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Desde la tramoya

Las vacaciones de los políticos

Tiene razón Cristina Cifuentes cuando dice que le parece “surrealista” y “absurdo” el debate sobre sus vacaciones. Ella cometió la torpeza de hacerse la interesante cuando le preguntaron en rueda de prensa, y dijo que no descansaría en verano, por tercer año consecutivo. Ante tal pregunta, lo mejor es decir que tomarás vacaciones cuando puedas y quieras, y punto pelota. He sido testigo de cómo desaparecían algunos durante un mes completo y nadie les echaba de menos.

Tras la torpeza de la respuesta de la presidenta de la Comunidad de Madrid, ha habido un rosario de declaraciones, incluyendo las de la ministra de Empleo: que si las vacaciones son un derecho, pero son voluntarias; que si lo que ha dicho la presidenta es una ofensa a los trabajadores, que si Cifuentes tiene que descansar por obligación para dar ejemplo…

Todas las respuestas, y todo el ridículo debate parte de una falacia monumental, según la cual un presidente de comunidad autónoma es un trabajador como cualquier otro. Lo mismo valdría para un consejero autonómico, una ministra, una diputada o un senador. Pero resulta que ninguno de ellos lo es. Son todos ellos funcionarios eventuales sometidos a regímenes laborales muy distintos de los que afectan a la inmensa mayoría de los trabajadores y trabajadoras de España.

En el lugar de Rajoy

Por hablar en plata: Cifuentes puede hacer con su tiempo lo que le venga en gana. Puede entrar a trabajar cuando quiera, donde quiera y como quiera. Puede decidir irse a la playa un miércoles de enero y estarse allí una semana entera. Puede unir un día de vacaciones con una cita oficial de trabajo. Sólo tiene que cuidar de la legalidad de lo que hace, pero no está sometida a convenio laboral de ningún tipo. He visto como había algún ministro amigo que no iba por las tardes a trabajar, y lo resolvía todo por la mañana. He sido testigo decenas de veces de como otros, en mitad de sus vacaciones, tenían que cogerse un avión para resolver una urgencia.

Para ser justos, y por mucho que sorprenda a los indignados y los cabreados, en la política del nivel de Cifuentes se trabaja mucho; muchísimo. Si pretendes hacerlo medianamente bien, de hecho no paras. Y si hay un problema y quieres cumplir, tendrás que personarte en el lugar, aunque tengas un viaje familiar organizado. Esto va así: nadie te va a hacer fichar, ni te van a contar los días. Tendrás una Secretaría con tres o cuatro personas, y un conductor disponible 24 horas al día. Aunque no le llames, como cuando Cifuentes se desplazaba en moto, ahí estará esperando. Tendrás todas las facilidades para trabajar cuando y como te dé la gana. Te llevarán la prensa, y el té, y el Ipad, y los guardias civiles se cuadrarán cuando pases y te escoltarán las 24 horas.

Comparar la vida laboral de un político como Cifuentes con la de cualquier otro funcionario o cualquier otra trabajadora española media es una soberana estupidez. Ahora alguno vendrá y me dirá que deberían cobrar como si fueran dependientes de pequeño comercio y trabajar en las mismas condiciones que ellos. Pues vale. Felices vacaciones.

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