Crisis del coronavirus

El cine de verano, la "bala de plata" en la recámara del sector audiovisual

La mayoría de cines españoles tiene ya una fecha de reapertura: el 26 de junio. Tendrán que hacerlo con serias restricciones de aforo, y en un momento que tradicionalmente no es el mejor para la industria. De hecho, hay una pequeña parte de la exhibición audiovisual que suele florecer en estos meses: los cines de verano. La crisis del coronavirus parece subrayar, además, algunos de sus mejores rasgos: el montaje es relativamente sencillo, la disposición de las sillas es flexible, y las actividades al aire libre suponen menos riesgo de contagio. Lo cierto es que el Ministerio de Sanidad, en sus medidas para la desescalada, ha permitido mantener aforos mayores a las actividades culturales al aire libre (hasta 800 personas en fase 3) que bajo techo (hasta 80 personas en la misma fase), siempre que se respeten las medidas de seguridad. ¿Será el año del covid-19 también el año de los cines de verano?

Podría ser. "Es una bala de plata que tenemos que usar", dice Fernando de Luis-Orueta, de La Tropa Produce, organizadora en ediciones anteriores del cine de verano en el centro municipal Conde Duque, en Madrid (además de otros eventos, como los Premios Feroz). "Los ayuntamientos van a tener cierta tranquilidad de hacer cosas al aire libre", explica, "porque todos los informes señalan que estas actividades tienen menos riesgo, y una vez que llegue el otoño y volvamos a los espacios cerrados, volverán las dudas. Este verano es una oportunidad de oro". Hace unos días, el Ayuntamiento de Madrid anunciaba la triunfante vuelta de los cines de verano, un anuncio que afectaba a los 39 proyectos que funcionaban en la capital a través de sus distritos. Pero eso no quiere decir que regresen todos: el del propio Conde Duque está en el aire, y hay otros cuya organización tampoco parece garantizada. 

El problema es que, aunque estos cines dependan del Ayuntamiento, este contrata a empresas para llevarlos a cabo, y durante estos meses se ha paralizado este tipo de procedimientos. "En el caso de los distritos en los que los contratos se encuentren suspendidos y el procedimiento no permita su tramitación por plazos insuficientes", explicaban desde el Ayuntamiento, "esta actividad podría llevarse a cabo a través de los contratos vigentes o mediante la tramitación de contratos menores". De Luis-Orueta se conoce bien las tripas de este tipo de procesos (de hecho, La Tropa Produce compite por una licitación): "Los distritos son muy dispares, los hay que lo tienen adjudicado desde principios de año, como San Blas, y hay otros que tradicionalmente lo hacen por contratos menores porque hacen menos programación, como es el caso de Salamanca". Así que, aunque el consistorio haya dado permiso, no está garantizado que estos 39 cines de verano vean finalmente la luz. "El problema es que iniciando ahora los procesos, con una licitación es un poco complicado que se pueda poner en marcha en julio...", apunta el productor. "Tendrían que ser licitaciones para ya, porque los plazos administrativos son largos".

A eso mismo se enfrentan otras administraciones locales, que son normalmente las organizadoras de este tipo de actividades. En algunas ciudades, estas iniciativas ya empiezan a florecer: el ciclo de cine gratuito Cinema Lliure regresará en el mes de agosto a las playas de Barcelona, Badalona, El Prat, Mataró, Palamós y Tossa de Mar. En Oviedo sigue adelante el festival Cine a la luz de la luna, que se celebra desde hace cinco años y que para esta edición ha diversificado sus espacios para respetar la distancia de seguridad. Vienen a refrescar un verano inusualmente árido en el plano cultural, justo cuando sus habitantes van a tener más difícil viajar, ya sea por las restricciones sanitarias o por la incertidumbre laboral y económica. Estos cines, defiende De Luis-Orueta, "son la mejor alterativa para los Ayuntamientos que se han quedado prácticamente sin programación". Suponen menos riesgo que la música en directo —¿cómo será el verano para las orquestas?, se pregunta—, ya que suelen disfrutarse desde la butaca o la silla, una de las condiciones impuestas por el Ministerio de Sanidad. Y, a diferencia de las artes escénicas, su celebración no exige tener en cuenta los derechos de salud laboral de los artistas, algo que tendrán que tener muy en cuenta los festivales de teatro y danza veraniegos. El boom de los cines de verano que se vive desde hace años podría estar más que justificado. 

Pero no es tan sencillo. En Madrid, La Terraza Magnética, el ciclo en la azotea de La Casa Encendida, no podrá llevarse a cabo como siempre, aunque sobrevivirá en formato online, según cuenta un portavoz del centro a este periódico. En Barcelona, uno de los cines al aire libre más populares de la ciudad, la Sala Montjuïc, está en peligro. Lo cuenta Nathalie Modigliani, codirectora de Modiband, la empresa que organiza estas sesiones en el enorme foso del Castell de Montjuïc: "Justo esta semana tenemos que tomar la decisión de si seguimos adelante o no. El problema principal que tenemos es el aforo". De las 2.800 personas que disfrutan habitualmente del espacio, solo podrían acceder 800, según las normas establecidas para la fase 3 y a falta de las que rijan la "nueva normalidad". "Es una reducción de taquilla muy fuerte. Y paralelamente, los patrocinadores que tenemos habitualmente también nos dicen que ha bajado la facturación y que la aportación tiene que reducirse". Este puede ser el primer verano en los últimos 18 años sin películas y aplausos en este espacio barcelonés. Tampoco se celebrará el ciclo en Illa Diagonal, aunque sigue adelante el CosmoNits de Pel·lícula en el CosmoCaixa. 

No se trata solo de rentabilidad, sino de organización. "Para evitar que la gente se junte demasiado, tendríamos que tener más equipo seguridad", apunta Modigliani, que lo suma al aumento de gasto en limpieza. "En Sala Montjuïc antes de la peli siempre hay concierto, y no sé si tendríamos que renunciar... Se hace muy complicado, y tenemos muy poco tiempo para ponerse en marcha. Es verdad que toda la programación ya está, pero hay que adaptar muchas cuestiones organizativas". Las administraciones exigen también que se asigne a cada usuario una butaca, para poder rastrear posibles contagiados en caso de producirse un positivo, lo que obligaría a establecer numeración en un evento que normalmente no lo tiene. Y quedan dudas sin resolver: las sillas —normalmente este cine no cuenta con ellas, pero podría acomodar al público en tumbonas— deben estar a dos metros de separación unas de otras, pero ¿también entre convivientes?

La principal diferencia entre los cines de verano que han anunciado ya su celebración y aquellos que dudan de que sea posible es, sin embargo, el tipo de contratación. Si, como en el caso de los organizados por los distritos madrileños, hay entrada libre y la empresa recibe la cuantía de la licitación del contrato, las restricciones de aforo dejan de ser un problema. Si a la empresa se le cede el espacio y sus ingresos provienen de la taquilla, será un inconveniente mayor. En cualquiera de los casos, se mira al público con incertidumbre: "Primero te preguntas si va a tener miedo de volver", se pregunta Fernando de Luis-Orueta, "porque habrá que ir con mascarilla, usar gel hidroalcohólico, mantener la separación... Será una noche agradable, pero también será una experiencia extraña". "Al principio teníamos miedo de esto, sí", dice Nathalie Modigliani, "pero la sensación que tengo ahora es un poco diferente, creo que la gente tiene ganas de salir, y de aquí a un mes el miedo será menor". Ellos están pendiente del apoyo de un nuevo patrocinador. En Madrid, miran a las licitaciones. En todas partes, el público se pregunta si tendrá al menos el respiro de una pantalla iluminada. 

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