¡A la escucha!

Sin respuestas a tantas preguntas

Helena Resano

Creo que lo que más pena me va a dar cuando terminen de crecer mis hijos es perderme sus reflexiones limpias de cualquier prejuicio. Muchas veces los niños nos dicen cosas tan evidentes, tan obvias, que te dejan parado en seco y cayendo en la cuenta de que hay que eliminar tanto ruido para poder escuchar lo que de verdad importa. Son reflexiones "sabias", reflexiones de quienes todavía no han empezado a echar a andar en este mundo tan desordenado que tenemos ahora mismo.

Mi hijo, que todavía se agarra con una mano a su niñez y se resiste a entrar en la adolescencia, el otro día me dejó boquiabierta cuando, viendo el informativo (no hay otra, en casa se consumen muchos informativos de muchas cadenas), se quedó mirándome y me dijo: “Mamá. Todo el tema de los rastreadores, ¿por qué no lo solucionan con toda la gente que se ha quedado en paro? Si mucha gente no tiene trabajo, que les paguen un poco más, les enseñen y los pongan de rastreadores”. Durante 3 segundos me quedé sin respuesta: primero por la “genialidad”, segundo por comprobar que lo que pasa en el mundo le importa y busca respuestas y, para terminar, porque tenía que buscar argumentos para demostrarle que los adultos, los políticos, no son tan tontos. “Esa tarea requiere de una formación previa, no pueden ponerles, así como así (aunque sinceramente creo que, dada la urgencia, se podría)”. Y claro, ahí vino su segunda bofetada de pragmatismo: “Pues que les den un cursillo rápido y ya está”.

Desde luego es desesperante que a estas alturas sigamos preguntándonos qué pasa con los rastreadores, dónde están, por qué no se pone a un ejército de personas a hacer esa tarea para poder contener la cadena de contagios. El otro día, el Fernando Simón de Uruguay, es decir, el experto epidemiólogo que está asesorando al gobierno uruguayo, contaba por qué su país es ahora mismo una isla de contagios en una zona donde la pandemia se está cebando: Argentina y Brasil tienen una incidencia acumulada de más de 170 casos en Argentina y en torno a los 330 en el caso de Brasil. La fórmula era sencilla: durante los meses anteriores habían reforzado todo el dispositivo de rastreadores, con miles de personas, para poder acotar los posibles contagios en cuanto tenían la confirmación de un positivo. Y se habían volcado en lograr resultados rápidos de las PCR, no superaban las 24 horas de espera. Rastreadores y PCRs con resultados rápidos. Luego hay mil aspectos mejorables, mil planteamientos que pueden ayudar a controlar la pandemia, aplicaciones maravillosas que nos avisen si hemos estado cerca o no de un positivo (en el caso de que esas aplicaciones sirvan, claro), pero estos dos, rastreadores y resultados rápidos de PCR, los expertos coinciden en que son básicos.

A mi hijo no le conté que ya había rastreadores formados y preparados para actuar desde hace meses, que no es una cuestión de que “falte gente”, que la hay, sino de decisión y voluntad de poner todos los medios. Al margen de cálculos políticos o ideológicos. Explicarle eso me habría llevado inevitablemente a la siguiente pregunta: “¿entonces por qué no lo hacen?”. Y ahí tendría que haberle razonado por qué desde hace tiempo la política ha dejado de servir para ayudar y mejorar la vida de la gente y ha pasado a ser lo contrario: el arte de cómo complicar, confundir, desesperar y empeorar la vida de los ciudadanos. Le habría dejado tan desconcertado como lo estamos todos desde hace semanas. Y preferí que se fuera a la cama pensando que el mundo no se ha vuelto tan loco. Tiene 13 años. Ya tiene suficiente con lo que ve en los informativos como para que piense que en este barco no hay capitán y que vamos a la deriva.

Más sobre este tema
stats