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El complicado dilema de Podemos en el conflicto catalán

Seguramente ningún partido en España tiene más deseos de que el conflicto catalán finalice que Podemos y su confluencia catalana, ahora bautizada como Catalunya en Comú Podem (CECP). Los datos explican con bastante claridad porqué el procès ha sido especialmente dañino para la fuerza electoral que ha hecho tambalearse el modelo político español en los últimos años.

El gran éxito del movimiento liderado por Pablo Iglesias ha sido analizado en multitud de estudios. Quizá, de todos los factores que justifican su extraordinario empuje, uno de los más importantes ha sido el de su extendida transversalidad en todos los sectores progresistas del país. Podemos y sus confluencias han mantenido un discurso con gran fuerza argumental. Se ha basado en criticar a los partidos tradicionales, a los que muchos ciudadanos han responsabilizado del declive del sistema, agudizado además en los duros tiempos de crisis que hemos padecido. El combate implacable contra la corrupción gubernamental, la defensa de los sectores más castigados por la desigualdad y el apoyo a diversos movimientos sociales desatendidos por la política tradicional les ha permitido aglutinar un convencido y activo electorado hasta no hace mucho tiempo.

Uno de los semilleros más importantes para entender la eclosión de Podemos ha sido su penetración en Cataluña. En las últimas elecciones generales de junio de 2016, las listas de En Comú Podem se alzaron con una contundente victoria sobre el resto de partidos, llegando a conseguir el 24,5% de los sufragios. Sin embargo, el estallido del conflicto catalán parece estar creándole algunas dificultades. Son conocidos por todos algunos problemas surgidos en las últimas semanas derivados de una posición de equidistancia en la batalla (“Ni DUI ni 155”) que desde sus oponentes se han calificado incesantemente como de incomprensible ambigüedad ante un asunto de tan profundo calado como el de la unidad territorial del país. La decisión de Ada Colau de llevar adelante la ruptura del pacto con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona tras la consulta a las bases de la formación ha sido el último incidente.

Seguramente, esta votación realizada entre 3.800 barceloneses muestra con nitidez la explicación del problema de fondo que impide a Podemos y sus confluencias afrontar la crisis que sufre con la contundencia que sería necesaria. Alrededor de 300 votos de diferencia entre los 2.059 a favor de la ruptura con el PSC y los 1.736 que defendían mantener el acuerdo. Esto implica una militancia partida en dos mitades.

Se trata de la única fuerza política en Cataluña cuyos seguidores se encuentran divididos, según los datos elaborados por el Centre de Estudis d’Opinió (CEO) de la Generalitat. En todos los demás partidos, es abrumador el posicionamiento a un lado u otro de la cuestión de la independencia. Los votantes de ERC, PDCat (93% de Junts per Si) y CUP (93%) son amplísimamente partidarios de la posición soberanista. Los de PSC (87%), Ciudadanos (99%) y PP (92%) son contrarios de forma muy mayoritaria. En los votantes de Catalunya Si Que Es Pot (CSQEP) el reparto marca la confusión interna. Poco más de la mitad (55%) están en contra, casi uno de cada tres (30%) la defienden y hay un significativo grupo, inexistente en los demás partidos, que afirma que no sabe si es independentista o no (13%).

Los datos del último estudio realizado por Metroscopia para El País confirman la misma situación. Los votantes de PP, Ciudadanos y PSOE tienen de forma casi absoluta un sentimiento identitario entre ser catalán y ser español simultáneamente o sentirse español en primer lugar. En el caso de Cataluña en Comú Podem, este grupo que mantiene sentimiento españolista aglutina aproximadamente a la mitad de sus seguidores.

Hace unos meses, Podemos pudo resistir el primer debate político al respecto, al sostener una postura que permitía el equilibrio total entre los dos sectores que componen su electorado. La decidida apuesta por el derecho a decidir, a través de una consulta pactada, conseguía un amplio y extendido equilibrio trasversal. La cercanía del referéndum obligó a Ada Colau y a Pablo Iglesias a modificar su postura ante la creciente presión de su sector soberanista. Además, es absolutamente clave no olvidar el peso de los miles de votantes procedentes de partidos independentistas como la CUP o una parte de ERC que apoyan a Podemos en las elecciones generales, donde la CUP ni siquiera se presenta. Las relaciones entre cupaires y comunes se han tensado en los últimos tiempos debido a la posición contraria de estos últimos frente la DUIcupairescomunes.

En esta incómoda encrucijada, nada perjudica más a Podemos que la independencia se convierta en el eje de la contienda política. No puede posicionarse con claridad sin arrastrar la disconformidad de la mitad de sus seguidores en Cataluña. Por este motivo, en las últimas semanas, el mundo de los comunes ha conseguido aferrarse al único argumento que puede aglutinar de nuevo a todos sus votantes catalanes, la abierta crítica al 155 (PP-PSOE-Cs) y al encarcelamiento en prisión preventiva de líderes y consellers independentistas. El giro hacia este nuevo eje electoral ha sido también promovido por los partidos soberanistas convencidos de que la petición de apoyo para una segunda declaración unilateral de independencia carece de todo sentido. Aun así, en esta nueva configuración, los dirigentes de los comunes y de Podemos mantienen un problema de discurso para responder a un interrogante clave: ¿Después de la imposición de la DUI, qué solución tenía el Estado que no fuera el 155?

Todas las encuestas relativas al 21-D dan a Catalunya En Comú Podem un resultado similar al 9% que obtuvo Catalunya Si Que Es Pot en 2015. No es muy relevante en términos de liderazgo frente a los otros partidos, pero podría jugar un papel absolutamente esencial para desequilibrar la balanza entre soberanistas y constitucionalistas, lo cual les abriría una extraordinaria posición política, aunque podría desembocar en una pesadilla mayor: la influencia en el voto en el resto de España. Según el barómetro de La Sexta del pasado mes, dos de cada tres votantes de Podemos en España no considera que Cataluña sea una nacióndos de cada tres votantes de Podemos en España no considera que Cataluña sea una nación.

Todos los estudios coinciden sin excepción en un serio declive de Podemos en el mapa electoral español de cara a unas elecciones generales que, no lo olvidemos, aún parecen bastante lejanas. Hay algunas encuestas que llegan a anunciar auténticas debacles con porcentajes por debajo del 15%. No parece creíble una caída tan fuerte, pero refleja indudablemente una delicada coyuntura, debida a la extendida convicción de que Podemos no está apoyando con claridad la unidad territorial en España, aunque en las declaraciones públicas la defienda.

Síntomas de división interna

En el último barómetro de La Sexta, realizado en todo el territorio español, encontramos datos complicados para Podemos sobre la cuestión catalana. Aparecen síntomas de evidente división interna entre sus seguidores. Mientras PP, Ciudadanos y PSOE, en ligera menor medida, obtienen porcentajes de práctica unanimidad en sus posiciones más importantes, en el caso de la formación liderada por Iglesias surge siempre una marcada división interna. Veamos algunos ejemplos:

 

  • A la pregunta de si España debe intentar hacer efectiva la extradición de Puigdemont, los votantes del PP (96%), de Ciudadanos (96%) y del PSOE (87%) lo apoyan sin casi fisuras. Mientras tanto, entre los seguidores de Podemos lo apoya un 47% y lo rechaza un 45%.
  • Respecto a la declaración de independencia que promovió en el Parlament se repite la situación. La consideran un delito una amplísima mayoría de los seguidores del PP (97%) de Ciudadanos (97%) y del PSOE (87%). En el caso de Podemos, la considera delictiva el 48%, mientras para el 49% no lo es.
  • La aplicación del 155, la apoyan con firmeza los seguidores del PP (100%), Ciudadanos (99%) y del PSOE (83%). En Podemos se desequilibra la balanza porque dos de cada tres de sus seguidores están en contra. El problema en toda España es que casi un tercio de sus votantes apoya la medida impulsada por Rajoy.

La otra gran dificultad para la formación es defender que su posición más comprensiva con el discurso independentista respecto al resto de partidos estatales se apoya en una ideología izquierdista. Este ha sido uno de los argumentos defendidos por Ada Colau para confirmar la ruptura del pacto municipal con el PSC. Ha afirmado que los socialistas en el conflicto catalán están apoyando políticas de derechas, mientras ellos mantienen posiciones de auténtica izquierda. Este argumento ha sido también discutido en las últimas semanas por destacados dirigentes de la izquierda tradicional. Los datos de nuevo aportan luz una vez más al fenómeno. Según los estudios realizados estos últimos meses por la Generalitat a través del CEO se observan curiosas diferencias entre los defensores de la independencia en Cataluña y los contrarios al proceso:

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  • Entre los catalanes que ganan menos de 1.200 € al mes, dos de cada tres no son partidarios de la independencia. En el segmento de los que ganan por encima de los 2.400 € la situación se invierte y son mayoría (55%) los independentistas frente a los que no lo son (38%).
  • Entre los que afirman que atraviesan económicamente “muchas dificultades” domina la posición contraria a la independencia (60% frente al 29%) o que “tienen dificultades” (51% frente al 38%). Por el contrario, están a favor de la independencia los que en la encuesta declaran que “viven cómodamente” (51% frente al 42%).
  • También son mayoría no independentista los parados (59% frente al 29%), los que no trabajan (54% frente al 38%) y los jubilados (52% frente al 41%). Por el contrario, hay un sector laboral donde es mayor el apoyo a la independencia: los funcionarios públicos (49% frente al 46%).
  • Las diferencias se agudizan si vemos los niveles educativos. Entre los sectores sociales más desfavorecidos domina ampliamente la postura contra la independencia. Así ocurre con los catalanes sin estudios (67% frente al 20%) o con los que sólo han llegado a cursar la ESO (53% frente al 42%). Al otro extremo, se sitúan las clases sociales que han podido acceder a una mejor formación. Los que cuentan con titulación universitaria o que han podido llegar a realizar un máster el porcentaje defensor de la independencia se eleva hasta el 63%.

En resumen, según los datos de la Generalitat, la sociedad defensora de la independencia se conforma mayoritariamente entre los más ricos, los que afirman vivir más cómodamente, los funcionarios de la Administración y los que han podido recibir una mejor educación. Los contrarios a la independencia son mayoría entre los que tienen salarios más bajos, los que afirman vivir con dificultades y los que no han tenido posibilidad de acceder a buena formación educativa. El debate teórico sobre si es de izquierdas no de derechas defender un secesionismo puede ser discutible para algunos. Lo que es absolutamente indiscutible es que en la Cataluña actual hay una realidad palmaria. Las clases sociales más favorecidas apoyan la independencia mayoritariamente y las que cuentan con menos posibilidades económicas, laborales y educativas están en contra.

Para completar el retrato diferenciador entre las dos Cataluñas que se confrontan en el debate soberanista hay, finalmente, un dato determinante: el origen familiar. La conclusión es clara. Cuantos más apellidos catalanes se acumulan, mayor es el apoyo a la independencia. Cuantos más apellidos de fuera, más se rechaza el soberanismo. Entre los nacidos en Cataluña con padres y abuelos también de origen catalán la posición pro-independencia llega al 75%, mientras sólo un 19% la rechaza. En el otro extremo, entre los nacidos en Cataluña, y de padres originarios de otras comunidades autónomas, el 60% se declara contrario a la independencia y el 29% a favor. Aún más extrema es la opinión de quienes viven en Cataluña, pero han nacido fuera de ese territorio de padres también foráneos. Aquí la defensa del "no" llega al 82%.

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