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Trump cree tener ya el arma definitiva contra Biden: la vacuna contra el covid-19

Donald J. Trump y Melania junto al ataúd de la fallecida jueza de la Corte Suprema Ruth Bader Ginsburg.

Nada escapa a la exacerbada polarización de la campaña presidencial de EEUU. Y en tiempos de pandemia, la carrera por las vacunas contra el virus del SARS-CoV-2 está contaminada por el enfrentamiento entre Donald Trump, el presidente republicano que opta a la reelección, y su rival demócrata, Joe Biden.

Trump lanzó en mayo en la Casa Blanca la operación Warp Speed (Velocidad del rayo), cuyo nombre resume lo que está en juego: llegar a desarrollar una vacuna lo más rápidamente posible movilizando los recursos de la Administración, del Ejército y del sector privado. El objetivo es producir para finales de año decenas de millones de dosis seguras y eficaces, aprobadas por la Food and Drug Administration (FDA), el organismo responsable de autorizar la comercialización de los medicamentos en Estados Unidos, y disponer de unos 300 millones de dosis para mediados de 2021.

Como subraya uno de sus responsables, el inmunólogo marroquí jubilado Moncef Slaoui, exdirigente del gigante farmacéutico mundial GlaxoSmithKline (GSK), “el ritmo y el alcance de semejante esfuerzo de vacunación no tiene precedentes”. El presupuesto es proporcional a lo que está en juego, 10.000 millones de dólares para ocho candidatos a la vacuna. Y la FDA podrá acelerar los procedimientos en el marco de un proceso de vía rápida conocido como “emergency use authorizarion (EUA)” (autorización de empleo de emergencia).

Gallardo, Donald Trump incluso ha comparado la Warp Speed con el proyecto Manhattan, que permitió a Estados Unidos, en medio de su esfuerzo bélico, adquirir la primera bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial…

En declaraciones a la web de Science,Moncef Slaoui asegura que no ha sufrido presiones políticas para que la vacuna esté disponible antes del 3 de noviembre, fecha de las elecciones presidenciales, y asegura que quiere disponer de una vacuna segura y efectiva por encima de todo.

“Si una vacuna [da pruebas de seguridad y eficacia] el 25 de octubre, la autorización se solicitará el 25 de octubre; si es el 17 de noviembre, será el 17 de noviembre; si es el 31 de diciembre, será el 31 de diciembre. Tenemos que estar absolutamente protegidos de la política. No puedo controlar lo que dice la gente. El presidente dice cosas, otros dirán cosas. Créame, no se presentará ninguna EUA si no funciona”, ha afirmado.

Pero este posicionamiento no ha sido suficiente. Inevitablemente, el asunto se ha colado en la campaña y Donald Trump no se ha mostrado nada comedido. El presidente norteamericano –que antes no ocultaba sus dudas sobre las vacunas, llegando a lanzar acusaciones infundadas sobre la relación entre la inmunización infantil y el autismo y, que a su llegada, debilitó el sistema de vacunación en EEUU– ahora se encuentra defendiéndolas cínicamente porque las ve como un buen modo de limpiar su imagen ante el electorado después de su desastrosa gestión de la pandemia.

Según la CCN, incluso ha podido presionar a la FDA para que acelerara el ritmo y obtener la autorización antes del 3 de noviembre. “Estamos muy cerca de tener una vacuna. Si quieren saber la verdad, la Administración precedente habría tardado años en tener una vacuna quizás debido a la FDA y a todas las aprobaciones. Y estamos a pocas semanas de tenerla... podría llevar tres, cuatro semanas”, dijo el 15 de septiembre. Al día siguiente, prometió una vacuna para mediados de octubre.

En su discurso grabado ante la 75ª Asamblea General de las Naciones Unidas el martes 22 de septiembre, volvió a abordar la cuestión, acusando de nuevo a China de “haber desatado esta plaga en el mundo”. “Gracias a nuestros esfuerzos, hay tres vacunas en las fases finales de los ensayos clínicos. Las estamos produciendo en masa por adelantado para que puedan ser entregadas tan pronto como estén disponibles. Distribuiremos una vacuna, derrotaremos al virus, acabaremos con la pandemia y entraremos en una nueva era de prosperidad, cooperación y paz sin precedentes”, se jactó.

El número de fallecidos por el covid-19 en Estados Unidos ha superado los 200.000, el más alto del mundo, por delante del Brasil, India y México. “El número de muertos equivale a un ataque del 11-S cada día durante 67 días. Es aproximadamente igual a la población de Salt Lake City o Huntsville, Alabama”, escribía la agencia de noticias estadounidense Associated Press. Donald Trump se negó a hablar cuando fue entrevistado por una periodista. “¿Alguien más?”, esquivó.

Así como eludió otro tema controvertido planteado por el director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades Robert Redfield en una audiencia en el Senado. Redfield explicó que no tenía presupuesto suficiente para la distribución en 24 horas de una eventual vacuna. La respuesta del presidente de EEUU dio una respuesta trumpista: “Creo que probablemente ha entendido mal la pregunta”.

En las filas demócratas, la respuesta no es fácil. Se trata de no tirar el grano (una posible vacuna) con la paja (Donald Trump). Un ejercicio no siempre fácil, mientras que los republicanos no dudan en caricaturizar cualquier posición de aquéllos. Esto es ni más ni menos lo que le pasó a la compañera de lista de Joe Biden, Kamala Harris, entrevistada por la CNN con relación a la vacuna. “No voy a confiar en Donald Trump, y tendrá que ser una fuente creíble quien hable de la eficacia y la fiabilidad de aquello de lo que [Trump] habla”.

Los republicanos han contraatacado, acusándolo de no querer el bien de los norteamericanos. La vacuna contra la mala fe aún no se ha inventado y Trump y sus partidarios pueden continuar su campaña de manipulación.

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Traducción: Mariola Moreno

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