y comerciales". Por allí aparecen también Fuerzas Eléctricas del Noroeste (FENOSA, luego Unión Fenosa, luego Gas Natural Fenosa, actual Naturgy): Pedro Barrié de la Maza, dueño de FENOSA, era amigo personal de Francisco Franco y logró dominar el mercado tras el fusilamiento de su principal competidor, Pepe Miñones, responsable de Unión Eléctrica Coruñesa y diputado republicano. O Entrecanales y Távora, que en 1997 pasaría a ser Acciona, y que se benefició del trabajo esclavo de los reclusos del campo de concentración de El Colector, en Sevilla. Ninguna de esas empresas ha asumido responsabilidades por ello. 

El volumen es una especie de "puzle", dice su autor, de las investigaciones históricas y periodísticas realizadas hasta la fecha sobre el asunto —entre las que destacan La financiación de la Guerra Civil española, de José Ángel Sánchez Asiaín, o Ricos por la patria, de Mariano Sánchez Soler—, "mucha información dispersa" que reúne más con una voluntad divulgativa que con el propósito de añadir nuevos elementos a ese trabajo común de recuperación. La meta: contribuir a una toma de conciencia colectiva sobre los abusos empresariales y los beneficios económicos obtenidos en España gracias al fascismo. "Hay que hacer una reforma que anule la legislación franquista", reivindica. "Porque cuando los Barrié se quedan con la fábrica de Pepe Miñones, no hay duda de que eso es legal. Pero ¿cuál es el origen del 'fruto del árbol envenenado'? El ajusticiamiento de Pepe Miñones. A pesar de que legalmente no se pueda devolver la empresa a la familia, sí tiene que haber una reparación". Y aquí establece un paralelismo con la empresa alemana IG Farben, que produjo el Zyklon B utilizado en las cámaras de gas. "Claro que era legal que IG Farben construyera en [el campo de concentración de] Monowitz una fábrica con trabajadores esclavos, pero hubo una normativa que anuló aquella legislación nazi, para que se pudiera compensar a las familias. Si es legal, es porque queremos que sea legal".

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De hecho, el periodista lanza desde el inicio la comparación con la historia alemana, que compensó a 1,6 millones de víctimasa través de una fundación llamada Memoria, responsabilidad y futuroMemoria, responsabilidad y futuro y un fondo de 4.370 millones de euros alimentado por empresas como Deutsche Bank, Volkswagen o Bayer. Primero, porque algunas empresas españolas se beneficiaron del proceso de desnazificación: sociedades como Fabricación Nacional de Colorantes y Explosivos, Unicolor, la Sociedad Electroquímica de Flix o la Unión Química del Norte de España dieron cobijo al capital, al accionariado y a las patentes de IG Farben cuando los Aliados se propusieron liquidar las empresas del Reich. Segundo, para "dar esperanza", puesto que un país del entorno español y con un pasado común fue capaz de compensar a las víctimas. Y tercero, para desmitificar el proceso: la depuración de los jerarcas nazis comenzó en 1945, pero ni fue completa ni fue rápida. Maestre recuerda que las indemnizaciones a las víctimas comenzaron a concederse "en el año 2000, 55 años después de la muerte de Hitler, y acabó en 2007". "A nosotros nos quedan 11 años para iniciar el proceso, en términos comparados", lanza. "Estamos a tiempo. Y empezar a cuestionar el patrimonio de los Franco es la primera piedra para restituir a las víctimas". 

Con unos sucesos que arrancan en 1936, y cuyos protagonistas directos han fallecido, el tema que flota a lo largo de todo el volumen es la responsabilidad moral —y por lo tanto, económica— de los herederos. ¿Son culpables de los posibles crímenes de sus padres o abuelos? ¿Cómo diferenciar la riqueza generada legítimamente cuando se funda en bienes o fincas expropiadas, en la eliminación por la fuerza de los competidores? Antonio Maestre menciona a Niklas Frank, escritor y periodista alemán, hijo de Hans Frank, jerarca nazi condenado a muerte en los Juicios de Núremberg por sus crímenes de guerra y contra la humanidad. El hijo del carnicero de Cracovia lleva siempre con él una foto del cadáver de su progenitor, ajusticiado en 1946. "¿Por qué es posible que esta persona lleve una foto de su padre ahorcado en la cartera, para recordarle la culpa?", se pregunta el autor de Franquismo, S.A. "Porque en Alemania sí hubo esa toma de conciencia. ¿Por qué van a sentir los Franco que tienen una responsabilidad moral de la herencia, si les abren los salones, hay gente que les blanquea y han vivido con total normalidad? Ellos creen que lo que tienen es legítimo, que es su derecho. Eso hay que cambiarlo, y hay que hacerlo con un proceso de sanción social".

Para eso, reivindica, es necesario recuperar el relato sobre la herencia franquista. Al final del volumen se cuenta un caso curioso: en el polémico Diccionario de la Real Academia de Historia, la entrada referida a Pedro Barrié de la Maza no recoge, entre otras cosas, su participación en la campaña que acabaría con la adquisición, hoy cuestionada, del Pazo de Meirás. Maestre tiene una explicación para ese olvido: entre los patrocinadores de la Real Academia de Historia se encuentran empresarios o empresas originalmente beneficiados por su cercanía al régimen franquista, como Iberdrola, la Fundación Juan Miguel Villar Mir o el Banco de Santander. Para comenzar a construir una nueva memoria colectiva, el periodista plantea la necesidad de un discurso público que cuestione relatos como el construido en torno al testamento publicado por El Mundo, o incluso un "consumo antifascista", igual que existe un consumo comprometido con la ecología: "La gente tiene que conocer la vinculación de estas empresas para que pueda decidir si quiere comprar tal cerveza [en el volumen aparecen marcas como El Águila, Estrella Damm, Mahou...] o si quiere contratar la electricidad con tal empresa". Todo esto hoy parece imposible, insiste, pero ahí está Alemania. 

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