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Muros sin Fronteras

De Galileo a la peatonalización

Madrid empieza a cansarme, como a otros les agota Barcelona, París o Londres. Las grandes ciudades soportan varias amenazas simultáneas; vivir en ellas comienza a ser un acto de fe. Estamos rodeados de coches, turistas, segways, patinetes y contaminación. Los ayuntamientos de izquierda, o al menos los progresistas, buscan soluciones en la peatonalización y en el cierre al tráfico de los barrios más céntricos. Los partidos de derecha ponen trabas. A más coches, más gasto en gasolina. Es fácil criticar la política irresponsable de Donald Trump en relación al cambio climático, pero no es el único que juega en contra del planeta y sus habitantes.

Las nuevas tecnologías generan negocios que se nutren del far west, espacios vacíos para los que aún no existen leyes que los regulen. Siempre ha sido así. Primero el pelotazo, después la norma. Cuanto más dure la actual confusión, mayores serán los beneficios y peores las consecuencias. Prima la barra libre sobre el sentido común. No hablamos del bien general, sino del interés privado.

Escribí en septiembre acerca de los efectos perniciosos de las plataformas de pisos turísticos, que provocan la gentrificación de las ciudades. Airbnb se beneficia del vacío legal del que hablaba para expandir su negocio. Es un problema global para el que no existe una única respuesta. Los efectos son claros: expulsión de los habitantes habituales y la sustitución de las tiendas tradicionales de comestibles por otras dedicadas a satisfacer la nueva demanda. Este proceso provoca una pérdida de identidad de la ciudad. Es lo que se llama la museificación.

Existe una segunda amenaza: la contaminación. Luchar contra ella es una urgencia. Está en juego la salud de los ciudadanos. A peor salud, más gasto médico, pero esta ecuación no funciona como la de la gasolina. La contaminación podría ser el caballo de Troya que nos permita recuperar la identidad de las ciudades, concebidas como espacios para la convivencia y el ocio. Los defensores de lo privado por encima de todo lo saben, de ahí su resistencia.

El Partido Popular se comporta como otros partidos conservadores europeos, los hay más inteligentes que otros, en su oposición frontal a la peatonalización, a la progresiva conquista de espacios al tráfico en beneficio de los árboles y los peatones, y de aquellos medios de transporte menos contaminantes, como la bicicleta, el tranvía y los coches eléctricos. Se busca incentivar el uso del transporte público sobre el vehículo privado. Los cambios de mentalidad se deben inculcar desde la escuela, es necesario crear ciudadanos preocupados por lo común. También están las leyes, las multas, poner dificultades.

El otro día, un taxista se quejaba de las obras de la Gran Vía. Le dije, “¿cuál es su problema si tiene un pasajero dentro?”. Es la cultura del no, el no cerril al que somos tan aficionados en España.

Son muchas las ciudades europeas que están adoptando medidas audaces que limitan el uso del automóvil en determinadas zonas. No es fácil porque las resistencias son múltiples. Están los comerciantes que, por alguna razón, parecen incapaces de ver las ventajas de un peatón que pasea, admira los escaparates y compra frente al que viaja enfadado dentro de un coche. También está la policía y su tendencia a primar los problemas que causa el cierre de unas calles en vez de resolverlos, como sería su obligación. Su trabajo es para con toda la ciudadanía.

París aprobó en septiembre el cierre del tráfico en las calles adyacentes del Sena, desde las Tullerías a la Bastilla. Es un espacio por el que se mueven 43.000 vehículos al día. La alcaldesa Anne Hidalgo dijo que la medida supone la recuperación del río para la ciudad. Lo ganado se dedicará a crear jardines y parques, además de restaurantes y cafés. Es la victoria de la ciudad pausada y saludable sobre la ciudad acelerada. Va más allá del tráfico, busca cambiar el humor de las personas.

Hace unos días, el Ayuntamiento de Londres anunció por sorpresa una importante peatonalización de la City, el pulmón financiero de Londres y del Reino Unido, un espacio en el que trabajan más de medio millón de personas. Se busca potenciar el uso de la bicicleta y del transporte público con drásticas limitaciones de velocidad. La capital británica es la segunda ciudad europea más atascada. Estas son las diez peores ¡y no hay ninguna española!.

Este vídeo contiene otra clasificación algo menos menos eurocéntrica:

Los ayuntamientos de Madrid y Barcelona, y el de Valencia muy activo en la creación de espacios para la bicicleta, no son una rara avis, se mueven en la misma dirección que los más avanzados, como es el caso de Oslo. La ciudad vivible frente a la ciudad insufrible.

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Además de la ampliación de las aceras en la Gran Vía, en noviembre entrará en vigor Madrid Central, un conjunto de restricciones que irán ampliándose de manera paulatina. Incluye la prohibición de los vehículos contaminantes y la limitación de velocidad a 30 kilómetros por hora. El PP y los comerciantes se oponen. En el caso del primero no es una novedad. Desde que Galileo dijo que la Tierra era redonda, los conservadores españoles siguen en contra de todo avance. El periodista Miguel Ángel Medina recordaba hace unos días en un texto publicado en El País que el entonces jefe de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid, José María Álvarez del Manzano, se opuso al cierre del Retiro al tráfico rodado. Las razones eran las mismas. No se recicla ni el NO como bandera. De todos modos, Madrid suspende en la creación de carriles-bici específicos. Se ha perdido una oportunidad en la Gran Vía.

Para el PP madrileño post Gürtel, en guerra contra todo lo que haga, diga o piense Manuela Carmena, Madrid Central es poco menos que un experimento sociológico comunista. Lo entenderemos mucho mejor si les cuento que para uno de sus ideólogos, Federico Jiménez Losantos, Netflix es de extrema izquierda y está aliado con los independentistas catalanes, y todo por el documental Dos Cataluñas, de Álvaro Longoria y Gerardo Olivares, que seguramente no ha visto.

Lo dicho, más aire puro, más paseo y ventilarse las neuronas.

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