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Cultura

Cultura para el sosiego: seis armas contra la angustia

Una lectora lee en casa.

Van dos semanas desde el inicio del estado de alarma, algún día más de confinamiento para los ciudadanos de las regiones más afectadas por el coronavirus que decidieran recluirse antes. Estamos cerca del pico de contagios, según el Gobierno, y las cifras de afectados siguen siendo aterradoras. A eso hay que añadir la preocupación por el empleo, la asfixia por el encierro, la dificultad de lidiar con la incertidumbre. Si los profesionales de la salud recomiendan, entre otras pautas, evitar que el virus inunde todos los rincones de la rutina, y reservar momentos para actividades placenteras, la cultura puede ser un buen reurso antiestrés para cuando la nube negra se niega a disiparse. Aquí, algunas recomendaciones culturales —probando los límites del concepto cultura— para invocar a la calma

1. Un poco de música

Quizás la forma de arte que se relacione de manera más intuitiva con el control del estrés sea la música. En estos días, se puede recurrir a un clásico del ambient como Music for airports, de Brian Eno, que en 1978 fue el primero en usar esta etiqueta, o sumergirse en las Gymnopédies de Satie, pero también se puede recurrir a la luminosidad de Beirut —¿A sunday smile para el domingo es demasiado obvio?— o dejarse mecer por la voz de Madeleine Peyroux. Pero, en realidad, sirve cualquier música que sea capaz de transportarle a uno, o de transformar el espacio que le rodea. Un buen plan: buscar la letra de la canción favorita y acompañar al vocalista; ayuda a controlar la respiración y a centrar la atención. Si se quieren soltar tensiones con el baile, se puede tirar de Colores, el nuevo disco de J. Balvin, y si hay que llorar, puede hacerse con el tema René, de Residente.  

2. Vídeos hipnóticos

Internet parece ser un repositorio interminable de vídeos que tratan de convocar la calma, desde los que se proclaman como "los más relajantes del mundo" al fenómeno del ASMR, pasando por las animaciones que sugieren ejercicios de respiración, como las realizadas por el dibujante Nathan W. Pyle. Pero también hay otro tipo de contenido capaz de hacernos trascender las paredes de nuestra casa. Por ejemplo, las grabaciones hechas por el New York Times de la instalación Unlight, del artista Robert Irwin, o las piezas de Bill Viola, que si bien no son siempre relajantes sí suelen resultar, al menos, fascinantes

3. Lecturas mullidas

Si parte del malestar emocional viene de una sensación de riesgo e incertidumbre, una buena forma de conjurarlas es recurrir a lecturas que arrojen algo de luz. Podría formar parte de ellas, por ejemplo, Esperanza en la oscuridad (Capitán Swing), de Rebecca Solnit, donde la crítica cultural estadounidense recorre experiencias de éxito en la militancia política progresista, tan variadas como el levantamiento zapatista, la lucha por los derechos civiles de las personas negras o la restauración del río en Los Ángeles. Un clásico como Cartas a un joven poeta, de Rainer Maria Rilke, puede tener también un efecto tranquilizador: una figura de autoridad nos habla desde el futuro, nos señala el camino, nos invita a tener paciencia.

Habrá quien necesite, quizás, sentirse acompañado en la angustia. A ellos puede servirles El año del pensamiento mágico, de Joan Didion, un libro que se adentra en el dolor con frialdad y valentía: la escritora narra en él la súbita muerte de su marido, el escritor John Gregory Dunne, y la enfermedad de su hija, Quintana. Y ante una cierta crisis, algunos buscan consuelo en libros escritos tras el que haya sido quizás el mayor trauma colectivo, como El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl. Pero habrá quien prefiera evadirse de los malos pensamientos, y qué mejor para ello que la risa. La de la saga de Astérix y Obélix, ahora que ha fallecido su dibujante, Albert Uderzo, o el humor por momentos macabro de Roald Dahl, desde la punta afilada de Relatos de lo inesperado hasta el aparentemente infantil Cuentos en verso para niños perversos

4. Bendito Internet (o no)

Otra de las recomendaciones que dan los profesionales de la salud es la de mantener el contacto con familia y amigos, pese a la lejanía física. Entre el mar de aplicaciones de videollamada disponibles, quizás Whatsapp o Facetime (para los usuarios de Apple) pueden ser las de más fácil acceso, pero la cosa se complica cuando quiere conectarse toda la familia. Más allá de Skype, que quizás resulta un poco anticuada, puede optarse por Google Hangouts si todos los miembros del grupo tienen una cuenta de correo con la compañía o, más sencillo aún, probar con Zoom, que facilita la multillamada con un registro especialmente sencillo. Distintas aplicaciones buscan replicar una pequeña parcela de normalidad perdida. Por ejemplo, Netflix Party permite ver a la vez y comentar contenidos de la plataforma de streaming

Del otro lado, los psicólogos aconsejan no caer en la sobreinformación y buscar momentos alejados de las redes sociales y los medios de comunicación. Aplicaciones como Space, Offtime o limitan el uso del smartphone y ocultan las aplicaciones seleccionadas, mientras otras, como Flipd, están enfocadas a evitar distracciones y mejorar la productividad —algo que puede resultar útil en la combinación pandemia+teletrabajo—. 

5. La ventana indiscreta

Escena de La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock.

Balcones y ventanas se han convertido para muchos en las únicas conexiones materiales con el mundo que sigue ahí fuera. Este resulta un momento ideal para volver a ver el clásico de Hitchcock —siempre que no se vea uno tentado de buscar asesinatos donde no los hay, ¿o sí?—, pero también para asomarse a un catálogo quizás olvidado. Gracias a las plataformas de streaming, se puede regresar a West Side Story, 12 hombres sin piedad, El apartamento, Luna nueva, Vidas rebeldes, Con faldas y a lo loco, Ser o no ser, Testigo de cargo, Primera plana, Irma la Dulce, Uno, dos, tres... Material para llenar dos o tres cuarentenas —y para disipar las mentes inquietas con la eficaz medicina del Hollywood clásico—. 

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6. Jugar a evadirse

Tampoco debe desdeñarse el poder de los videojuegos, una forma más de cultura que une el audiovisual y la narración con la experiencia inmersiva. No es casualidad que miles de jugadores hayan celebrado la salida al mercado de Animal Crossing: New Horizons(Nintendo Switch), la última entrega de una saga deliberadamente amable que permite viajar virtualmente a una isla paradisiaca donde no existe el conflicto, que facilita el encuentro con amigos a través del modo multijugador y que no penaliza a los usuarios por no alcanzar ciertas metas o tareas. Características similares se han alabado en juegos como Stardew Valley, donde el jugador se convierte en granjero de un apacible mundo que puede también compartirse con amigos (disponible para PC). 

Hay otras creaciones con una evidente voluntad contemplativa, como pueden ser los enormes espacios desérticos de Journey —también permite compartir el viaje con otro jugador— o Alto's Adventure / Alto's Odissey, sencillo y con una estética cuidada al detalle, dos de los juegos independientes más celebrados de los últimos años. Quienes prefieran mantener la mente ocupada con puzles y misterios, encontrarán buenas dosis de ello en el género de las aventuras gráficas: es un momento ideal para acercarse a clásicos del género como Monkey Island —con su humor característico— o interesarse por reencarnaciones actuales como Night in the woods o Thimbleweed park

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