Los libros

‘Conjuros y cantos’, de Sara Torres

Portada de Conjuros y cantos.

Rocío Acebal

Conjuros y cantos

Sara TorresKriller71Barcelona2016

Sara Torres (Gijón, 1991) nos presentaba en su primer poemario, La otra genealogía (Torremozas, 2014), una isla habitada por una comunidad de mujeres, una utopía marcada por las referencias a danzas y ritos ancestrales. Su nuevo libro, Conjuros y cantos (Kriller71, 2016), bien podría ser el texto sagrado de las habitantes de aquel universo. Torres toma prestado el lenguaje tradicional que rodea a la magia y las ceremonias, reutilizándolo para llegar a caminos inexplorados.

A pesar de esta conexión con las raíces ancestrales de las sociedades, resulta complicado rastrear las huellas de los maestros de la autora gijonesa. No es difícil comprender la causa: la tradición heredada no ofrece muchos referentes para lo no normativo. Incluso la poesía homosexual ha sido, tradicionalmente, poesía en masculino. No es de extrañar, por tanto, que los versos de Torres estén marcados por la constante exploración de nuevos terrenos estilísticos y formales, ya que parten de la difícil pero necesaria creación de una tradición y una mitología propias, separadas de los cánones habituales. Su poesía es de constante descubrimiento y experimentación, abre un nuevo espacio en el que poder comprender su propia sentimentalidad (“Para qué buscarnos en esta lengua con la que no hemos nacido Blasfemar con esta lengua Abrir grietas al mundo insertar objetos por ranuras”).

Pero queda claro que en este nuevo espacio hay una fuerte conexión con la realidad preexistente. Uno de los mayores aciertos del libro es "Ellos me dijeron...", reflexión sobre las reticencias que aparecen cuando se pasa del concepto abstracto de tolerancia e igualdad a la aplicación real ("puedes contar tu historia aquí pero no les hables a las niñas // puedes amar a nuestras mujeres pero sólo durante el verano y no has de insistir amando a la misma demasiado tiempo"). La isla tampoco es un lugar absolutamente perfecto: están presentes las relaciones abusivas (“no nombres al dragón vuelve a tu nido ¿no dijiste de tus grilletes oro puro?”), los problemas de autoestima, los celos, la caducidad del deseo (“Todos los ríos del deseo conducen al mar muerto”), la desconfianza, etc. Es decir, ese lugar utópico que creíamos encontrar tiene también sus grietas, es real, es humano.

La llamativa utilización del hechizo o el poema-conjuro como forma base (“Cúbreme los ojos con las manos / (se repite seis veces en el canto) / Vengo a morir a ti / Como el río al mar”) no es casual: estos ritos tienen fuerza performativa, son recursos para actuar sobre la realidad mediante el lenguaje. Pero el hechizo escrito tiene sólo un poder potencial cuyo desarrollo depende, casi por completo, de su lector o interpretador. Del mismo modo, los versos de Conjuros y cantos triplican su fuerza al tomar forma oral.

La reflexión sobre el lenguaje, bien como perpetuador de costumbres o como iniciador del cambio, es pilar base de la obra. Ciertos versos nos recuerdan aquellas palabras de Ángel González “Cuando un nombre no nombra, y se vacía, / desvanece también, destruye, mata / la realidad que intenta su designio”. Es decir, las palabras tienen el poder de dotar de existencia a aquello que designan, de visibilizar o esconder las realidades (“No me visites Fingiendo tu inexistencia me mantengo a salvo // No te apelo Tu cuerpo se borra en mi silencio // Te agitas en la histeria del fantasma No te señalo Nadie te ve”). Es precisamente en estas reflexiones donde salta a la vista la profundidad del libro y los conocimientos de su autora, estudiosa de teorías queer y feministas.

Con Conjuros y cantos Sara Torres se ha consolidado como una de las mayores promesas de la poesía joven española. Conviene seguir la pista de sus próximas entregas.

*Rocío Acebal es poeta. En septiembre publicará su poemario

Rocío Acebal Memorias del mar. 

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