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Especies invasoras

El siluro es el pez de agua dulce más grande de Europa, un animal que puede llegar a medir dos metros y medio y a superar los ciento veinte kilos.

El presidente de Argentina, Javier Milei, pasó por España con el fin de apoyar a sus camaradas de la ultraderecha de cara a las elecciones en el continente, y su discurso ultra nada hoy en los titulares de los medios de comunicación.

El siluro es una especie invasora, un depredador casi insaciable, que puede llegar a devorar cada día el equivalente al ocho o diez por ciento de su propio peso. O sea, como si una persona de setenta y cinco kilos comiese siete y medio de alimentos cada veinticuatro horas.

Milei le dio durante su breve estancia en nuestro país enormes bocados verbales a la democracia y repitió sus sandeces contra la justicia social, que considera “aberrante”. Esta vez no sacó su motosierra, pero bastó con su sonrisa. 

Al siluro se le conoce como el monstruo de los ríos y su aspecto es espectral, el de un verdadero fantasma. Milei no convocó para su mitin, o lo que fuera, al espíritu de su perro muerto, Conan, con el que asegura hablar a menudo y consultarle sus decisiones, se bastó solo para insultar al presidente del Gobierno, ese al que su amigo Abascal dice que “hay que echar a patadas y a gorrazos”, es decir, sin pasar por el Congreso y usando la fuerza bruta, que es el atajo con el que las mentalidades totalitarias sueñan llegar al poder.

Los neoliberales, neofascistas o lo que quiera que sean, intoxican la convivencia, envenenan los parlamentos y pasan por la Casa Blanca o la Casa Rosada como elefantes por una cacharrería, insultan, menosprecian, ofenden, provocan y su público aplaude y reza para que el ejemplo cunda, todo se derrumbe y ellos puedan ofrecerse a levantarlo

El siluro se ha extendido por las cuencas del Ebro, Duero, Tajo, Guadalquivir, Júcar y Segura porque algunos aficionados a su pesca lo han llevado de un sitio a otro para poderlo capturar tras crecer, multiplicarse y causar un desastre medioambiental. A Milei lo invitaron sus colegas de Vox, que tan bien viven, por cierto, gracias al dinero público que sale de los impuestos que él asegura odiar.

El siluro devasta el hábitat donde lo suelten, elimina y suplanta a las especies naturales del lugar, las persigue hasta extinguirlas y su voracidad es de tal envergadura que llega a tragarse hasta algún cormorán que se le ponga a tiro. 

Los neoliberales, neofascistas o lo que quiera que sean, intoxican la convivencia, envenenan los parlamentos y pasan por la Casa Blanca o la Casa Rosada como elefantes por una cacharrería, insultan, menosprecian, ofenden, provocan y su público aplaude y reza para que el ejemplo cunda, todo se derrumbe y ellos puedan ofrecerse a levantarlo. Otros, igual de irresponsables pero más ladinos, callan y otorgan.

Los siluros y Milei también puede que se parezcan en que ninguno de los dos sospechan que quienes los han echado al río es para cabarlos y luego hacerles morder el anzuelo. El siluro no se pesca para cocinarlo, sólo como trofeo: una vez capturado, se hacen la foto con él  y lo tiran a la basura.

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