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La reflexión de Sánchez abre el primer debate en serio sobre su sucesión en el PSOE

Telepolítica

Lo que se quiere decir, lo que se dice y lo que se entiende

Desde hace años, siempre que he tenido que explicar en qué consiste la disciplina académica de la comunicación política, aclaro que es algo parecido a un curso de idiomas. Se trata de dominar en su máxima extensión una lengua desconocida que tiene algunas peculiaridades concretas. La principal es que casi nunca lo que se dice coincide con lo que en realidad se quiere decir. No es que siempre se mienta, que también se hace, sino que se trata se transmitir a la gente un mensaje determinado, pero que se plantea de forma subrepticia. El mecanismo de funcionamiento es el siguiente: un líder quiere que la gente piense algo concreto. A continuación, lanza un mensaje diferente que espera que provoque en el oyente ese efecto determinado. La dificultad surge cuando el ciudadano en su casa, sentado frente al televisor, no entiende el matiz del político en cuestión y ni siquiera percibe cuál era la intención de la frase. Este galimatías es la base del discurso político. Si alguien se pregunta el porqué de este extraño comportamiento, entenderá enseguida la respuesta. Lo normal es que un líder político comparezca ante los medios por dos posibles motivos: o bien para intentar justificar alguna cuestión injustificable; o bien para perjudicar a un rival tanto como sea posible. En ambas situaciones, el discurso necesita intentar disimular las aviesas intenciones reales.

Esta reflexión viene a cuento de las abundantes declaraciones que estos días se han amontonado en los medios respecto a la sentencia sobre los ERE en Andalucía. El caso es conocido de todos desde hace años. Se trata de un clamoroso caso delictivo de uso de fondos públicos malgastados sin el debido control y con la connivencia de un elevado número de personas que participaron en la trama durante años. Algunos se beneficiaron directamente y otros por acción u omisión facilitaron que el vergonzoso asunto pudiera funcionar como si nada ocurriera. Finalmente, la justicia ha actuado y se ha hecho pública una dura sentencia frente a la que algunos de los condenados ya han anunciado recursos que puedan rebajar sus penas.

La resolución judicial coincide con un período de alta convulsión política en España. En este entorno, resulta imposible aislar el hecho en sí de sus posibles derivaciones. La sentencia daña la imagen pública del PSOE. Aunque los condenados cesaran hace años de sus responsabilidades políticas y abandonaran la militancia del partido, el perjuicio reputacional es insalvable. La cuestión es cómo manejarlo, sea a favor o en contra. Desde las filas socialistas, se intenta evitar que el asunto se pueda entremezclar con otras acciones políticas con las que el caso no guarda la más mínima relación. Así ocurre con las negociaciones para formar gobierno por parte de Pedro Sánchez. Por el contrario, otros partidos intentan precisamente convertir lo sucedido en una categoría política que inhabilite al PSOE para cualquier actividad que no sea su destrucción definitiva.

Todo se entendería mejor si se dijera más claro:

  • El PP podría exponer lo siguiente: “Estamos hartos de que nos zurren por nuestros repetidos casos de corrupción gracias a los cuáles el PSOE se vio beneficiado en la moción de censura que nos sacó del poder sin casi darnos cuenta. Que quede claro que corruptos no sólo somos nosotros, aunque lo hayamos sido mucho”.
  • El mensaje de Ciudadanos, desde ultratumba, también podría ser nítido: “Pedro Sánchez se hizo presidente en una moción de censura inoportuna cuando todas las encuestas decían que Albert Rivera iba a ganar unas elecciones que no se celebraron. Así que nunca le apoyaremos. Sólo queremos acabar con él. Por cierto, lo de los ERE nos viene de maravilla para escaquearnos cuando se nos diga que podríamos ayudar a la gobernabilidad apoyando al PSOE”.
  • Para algunos independentistas la declaración podría ser esta: “Sólo una dictadura fascista como España puede tener casos de corrupción tan vulgares como estos. Nosotros no robamos, sólo fortalecemos a nuestros líderes e instituciones para engrandecer nuestro señorío”.
  • Desde Unidas Podemos sólo cabe una declaración: “Con lo que nos ha costado llegar al gobierno y ahora pretenden que nos echemos atrás. ¡A nosotros que nos registren!".
  • Los actuales líderes del PSOE tampoco tienen dudas de lo que les gustaría decir: “¿Los ERE? Ni idea de lo que me hablan ¡Bastante tenemos con el follón de tratar de formar gobierno!”.

Un divertido juego casero es el de intentar, cada vez que un político habla en televisión, traducir lo que en apariencia dice para tratar de entender lo que realmente quiere decir. Lo normal es que encontremos dos discursos completamente distintos.

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