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Las macrorresidencias suman el 38% de las plazas de mayores, un modelo que se demostró letal en el covid

Investigación

Grecia, el país donde proliferan las residencias de mayores clandestinas

Residencia de mayores Aghia Skepi ("Santo Techo Protector"), en Creta.

Stavros Malichudis | Leila Minano (Investigate Europe | Reporters United)

Aquella mañana, Manolis Hourdakis se despertó con una extraña llamada telefónica de la Policía Municipal. Los funcionarios de Chania –ciudad al noroeste de Creta– le pedían permiso para exhumar el cuerpo de su madre, fallecida un año antes, en abril de 2020.

La petición no es común, pero se debe, según los agentes, a los testimonios recabados en la propia residencia donde murió. Algunos residentes aseguraron que la mujer no murió de un paro cardíaco, al contrario de lo que decía su certificado de defunción.

Un procedimiento de este tipo siempre es doloroso para un ser querido, pero Manolis, instructor en la academia naval, lo acepta. En el fondo, siempre ha tenido la impresión de que algo no encajaba. En el funeral, le pareció ver una marca en el rostro de su madre, oculta por una gruesa capa de maquillaje. También tenía los brazos llenos de magulladuras y las muñecas vendadas. Pero la tristeza le invadía y su familia la enterró sin hacer preguntas.

De modo que la Policía procedió a la exhumación y, unas semanas más tarde, el resultado de la autopsia fue meridiano: su madre fue víctima de una muerte violenta, incluso más dolorosa de lo que imaginó su hijo.

Más injusto aún: todo apunta a que la responsabilidad pudo ser de la residencia de ancianos en la que el hijo la internó. Una residencia de ancianos vendida como un pequeño paraíso, pero que las medidas de restricción de Covid, sumadas a la falta de control en el país, convirtieron en un auténtico espacio mortuorio. Para su madre y otras docenas de residentes.

De temporero a enfermero

Dimitris Mavrakakis, de 27 años, también es cretense. Tranquilo, de cabellos castaño claro, es oriundo de Platinias, un pequeño pueblo rodeado de olivos y un mar turquesa, a las afueras de Chania. Una localidad que vive del turismo y de los cientos de viajeros británicos que desembarcan cada año.

Pero en lo peor de la pandemia, a principios de la primavera de 2020, mientras la industria hotelera navega por la incertidumbre, Dimitris no encontraba trabajo. Este temporero se hallaba en plena búsqueda desesperada de empleo cuando reparó en un anuncio para un puesto en una residencia de nombre prometedor, Aghia Skepi (“Santo Techo Protector”).

La moderna casa se encuentra en la cima de una colina verde desde la que se ve el mar. Un pequeño paraíso de tranquilidad, alejado del ruido de Chania. El temporero lo desconocía todo en la materia, pero el anuncio era claro, según cuenta; no se requería cualificación ni experiencia previa para optar al puesto.

Comenzó trabajando como auxiliar de enfermería. Carece de formación sanitaria, pero al fin y al cabo, sólo dos de cada diez enfermeros poseen la titulación. Los otros “cuidadores” en realidad proceden de la hostelería y de la construcción.

Dimitris aguantó seis meses en Aghia Skepi. Traumatizado por lo que vio allí, dio radicalmente un giro a su carrera y se convirtió en denunciante. Y es que el temporero, reconvertido en enfermero, se niega a permanecer callado.

Pacientes atados a la cama

Dimitris Mavrakakis estaba el día que la madre de Manolis tuvo el accidente. Asegura que la mujer no murió repentinamente de un ataque al corazón, sino que “se cayó de la cama, lesionándose en la cabeza”.

La autopsia parece confirmar su testimonio; en el momento de la muerte, “tenía una herida del tamaño de un dedo en la parte posterior de la cabeza”, explica su hijo. Peor aún. La autopsia precisa que, tras la caída, su madre agonizó, sin recibir atención ninguna, durante tres días.

Con amargura, Dimitris recuerda las promesas que le habían hecho los gestores de esta residencia privada. El hijo se quedó tranquilo; él, que durante mucho tiempo se negó a confiar a su progenitora a una institución.

El informe de la autopsia también explica que los arañazos en las muñecas –ocultos por las vendas en el momento del funeral– se deben a que permaneció atada a la cama “durante mucho tiempo”. Y según tres antiguas enfermeras entrevistadas por Investigate Europe, muchos pacientes “estaban encadenados a la cama”; “día y noche, en algunos casos”.

Dimitris precisa que los residentes más “problemáticos” estaban en el sótano, lejos de las miradas (y de los oídos) de los visitantes. Uno de ellos incluso había sido apartado, atado en el lavadero. Según las tres exempleadas de Aghia Skepi, en esta residencia paradisiaca solo había una trabajadora de guardia para reducir al máximo el gasto. La mujer tenía a su cargo 65 pacientes, el 90% de los cuales aquejados de demencia.

Las toallas y las maquinillas de afeitar “podían servir para varios residentes”, según cuentan, y las comidas eran tan escasas que los ancianos “perdían mucho peso en las primeras semanas” en la residencia. Por último, según el testimonio que han prestado dos de estas antiguas empleadas a la Policía, no era raro que responsables de la residencia le quitaran de los dedos y del cuello los objetos de valor. Eso sí, de cara a las familias lamentaban las “pérdidas”.

En 2020, 64 muertes

En la primavera de 2021, el caso saltó a la prensa local. Los artículos no mencionaban a la madre de Manolis, sino a otra víctima, el padre de un abogado local que decidió demandar a Aghia Skepi por negligencia. La policía abrió una investigación.

Los agentes, gracias a los empleados, descubrieron enseguida la magnitud del horror. En ese momento, la Policía se puso en contacto con Manolis para pedirle permiso para la exhumación. Su madre es una de las... 64 residentes que murieron en Aghia Skepi en 2020. Incluso en medio de una pandemia, la tasa de mortalidad se considera anormalmente alta. Cada muerte –cuyo certificado de defunción indicaba “paro cardíaco”– es objeto de una investigación policial.

La dirección de Aghia Skepi se ha negado a responder a nuestras preguntas, pero sí se ha defendido en otro foro. Asegura que no ha ocurrido nada “condenable” en el establecimiento. ¿Su argumento? Un millar de personas se han alojado en las instalaciones, desde su apertura en 2009, sin el menor problema.

¿Mil, de verdad? Sin embargo, los documentos a los que hemos tenido acceso muestran que la residencia sólo está autorizada para alojar a “46 personas”. En el periodo anterior (2011-2019), solo podía acoger a 16. Peor aún, entre 2009 y 2011, se prohibió el funcionamiento de Aghia Skepi. Y no sin motivo: una inspección ordenó el cierre y la evacuación inmediata de las instalaciones.

Sin embargo, la evacuación nunca se produjo y llegaron nuevos residentes a Aghia Skepi, tal y como recoge un correo de la región de Chania al fiscal, al que hemos tenido acceso. Diez años después, el correo quedó en papel mojado. Una década de ilegalidad. Parece increíble, pero lo ocurrido en Aghia Skepi no es un caso aislado en Grecia.

Actualmente hay unas 300 residencias de ancianos en el país, la mitad de ellas en Atenas, la capital. Se calcula que la mitad está vinculada a la iglesia ortodoxa griega, mientras que el resto son residencias de ancianos con ánimo de lucro.

La mayoría de estas instituciones privadas son pequeñas estructuras familiares. Y al menos una quinta parte de estas empresas familiares pueden estar operando sin licencia, según PEMFI, la asociación griega de residencias de mayores. “Desgraciadamente, uno de los principales fallos del sistema griego es la existencia de estas residencias ilegales”, lamenta Stelios Prosalikas, presidente de la asociación. “Cuando alguien abre un centro, el Estado no tiene capacidad ninguna para cerrarlo, porque no sabe dónde meter a los residentes. Es una vergüenza”.

Falta de residencias

Esta grotesca situación se ve además favorecida por la legislación, que permite a las residencias empezar a acoger a los residentes tan pronto como han presentado su solicitud de licencia..., en lugar de hacerlo una vez obtenida. En 2007 se aprobó una ley que daba un año de plazo a las residencias ilegales para cumplir las normas. Pero, como admisión del fracaso, este plazo se ha prorrogado anualmente hasta la fecha, permitiendo que decenas de establecimientos proliferen ilegalmente.

Antes de que Manolis internase a su madre en Aghia Skepi, recorrió las residencias de la región en busca de una plaza, pero las listas de espera son de tres años o más. En Grecia, la escasez de oferta es tan grande que se permite la proliferación de estos vendedores de camas. Y por si fuese poco, una parte de las residencias con ánimo de lucro cobran en negro para evitar el pago del IVA.

Dimitrios Shistohilis, representante de varias multinacionales europeas que pretenden expandirse en Grecia, se ha visto obligado a rendirse a las evidencias: “Ninguno de los informes financieros consultados era fiable”. Sin embargo, el consultor acaba de pasar casi un año y medio evaluando centros para ver cuáles podría comprar el grupo privado francés Orpea. El resultado: ninguno.

“El problema está tan extendido que después de leer mi informe, mis clientes, las multinacionales, prefirieron construir nuevos establecimientos antes que comprar los existentes”, zanja.

Traducción: Mariola Moreno

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Este texto es la tercera entrega de una serie de reportajes sobre el sector de las residencias elaborado por el colectivo Investigate Europe. infoLibre, que ha colaborado con el proyecto, publicará en total cuatro reportajes. El primero lo puedes consultar aquí y el segundo, aquí.

Investigate Europe está formado por un equipo de periodistas de once países que trabajan juntos para investigar temas de relevancia europea y publicar los resultados en medios de comunicación de toda Europa.

Los medios asociados para el proyecto sobre las residencias son: Der Tagesspiegel (Alemania), Mediapart (Francia), Telex (Hungría), Aftenbladet y Bergens Tidende (Noruega), Dagens Nyheter (Suecia), EfSyn (Grecia), Público (Portugal), Il Fatto Quotidiano (Italia), Open Democracy (Gran Bretaña), Gazeta Wyborcza (Polonia), Falter (Austria), Trends (Bélgica), Republik (Suiza) y Follow the Money (Países Bajos).

Además, colaboraron en la investigación:Wojciech Cieśla, Ingeborg Eliassen, Juliet Ferguson, Attila Kálmán, Nikolas Leontopoulos, Anne Jo Lexander, Maria Maggiore, Stavros MalichudisSigrid MelchiorLeïla MiñanoPaulo PenaElisa SimantkeNico Schmidt Harald Schumann, así como Eelke van Ark  (Follow the Money), Manuel Rico (infoLibre), GerlindePoelsler (Falter), Jef Poortmans (Trends) y Philipp Albrecht (Republik).

Investigate Europe cuenta con el apoyo de sus lectores, de donantes privados y de la Fundación Schöpflin, la Fundación Rudolf Augstein, la Fundación Fritt-Ord, la Open Society Initiative for Europe, la Fundación Gulbenkian, la Fundación Adessium, la Fundación Reva y David Logany la Fundación Cariplo.

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Puedes consultar la investigación completa sobre las residencias de mayores en Europa en la web de Investigate Europe.

Leer el texto en francés:

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