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Racista y nacionalista, así es la ultraderecha que llega al Bundestag

(De i a d) El presidente del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), Joerg Meuthen; el candidato de AfD Alexander Gauland; la candidata Alice Weidel, y la líder del AfD, Frauke Petru (d)

La hoja de ruta de la formación Alternativa por Alemania (AfD), para lograr la entrada fulgurante en el Bundestag, no puede ser más clara. El partido debe “actuar de forma políticamente incorrecta, de manera consciente y con precisión”, según recoge el “documento estratégico” difundido a principios de año a la ejecutiva del partido. En las elecciones federales que se celebran este domingo 24 de septiembre, la formación puede convertirse en la tercera fuerza de Alemania. Y, para aquellos que no lo hayan entendido bien, el texto precisa que el AfD “no debe temer entregarse a actos de provocación cuidadosamente preparados”. Y recalca: “Cuanto más nerviosos estén los viejos partidos y reaccionen de forma injusta para con nosotros, mejor. Cuanto más traten de estigmatizar al AfD por estas acciones o palabras provocadoras, más positivo resultará para el perfil del AfD”.

En este movimiento que cultiva una nostalgia nacionalista nauseabunda, es lógico que los jefes den ejemplo. A finales de agosto, el número dos de la lista nacional de la AfD, Alexander Gauland, explicaba que hacía falta “evacuar” a la ministra de integración, Aydan Özoğuz, a Turquía, de donde procede su familia. Acto seguido admitía haber empleado una palabra “tal vez demasiado dura”, repitiendo que la ministra ya no “tenía su sitio en Alemania”. Se ha abierto una investigación judicial por un presunto delito de incitación al odio.

Días después, el 2 de septiembre, el septuagenario se crecía en presencia de sus amigos del movimiento nacionalista, reunidos en el Memorial de la montaña del Kyffhäuser. El lugar es simbólico, el monumento está dedicado al primer emperador alemán Guillermo I, conocido como Barbarroja, y bajo la montaña, según dice la leyenda, el emperador dormido se despertará un día para devolver la Justicia y la grandeur a Alemania. Allí fue cuando Alexander Gauland, editor de prensa y exmiembro de la CDU, dijo que “si los franceses tienen derecho a estar orgullosos de su Emperador y si los ingleses están orgullosos de Nelson o de Churchill, también nosotros tenemos derecho a estar orgullosos de los logros de los soldados alemanes durante las dos guerras mundiales”.

Mientras que este último le quitaba roña a las tuberías del nacionalsocialismo, la otra cabeza de la lista del AfD, la abogada especialista en derecho mercantil Alice Weidel, en principio elegida como aval liberal del partido, se hacía la víctima mediática. ¿El correo publicado por uno de sus excolegas, que revela palabras profundamente racistas y antidemocráticos? ¡Pura calumnia! En cuanto al hecho de que haya empleado a una migrante de forma irregular es necesariamente  fake news. Y todo ello, pese a la existencia de pruebas.

En un debate televisado mediocre, Alice Weidel se inventaba que se sentía acosada por la periodista que moderaba y dejaba el plató durante la emisión. Segundos después, su responsable de prensa enviaba un comunicado de protesta en Twitter, un texto que sólo pudo estar preparado de antemano y que pone de relieve la infantilidad de semejante proeza.

“Este joven partido ya se ha hecho muy experto en marketing político. Junto con Alice Weidel, la berlinesa Beatrix von Storch o la presidenta Frauke Petry, un número importante de mujeres se encuentran al frente del partido, pese a que el 84 de afiliados son hombres. Todo está muy pensado. En las redes también son muy buenos”, dice el politólogo Wolfgang Schroeder, que ha realizado un estudio detallado sobre la actividad de los diputados de la Afd en 13 parlamentos regionales.

Para diseñar su campaña en las redes sociales, el partido de extrema derecha ha recurrido a la agencia americana Harris Media, que trabajó en la campaña de Donald Trump y también para el primer promotor del Brexit, el partido británico Ukip. “Además de las numerosas páginas de Facebook o de una red muy densa de sitios de información amigos, la formación AfD siempre tiene sus propias cámaras en los Parlamentos regionales donde está. Todas las intervenciones de sus diputados son grabadas, después montadas de forma dinámica y difundidas en numerosísimos canales, entre ellos YouTube”, cuenta Wolfgang Schroeder.

Para dejarse ver en las calles, el partido ha recurrido al escritor y publicista Thor Kunkel, un hombre no exento de un cierto talento literario, hasta el punto de que algunos críticos lo consideran el Houellebecq germano. Este se deleita con la provocación y con las historias de filmes pornográficos nazis (novela Stade final), presentadas por él mismo como una metáfora poética de la perversión del nacionalsocialismo.

A fin de cuentas, la formación AfD propone una campaña publicitaria dulce y de incitación al odio a la vez. Y muy bien dirigida. “¿Los nuevos alemanes? Los producimos nosotros mismos”, dice un eslogan escrito sobre un vientre de una mujer embarazada. Es una campaña sobre los refugiados y la teoría del gran reemplazo de las población, desarrollada por los movimientos identitarios europeos. Más allá, otro cartel presenta a un lechón con la inscripción: “¿El islam? No es compatible con nuestra cocina”. También, sobre unas nalgas femeninas, sin duda dirigidas al electorado fuertemente masculino, puede leerse: “¿Burkas? ¡Preferimos los bikinis!”.

Además, en esta campaña donde el AfD insta a los electores a “recuperar el control de su partido”, la formación cuida especialmente a la comunidad de los “ruso-germanos” (Spätaussiedler) mediante carteles, folletos y un programa electoral en lengua rusa. Deportados y descendientes de deportados por Stalin, desde 1950 alrededor de 4,5 millones han regresado al país. Constituyen una comunidad muy conservadora que, entre otros, condena las sanciones queridas porque promueve Merkel contra Rusia. Representan un vivero electoral de unos 1,5 millones de votos.

“Con independencia del origen, mi estudio y algunos más han encontrado puntos comunes presentes en el electorado pero también entre los representantes del partido AfD”, explica Schroeder. “Mantienen una visión conservadora del mundo. Debido a la globalización, a la evolución del mundo del trabajo y la sociedad o por la crisis de los refugiados, han perdido las referencias y no han seguido la evolución de la CDU iniciada por Merkel. Muchos echaron los dientes leyendo los escritos racistas del populista socialdemócrata Thilo Sarrazin. Además, los electores del partido AfD a menudos pertenecen a la clase media, integrada y con empleo. Pero rara vez han triunfado como contaban. Están frustrados o pesimistas. Tienen miedo al futuro”.

Ministrables

Klaus Riedelsdorf es candidato del partido AfD por la circunscripción de la Ciudad de Brandemburgo, a 60 km al oeste de Berlín. Temía que les pondrían palos en las ruedas: “Suelen atacarnos. No hemos podido ponernos cerca de la plaza central donde la canciller celebró su mitin. Nos prohíben poner altavoces en tal sentido para no molestar a Merkel. Mira, allí, esos policías están por nosotros”, refunfuña el sexagenario mientras le da una calada a su cigarrillo.

En la noche del 29 de agosto, la canciller participaba en un acto de partido del candidato conservador Dietlind Tieman, alcalde de la ciudad. “Decidimos organizar una manifestación de protesta. El autobús azul del AfD recoge a los simpatizantes en la región. Leyla Bilge estará allí para hablarnos de los refugiado; veréis, es una mujer formidable. Es de origen kurdo y viaje a Irak y Siria para ayudar a los refugiados. Se ha sumado a nuestra lucha”, se congratula un hombre de la región que, después de la reunificación, vivió diez años a Berlín y después 12 en Baviera, antes de volver a instalarse en el land de Branderburgo (noreste).

Los varios cientos de simpatizantes, la mayoría hombres blancos de más de 50 años, llegan por grupos a la plaza de Katharinenkirche, una magnífica iglesia gótica de ladrillo rojo, típica del norte de Europa. Antes de pronunciar su discurso, en un pequeño escenario móvil cubierto de carteles, Riedelsdorf describe el camino que le llevó al AfD: “De corazón soy conservador. Siempre he votado CDU, hasta 2005. Con Merkel, la CDU ha dejado de ser un partido conservador. En 2009, voté por el partido liberal FDP. Y en 2013, no habría votado si no hubiese existido el AfD”, resume.

“Cuando llegó al poder, nadie sabía que Merkel iba a remodelar el partido para orientarlo a la izquierda y ahora hacia los ecologistas. Ese viraje, lo presentimos en su primer gobierno. Todo comenzó por el rescate del euro. La gente quiso saber si íbamos a pagarle las deudas de los demás y Merkel dijo que no. Desde 2008, Alemania lo ha venido haciendo”, dice Klaus Riedelsdorf, que confunde condonación de la deuda y crédito y que no cuenta los miles de millones de euros en intereses que se ha embolsado Alemania.

Klaus Riedelsdorf sigue con la argumentación: “No es por los refugiados por lo que me he unido a las filas del AfD, también es por razones morales. Actualmente, se manipula a nuestros niños. Mira la sexualización precoz presente en los libros escolares. En primaria, se presenta a la familia clásica como un modelo entre otros y se habla de homosexualidad o de familia compuesta como de cosas completamente normales”.

¿Y los refugiados? “¡La guinda del pastel fue que la canciller decidiese no cerrar las fronteras! Aquí hemos acogido a un millar. Algunos se han ido. Se les ve por la calle, pero son pocos. En mi opinión, así es tolerable. El problema es la masa de un millón de refugiados de toda Alemania. Y no hemos acabado. Yo lucho contra eso. Y lo hago por mi nieta de 4 años. No quiero que se vea obligada a llevar velo en 10 o 15 años”, concluye en tono lúgubre.

Todos esos argumentos son, más o menos, los que repetirá instantes después desde la tribuna. Su intención no será tanto desarrollar el programa de su partido o detallar soluciones. Está allí para avisar y denunciar la política del enemigo público número 1 del AfD: la canciller conservadora y sus aliados socialdemócratas.

“Amigos míos, alimentar a un niño africano cuesta dos euros a la semana, pero sólo si se queda en su país. Porque, si viene aquí, nos cuesta miles de euros. Y os digo que, después de las elecciones, Merkel podrá hacer lo que quiera. Va a autorizar a las familias a reagruparse y llegarán tres millones más de aquí a finales de 2017. No se puede financiar eso”, añade ante un público que silba y abuchea a la menor mención del nombre de la canciller, el verdadero satanás. Instantes después, su amiga Leyla Bilge viene a darle su apoyo: “Lo digo aquí, el 80% de los refugiados son inmigrantes económicos. Y crean a Leyla Bilge, me conozco, añado un 10%. Sí, amigos, el 90% de los refugiados no son refugiados de guerra”, certifica, “la experta” que cual charlatana de feria añade los porcentajes a ojo de buen cubero para seducir a la parroquia.

Klaus Riedelsdorf sabe que tiene pocas posibilidades de resultar elegido. Las elecciones alemanes, a una sola vuelta, tienen dos niveles. El elector alemán introduce en la urna dos papeletas; por un lado, vota a un candidato directo que se presenta a la diputación por una circunscripción concreta, como sucede con Klaus Riedelsdorf . Y, además, debe elegir entre las listas de candidatos que los partidos presentan a nivel regional.

Los candidatos elegidos directamente, generalmente los de los grandes partidos, automáticamente consiguen un escaño en el Bundestag. El resto de plazas se reparte entre los que concurrían en listas, en función del resultado de éstas, siempre que los partidos consiguiesen –a nivel nacional– un 5% de los sufragios válidos. En resumen, los pequeños partidos como los ecologistas, Die Linke o el AfD consiguen generalmente diputados por medio de las listas, gracias a este sistema semiproporcional.

“Los representantes de las corrientes conservadoras del AfD están claramente mejor situados para ser elegidos que los del ala liberal. Sintomático”, destaca Wolfang Schroeder que, en el marco de su grupo de investigación del Centro científico para la investigación en Ciencias Sociales de Berlín (WZB) ha analizado el perfil, el comportamiento político y el trabajo ya realizado por los candidatos del AfD en los Parlamentos regionales. “El AfD consiguió su primer grupo parlamentario regional en Sajonia, en agosto de 2014. El último en fecha es el de Renania del Norte-Westfalia en mayo. En total hay 13. Pero limitamos el estudio a diez, es decir, los que tienen cierta antigüedad”, precisa el investigador y profesor de la Universidad de Kassel.

“Hay dos tipos de grupos parlamentarios, los que defino como orientados a la acción –que utilizan el Parlamento como un escenario, un trampolín, una caja de resonancia; el trabajo parlamentario en sí mismo importa poco, hacen agitación– y después están los que denomino parlamentarios, que son más serios y tienen la esperanza de permanecer, para hacerse con el espacio que ha dejado a la derecha la CDU. Estos están en Sajonia, en Berlín, en Renania Palatinado o en Hamburgo”, dice.

Su perfil profesional y sus orígenes políticos también proporcionan datos interesantes: “El mayo grupo es el de las profesiones liberales y de independientes, con alrededor del 42% de los representantes. Su nivel de estudios es bastante alto. Por contra, su éxito profesional es limitado. El patrón del AfD en Sajonia-Anhalt es bastante típico. Está implicado en varias quiebras fraudulentas y nunca ha conseguido realmente triunfar en los negocios. Para ellos, ser diputado es realmente como una segunda oportunidad”, dice Schroeder, que también habla de un ascenso político más rápida. El 50% de los cargos electos del AfD antes eran de la CDU; el 12% era liberal del FDP y el 9,8% viene del SPD. La mayor parte ha salido elegido ya en elecciones locales. Al mismo tiempo, no es gente que no tenga ninguna idea de política”.

Para Riedelsdorf, la llegada al Bundestag puede poner al partido en un brete: “Por supuesto que podremos ocupar todos los puestos, pero nos faltan aún muchos expertos en muchas asuntos. Una parte de nosotros no tiene ninguna experiencia, ni política ni técnica. Somos un partido pequeño. Es un gran desafío”, reconoce. Como potencial futuro diputado, el candidato de Branderburgo ya ha ido a varios seminarios “para saber cómo tratar a la prensa y también para saber cómo funcionar la oficina del diputado con varios asistentes parlamentarios”:

En la dirección general del partido, donde se quiere limitar los riesgos de una entrada caótica en el Bundestag, un pequeño grupo ha recibido el encargo de buscar personal parlamentario que cuente con un mínimo de experiencia. Pero la cosa no es fácil porque las ideas difundidas por una parte del AfD no animan a los candidatos, que prefieren al FDP, el partido liberal –que puede volver al Bundestag después de una travesía por el desierto de cuatro años–. También él busca personal.

Actualmente, los sondeos dan al AfD entre el 8% y el 12% de los votos. Eso quiere decir que podrían conseguir entre 60 y 80 diputados. A razón de entre cuatro y cinco colaboradores por diputado, se puede llegar a las 400 personas financiadas por los contribuyentes. A eso hay que añadirle el presupuesto propio del grupo parlamentario y la misma operación en los parlamentos regionales. A fin de cuentas, eso da una base material enorme que puede permitirles instalarse de forma duradera y permitir el relevo”, pronostica Schroeder.

“La continuación dependerá también mucho de cómo gestionen los conflictos internos entre nacionalistas-conservadores y liberales. En cuanto a su trabajo parlamentario, al principio no hay que esperar gran cosa. Con independencia del tipo de parlamentario del AfD, agitador o serio, se ha observado a nivel regional que están presentes en las diversas comisiones técnicas pero que no trabajan con seriedad. Consideran que no vale la pena ya que los otros partidos rechazan cualquier colaboración. Por tanto, pienso que en un primer tiempo seguirán con su puesta en escena de minoría estigmatizada frente a los partidos del sistema, dice el investigador.

Klaus Riedelsdorf confirma este análisis: “Hemos debatido internamente la actitud que debemos adoptar en el Budestag. Para la participación en una coalición de Gobierno, es un debate superflúo. Los demás partidos tienen posiciones de izquierda y nadie se aliará con nosotros, pero en lo que respecta a la oposición, estamos dispuestos a trabajar con los otros y les votaremos según nuestras convicciones. Allí será cuestión de contenido, veremos caso por caso. Veremos. De todos modos, el AfD no ha nacido para conseguir puestos de ministros, sino para cambiar la política”.

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Traducción: Mariola Moreno

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