Coronavirus

China comienza a despedir el virus tras meses de estrictas medidas sin precedentes

El presidente de China, Xi Jinping, en Wuhan.

"Neumonía atípica en China". Es el encabezado que abría el informe emitido por el Ministerio de Sanidad a finales de diciembre del pasado año. En el texto, las autoridades hablaban de un grupo de 27 casos de "neumonía de etiología desconocida", con una exposición "común en un mercado mayorista de pescado y animales vivos" en la ciudad de Wuhan (Hubei). Hoy, más de dos meses después, son 80.945 los casos confirmados por coronavirus en China –137.445 en el mundo–, el nombre de esa "neumonía atípica" que asomaba en diciembre. Sin embargo, las noticias en el país asiático no son, hoy día, en absoluto dramáticas: este viernes se han confirmado tan solo ocho nuevos casos en las últimas 24 horas, cinco de ellos en Wuhan.

Los esfuerzos titánicos por contener el virus han venido de la mano de medidas excepcionales. En la nota de diciembre, el Gobierno de España informaba de "medidas iniciales" basadas en el "aislamiento de todos los casos, identificación de contactos, implementación de medidas de higiene y saneamiento ambiental". Las autoridades chinas apenas necesitaron unos días para identificar "como agente etiológico un nuevo tipo de coronavirus", exponía la nota. El 12 de enero, el país compartió la secuencia genética con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los avances en la investigación, junto a las medidas de contención, trataban de ganar la carrera a un virus que se extendía de manera imparable.

La inesperada irrupción, identificación y combate del coronavirus en China supuso un auténtico desafío para el país. Una contienda si cabe más complicada por las circunstancias del momento: el virus llegó a las puertas del Año Nuevo Chino y en Wuhan, con una población superior a los 10 millones de habitantes. La ciudad fue enseguida aislada con el objetivo de frenar la propagación, mientras que varias regiones cercanas activaron sus alertas y los medios de transporte limitaron su recorrido habitual.

Tras los primeros ensayos clínicos para avanzar en la investigación del coronavirus, China comenzó a intensificar las medidas de cuarentena, que llegaron a Wuhan el 22 de enero, con medio millar de casos detectados. Tan sólo un día después, el transporte público, los vuelos y los viajes en tren al exterior eran suspendidos. Y el 25 de enero las autoridades preparaban el abastecimiento de productos de primera necesidad para la región.

El Gobierno de Xi Jinping puso igualmente en marcha encuestas epidémicas y exámenes médicos para detectar el virus, de forma pronta, en aquellos contactos de las personas confirmadas o sospechosas. Por orden gubernamental, las autoridades locales establecieron estaciones de observación en espacios como aeropuertos, con la mirada puesta en la cuarentena de sospechosos. El monitoreo de la temperatura fue una constante en la rutina de los ciudadanos.

En Beijin, la capital china, las medidas de higiene y prevención se habían intensificado a finales de enero para frenar la propagación de un virus que no dejaba de avanzar. De esta manera, se procedió al "fortalecimiento de puertos de entrada y cuarentena", en palabras de la Embajada China en España, por lo que las "autoridades aduaneras lanzaron un plan de emergencia en todos los puertos, así como un estricto control de la temperatura de los pasajeros de entrada y saluda". Entonces, los casos reportados habían pasado de 2.000 el 25 de enero a 11.200 el día 31. En paralelo, se instó a un distanciamiento social con la extensión de vacaciones, cancelación de eventos, cierre de lugares públicos, escalonamiento de la incorporación laboral y uso obligatorio de mascarillas.

Con el fin de reforzar las medidas impuestas, China puso en marcha guías dirigidas a las autoridades para hacer cumplir las normas, contemplando sanciones a quienes propagaran deliberadamente el virus o rechazaran las medidas de aislamiento y tratamiento. Para el Gobierno, se trataba de una amenaza peligrosa para la seguridad pública.

Un hombre se toma la temperatura en Nanning (Guangxi, China).

China se sirvió igualmente de los avances tecnológicos para contribuir a paliar los efectos del virus sobre la ciudadanía. Abrió líneas telefónicas y plataformas online para proporcionar ayuda psicológica en Hubei y volcó en los soportes digitales parte de sus esfuerzos sanitarios. Según informaba la agencia de noticias Xinhua, entre el 12 y el 19 de febrero más de un centenar de ciudades adoptaron códigos QR para facilitar el control del coronavirus, agilizando los procesos de detección: los ciudadanos se servían de dichos códigos para mostrarlos "en los puntos de revisión comunitarios o en carreteras" y así evitar el contacto físico y reducir riesgos de transmisión. Esta herramienta, además, se servía de códigos de colores para determinar el estado del usuario y controlar de esta manera la propagación del virus. En el epicentro del Covid-19, en Wuhan, los expertos se valieron de tecnología 3D para imprimir módulos de aislamiento dirigidos a los pacientes contagiados.

A mediados de febrero, los casos de coronavirus ascendían a 74.500 en China. De ellos, 56.249 pertenecían a Hubei y en Wuhai se concentraban 39.462. No obstante, en el foco del virus, la proporción de casos graves cayó de un pico del 32,4% registrado el 28 de enero al 21,6% el 15 de febrero, según la agencia de noticias oficial del país. El 29 de febrero, un total de 39.002 personas habían recibido el alta médica tras recuperarse. Los datos disponibles al cierre de esta edición revelan que de las 3.180 muertes registradas en suelo chino, el 96,3% se encuadran en la provincia de Hubei (3.062), zona cero. El número de ciudadanos recuperados asciende, según los datos de este viernes, a un total de 64.194.

Avances científicos

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En paralelo a la carrera tecnológica y la imposición de medidas estrictas, los expertos llevan meses trabajando por avanzar en el plano científico. El virus, desconocido hasta ahora, era prácticamente una incógnita en el momento de su aparición. El objetivo no sólo se situaba en la búsqueda de una cura, sino en todo el estudio previo relativo al comportamiento del virus y su propagación. El Gobierno de Xi Jinping desarrolló proyectos de investigación de emergencia y a principios de febrero –con 14.300 contagios el día 1– la construcción de un hospital en Wuhan remató tras tan sólo diez días de trabajo. A finales de enero, el Gobierno chino ya había movilizado a su Ejército para reforzar el operativo contra el virus en Wuhan.

Los científicos chinos han descubierto, en apenas tres meses, el modo en que el Covid-19 entra en las células humanas, han acelerado las pruebas hacia una vacuna eficaz y han desarrollado los mayores estudios sobre los factores de riesgo ante el virus y su mortalidad.

El 28 de febrero, la OMS elevó la evaluación de riesgo de alto a muy alto a nivel mundial. Este martes, la misma organización calificó el virus de pandemia. Ante el escenario, el país dirigido por Xi Jinping –quien asumió el problema como la "emergencia sanitaria más grave desde 1949"– ha desarrollado un plan de ayuda a través de la cesión de equipos de detección y suministros sanitarios a diversos países afectados. El Gobierno ha decidido, en añadido, donar 20 millones de dólares a la OMS para apoyar la cooperación internacional en la lucha contra el virus. "Mientras supera sus propias dificultades, China ofrecerá asistencia conforme a su capacidad a los países pertinentes, especialmente a los países y regiones afectadas severamente por el virus", en palabras de Li Xingqian, responsable de Comercio Exterior del Ministerio de Comercio. Los ojos del mundo miran ahora a China, conscientes del reto que supone afrontar un desafío que es ya pandemia.

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