Qué ven mis ojos

¿En España existe la mafia?

“No apagues tu sed bebiendo el agua donde los cínicos se lavan las manos”.

Este lunes se cumplía el aniversario del nacimiento de Mario Puzo, el autor de El Padrino, y por lo tanto, a la hora de escribir este artículo era inevitable pensar en la mafia y preguntarse si eso existe en España o es un fenómeno tan italiano como Roma, el neorrealismo o los gloriosos tortellini di zucca alla mantovana. El escritor norteamericano –Puzo era de Nueva York y de Manhattan–, famoso en el mundo entero gracias a sus novelas, a las adaptaciones de sus libros al cine y a su trabajo como guionista –aparte de los tres padrinos hizo los de Terremoto, Superman Cotton Club–, murió el 7 de julio de 1999, y la noticia de su fallecimiento se mezcló en nuestros periódicos de ese día con el asunto del Grand Tibidabo, una empresa que el empresario Javier de la Rosa le vendió a la Generalitat de Jordi Pujol en 4.300 millones de pesetas –hoy serían 25.242.500 euros–, dejando una enorme comisión, negociada por el hijo mayor del entonces president, y que habría ido a parar a la financiación del diarioEl Observador, donde se propagaban las consignas del nacionalismo catalán.

Entonces ya se intuía que el hombre que regaba nuestro país de petrodólares y ondeaba su bandera en las Torres KIO daría tarde o temprano con sus huesos en la cárcel, aunque por poco tiempo, pero nadie sospechaba lo que terminarían siendo el todopoderoso Pujol, al que De la Rosa declaraba haber entregado personalmente en su despacho una serie de cheques y dinero en efectivo que sumaban un total de 27 millones de euros para el partido y ocho y medio para él. Otras obras de Mario Puzo son OmertáEl siciliano Los Borgia, que en Estados Unidos e Inglaterra se publicó con el título de La familia.

Desde entonces hasta ahora, tenemos la sensación de que aquí funciona una mafia invisible y de guante blanco, que lo maneja todo desde las alturas, monta crisis, arruina reputaciones o las crea, tiene en nómina a cargos públicos, quién sabe si también a ciertos periodistas, y que, en definitiva, da desde la sombra órdenes que los que mandan no pueden rechazar. El delito que se le imputa a los que caen en desgracia es el de pertenencia a organización criminal. Ese mundo es endogámico –el mismo ingeniero financiero que lavaba la fortuna de De la Rosa lavó después la de Francisco Correa y sus muchachos de la Gürtel–, un espacio cerrado que sólo se abre a quien llegue con una bolsa de dinero a la espalda y muy pocas contemplaciones con la democracia: no se puede permitir que nos estropeen el negocio ni que el dinero además de cambiar de manos vaya a cambiar de dueño. Una buena campaña de intoxicación y listo. ¿No me digan que no les suena a cosas que ocurren ahora mismo, sin ir más lejos...?

Para la mafia, todos los servidores de la Ley son el enemigo, y ninguno lo es tanto como los jueces. Donde y cuando las cosas se solucionaban a tiros, un sicario se encargaba de ellos; en otros lugares y otras épocas; por suerte, al menos hoy la cosa es menos sanguinaria, aunque la batalla sea la misma. Pero los tribunales siempre son para esa gente un problema, un escollo. Ahora lo vemos con el asunto de los Presupuestos y la independencia y el ultimátum que llega a La Moncloa desde el separatismo: los votamos si nuestros presos salen de la cárcel y a los fugados se les promete impunidad. ¿Eso lo puede hacer un Gobierno en un Estado de Derecho? ¿Puede obligar a la magistratura a hacer lo que se le imponga en cada momento, según convenga? ¿Así es como ocurriría en la república de Puigdemont, Torra, Junqueras y compañía? Pues es algo que nos da miedo incluso a quienes pensamos que algunos no tendrían que estar en prisión. Como será al resto. Pero el síntoma es claro, explica que en España ha habido demasiados silencios y muchos ojos cerrados, que sólo veían lo que les reportaba algún beneficio ver y pasaban por alto el resto. ¿A Pujol, por no cambiar de ejemplo donde hay tantos posibles, no lo conocía nadie? ¿Nadie sabía nada mientras se sentaba en los bancos azules del Congreso gracias a sus votos? Si era así, ¿entonces de qué hablaba Maragall cuando hablaba del tres por cierto?

Más bien, parece todo lo contrario. Aquí muchos han sabido y han callado por interés, le han vendido su alma al diablo a cambio de pan para hoy y una llave de la puerta giratoria para mañana. Y por eso, como hay costumbre de actuar igual que si estuviéramos dentro de una novela de Mario Puzo, hoy se permiten quienes tienen todo el derecho del mundo a luchar por la independencia pero ninguno a imponerla por las malas, decirle al Gobierno que, si quiere su apoyo, tiene que ir a la Audiencia Nacional y poner firmes a las y los magistrados. Aquellos polvos han traído estos lodos.

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