Foro Milicia y Democracia

Veintiséis millones

El golpista Antonio Tejero Molina, el 23-F, en el Congreso de los Diputados.

Yo había empezado otro comentario. Mi tarea en el Foro que infoLibre nos presta al FMD es hablar de sociedad civil y milicia. Y a ello me aplicaba, preguntándome por la situación en que se encuentran los cuarteles (tenía preparado un chascarrillo sobre la guerra confinada, el teletrabajo y la puntería) y cómo se está protegiendo a los militares que nos protegen, cuando de repente, ¡zas!, el lobo (como en el cuento de Caperucita, esta vez azul).

No es que no supiera nada. Cuando uno se mueve en determinados círculos, oye rumores. Sabe que muchos mandos (retirados o no) sienten nostalgia del tiempo en que citar tu empleo militar (de coronel para arriba, claro) te permitía pasar un radiocasete de gran formato desde Andorra sin pagar un duro en la aduana y sentir el placer de ver al guardia civil que te estaba tratando como una pequeña basura cuadrarse como una marioneta ante el acompañante de uno que sale del coche carnet en mano y la frase (LA FRASE por antonomasia): “usted no sabe con quién está hablando”.

Uno, en su infinita ingenuidad, creía que eso ya no pasaba. Desde 1974 la vida ha corrido mucho. Bien para los de siempre, comsí-comsá para los demás, cuando no directamente mal para muchos desde 2008 para acá. Y de pronto sabe uno de una carta dirigida al Rey, ese preparado que no responde a los ciudadanos que exhiben su pasado militar para estar “a Su lado y podrá contar con nuestro apoyo y lealtad”, tras expresar su desazón “como consecuencia del estado de deterioro en que estimamos ha entrado nuestra Nación, con la finalidad de expresarle nuestros desvelos y dejar muestra escrita de nuestra lealtad a la Patria, así como a su Persona tal y como juramos ante la Bandera de España en un lejano año 1964.

Uno se preguntó en ocasión de aquello, “a la patria”?, ¿a qué patria? Y ¿por qué al rey, cuyos actos como irresponsable, ya que carece de responsabilidad según se hartan de decirnos desde la misma posición, tienen que ser refrendados por ese “Poder Ejecutivo de un gobierno social-comunista”? Qué lío, ¿no? Y aún me lía más cuando aseguran que en 1964 juraron ante la Bandera (sic) de España (les parece que no hay más bandera que la de España porque la mayúscula inicial sólo debe usarse en “… los nombres propios y también los comunes que, en un contexto dado o en virtud de determinados fenómenos (como, por ejemplo, la antonomasia), funcionan con valor de tales, es decir, cuando designan seres o realidades únicas y su función principal es la identificativanombres propioslos comunes que, la antonomasiadesignan seres o realidades únicas.” Ni Alemania ni Francia tienen bandera. O su bandera no es Bandera. ¡Qué uso extraño de un patriota que lo será también para la lengua española y/o castellana!

Pero el lío es monumental cuando aseguran que juraron lealtad “a su Personaa su Persona”. No ya porque uno considera más exacto decir “a vuestra persona” (por aquello de “vos el rey”) ni por la mayúscula de persona (la única en el mundo) sino por jurar lealtad a una persona que en 1964 aún no había nacido. No a la institución, no. A la Persona mayúscula. Otro glorioso logro del ejército como lo entienden estos chateadores firmantes de la carta: capaces de jurar lealtad no al nasciturus (que ni siquiera era -urus) sino a quien aún le faltaban 4 años para nacer. Como diría Trillo, “¡manda huevos!”.

Pero como uno es ingenuo, pensó que aquello era solo la obra de unos cuantos ancianos nostálgicos preocupados por su pensión y añorantes de pasados buenos tiempos en los que tan pronto se abandonaba un Sáhara como se invadía un Perejil.

La cosa empezó a tornarse un poco más fea cuando otro ramillete de esos escogidos enviaba una carta a Europa. A falta de un Carlos V al que rendirle pleitesía o un rey con mando en plaza, se dirigían (qué remedio) al presidente del Parlamento Europeo (en su afán por apuntar a lo más alto podrían haberse dirigido al presidente de la Comisión). Y en ella volvían a lo mismo. España se rompe. En un juego de paja en el ojo ajeno y no viga en el propio, veían como herederos de etarras a un partido que ha jurado la Constitución y adaptado sus declaraciones a las mismas, y no ven como franquista a un partido que ni siquiera votó unánimemente a favor de la Constitución, (ocho a favor, cinco en contra y tres abstenciones) pero que ellos mismos se han colgado la etiqueta de “constitucionalistas”. Manda, no huevos, sino la gallina Papanatas enterita.Papanatas

La cosa ya es bastante más seria cuando nos enteramos todos por la prensa (la seria, no la de siempre esa que rinde pleitesía al poderoso como los ciudadanos que alardean de su pasado militar en las comunicaciones que dirigen a diestro y más diestro, que a siniestro ni se les ocurre) que en un chat dicen lindezas como:

"Me he levantado esta mañana totalmente convencido. No quiero que estos sinvergüenzas pierdan las elecciones. No. Quiero que se mueran todos y toda su estirpe. Eso es lo que quiero. ¿Es mucho pedir?". José Molina, capitán retirado (haciendo gala de su uso de la puntuación en español. Luego decimos que cómo escriben los jóvenes en los chats. Igual es que los chat-os nublan la vista y el entendimiento).

"Qué pena… no estar en activo para desviar un vuelo caliente de las Bárdenas a la casa sede de estos hijos de puta.” González Espinar, coronel retirado.

"Yo lo he leído [un libro de Pío Moa, Mitos de la Guerra Civil], como buen facha, y si es verdad lo que dice (para mí sí lo es) no queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta". Francisco Beca, general de división.

A más estrellas, más burradas.

Y claro, uno se pregunta: ¿En manos de quién ha estado la defensa de mi país, de esta España que le dolía a Unamuno y que muchos la quieren uniforme y marcial? ¿Defenderían mi territorio (y por tanto mi persona y mi vida) en el supuesto de una invasión de un ejército como el fascista de Benito o el nazionalsocialista de Adolf? ¿O más bien pondrían una diana en las casas de quienes ellos no consideran que son “los suyos” como jalearon el fusilamiento de tantos republicanos en España o propiciaron el exilio y la muerte de quienes, como Dionisio Ridruejo, evolucionaron hacia otra parte, que por supuesto no era el “socialcomunismo”?

Porque no nos engañemos, muy valientes, como se dice, no han sido. Presumen del Cid pero están más cerca de Vellido Dolfos, porque según han visto la posibilidad de que los jueces (esos que dicen que no son independientes pero están gobernados por una cúpula nombrada por uno de los partidos que les gustan) les pueden meter mano, se han apresurado a tomar el portillo de la muralla y a escurrir el bulto:

No sé si me lo ha podido quitar alguien o si me ha desaparecido en algún momento porque yo el móvil no lo llevo encima”. Francisco Beca.

Este chat es privado. Lo dicho podía obedecer a "un momento de cabreo o de cachondeo porque yo no deseo la muerte de nadie”. José Molina.

No me acuerdo de cuándo es este chat ni de a qué se refieren los mensajes". González Espinar.

“Tampoco es mi manera de expresarme", pero en todo caso "no significa nada más que una forma coloquial de hablar". "La capacidad de poder es muy poca porque tenemos ya setenta y muchos años. Aparte de hacer estos comentarios poca influencia tenemos”. Ángel Díaz Rivera.

O sea que si un grupo se reúne para decir que hay que matar a 26 millones o que se desea que todos los que apoyan unas determinadas políticas “se mueran todos y toda su estirpe”, es porque estaban en “momentos de cabreo o de cachondeo”. Nunca he estado de cachondeo hablando de matar a nadie. Y si en un momento de cabreo he deseado una muerte (no recuerdo, pero los momentos de cabreo, en eso estoy con D. Ángel, uno puede decir una barbaridad) no lo he hecho con la premeditación que supone escribirlo. Verba volant, scripta manet.

Todo el mundo tiene derecho a expresarse libremente, incluso a calumniar, mentir o señalar asesinatos, ejecuciones sumarísimas o bombardeos asesinos. Pero todo derecho conlleva una responsabilidad y una obligación. Escribir (que no decir) lo que se quiere implica que, si eso es constitutivo de delito de odio, hay que tener la gallardía de mantenerlo. “Sí, dije eso. Lo creo”, porque a lo que trasciende de las noticias, el chat es largo, se extiende durante mucho tiempo, provoca la carta y, en fin, manifiesta claramente lo que piensan los participantes en el mismo. Aunque tal gallardía conlleve una pena. Pero es más fácil aplicarlas que sufrirlas.

Por cierto, quien no crea que eso es odio en su más puro estado, dirigido contra un colectivo (caray, de 26 millones), que cambie los interlocutores, les ponga un rostro socialcomunista (a su elección) y ponga en su boca las mismas palabras a ver si sigue opinando igual.

Autoconfinamiento digital

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Y esto me lleva otra vez a pensar en la urgente necesidad de reformar la Constitución, de modificar las relaciones de las Fuerzas Armadas con la sociedad, y que unos tipos entorchados no ensucien la labor ingente de los soldados de a pie, de la clase de tropa de la UME apagando incendios y desinfectando calles sin apenas protección. Que los jefes y oficiales entiendan que son parte de la sociedad, no una casta aparte, y que como tal habrá cosas que les guste o no pero el recurso a la fuerza, a las armas, no puede ni siquiera esbozarse. Ni siquiera pensarse. Que no pueden decir que defienden y quieren a la Patria cuando pretenden borrar de ella a la mitad de los ciudadanos. Eso no es patria sino patio. Patio de prisión donde quien se mueva no sale en la foto … vivo.

Urge una forma diferente de ver la sociedad desde y hacia la Fuerzas Armadas. Y urge porque los nostálgicos de otro ejército en otro momento histórico lastrado por una dictadura no pueden tener cabida en la defensa de un país donde conviven 47 millones de personas diferentes que sienten, piensan y se expresan a su manera, y no puede pesar sobre ellos la amenaza de unos uniformados que hacen sonar los sables cuando ya ni siquiera los tienen, para amenazar con la ejecución de quienes piensan diferente. Esa es la democracia en la que creen, pero no es la democracia que necesitan y se merecen las Españas. Y hay veintiséis millones de razones (o tal vez cuarenta y siete) que lo avalan.

Joaquín Ramón López Bravo es abogado y periodista

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